Cap 82. - Desesperado.

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Audiolibro disponible en YouTube:

https://youtu.be/sMYZg6JQGY8

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Los imperiales apenas podían creer lo que veían sus ojos. Eso temerarios dieron un salto al hiperespacio segundos antes que dos enormes acorazador imperiales le cortasen el paso. Un momento de duda, y se hubiesen estrellado contra el casco del destructor imperial, lo cual sin duda alguna conyevaría a una muerte segura.

Desde la cabina de mando de la estación orbital de Fondor, un colérico inquisidor exigía resutados a sus subordinados.

Howlhell: - ¿¡HACIA DÓNDE SE FUERON!? - Gritaba en su rabia.

Oficial: - Es... Estamos tratando de determinar su ruta se... se... -

El oficial apenas pudo dar su informe cuando sintió un fuerza extraña presionar sobre su cuello. Todos los presentes quedaron petrificados del miedo, pues no era la primera vez que algo así ocurría en las instalaciones de Fondor.

El pobre oficial que nada podía hacer, ni era responsable de lo sucedido, se vió presa de una ira inmaculada que se aferró a su cuello como la horca de los condenados. Su cuerpo se alzó en el aire, siendo arrastrado por una fuerza invisible hacia el frente de su superior.

Carente de aire. Luchando en vano por tratar de safarse de un agarre intengible, el oficial se retorcía mientras sus lamentos demostraba su agonía. El resto de presentes sabían que era injusto. Sabían de su inocencia. Pero ninguno tenía el coraje suficiente para alzar su voz en su defenza. El oficial estaba solo. Solo contra una furia descontrolada. A merced de un ser sin piedad... ni cordura.

Howlhell: - ¿Dónde... están? -

El oficial se retorció con fuerza, luchando en vano para dar una explicación que no podía expresar con palabras, pues la falta de aliento ya le impedía gesticular siquiera un mísero sonido de agonía. Solo el aire de su estómago le permitía expresar su último aliento, y de pronto... su dolor terminó.

Los presentes sintieron un escalofríos recorrer su cuerpo cuando escucharon el sonido quebradizo de los huesos y la carne. El cuello del oficial, se torció de una manera tan abrupta y antinatural, que aquellos que tuvieron la mala suerte de estar mirando al frente, obtuvieron una escena que nunca más podrían olvidar, y los atormentaría en sus peores pesadillas de ahora en adelante.

Al manos Darth Vader tenía el control suficiente para solo partir la médula espinal de aquellos que mostraban incompetencia ante se presencia, pero no Howlhell. El inquisidor usó la fuerza para girar la cabez del oficial más de ciento ochenta grados, desgarrando no solo su espina dorzal, sino también musculos, tendones, traquea y todo a su paso. Si la piel no fuese un órgano tan flexible, el sangriento espectáculo hubiese teñido de rojo el suelo bajo us pies, así como los iris endemoniados del shitavaven. La pregunta era:

¿Quién sería el próximo de experimentar su ira?

Otro oficial: - Lord Howlhell, detectamos la firma de la nave intrusa. Se dirigen al borde exterior. -

Howlhell: - ¿Coordenadas? -

Otro oficial: - En las inmediaciones de Lasan, señor. -

Howlhell: - Preparen mi destructur. Partiremos en quince minutos. -

Mientras tanto, en el interior del centinel, un caos total se desataba. Bly hacía lo posible por predecir los posibles obstáculos en la ruta, pero viajara a la velocidad de la luz ante la insertidumbre era algo absurdo. Delta hacía lo posible por mantener el curso de la nave, aún cuando los propio controles no respondían del todo.

Bly: - ¡DERECHA! -

No había tiempo para explicaciones. Ni tiempo para reaccionar. Delta deslizó los controles lo más lento posible, pues un giro demaciado brusco y las fuerzas que estaban en juego harían pedazos la nave y las convertirían en una bola de fuego. Delta no necesitaba saber que estaba esquivando, solo tenía que seguir las intrucciones al pie de la letra.

Al no tener un rumbo trazado, en su camino no era de extrañar que se toparan con algún planeta o asteroide, lo cual significaría una muerte segura. La computadora justo al frente le mostraba a Bly los posibles objetos en su trayectoria, pero incluso el mínimo error sería fatal, así que el clon no apartaba la mirada de ordenador ni por un segundo.

¨Arriba, abajo, izquierda y derecha.¨ Comandos que el clon repetía una y otra vez, y que Delta hacía lo posible por seguir al pie de la letra. Ícaro estaba conectado a los sistemas de la nave, potenciando los escáneras a su máxima capacidad, mientras priorizaba la movilidad y el correcto funcionamientos de los sistemas eléctricos e hidráulicos. Aunque solo él sabía que un pequeño asteroide había perforado parte del ala derecha, haciendo que la lanzadera perdiera gran cantidad de combustible. Pero eso no era el mejor momento para hacer algún comentario.

