Cap. 80 - Héroes entre Héroes
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Audiolibro disponible en YouTube:
https://youtu.be/g7-oTkvQQL4
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Kote!!!!
Kandosii sa kar'rta, Vode an.
Coruscanta a'den mhi, Vode an.
Bal kote, darasuun kote,
Jorso'ran kando a tome.
Sa kyr'am tracyn kad, Vode an.
Kandosii sa ka'rta, Vode an.
Coruscanta a'de mhi, Vode an.
Motir ca'tra nau tracinya.
Gra'tua cuun hett su dralshy'a.
Aruetyc runi solus cet o'r.
Motir ca'tra nau tracinya.
Gra'ta cuun hett su dralshy'a.
Aruetyc cet slarycina runi trattok'o.
Sa kyr'am nau tracyn kad, Vode an!!
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Gloria!!!!
Un corazón invencible, todos hermanos.
Nosotros, la ira de Coruscant, todos hermanos.
Y la gloria, la eterna gloria.
Nos haremos cargo de su peso juntos.
Forjados como el sable en los fuegos de la muerte, todos hermanos.
Un corazón invencible, todos hermanos.
Nosotros, la ira de Coruscant, todos hermanos.
Y los que están delante de nosotros.
Iluminarán el cielo nocturno en llamas.
Nuestra venganza arde más brillante aún.
Todos y cada alma traidora se arrodillará.
Los que están delante de nosotros.
Iluminarán el cielo nocturno en llamas.
Nustra venganza arde más brillante aún, Todos hermanos!!!!
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Fixes: - ¡Contacto al frente! -
Boss: - ¡Fuego! ¡Fuego! -
La situaciuón se había salido completamente de control. El comandante Boss lideraba al letal grupo a traves de los incontables pasillos de las instalaciones hacia la sala de los servidores. Cientos y cientos de stormtroopes hacía lo imposible por detenerles el paso, pero estos lograban siempre seguir adelante sin importar cuantas veces llegasen a un punto muerto.
Boss lo sabía. Fixes y Sev también lo sabían, y Holdo podía imaginarselo. Alguien estaba ayudándolos de algun modo. Las formaciones imperiales se veían superadas ante un inexplicable fuego cruzado. Cientos de cuerpos dejados a atrás con agujeros de bláster sobre sus espaldas.
Unos asesinos silenciosos salían de las sombras y cegaban a sus victimas de entre sus propias filas solo para volver a desaparecer en el fragor de la batalla y repetir el proceso cuando el enemigo menos se lo esperaba.
Boss tenía la experiencia suficiente para notarlo, incluso siendo capaz de saber que habían al menos treinta de ellos en total. No había duda alguna, esos dos droides comandos disfrasados que se unieron a ellos al inicio de la refriega era solo una minuscula parte del verdadero podería de la resistencia de Gwori.
Sev: - ¡Lanzando detonadores! -
Las explosiones sacudían esa parte de las intalaciones con violencia. No había civiles algunos, y los pobres stormtrooper no podían hacer mucho para detener la furia y los incontables años de experiencias y campos de batallas que estos clones poseían sobre sus hombros.
Kurt tampoco se quedaba atrás. Su puntería con el fusil de freancotirador era aterradora, siendo él y Sev aquellos que acababan con los enemigos que parecían más capaces incluso antes de poder acercarse, dejando a los imperiales sin refuerzos pesados y sin oficiales que pudiesen organizar a las tropas en el caótico combate.
Ícaro y Fixes se mantenían a una mediana distancia del frente. En muchos casos se conectaban a las consolas de la estación, cerraban puertas para cortar los refuerzos enemigos, y si algún soldado con mucha mala suerte quedaba atrapado en el medio cuando las mortales planchas de acero se cerrasen como una guillotina, su cuerpo mutilado causaba un duro golpe en la moral de aquellos que jamás habían experimentado el calor de la guerra sobre su piel propia.
Y justo al frente, acompañado por los dos droides comando, Boss se mostraba como un imponente tanque blindado cuya arma escupía laser y muerte, arrojando cuantos explosivos fuesen necesarios y liberando de su pesar a las pobres almas que tuvieron la mala suerte de estar ese día allí presentes.
Las armaduras de stormtrooper eran mucho menos eficases que las de los clones regulares de fase 2, pero comparadas con las armaduras comando, se veían como simples y patéticas placas de carton blanco.
La armadura comando tenía una durabilidad envidiable, capaz de resistir múltiples disparos, además de contar con un generador de escudos que se recargaba a los pocos segundos. Un casco blindado dotaba al portadror de una cantidad de información inconcebible, y una protección que dejaba en ridículo a los cascos imperiales. Después de todo, a diferencia de la república y el ejercito clon, la armada imperial optó por la cantidad y no la calidad. Algo que no era muy eficiente en este preciso momento.
