Cap. 89 - Moral Dudosa
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Audiolibro disponible en YouTube:
https://youtu.be/iMHcuSs7Pu4
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Para alguien que no había conocido la derrota desde hace más de siete años, esta situación no podía ser iracunda. Howlhell, maestro Inquisidor y uno de los seres más despiadados de la galaxia, veía a través de sus rojos ojos como su bastión de terror se hacía pedazos ante una estratega innato.
Sobre su cabeza, su nave insignia era vergonzosamente profanada por estos malditos insurgentes que, a sus ojos, no merecían más que una muerte lenta y dolorosa. Frente a él, sus tropas de purga caían como moscas ante los poderoso droides B2 cohete y ese maldito lasan que acababa con sus vida uno a uno. Y ahora, un superdroides táctico avanzaba hacia él con una mirada amenazante escoltado por dos peligrosos magnaguardia. El inquisidor podía ver su destino frente a sus ojos, pero no se daría por vencido tan fácilmente.
Howlhell: - Así que... Tu eres el que está detrás de todo esto. - Dijo con tono burlesco, analizando sus posibilidades para salir victorioso.
Ícaro: - Inquisidor Howlhell... Al fin nos vemos cara a cara. -
Howlhell: - Interesante... Una expresión algo extraña para alguien... no... Algo de su tipo. Además... Estoy seguro que ya nos vimos... Y no hace mucho. -
Ícaro: - Valla... Veo que lo ha descubierto... Sinceramente impresionante. -
Howlhell: - Puede que ahora portes un cascarón diferente... Pero aún siento tu esencia... La misma esencia que sentía en Fondor... Dime... Pedazo de metal... ¿Acaso tu... me odias? -
Ícaro no le respondió al instante. El significado de la palabra odio no era tan simple como los orgánicos la usaban tan despreocupadamente. Ellos suelen confundir odio con enojo, rechazo y falta de empatía. Pero no... El odio es algo mucho más profundo... Algo que te marca de por vida y no te deja aceptar algunas cosa. Marca tu pasado, nubla tus principios y no te deja conciliarte con la causa que lo origina... El odio es... absoluto.
Ícaro: - Si... Yo lo odio... inquisidor. -
Ni siquiera un droide como él, de mente fría y calculador podía rechazar esa verdad tan abrumadora. Ícaro sentía... odio... Profundo y verdadero odio por ese maldito ser que ahora se paraba frente a él, con su sable rojo giratorio listo para enfrentar a su enemigo. La imagen de Wag Too a punto de ser decapitado se repetía en sus circuitos como un código corrupto. El núcleo de su pecho bombeaba descargas eléctricas en todo su cuerpo. Descargas que gritaban ira por sus cables. Sus puños se apretaban. Sus sensores ópticos brillaban con una intensidad abrumadora. Y aún así... el inquisidor solo pudo reír ante la expectativa.
Howlhell: - Si.... Pensé que era un error... Que la Fuerza estaba jugando con mi mente. Pensé que debía ser un error... Pero no... Ahora lo veo muy claramente. No se como, pero puedo sentir tu ira... Puedo saborearla... Puedo sentir todo esa negativa que te invoca mi presencia... Y es maravillosa. -
Para este punto, Ícaro computó por un segundo que el inquisidor había perdido la cabeza. Que aceptar la derrota había golpeado su cordura. Sin embargo, hasta un droide como él supo que en esas palabras había oculto algo... Algo peligroso.
Howlhell: - Si... Esa ira... Ese odio es tan... Primordial... Es... Perfecto. -
No había duda alguna. Howlhell había perdido la mente y ahora era presa de la desesperación. O eso era lo que Ícaro pensaba, pero nunca esperó ver como el inquisidor extendía su mano hacia él, como si fuese una carta de invitación.
Howlhell: - No se cómo... Pero la Fuerza está viva en ti... Ven conmigo... Únete a mi... ¡CONVIERTETE EN MI APRENDIZ DEL LADO OSCURO... Y JUNTOS... RECLAMAREMOS ESTA GALAXIA! -
La mente del droide había recibido un golpe inesperado. ¿De qué estaba hablando este loco? ¿Acaso siquiera tenía idea de lo que estaba diciendo? Ícaro no demoraría ni un segundo para negarse... Pero...
