Cap.3 - Devastado
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Podcast disponible en YouTube:
https://youtu.be/EA59UraTm_I
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La ciudad capital de Mageeto, así como muchas otras del planeta, fueron arrasadas por un constante fuego de las naves de la entonces República. Lo que antes eran bulliciosas ciudades, ahora no eran más que ruinas. Todos los edificios colapsaron. Los puentes, las avenidas y callejones eran intransitables debido a la gran cantidad de escombros remanentes. Millones de habitantes del planeta fueron masacrados sin siquiera saber que estaba ocurriendo. Solo algunos pocos lograron sobrevivir.
Sin embargo, en la profundidades del abismo, justo donde el puente principal de la ciudad había colapsado, algo podía escucharse.
????: - Iniciando proceso de restauración de fuente de poder... proceso completado. Realizando diagnóstico... proceso completado. Resultados del diagnóstico: brazo izquierdo inexistente, sensor óptico izquierdo... desconectado, sensor óptico derecho averiado, pero aún en funcionamiento. Sensor óptico superior... estado desconocido. Intentando conectar por radio con la frecuencia de la ciudad... frecuencia no encontrada. Intentando conectar por radio con la frecuencia de la flota... frecuencia no encontrada. Buscando frecuencias permisibles... frecuencias no encontradas. Buscando frecuencia del canal de emergencia... frecuencia no encontrada. Diagnóstico finalizado. Comenzando restauración del sistema en tres... dos... uno. -
La extraña voz robótica hizo silencio y se pudo escuchar una fuerte descarga bajo uno de los escombros. Y después de unos minutos de inactividad, los escombros comenzaron a moverse. Las pequeñas rocas caían rápidamente, abriéndole paso a una gran plancha de concreto que se levantaba. El concreto cayó hacia uno de los costados y reveló a un peculiar droide que se asomaba a la superficie. Era Ícaro, el que funcionaba con dificultad tras los daños que recibió.
Ícaro miró alrededor de las ruinas de la ciudad. Se encontraba en el fondo del abismo, una profunda grieta que separaba el sector este del oeste de la ciudad capital, unidos por gigantescos puentes, cómo en el cual él se encontraba al momento del ataque.
Ícaro revisó su cuerpo, pero la vista no era muy agradable. Ignorando todo el polvo y la suciedad que cubría cada una de sus placas y circuitos, su brazo izquierdo estaba destrozado. Tan sólo quedaba la sección de la articulación del hombro y algunos restos de su brazo. Su visión también estaba afectada. Le faltaba el ojo izquierdo, el ojo derecho presentaba ciertas averías, pero aún funcionaba con dificultades, y su ojo superior, uno que caracterizaba a los superdroides tácticos, funcionaba perfectamente, pero había tomado un color rojo intenso. Sin embargo, aunque el resto de su cuerpo presentaba algunos golpes y desgarros, el resto de sus articulaciones y circuitos vitales funcionaban correctamente.
Siguió analizando la situación y se percató de un problema bastante serio. Debía regresar al puesto de mando, pero sería imposible escalar las enormes paredes del abismo con una sola mano. Así que debía encontrar otra solución.
Caminó durante un tiempo por el abismo buscando una forma de salir mientras intentaba procesar la información del ataque del Venator. No tenía sentido. ¿Por qué la República arrasaría con una ciudad? Eso nunca había ocurrido. Debe de haber una explicación pero ¿Cuál?
Mientras intentaba computar los datos que tenía encontró su posible ruta de escape. Una de las enormes cadenas que sostenían el puente colgaba desde su base en la superficie. El único problema era que la punta estaba a más de seis metros de altura. Ícaro debía buscar una manera de alcanzarla.
El droide revisó a su alrededor y encontró una solución. A sus espaldas yacía parte de un edificio delicadamente apoyado sobre unos escombros y vigas de menor tamaño. Ícaro computó que si lograba destruir una de las vigas, el resto de la estructura debería colapsar hacia donde la cadena se encontraba y de esa forma podría alcanzarla. El único problema era que no tenía forma de destruir la viga.
Entonces lo recordó. En uno de sus compartimientos aún guardaba el sable de luz de Ki-Adi-Mundi. Lo tomó con su mano derecha y los analizó por unos segundos. Para él era simplemente extraordinario. Una de las armas más poderosas y temidas por toda la galaxia descansaba sobre sus manos. Cuando lo prendió, un haz de luz azul salió con fuerza desde la empuñadura produciendo el característico sonido que hace un sable de luz al ser encendido.
Sin pensarlo dos veces usó el sable de luz para cortar la viga que soportaba la estructura, pero sus cálculos fueron ligeramente erróneos. El corte que hizo no fue simétrico, y la estructura comenzó a caer más rápido de lo calculado. Corrió con todas sus energías para evitar ser aplastado por la maciza mole de concreto que se le venía encima. El edificio cayó con fuerza y produjo un potente estruendo que sacudió el suelo. Una espesa cortina de humo se levantó y cubrió la zona.
