Cap. 87 - Arrepentido.

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Audiolibro disponible en YouTube:

https://youtu.be/dz3UeLqePes

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Stormtrooper 1: - ¡Fuego a discreción! -

Stormtrooper 2: - ¡Son demasiados! -

Stormtrooper 3: - ¡Debemos resistir a toda costa! -

Stormtrooper 4: - ¡Dónde diablos está el comandante! - 

Para la legión 182, esta era una situación completamente desconocida. Nunca antes nadie había opuesto resistencia al Imperio de esta forma. Durante seis años se dedicaron a cazar insurgentes por toda la galaxia bajo el mando del inquisidor Howlhell. Pero enfrentarse a una fuerza armada lo suficientemente grande y organizada como esta que tenían justo al frente era un plano de guerra que desconocían casi en su totalidad, salvo por algunos simulacros y los estudios de la academia. 

Ninguna fuerza imperial fue capaz de frenar el avance rebelde en el interior de le destructor Imperial. Dos columnas de insurgentes se propagaban por el interior de los interminables pasillos como un parásito mortal dentro de su huésped. La velocidad del avance enemigo era inconcebible. Sus estrategias eran precisa y mortales. Cada espacio estaba cubierto. Cada cobertura estaba ubicada perfectamente donde ellos quería... Como si fuesen capaces de adaptarse al terreno con solo mirarlo... Y tal vez... No era menos cierto. 

Sin embargo, esto no era el resultado de la habilidad de los rebeldes. Nada de eso. Dentro de cada una da las columnas invasoras habían dos cabezas pensantes. Cuatro seres que hacían de nodo principal entre las incontables filas de rebeldes. Los cuatro capitanes de la legión orgánica de Gwori. Aquellos que tenían el mando directo cuando Bly no estaba presente. Los cuatro grandes señores de la guerra de la recién nacida rebelión. 

Li Mu, Howser, Numa y Kranel se ganaron ese apodo entre sus seguidores. Las horas que Ícaro dedicó a instruirlos en el arte de la guerra parecieron absurdas, sobre todo para Numa, que era la más joven e impulsiva, pero siempre terminaba prestando atención. 

Howser y Numa estaban a la cabeza del grupo que aseguraría la sala de motores. Si bien la palabra de Howser tenía mayor peso por tener más años de experiencia, eso no quitaba que la voz de Numa fuese tan respetada como la de él. Aún así, la joven twi'lek tenía mucho que aprender todavía. Pero hasta el propio Bly sabía que ella sería mejor que él algún día. 

Su grupo avanzaba en dos columnas que no conocían freno entre los incontables enemigos. Maestros de la lucha de guerrillas y pasadizos estrechos, usando armas ligeras pero maniobrable, evitando cañones pesados que no podían ser usado correctamente en lugares tan estrechos. No había puerta o bastión capaz de detenerlos. 

Por otro lado, y con un estilo de lucha bastante diferente al de los anteriores, Li Mu y Kranel eran como dos cabezas de un solo cuerpo. Dos mentes que pensaban como uno. Los últimos dos comando gossan que aún vivían habían vivido juntos incontables misiones de infiltración y sabotaje. Eran maestros de las emboscadas y el uso de tácticas poco convencionales, teniendo siempre control sobre el terreno. Incluso estado en la cede Imperial. 

Ningún sistema era capaz de soportar los hackeos por parte de sus técnicos. Los conductos de ventilación eran una trampa mortal para los imperiales. Las puertas se cerraban frente a los ojos de los stormtrooper, obligándolos a tomar el camino que ellos deseaban, conduciéndolos directamente a una trampa mortal de blaster y explosivos. 

Ícaro lo entendió. Le costó trabajo... Pero lo entendió de una vez por todas. Perder a Boil no fue solo un golpe para su moral, sino también para sus estrategias. El clon mártir junto a Bly eran las dos cabezas pensantes del batallón orgánico, y cuando una cabeza faltó, el cuerpo se debilitó. Necesitaba remplazos. Necesitaba mentes frescas capaces de trazar planes y creas estrategias. 

Los orgánicos no eran droides que podían ser controlados por una sola computadora central o por el mismo. Los orgánicos necesitaban una cadena de mando bien establecida. Los clones demostraron su eficiencia en la guerra en su contra... Era hora de aprender de sus antiguos enemigos y adaptarse. Después de todo... Ni el propio Ícaro sabía si su estadía en esta naciente rebelión sería eterna... En el peor de los casos... Debía dejas preparados aquellos que en un futuro... se convertirían en sus relevos. 