Howlhell: - JUNTOS TRAEREMOS ORDEN A LAS ESTRELLAS. ESTE IMPERIO ES PATÉTICO. SU GENTE ES PATÉTICA. AQUEL QUE SE SIENTA EN EL TRONO DE CORUSCANT ES UN ANCIANO IDIOTA QUE NI SIQUIERA SABE COMO GOBERNAR. MIRA A TU ALREDEDOR. TU MISMO EMPEZASTE UNA REVULTA EN SU CONTRA... PATETICO... UNETE A MI. Y JUNTO POSTRAREMOS ESTA GALAXIA A NUESTROS PIES. EL MIEDO SERÁ LO QUE MANTENGA UNIDO LAS ESTRELLAS. NADIE SE ATREVERÁ A DESAFIARNOS. SEREMOS IMPARABLE. YO SOY DE CARNE Y HUESO... PERO TU ERES ETERNO... UNETE A MI Y... ALGUN DÍA... TODA ESTA GALAXIA SERÁ TUYA. -
La computadora de Ícaro se detuvo por un segundo. Un segundo en el que dudaba la veracidad de la información que sus sensores acústicos estaban captando. Pero un rápido análisis le dejó en claro que estos funcionaban a la perfección.
Los sensores ópticos de Ícaro se apagaron, como si su conciencia robótica cayese en un transe inducido. Computó en las palabras del inquisidor y en lo absurda que sonaban... Y aún así... No estaban carentes de razón.
Unirse al inquisidor no garantizaba una victoria contra el imperio, pero sin lugar a dudas sería una fuerza considerable a su favor. Eso sin mencionar todos los posibles contactos y recursos que el maestro Inquisidor pudiese tener bajo su manga. De hecho... La oferta no era tan mala como parecía.
Es cierto. Una galaxia sometida por el miedo no era lo más optimo, pero él mismo sabía que el miedo era una herramienta de control muy poderosa. Él podría crear el imperio que esta galaxia necesitaba. Sustituir la deficiencia de los stormtrooper por un colosal ejercito de droides que someterían toda la galaxia. No más guerras... No más sublevaciones. Ícaro tendría el control absoluto.
Los conflictos se acabarían. Los ciudadanos llevarían una vida simple pero carente de miseria. Las poblaciones serían controladas. La malicia y la ambición serían purgadas de las sociedades. Los mundos serían dirigidos por droides, los cuales no podían ser corrompidos ni manipulados para el benéfico de otros. Los orgánicos tendría una vida pacífica bajo el control de las máquinas... Y Tova sería capaz de crecer en una Galaxia sin guerras... pero...
¿Acaso sería feliz?
El sonido de un sable de luz encendiéndose dió una respuesta prematura. EL sable de luz de Ki-Adi-Mundi ahora brillaba sobre la mano del superdroides táctico mientras sus sensores ópticos poco a poco volvían a toma su tonalidad escarlata. Su mirada con la del inquisidor se cruzaron, y sin uso de palabras, este le dió una respuesta absoluta.
NO HABÍA TRATO.
Howlhell: - Es una pena... Hubiésemos sido muy buenos compañeros. -
Ícaro: - Es posible... Pero creo que esta galaxia sería un lugar mejor si tu estuvieras muerto. -
Apenas Ícaro terminó de hablar, los dos magnaguardias se lanzaron sobre el inquisidor con una brutalidad implacable. Howlhell tuvo que esquivar las dos electrovaras con su sable doble giratorio, al mismo tiempo que daba un salto mortal hacia atrás para mantener una distancia segura. Eso había sido muy rápido, y el inquisidor estuvo a punto de sucumbir ante la sorpresa. Pero no sería derrotado tan fácilmente.
Howlhell: - Valla... Eso fue bastante decepcionante. Pensé que alguien tan "altruista" como tu al menos tendría la decencia de tener un combate justo... Pero parece que te he sobrestimado. -
Esto no eran meras palabras. Un ser carente de experiencia y que fuese incapaz de controlar sus emociones seguro caería en la trampa de aceptar en un duelo en solitario. El propio Howlhell había usado esta estrategia mucha veces. Él mismo se había dedicado a cazar Jedi, y sabía los fácil que estos podían caer ante estas provocaciones. Los padawan pasaban tantos años aprendiendo de valores durante la infancia, que actuar de la manera "correcta" era algo que simplemente no podían ignorar. Algo que los convertía en presa fácil para un cazador como él. Pero no esta vez.
Incluso alguien tan sanguinario como Howlhell no pudo evitar quedar impactado ante lo que veía y escuchaba. Ícaro estaba riendo... Riendo con una risa escandalosa y algo psicótica... pero una risa después de todo. Imposible... Simplemente imposible... Ícaro era un droide. Los droides jamás serían capaz de llegar a tal punto de conciencia. Pero allí estaba ese superdroides táctico. Riéndose en su cara como si su provocación no hubiese sido más que un chiste de mal gusto. Y eso no era todo.
Ícaro: - Creo que te confundes... No no no... Yo no soy un altruista Jedi... No soy alguién que se enfrenta a una pelea justa. No soy un héroe de leyenda... No no no. YO SOY UN COMANDANTE. UNO FRIO Y CALCULADOR. Y USARÉ TODO LO QUE ESTÁ A MI DISPOSICIÓN PARA APLASTARTE. PREPATE INQUISIDOR... PORQUE VOY A DESTRUIRTE. -
Ícaro se encargó de devolverle algo al inquisidor... algo que hacía varios años había perdido: El miedo.