Poco a poco, el resto de droides comando se fueron sumando a medidas que dejana a sus espldas un camino lleno de muerte y cadáveres con agujeros en las espaldas. Algunos como la propia Holdo veían este tipo de guerra sumamente inapropiada y cobarde, pero los droides no tenían nada en su interior porgramado que asemejase al honor de los guerreros. Eran verdugos, asesinos silenciosos que cumplirían su trabajo cueste lo que cueste. Y los comando lo sabían muy bien.
El grupo ya se había reunido, sumando un total de treinta y cinco miembros, todos en perfecto estado, salvo un par de droides que portaban las marcas de disparos sobre sus armaduras de stormtroopers, pero su propio blindaje era muy superior al de esas carcazas blancas, así que no tenía problema alguno para seguir funcionando con normalidad. Y tras sus pisadas, miles de soldados y oficiales imperiales perdieron la vida sin siquiera saber que había pasado. Pues al enfrentarse en lugares tan cerrados, de nada servían las abrumadoras cantidades sin eficiencia.
Ya solo quedaba un último paso. Una vez atravesaran las imponenetes puertas que Ícaro estaba hackeando se encontrarían en el ala de investigaciones, y unos metros más adelante tendrían acceso a la sala de servidores. Esperaban que el lurmen aún estuviese allí, de seguro su pequeña presencia no se notaría, mucho menos con todo el caos que ellos causaron a sus espaldas.
Tan pronto como pudieron, todos irrumpieron dentro de las instalaciones cuando un corto circuito producido por el droide abrió las puertas. No se lo pensaron dos veces, e ingresaron con los blaster en alto listos para abrir fuego, siendo los droides comando aquellos que ingresarían primero, funcionando como un escudo de metal ante cualquier imprevisto, seguido por los clones, Kurt e Ícaro, todo mientras Holdo se quedab atrás, pues ella no contaba con ninguna protección. Pero la impresión que se llevaron sus ojos y sensores opticos les causó un escalofríos hasta a aquellos que solo tenían el duro metal como piel.
Frente a ellos se alzaba una imponente figura. Un mastodonde de la misma especie que el antiguo general Voolviff Monn, un poderoso shitavaven de más de dos metros y medio de altura, vistiendo un manto negro como el vacio del espacio, y con sus ojos enrojecidos y sus iris dorados que expresaban todo la maldad y odio que podía estar retenido en ese poderoso cuerpo de guerrero.
Su mera presencia hizo que los infiltrados se detuvieran ante tan imponente aura, ignorndo incluso a las decenas de stormtroopers y oficiales que estaban a espaldas de tan imprecionante bestia. Pero sin lugar a dudas, lo más terrorífico era ver a Wag Too, agarrado por el cráneo y luchando por su vida.
El shitavaven era tan grande, que con una sola mano era capaz de sostener el cráneo del lurmen sin apenas esfuerzos, mientras los ojos de Wag Too aterrados apenas se podían ver entre sus gruesos dedos y los cortes profundos que sus garras aplicaban sobre el rostro del lurmen. Tenía la fuerza suficiente como para mantenerlo elevado del suelo, obligando a Wag Too a luchar por sostener de la porpia mano que lo torturaba, pues su propio peso le daba la sensación que su cabeza se desgarraría de su cuerpo. Indefenso. Incapaz de hacer nada.
Entonces... la Fuerza se sacudió.
El inquisidor Howlhell no era de muchas palabras, pero sabía muy bien como sembrar el terror en el corazón de sus enemigos. En su mano tenía el señuelo perfecto. un eslabón débil que sería el sujeto de pruebas perfecto. Podía sentirlo. Podía saborearlo. El miedo y la desesperación en los presentes al ver a su amigo retorcerse de dolor. Apreciar como este muerde frente a sus propios ojos sería el perfecto golpe para su moral, y los destruiría por completo.
Su sable de inquisidor carmesí se encendió en su mano libre, marcando la aterradora luz roja por detrás del cuerpo del lurmen, quien se veía cada vez más asustado. Cada vez más cerca de su muerte.
Cualquier otro inquisidor lo hubiese ejecutado al instante. Culquier otro hubiese colocado la punta del sable tras la espalda de su victima y al encenderlo, su letal hoja de energía hubiese atravesado al pobre ser que sufriría de su cólera. Pero no Howlhell. No no. Él era mucho más despiadado.
