Cap. 84 - Los Soldados de la Muerte

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Audiolibro disponible en Youtube:

https://youtu.be/I1CCiBy4iXg

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Sev: - Bueno... Parece que lo de permanecer oculto ya no es una opción. - Decía mientras regresaba al interior del refugio desde su puesto de observación.

Bly: - ¿A que te refieres? -

Sev: - Cuatro lanzaderas están descendiendo hasta esta posición. Sería de extrañar que simplemente hayan adivinado nuestra posición. -

Boss: - No hay duda. Escondernos ya no es una opción. Prepárense... Esta no va a ser un enfrentamiento justo. -

Fixer: - Ni agradable. Los droides están listos para el combate, pero la batería de dos de ellos apenas durará un par de horas... Si es que seguimos vivos para entonces. -

Delta: - Haremos lo posible para mantener la posición. Si nos vemos superados lo mejor será que se retiren. -

Boss: - Agradezco las intenciones, pero eso no será buena idea. En el desierto seremos presa fácil. Si no logramos resistir aquí, no tendremos oportunidad. A sus puestos... Y... buena suerte. -

Realmente no había mucho más que decir. Un grupo de apenas veinte de ellos jamás serían capaces de derrotar todas las fuerzas de un Destructor Imperial. Incluso en el hipotético caso que lograrán resistir la primera oleada, simplemente seguirían enviando más y más.

Eventualmente sus fuerzas fallaría, su munición se acabaría y la batería de los droides se agotaría. Estaban condenados... eran consciente de eso. Aún así, no derrotados. Si había que luchar lo harían.

Los droides no tendrían este problema, y acatarían sus órdenes al pie de la letra hasta que sus circuitos estuviesen fritos. Los clones, tanto los comandos como el ex-mariscal, ya habían probado la dura guerra y sabían lo terrorífico que era morir, y su pulso no tembló ante ello. Holdo no tenía mucha experiencia en combate, pero su duro carácter no la dejaría rendirse, aún cuando sus manos temblaban por ello. Kurt sabía los gajes del oficio, pues como ex-mercenario que era, sabía lo fácil que era morir. Aún así, el peso que cargaba en sus manos, y el saber que la resistencia de Gwori podría depender de ese chip con la información que solo Ícaro podía leer lo aterraba. Aún así, su rifle no dudaría en encontrar su objetivo y eliminarlo.

Finalmente las lanzaderas imperiales tocaron la suave arena de Lasan. Sus potentes motores creaban caóticos vórtices de arena y polvo desértico que se metían entre las placas del fuselaje y las turbinas, un martirio para los mecánicos una vez regresaran al destructor. La calma momentánea y la disminución del ruido generado por los motores puso los pelos de punta a más de uno de los que esperaban desde la distancia. Y finalmente, las compuertas se abrieron.

Sev: - Oh no... Boss... Tenemos un problema. - Habló por el comunicador desde su posición de vigilancia.

Boss: - ¿Qué ocurre? -

Sev: - Son Soldados de la Purga. -

Más de uno se apresuraron a asomar la cabeza para ver desde la distancia el sombrío espectáculo. Soldados revestidos en armaduras negras con detalles rojos que contrastan con las doradas arenas del desierto. Pero no se dejen engañar por su aspecto completamente fuera de lugar y cuya tonalidad parecía convertirlos en un blanco fácil. Estos soldados eran los más terroríficos que el Imperio Galáctico ha engendrado hasta este período de su régimen.

Bly: - ¿Soldados de la Purga? ¿Qué es eso? - No era de extrañar que él desconociera al respecto, pues estuvo viviendo en una caverna de hielo por más de cinco años desde la orden 66.

Fixer: - Digamos que son clones especializados. Muy especializados de hecho. -

Kurt: - Espera... ¿Clones? Pensé que los clones ya no formaban parte del ejército del Imperio. -

Boss: - Estos no son clones normales. No como nosotros. Los he visto... Son más... máquina que hombres... -

Holdo: - ¿Crees que puedan convencerlos? Son sus hermanos después de todo. -

Boss: - Lo dudo. Ellos no son como nosotros. No dudes en disparar primero y en preguntar después... porque nosotros no lo haremos. -

El tono del comandante clon no hacía el menor intento por esconder su rabia ante estos soldados. Ellos los habían visto. Sabían su propósito y su amargo destino. En una galaxia donde los clones restantes luchan para remendar sus errores, estos clones de negra armadura, los últimos que la ciudad de Tipoca produjo, se dedicaban exclusivamente a la purga de los Jedi.