Irónicamente, los imperiales se enfrentaban a la misma disyuntiva. Si bien la 182 tenía rangos bien definidos, como cualquier ejército imperial, ninguno de los capitanes, tenientes o sargentos stormtrooper habían estado alguna vez en una batalla real. Después de todos eran cazadores... no guerreros forjados en la batalla. Entrenados por Snake quien, a pesar de todo, era un clon de la guardia de Coruscant, y la única batalla que vivó en carne propia fue cuando la Alianza Separatista perpetuó el gran ataque a la capital de la República. Y sin embargo... este no estaba en ningún lugar del campo de batalla. 

La grande pregunta era... ¿Dónde estaba el comandante?

Con un vacío en su mente que era incapaz de llenar, Snake camina don pesado andar por las celdas de prisioneros del acorazado imperial. Solía venir aquí en ocasiones, viendo a los muchos reclusos que el destructor solía acaparar por miles. Niños, ancianos, mujeres, hombres, todos por igual. El puño de hierro de Howlhell no diferenciaba entre el culpable y el inocente.

Aquellos que se escondían tras la oscuridad de las celdas lo veían pasar con miedo. Después de todo, Snake era aquel que lideraba a todos sus opresores... Pero por primera vez... Aquellos que estaban tras las rejas fueron capaces de ver su verdadero rostro, pues este nunca se mostraba sin su casco. El rostro de un clon... El rostro de un vacío existencial. 

Snake avanzó hasta una celda en específico. En su mana portaba su pistola laser lista y desenfundada. Sus intenciones eran todo un misterio para los que lo veía, pero ver su actitud sombría les causaba un terror inmaculado de solo pensar en lo que el clon sería capaz. Aún así... Snake simplemente se recostó a la puerta de la celda sin decir una palabra, posando sus ojos sobre el duro techo de metal de las instalaciones... Entonces... Una voz se escuchó. 

?????: - Hay una gran conmoción allá afuera... ¿Acaso metiste la pata esta vez? - Preguntó una voz demasiado relajada teniendo en cuenta que se encontraba dentro de la celda del crucero de un inquisidor. 

Snake: - Las cosas están algo... revuelta allá arriba. -

?????: - Y aún así decidiste visitarme... Pero que honorado me siento... Comandante. -

Aquella voz que salía del interior de la celda se hizo más fuerte. El individuo en cuestión era uno de los cinco que compartían la misma celda, pues la prisión del acorazado de Howlhell siempre solían estan llenas. Aún así, este individuo era diferente al resto. Pues este era uno de los que el propio Snake llamó hermano cinco años en el pasado. 

Snake: - No logro entender. -

Clon: - ¿Entender? ¿Qué es lo que no entiendes? -

Snake: - ¿Cómo puedes estar así? Tan despreocupado... ¿Es que no te arrepientes de lo que hiciste? -

Clon: - Oye. Yo tomé mis decisiones... Y tu tomaste las tuyas. No eres quién para recriminarme por eso. -

Snake: - ¿No lo soy? Abandonaste a tus hermanos... Los abandonaste incluso aún siendo parte de la República. Abandonaste tu deber. ¿Cómo? ¿Cómo puedes actuar como si nada te importara? -

Clon: - Lo hice porque fue mi decisión. Además... Yo no los abandoné... Ellos me abandonaron a mi. -

Era en vano hablar con ese clon. No era la primera vez que Snake sostenía esa conversación con él. De algún modo, el comandante quería entender como funcionaba su mente. ¿Qué lo llevó a actuar de esa forma? ¿Qué lo condujo a desobedecer su código y ser libre? Se preguntaba... ¿Qué se sentía ser libre?

Clon: - ¿Y bien? ¿Viniste a decirme lo que ya sabía? ¿O vienes a hacer algo más? Algo relacionado con ese blaster en tu mano. -

El clon no falló en su comentario. Snake miró el blaster en su mano con algo de culpa. El motivo por el cual estaba allí no era nada agradable... Pero órdenes son órdenes. 

Snake: - Tienes razón... Yo... solo vine a cumplir mi deber. -

Clon: - ¿Tu deber? ¿Qué tipo de deber? -

Snake: - El deber de un soldado. El deber de obedecer a tus superiores... El inquisidor me ordenó que ejecutase a todos los prisioneros si un día la nave caía. Nunca pensé en tener que hacer tal cosa... Pero parece que el destino tiene caprichos muy extraños. -

Las palabras del comandante estremecieron a todos los que fueron capaces de oírlo. No había nada que pudieran hacer. Los prisioneros estaban desarmados. Incapaces de defenderse y a merced de la voluntad del clon. La forma en la que Snake miraba la pistola en su mano era sumamente aterradora, aunque el clon no mostraba ningún tipo de sentimiento al hacerlo. Ni deseo... ni arrepentimiento. Solo una mirada vacía.