Su mirada fria y despiada, el sable de luz verde latía con mortal fuerza esperando encontrar la carne de su oponente. A cada lado, los magnaguardias se mostraba imponente y despiadados. Sus electrovaras rugían con furia, y su aspecto propio de los guerreros Kaleesh que el mismísimo general Grievous les habían dado le recordaron al Inquisidor con quien estaban tratando. Después de todo, estos tres frente a él... Eran los verdaderos asesinos de Jedis.
Howlhell no tuvo tiempo a asimilar ese miedo que había recuperado. Los magnaguardia se lanzaron sobre él una vez más, con claras intenciones de acabar con su vida. Esta vez, el propio Ícaro se unió al combate, poniendo al inquisidor en una desventaja considerable de tres contra uno. Su sable de luz no era tan rápido como las electrovaras de los magnaguardia, pero era una molestia que, si bien podía derrotar en un duelo justo, en esta situación le resultaba imposible.
Howlhell luchó con una fiereza que nunca había experimentado. Sus entrenamientos para convertirse en inquisidor ni siquiera habían sido tan brutales. Los droides frente a él no mostraban piedad ni cansancio. Eran máquinas frías. Asesinos por excelencia.
El sable del inquisidor se balanceaba de un lado para otro con una velocidad imposible. Una bestia acorralada es la más peligrosa de todas, y Howlhell era una bestia sumamente peligrosa. Pero estos magnaguardias no era nada que algún Jedi o Sith hubiese enfrentado jamás.
Programados en las siete formas de combate con sable, los magnaguardia habían alcanzado un nivel de destreza y habilidad que ni el propio general Grievous fue capaz de darles con sus interminables entrenamientos. No había forma de lucha que no conocieran. No había técnica que no fueran capaz de detener y contratacar.
El propio Howlhell pensó que la Fuerza lo había abandonado, pues ni siquiera sus habilidades de Sith eran capaces de detener a estas moles de metal. Sus manos y pies se aferraban al suelo como el ancla de un barco sobre el lecho marino, y sus empujes de la Fuerza eran prácticamente inútiles.
Los dedos de Howlhell sentía la ira de los relámpagos de la fuerza que emanaba del interior del inquisidor. La ira y frustración materializadas en una letal fuerza eléctrica, pero las electrovaras de los magnaguardias absorbían tal furia como si de un juego de niños se tratara.
En un movimiento definitorio, Ícaro dió un paso al frente, cortando ridículamente la distancia entre él y su presa. Howlhell no podía explicarse como un droide que no estaba diseñado para el combate cuerpo a cuerpo fue capaz de moverse tan rápido, pero hasta él mismo era inconsciente de lo cansado que estaba su cuerpo y lo lento que sus músculos se movía.
El sable de Ícaro se alzó por encima de su cabeza, como si su luz quisiese alcanzar el propio sol que se alzaba sobre el panorama. Un ataque vertical simple, pero seguro sería tan fuerte como los anterior. Howlhell alzó el suyo, colocando una de sus hojas en forma horizontal para recibir y detener el ataque... Pero no esta vez.
En una fracción de segundo, el inquisidor vio con terror como la hoja del sable de Ícaro se apagaba mientras caía, pasando se largo su bloqueo sin toparse nada más que con el viento. Y cuando la tuvo a la altura de su pecho, el letal haz de luz salió catapultado hasta atravesar el cuerpo del inquisidor justo en medio del pecho, con un técnica prohibida hasta para los propios Sith conocida como Trakata. El estilo más brutal de todos. (Esto es canon)
Howlhell quedó en shock cuando vió esta técnica usada en su contra. Él mismo la conocía, pero hasta alguien tas despiadado como él despreciaba un estilo de combate tan vergonzoso y carente de honor... Ningún ser de carne y hueso que halla al menos entrenado en las artes del sable de luz usaría algo tan rastreo. Era una ofensa para los duelos... Pero Ícaro no era un ser de carne y hueso.
Ahora, el cuerpo de Howlhell perdía su esencia con cada milésima de segundo que pasaba. Su corazón había quedado calcinado por el ataque, y la fuerza que le quedaba solo le alcanzaba para alzar la cabeza, intentando encontrar una respuesta. Al menos, alguien carente de misericordia como el superdroide táctico tendría la decencia de explicar el por qué había perdido.
Ícaro: - Te dije que... yo no era un héroe. -
Y eso fue lo último que el inquisidor sintió antes que su cuerpo cayese sobre la ardiente arena de Lasat... sin vida.
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