Nada disfrutaba más ese desgraciado que ver a su victima sufrir. Una muerte rápida no expiaría sus pecados y su ofenza contra el imperio. Debía pagar con cada gota de dolor que su cuerpo pudise soportar. Lo había hecho antes. Había visto los rostros aterrados ante sus masacres. Había escudado los lamentos de aquellos que perdían a sus seres queridos frente a sus ojos por culpa de su espada. Había sentido el sabor del odio y el miedo. Solo para ejecutar a los presentes de igual manera. Lo había vivido... y le encantaba.
La hoja carmesí se alzó al lado del lurmen, siendo este capaz de ver la punta palpitante rebosante de enrgía. La luz carmesí irradió en sus asustados ojos, abriendo una puerta hasta el propio infierno si fuese posible. Howlhell podía sentir ese miedo. Y lo disfrutaba.
El cuello de su victima estaba suculentamente a su merced. Lo laceraría lentamente, disfrutando del sonido mientras cercenaba la carne y la espina dorsal. Sintiendo estupefacto el olor de la carne quemda de su victima. Sería un corte lento. Lo suficiente para que el lurmen pudiese sentir cada uno de los receptores de dolor de su cuerpo siendo bombardeados de un sinfin de enegía. Sus gritos de dolor sería música para sus oidos, hasta que la simple melodía del silencio absoluto se abriese paso entre la confución una vez desprendiese el cuello de su cuerpo. En su mente sería... hermoso. Pero en la realidad, no sería así.
Howlhell no pudo siquiera acercar su sable al cuello de Wag Too, pues una siniestra sombra de adentró entre los presentes, lanzando a sus propios hombre a un lado para abrirse camino desde el fondo de los invasores. El shitavaven alzó la mirada y vió como la propia muerte se abalanzaba sobre él, una que tenía la piel de metal y el rostro insípido y carente de emoción de un droide de seguridad imperial. Pero en su interior, en su núcleo, aquel que estaba a miles de años luz de distancia en Gwori, crecía una rabia que pocas veces la galaxia había experimentado.
Ícaro se lanzó de frente sin pensarlo dos veces, encendiendo el sable de luz en el camino y abalanzándose sobre el sable del inquisidor para frenarlo, aunque su intencion era claramente partir a Howlhell a la mitad en el acto. El shitavaven tuvo que detener su hoja de inmediato e intentar detener al droide, cuyo sable de luz estuvo a centímetros de cortar su brazo y sus ojos, teneníendo a duras penas con todas sus fuerza, obligado a tener que soltar al lurmen cuando ni pudo mantener el equilibrio.
El shitavaven lo sintió. Sintió el poder de la ira inmaculado azotar su espada como nunca antes lo había experimentado, tanto, que el hecho de ver un sable Jedi pasó a un segundo plano. Este no era un droide común y corriente.
El caos rápidamente se apoderó del lugar. Al estar acostumbrados a acontecimeintos tan radicales, fue Boss el primero en abrir fuego contra las fuerzas enemigas que estaban de otro lado de Ícaro, comenzado así un peligroso enfrentamiento por ambos bandos.
Tres droides comando no dudaron ni un minuto y se lanzaron al frente, tomando al moribundo y agotado lurmen entre sus brazos y regresándolo a la seguridad de sus filas, aún cuando los impactos de bláster hacía enormes agujeros a sus espaldas.
Boss: - ¡Ícaro! ¡Debemos salir de aquí! - Le gritaba a sus espaldas, pero el droide no escuchaba sus plabras.
Ícaro estaba consumido por una rabia que jamás había experimentado. Ver a Wag Too en ese estado quebró sus circuitos, mientras a su computadora regresaban esos doloroso recuerdos de Boil y lo mucho que sufrió su perdida. La imagen del clon moribundo sobre la cama del hospital de Gwori creó un vacio en su interior, uno que no er capaz de llenarse, ni siquiera con el caótico duelo de espadas que él y el inquisidor tenía justo en medio de los disparos que iban y venía.
Un droide de seguridad estaba equipado para el combate. Ícaro era capaz de blandir su espada en un frenesí descontrolado, aunque sus computadora recordaba muy bien lo que la maestra Shak'ti le enseñó en Felucia. Una versión del quinto estilo, una sumamente agresiva, apoyandose en su fuerza física y el propio peso metálico. Una que irónicamente, Howlhell también dominaba bastante bien.
Eran dos montañas luchando por la supremasía. El impacto que sus sables de luz sufrían creaba hondas sonoras tan fuertes que incluso afectaba los sistemas de comunicación de los cascos de aquellos que estuviesen lo suficientemente cerca. El destello resultante ni siquiera era capaz de ser polarizado por los visores, y los golpes en todas direcciónes no dudaban en cortar la propia estructura en múltiples ocaciones. Intentar detener a esos dos sería algo similar al suicidio.
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