Cuando el polvo se disipó, fue posible ver a Ícaro a un lado de los escombros. De no haber saltado al último momento de seguro hubiese sido aplastado. Afortunadamente, el evento no le produjo más daños a su ya maltratado cuerpo. Aún así, el edificio colapsó exactamente hacia donde él había predicho.
Ícaro trepó por los escombros y fue capaz de alcanzar las cadenas del puente tras un potente salto. A pesar de carecer de un brazo, logró escalar las inmensas secciones de metal lentamente. Le tomó más de dos horas poder llegar a la superficie. Su cuerpo no padecía de cansancio o fatiga, pero sus reservas de energía no durarán para siempre. Si quería regresar con el alto mando Separatista, debería encontrar una forma de recargarse.
Ícaro se dirigió al antiguo puesto de mando mientras revisaba los escombros de la ciudad. La destrucción había arrasado cada centímetro de la ciudad capital. La mayoría de edificios y estructuras estaban destruidos, salvo algunas pequeñas casas que habían sobrevivido al bombardeo. Ícaro entró a cada una de ellas esperando encontrar alguna fuente de energía, pero lo único que encontró fueron piezas inservibles y tarecos oxidados.
Cuando estaba a apenas unas manzanas del antiguo cuartel general, se fijó alrededor y vió una de las entradas de uno de los bunker subterráneos, usados para asegurar a la población civil en situaciones de emergencia. En su interior había varias bodegas con alimentos, víveres y baterías de emergencia. De seguro podría encontrar algo útil dentro.
Ícaro se acercó, pero había un problema. La compuerta de metal sólido estaba cerrada, y los controles no tenían energía. De seguro la electricidad fue interrumpida en toda la ciudad. Pero con algo de ingenio, podría volver a abrirlas, liberar a los civiles y poder tomar una de las celdas de energía de repuesto. O al menos eso computó.
La mano derecha de Ícaro se abrió completamente, y desde su palma salió una varilla de metal que conectó a la terminal de la compuerta, pero las noticias no eran buenas. Ícaro no pudo detectar ninguna fuente de poder alternativa para abrir las compuertas. Parece que los reactores de emergencia también fueron dañados tras el bombardeo, así que no tenía más remedio.
Ícaro tuvo que desviar parte de su energía para poder encender los motores de las compuertas. Era una apuesta arriesgada, ya que las potentes máquinas consumirían buena cantidad de sus reservas. Lo que comprometería varios días de funcionamiento. Pero el riesgo valía la pena.
Para evitar el derroche. Ícaro sólo donó la energía mínima para que las compuertas se abrieran lo suficiente cómo para que él pudiera entrar. Y con las compuertas semiabiertas, pudo acceder al interior del búnker. Pero lo que vió fue un escenario desgarrador.
Ícaro miró en shock los miles de esqueletos que estaban esparcidos por todo el refugio. Muchos de ellos estaban amontonados cerca de la entrada, en una pila de huesos donde sólo resaltaban los cráneos. Ícaro estaba consternado. Se preguntaba qué tipo de arma la República había desarrollado capaz de provocar tal masacre. ¿O acaso fueron los mismos altos mandos separatistas?
Los huesos estaban corroídos ligeramente, cómo si un agente químico hubiese consumido los tejidos y corroído el calcio de la superficie. Tal parece que hubieran pasado años desde la muerte de esos civiles. Fue entonces que las preocupaciones de Ícaro se hicieron realidad. Al llegar a la bodega se percató que las reservas se habían acabado. Así como todas las células de energía. Tal vez un ataque PEM fue el causante de la falla eléctrica. De ser ese el caso. Ícaro debía aprovechar cada minuto a su disposición para encontrar alguna fuente de energía alternativa.
Ícaro abandonó el tétrico bunker y se dirigió al antiguo edificio donde antes estaba el puesto de mando, pero para su sorpresa, parte de la estructura aún estaba en pie. Eso le resultó extraño, puesto que él había escuchado gritar al Coronel Coburn y vió la explosión a la distancia. Pero parece que algo más había sucedido.
Revisó entre los escombros y encontró una terminal que parecía no haber sufrido daños, pero por supuesto, no tenía electricidad. Si quería saber qué había ocurrido, tenía que descargar los datos que se quedaron almacenados en la computadora central, la que estaba soterrada y con suerte no había sufrido daños. Pero eso de seguro consumiría gran cantidad de sus reservas. Era un alto riesgo, pero esa información podría ser de vital importancia.
Ícaro se conectó una vez más, pero tuvo que retroceder a los pocos segundos. El consumo de la computadora central era demasiado elevado, y seguro se quedaría sin energía en pocos minutos.
Ícaro no pudo recuperar mucho de los archivos. Pero pudo ver que el Coronel Coburn no había muerto y que había logrado escapar de Mygeeto. Pero una vez que comenzó el bombardeo los registros finalizaron.
Sólo fue capaz de descargar esos pocos datos. No le dió tiempo a intentar comunicarse con la flota separatista, o encontrar alguna terminal de carga cercana. Así que no tuvo más remedio que explorar la zona. Pero conectarse a la computadora central tuvo un alto costo. Según sus cálculos, sólo le quedaba energía para un máximo de 72 horas.
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