Kurt, Holdo y los otros clones se aferraban con fuerza a sus cinturones de seguridad, sin poder hacer mucho más que rezarle a la Fuerza para que pudiesen lograr llegar vivo a donde quiera que fueran. Alfa estaba sentado justo al lado, y frente a él, sentado sobre su regazo y envuelto en una jaula inamovible de metal, estaba Wag Too, el cual aún estaba inconsciente como Sev. El clon comando que los droides sujetaban para que no se diera ningún golpe ante las sacudidas de la nave.

Para Boss y Fixes era curioso ver como los droides protegían a su hermano de armas, creyendo que sería imposible ver algo así en sus vidas. Después de todos, ni la propia Fuerza sería capaz de saber a cuantos hojalatas ellos abatieron con sus propios blaster. Pero allí estaban, agradecidos te estar a su lado.

Bly: - ¡ALTO! -

No era el momento de preguntar por qué. Delta tiró de la palanca con todas su fuerzas, sacando la lanzadera del hiperespacio en un temerario acto. El repentino descenso de velocidad hizo que el metal crujiese ante las fuerzas a las cuales estaba sometido, y hubiese lanzados a todos hacia adelnte en lo que sería una muerte segura de no haber estado bien amarrados a sus acientos. Cosa que no pasó con seis de los droides la Guardia Punitiva, los cuales salieron volando e impactaron contra el fuselaje de la nave, quedando destruidos al instante. Lamentablemente, esto también pasó con Ícaro.

El droide de seguridad, al estar conectado a la computadora de la naves, no tenía ningún punto de apoyo por el cual sujetarse. Su cuerpo salió disparado hacia el frente, rompiedo el brazo que estaba concetado a la computadora y chocando contra parte de los controles, llevándose consigo el brazo derecho de Delta y varios de los controles de la propia lanzadera.

La situación era crítica, y solo estaba empeorando. El motivo por el cual Bly dió la orden de detenerse era porque justo al frente se mostraba un gran planeta que sería imposible de esquivar a la velocidad a la que viajaban. Un enormes planeta desértico, purgado de los registros imperiales y de su propia gente. Un planeta que ninguno de los presentes había visto jamás.

Delta: - ¡Hemos perdido el control de los estabilizadores! ¡Sujétense! -

Una vez la nave logró alcanzar la velocidad sublus, se pudieron percatar que ya estaban en la órbita de dicho planeta, pero el tiempo no permitiría siquiera poder contemplarlo, pues chispas brotaban de todos lados de los paneles de control.

Bly: - ¡Perdemos energía! ¡Las reservas de combustible están llegando a niveles críticos! ¡La gravedad del planeta nos está arrastrando hacia la superficie! ¿¡General, qué debemos hacer!? - Pero no huvo respuesta - ¡Ícaro! -

Delta: - El general ha caído. -

Bly no podía creer lo escuchaban sus oidos. Se dió la vuelta súbitamente, apartando su vista de los controles para verlo con sus propios ojos. El cuerpo de Ícaro había impactado contra los controles, justo al lado de Delta, y no mostraba ningún tipo de respuesta, salvo cortos circuítos que era imposible definir si provenían del cuerpo del droide o del propio panel de controles destruido. Fuese cual fuese el caso, no tenían tiempo para averiguarlo.

Delta: - ¡A todas las unideades! ¡Prepárense para una colisión! ¡Repito! ¡Prepárense para una colisión! ¡Prioricen la vida de los orgánicos! - Exclamó por los altavoces.

Holdo, Boss, Fixer y Kurt no sabían que estaba pasando, pero las palabras del droide no eran para nada alentadoras. De pronto, no pudieron siquiera reaccionar cuando el resto de droides comando de la Guardia Punitiva desabrocharon sus cinturones y se avalanzaron sobre ellos. No sabía si tener miedo o preocupación al ver a esos droide pintados de negro encima, pero lo que si podían ver era como estos enterraban sus manos metálicas contra el fuselaje de la nave, creando una improvisada jaula antivuelcos con sus extremidades metálicas.

Al mismo tiempo, otro droide se acercó a Alfa, y entre ambos hizieron una jaula para Wag Too, al mismo tiempo que tres de ellos se abalanzaban contra Sev. Bly tampoco pudo reaccionar cuando otros tres droides ingresaron a duras penas a la cabina de mando, tomándolo por sorpresa mientras se enredaban a su alrededor para protegerlo. Sus manos no podían hacer nada. Era prisionero de sus propios subordinados de metal. Y lo único que podía hacer era ver como Delta luchaba con cada gota de aceite de su cuerpo metálico para mantener la nave estable.