Al menos cien de estas unidades ahora se desplegaban a lo largo de una enorme línea que pretendía cortarle la posibilidad de cualquier tipo de retirada, y justo al medio, se alzaba ese imponente inquisidor, de brazos cruzados sobre su espalda, capaz de incluso poder saborear su victoria.

El inquisidor Howlhell tenía a su mando el mayor grupo de Soldados de la Purga. Él mismo había acabado con la vida de incontables Jedi, siendo el inquisidor que más sables láser ha añadido a las bóvedas del palacio imperial en Coruscant. Los soldados bajo su mando eran los más brutales, los más frenéticos, a los que menos le temblaba el dedo a la hora de masacrar inocentes. De hecho, lo hacía con mucho gusto.

El 13vo destacamento de la Purga, o como los llamaban aquellos que tuvieron la increíble suerte de verlos en acción y sobrevivir para contarlo, Los Portadores de la Muerte, ahora se desplegaba como un pelotón de fusilamiento a la espera de órdenes de su superior.

Nadie movía un músculo, aún bajo el ardiente sol que sofocaba las arenas de Lasan, como estatuas negras incapaces de moverse. Desde la seguridad de las grietas, clones, humanos y droides estaban a la espera de cualquier movimiento del enemigo, con la esperanza de poder lograr algún tipo de contraataque.

Justo al frente, se encontraba Howlhell, mirando a la formación rocosa como si supiera exactamente dónde estaba su presa, aunque no la veía. Como si pudiera sentir su olor, pero no lo sentía. Como si pudiera escuchar sus lamentos, pero no los escuchaba.... Aún.

Un silencio volvió a reinar en los parajes desérticos. Solo el retumbar de sus propios corazones podrían irrumpir la agobiante calma que cada uno de los presentes sentía. Los droides se mantenían a la espera, los orgánicos esperaban agitadamente, y Kurt y Sev ya tenía la cabeza de dos Soldador de la Purga trás sus miras.

Los imperiales sabían perfectamente que su frente era el blanco de los francotiradores, pues el destello de sus miras era algo que se reflejaba muy bien sobre el visor de sus cascos, pero aún así, se mantenía estáticos, inmóviles. Preferían que su cabeza fuese cocida por un blaster que tener que ser víctima de la furia de Howlhell por desobedecer una orden tan simple como mantenerse quietos. Después de todo, ellos no serían los primeros en ser ejecutados delante de sus camaradas por eso.

Howlhell: - Matenlos. -

Boss: - ¡Fuego! -

Fue como si el comandante clon hubiese leído los labios del shitavaven. Howlhell ni siquiera se movió para dar la orden, y medio segundo después, dos poderosos disparos de francotiradores volaron por los quinientos metros que separaban a los soldados de la purga de las grietas donde se encontraban Sev y Kurt. Pero ninguno de los dos estaría preparado para ver lo que sucedería a través de sus miras telescópicas.

Tan pronto el inquisidor dió la orden, los dos soldados de negro se lanzaron sobre el suelo, y los disparos de blaster pasaron de largo, impactando sobre la arena a sus espaldas. Eso fue imposible. Esos no eran soldados normales. Eso ni siquiera eran orgánicos. ¿Cómo era posible que un ser vivo tuviese el temple para no moverse aún sabiendo que su vida se escurría tras la mira telescópica de un francotirador, y al mismo tiempo, ser capaz de moverse con tanta precisión? Cientos había caído ante los rifles de Kurt y de Sev, pero ninguno como estos.

De pronto, el dorado paisaje de arena se convirtió en una mortal danza de blasters que sobrevolaba el campo de batalla de un lugar para el otro. Esos soldados, a los cuales no se podrían clasificar de otra forma que como locos, se lanzaban de frente sin ningún tipo de cordura o instinto de autopreservación.

Con sus peculiares cascos de imitación a los paracaidistas clones, su defensa parecía sólo ser superada por su adoctrinada lealtad. Aquellos que portaban bláster DC-15A vaciaron sus cargadores sobre las grutas de la roca con una ferocidad insaciable, pero nada comparable al fanatismo de aquellos que iban a la cabeza.

Desde la protección de la sólida roca, aquellos que hacían lo posible por sobrevivir disparaban todo lo que tenían, pero era como si intentaran detener una avalancha. Una avalancha de locos fanáticos que luchaban con una ferocidad implacable. Algunos soldados de la purga cayeron en su frenético deseo de cazar a sus presas, pero decenas más de ellos se acercaban hacia sus posiciones. Ya no había forma de poder escapar.