Clon: - Así que... Vas a hacerlo. Y dime... ¿Estás de acuerdo? -

Snake: - ¿Estar de acuerdo?.. No necesito estar de acuerdo. Soy un soldado. Los soldados obedecemos órdenes... Aunque no estemos de acuerdo. -

Clon: - ¿Y simplemente lo harás? ¿Sin dudar? ¿Sin vacilar? -

Snake: - No tienes ni idea de las atrocidades que he cometido. Hacer esto... No haría mucha diferencia. -

Esa fue una sentencia. Aquellos que lo escucharon ya incluso podían sentir el miedo a morir incluso antes que el arma de Snake apuntase a sus rostros. El clon no pudo hacer más que dar un paso atrás, aceptando el hecho que aquel al que una vez llamó hermano no tenía salvación. Estaba consumido por su deber. Un deber ciego y despiadado. Aunque la verdad... No quería encontrar su muerte en ese lugar tan funesto. 

Snake no dijo nada más. No tenía porque darle explicaciones a alguien que sería ejecutado en unos segundos. El comandante se acercó al control de la puerta y comenzó a presionar unos botones. El clon y aquellos dentro de la celda comenzaron a sentirse nerviosos, y los que nunca habían pisado el campo de batalla ya estaban llorando de miedo. El clon compartía celda con cuatro aliens. Entre ellos una madre rodiana con su cría. Si tan solo pudiese hacer algo para salvarlos. Pero ni siquiera él podría hacer tal cosa. O tal vez si. 

De pronto... La puerta de la celda se abrió, mostrando a Snake en su totalidad. El clon trató de pararse frente a los inocentes, como si su cuerpo o su sacrificio fuese capaz de salvar la vida de aquellos que estaban a sus espaldas. Pero sabía que eso era en vano. Aún así... Debía hacerlo. Pero menuda fue su sorpresa al ver que su celda, no fue la única que se abrió. 

Los casi mil prisioneros quedaron en shock al ver como las puertas de sus celdas se abrían de par en par. Algunos de los recluidos si eran malhechores, pero la mayoría de los cautivos eran aquellos que reclamaban sus derechos de vivir en el imperio. Reclamos que fueron tomados como rebelión y castigadas de la peor manera por parte del Inquisidor. Un ser que no mostraba piedad ni misericordia. 

El clon recluido el resto de presos en la celda se quedaron mirando a Snake, tratando de entender que estaba haciendo. Aunque no había que ser muy listo para darse cuenta. Snake llevó su mano hacia su cabeza, removiendo el casco de Fase 1 que decidió conservar incluso cuando millones de sus hermanos preferían las comodidades que ofrecía la fase 2. 

Su rostro mostraba una tristeza visible. Esos ojos cansados de todo. Esos hombros caídos por el peso de la culpa. Y aún así... una leve sonrisa dibujada sobre su rostro. Fue entonces que Snake alzó la cabeza, y habló.

Snake: - La nave esta siendo atacada. Bajen al nivel cinco. Tomen los corredores y diríjanse al hangar secundario. Es posible que allí encuentre una salvación. -

Nadie hizo oídos sordos antes las palabras del comandante. Una manada desenfrenada de prisioneros que buscaban su libertad con desesperación. Nadie se quedaría esperando que el comandante cambiara de opinión y comenzara a ejecutarlos a todos. Nadie, excepto ese clon recluido, quien ahora se encontraba en la entrada de la celda, mirando a Snake, quien se había sentado con pesar en el interior de la misma celda. 

Clon: - ¿Por qué haces esto? -

Snake: - Yo... No lo se. -

Clon: - ¿No se supone que esto va en contra de tu deber? -

Snake: - Lo es... Pero eso significa... mi libertad. -

El clon no dijo nada más, pero tenía un amargo sabor de boca al dejar a Snake atrás. Pensar que su hermano había sido capaz de desprenderse de las garras del deber lo llenaba de júbilo, pero poco duró cuando sintió el sonido de un blaster provenir del interior de aquella misma celda que había dejado atrás. 

El clon se detuvo un momento ante la idea, pero no podía hacer nada al respecto. Snake tomó su decisión, y él tomó la suya. Ahora... solo podía seguir adelante y encontrarse con el resto. De igual forma, sentía curiosidad por saber quien era tan loco como para atacar el Destructor Imperial del inquisidor más cruel de toda la galaxia. 

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