De pronto, la centinel se prendió en llamas, victima de la fuerza que la atmósfera de dicho planeta ejercía sobre ella. Los alerones no respondía correctamente. Delta luchaba con el único brazo que le quedaba para mantener la nave estable. El fuselaje se sacudía con fuerza, mientras en la parte trasera todos se gritaban los unos a los otros.

Fueron segundos largos. Segundos muy largos donde todo, incluso los más veteranos eran presa dle miedo y la deseperación. La impotencia de ser presas del destino y la suerte no era una sensación agradable, pero no podían hacer nada al respecto.

El calor generado era insoportable, el cual sofocaba a los tripulantes debido a que la capa aislante había sido consumida por el propio fuego que consumía la nave. El poco combustible que quedaba había hecho ignición, y ahora la mayor parte del fuselaje ardía ante la ferocidad de los químicos tan volátiles que impulsaban las naves espaciales por el vacío cosmico. Una brillante bola de fuego iluminó los cielos del planeta, y desapareció tras el horizonte.

Delta: - ¡SUJÉTENSE! -

Luego... Todo fue consumido por el silencio absoluto.

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BAM

Una puerta del Oasis chocó súbitamente de contra la pared. Del interior de una habitación oscura salió un ser que era incpaz de esperar a que dicha puerta se abriese automáticamente, y cuya deseperación era visible para todos aquellos que lo vieron con su rápido andar por las calles del rufugio.

Ícaro parecía estar poseido. Programado. No giraba la vista hacia ningún lado, ni siquiera ante aquellos que lo saludaban. No podía hacerlo... No tenía tiempo para eso.

Ícaro: - ¡Teniente Helgait...! ¿¡Me recibe!? - Gritaba por el comunicador de su antebrazo.

Helgait: - Lo recibo, general. ¿Qué ocurre? -

Ícaro: - ¡Preparen la Muníficent! ¡Partiremos de inmediato! ¡Avisa a Mirana y a Li Mu! -

Helgait: - ¡Si, señor! -

Leal hasta la médula, Helgait no hizo una sola pregunta. Solo se apresuró a cumplir con la órden lo más rápido que su cuerpo orgánico le permitía. Ícaro seguía caminando con prisa hacia los hangares. No tenía tiempo que perder. Pero una voz lo sacó de su rápido andar. Una voz que no podía simplemenmte ignorar.

Miraj: - ¿Ícaro? - El droide se detuvo en seco, mirando a la zigerriana con pesar. - ¿Qué ocurre? La Munificent se está movilizando. -

Ícaro: - Hemos perdido contacto con el grupo de infiltración. Y dejé de recibir señales de mi otra parte. -

Miraj: - No... - Dijo con voz ahogada pensando en lo peor.

Ícaro: - Se fuerte. Partiremos de inmediato. -

Miraj: - Yo... No se... Iré con usted. - Dijo más por impulso que por decisión propia.

Ícaro: - No. Usted debe quedarse aquí. -

Miraj: - Pero... Pero... -

La voz de la zygerriana se vió opacada cuando sintió el peso y el frio metálico apoyado sobre su hombro. Miraj alzó la miarada, la cual hacía lo imposible con contener su impotencia anye la idea de lo que pudo habaer pasado. Y con ojos cristalino miró la penetrante luz roja de los sensores ópticos del droide. Luz que brillaba más fuerte que nunca.

Ícaro: - Lo traeré de vuelta. No importa que pase. -

No había que ser muy listo para saber a quien se refería. El amigo de uno, el compañero de otra. Un solo ser que no era siquiera capaz de imaginar lo importanre que era para el resto. Aquel que le mostró más alla que numeros y calculos a un droide. Y aquel que le devolvió la felicidad a un alma rota.

Miraj: - Tráelo... Trae de vuelta a mi Wag Too. -

Ícaro lo vió. Vió un rostro que nadie había visto hace más de seis años. El rostro de la verdadera reina de Zygerria. Un rostro colérico y autoritario. Uno que no aceptaría un fracaso como respuesta. Un que, incluso, logró estremeser el pensamiento lógico de un droide como Ícaro. Entonces, su comunicador sonó.

Ícaro: - Capitán Li Mu. ¿Qué sucede? -

Li Mu: - General. El Kandosii... está listo. -

Si Ícaro tuviese rostro de seguro hubiese dejado escapar una sonriza. Una muy satisfactoria. Con la misma intuición, Miraj, reina de Zygerria, vió en el droide un aura autoritaria incluso más fuerte que el suyo. Uno que mostraba seguridad y determinación. Una que su núcleo de midiclorianos expulsaba sin control. Una resolución inquebrantable. La de un ser... vivo. 

Ícaro: - Excelente. Preparen todo. Partimos de inmediato. -


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