Alfa: - ¡Ahora! -

Incluso tropas tan carentes de sentido común se quedaron atónitas al ver a las figuras metálicas que salían de entre la roca para cortarles el paso. Ahora, despojados de las armaduras blancas de stormtrooper, los droides comando abandonaron la seguridad de la cobertura para detener a los salvajes soldados con electrovaras que cada vez estaban más cerca. Soldados que no estaban preparados para detener el filo de las vibroespadas cuya hoja reflejaba la brillante luz del sol del desierto.

Si el momento fue impactante para los soldados de la purga que estaban a la cabeza, lo fue aún más cuando varios de ellos cargaron de frente contra los droides separatistas, sol para ver como sus electrovaras eran incapaces de tocar sus cuerpos para freirles los circuitos, mientras veían cómo sus vidas eran arrebatadas antes sus ojos.

Los droides comando siempre fueron reconocidos por su efectividad, y en combate cuerpo a cuerpo sus espadas sólo eran superadas por los letales magnaguardias... Pero no estos droides.

Los soldados de la purga jamás pensaron ver a un droide comando dominando a la perfección el Makashi, la segunda forma de combate con sable de luz. Puede que sus espadas fuesen diferentes, pero incluso Howlhell desde la cercanía pudo diferenciar unos movimientos tan estilizados como esos. No había duda alguna... Ícaro había insertado en la programación de estos droides los siete estilos de combate con sables de luz.

Los soldados de la purga con electrovaras no podían hacer más que ver cómo sus camaradas eran atravesados por la brutalidad de las vibrojas, empuñadas por cuerpos de metal cuyas articulaciones y pistones le permitían tanto usar la brutalidad y la fuerza bruta del Djem So, mezclados con la agilidad de un muy básico Ataru. Era simplemente... indescriptible... E inimaginable. Lamentablemente, este era solo un recurso desesperado.

Ante los ojos de todos, dos de los droides colapsaron contra el suelo arenoso ante la falta de energía. Esta forma de combate consumía sus reservas con una ferocidad abrumadora, dejando solamente a Alfa, a Delta y a una tercera unidad en pie, las cuales comenzaron a ceder terreno ante la superioridad numérica.

La lucha continuó encarnecidamente. Sev y Kurt abatían a cuánto enemigos podían, aún cuando tenía que acertar hasta tres disparos sobre un mismo soldado para poder derribarlo. Holdo, Boss y Fixes usaban las coberturas para mantener a los imperiales a raya, mientras los droides junto a Bly hacían todo lo posible por mantener a los soldados de la purga fuera de las grutas. No había forma que ellos por su cuenta pudieran salir ilesos de esta.

El tercer droide comando cayó ante el poder de una granada eléctrica, dejando una apertura en las defensas, el cual permitió a un soldado de la purga superar a los droides restantes, alzando su electrovara para fulminar a Bly con su mortal toque. El ex mariscal clon disparó en repetidas ocaciones, pero las armaduras de estos soldados negros parecía simplemente indestructible.

Alfa y Delta miraron hacia atrás, aún cuando a duras penas podían esquivar los ataques del resto de soldados de la purga. Por un segundo, la imagen de Boil regresó a sus circuitos, luchando con una ferocidad poco normal para un droide, desesperados por rescatar a su compañero. Ver morir a otro de sus comandantes sin que ellos pudieran hacer nada les provocaría un corto circuito comparable a un infarto... Pero no serían capaces de llegar a tiempo. Bly estaba solo, de espaldas a la pared de piedra, y de frente ante la muerte. El soldado de la Purga ya tenía su bastón listo para liberar todo su poder eléctrico sobre el clon, cuando un estruendo sacudió la caverna.

Todos, absolutamente todos miraron la nueva figura que la Fuerza sabe cómo logró infiltrarse sin ser detectado. Un imponente ser de puro músculo, el cual sin apenas esfuerzo agarró al soldado de la purga por el casco y lo arremetió contra la pared del lugar, dejando una increíble abolladura sobre la indestructible roca. Todos alzaron los ojos y sensores ópticos, solo para ver a un imponente Lasat con un rostro lleno de furia, el cual miraba a los Soldados de la Purga con una sed de sangre que parecía insaciable... Una que... hasta los portadores de la muerta temblaron al ver. 

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