Cap. 28 - Refugio Soterrado
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Podcast disponible en YouTube:
https://youtu.be/OjhsIKp9xuI
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El extraño ser apareció de la nada, como un fantasma resurgido del campo de batalla. Su presencia era inadvertida, y de no ser por su repentina aparición, Ícaro sabía que hubiera pasado desapercibido.
Ícaro: - ¿Quién eres? - Preguntó con desconfianza al no poder siquiera ver su rostro por la máscara metálica que portaba.
????: - Una aliada. - Dijo con una fuerte voz femenina mientras se daba la vuelta.
La extraña silueta comenzó a correr hacia un lugar desconocido. Los droides no sabían qué hacer. La vida de Wag Too colgaba de un hilo, pero la aparición repentina y "conveniente" de esta misterioso individuo era demasiada coincidencia. El procesador de Ícaro era todo un caos. No podía decidir una forma adecuada de cómo operar en esta situación y ni siquiera estaba seguro de poder salvar la vida de su amigo. Pero antes que pudiera sacar una conclusión, la extraña voz volvió a captar su atención.
????: - Si quieres que él viva. Deberás decidir. -
Ícaro alzó la cabeza una vez más, y su mirada se enfocó en aquel misterioso ser, cuya silueta estaba casi difuminada por la polución y la oscuridad de la noche. El droide seguía intentando crear un plan lógico con los pocos segundos que le quedaba, pero entonces supo que no había más opción posible. Dejó de un lado su computadora y decidió seguir esa extraña sensación que su núcleo le estaba mandando. Algo que los orgánicos clasificaría como instinto.
Ícaro: - Unidad Delta. Regrese, busca a las unidades droidekas y espere por mis instrucciones. Alfa, conmigo. -
Droides: - Roger. Roger. -
Y así, los dos droides se lanzaron a la carrera tratando de seguirle el paso a aquel misterioso ser que corría a una velocidad que parecía imposible. De no ser porque eran droides, hubieran pensado que se trataba de un espectro que desaparecía y volvía a aparecer ocasionalmente en la oscuridad de la noche. Sus linternas apenas podía localizar a la encapuchada, y en varias ocasiones tenía que guiarse por los diferentes silbidos que esta les hacía.
Tras varios minutos de correr a paso veloz, pudieron definir la silueta de una especie de sistema montañoso, malamente marcado por la oscuridad de la noche y el cielo de color azul sepulcral. Cuando se acercaron los suficiente, ahí estaba, de espaldas a la pared rocosa, la extraña figura encapuchada que esperaba por ellos.
Sin perder ni un segundo, se dió la vuelta y arrancó un pedazo de roca que se veía claramente superpuesto sobre la pared, revelando una terminal, y al presionar varios botones, un estruendo sacudió levemente el suelo a sus piez, y la pared de piedra comenzó a abrirse lentamente, revelando la entrada a lo que parecía un refugio subterráneo.
De inmediato, unas luces blancas inundaron el interior de lo que parecía una pequeña cámara cuadrada, a la cual el ser encapuchado entró con prisa seguida por los droides. Las puertas a sus espaldas se cerró lentamente, y una extraña voz robótica anunciaba el inicio de un proceso de descontaminación.
Un extraño humo blanco comenzó a salir de varias exclusas de ventilación, inundando la cámara en pocos segundos. Extrañamente, el humo se pegaba al exterior de los presentes y diluía a una velocidad impresionante la capa de polución que se pegó a los cuerpos metálicos y a las prendas que portaban.
Mientras el proceso avanzaba, la encapuchada se acercó a un extraño contenedor que colgaba de la pared, y de ahí sacó una especie de máscara de respiración asistida. Era pequeña, lo suficiente como para acoplarse al rostro de Wag Too. Ícaro no lo pensó dos veces y le removió la máscara improvisada, y luego, ayudó a la encapuchada a colocarle el respirador asistido a su amigo. Para cuando terminaron, el proceso de descontaminación había finalizado, y los presentes estaban tan limpios cómo hacía tiempo no lo estaban.
????: - No será suficiente. Tendremos que llevarlo a emergencias de inmediato. -
Ícaro: - ¿A emergencias? - Preguntó algo extrañado.
Pero cuando las puertas ubicadas al otro lado de la cámara se abrieron, reveló una imagen que Ícaro le costaba asimilar.
Era una enorme red de túneles soterrados que se extendían por varios kilómetros bajo el subsuelo. Los pasillos desérticos eran soportados por enormes columnas de metal que soportaban la estructura, y ocasionalmente se veía un alma errante caminando por esa zona del refugio.
Sin darle tiempo a hacer una pregunta, la mujer, que Ícaro ahora pudo reconocer al acercarse a él, los llevó al interior por unos de los pasadizos de la ciudad subterránea. Aquellos que estaban más cerca miraban con asombro, e incluso el droide pudo distinguir algunas sonrisas en los rostros. Después de todo, ellos solían ser Separatistas, y la simple presencia de un superdroide táctico era un rayo de esperanza para muchos, algo que ni el mismo Ícaro era consciente de ello.
????: - ¡Mirana! ¡Mirana! - Gritaba una joven muchacha de unos quince años de edad mientras se acercaba a dónde estaba la mujer.
Mirana: - Stela. Avísale al comandante. Tenemos que llevarlo a urgencias. -
La joven miró al superdroide con un gran asombro, pero cuando vió al lurmen sobre sus brazos entendió al instante lo que ocurría. Y sin hacer más preguntas, se desvió del camino hacia el interior del refugio subterráneo.
No muy distante se encontraba lo que parecía un hospital improvisado sobre lo que quedaba de un antiguo almacén de grano. Pero era fácilmente reconocible por el enorme letrero de la cruz roja con neón que sobresaltaba sobre su fachada.
Mirana abrió las puertas con prisa, y pasó por al lado de los dos ciudadanos que ahí esperaban mientras Ícaro y del droide comando la seguían. Doblaron por un pasillo, e ingresaron a un local dónde había una cama que estaba preparada para emergencias, y un droide sanitario que esperaba justo al lado.
Mirana: - Acuéstalo ahí. - Le ordenó a Ícaro.
Droide médico: - ¿Qué ocurrió? -
Mirana: - Respiró el aire del exterior sin filtrar. -
Droide médico: - Entendido. -
Sin hacer más preguntas, el droide médico se dió la vuelta y tomó varios utensilios de las repisas y los colocó sobre una mesa que estaba cerca de la cama con Wag Too ahora acostado sobre esta. Con una navaja, el droide cortó la prenda que cubría el pecho del lurmen, y tomó una herramienta similar a una jeringa y la clavó con fuerza sobre el pulmón derecho de Wag Too.
Tal acto ocurrió tan rápido, que Ícaro ni siquiera tuvo tiempo a decirle que se detuviera, pero antes de poder preguntar qué estaba haciendo, un extraño humo color marrón comenzó a emanar del pecho del lurmen a través de la jeringa hasta ser recogido por una especie de contenedor de plástico. Era una imagen terrorífica, y pensar que toda ese polución estaba albergado en sus pequeños pulmones.
Droide médico: - Con esto su vida dejará de correr peligro. Pero necesito tiempo para terminar de limpiar el interior y operar. -
Ícaro: - ¿Operar? - Preguntó preocupado. - ¿Cómo que operar? -
Mirana: - El aire del exterior es tan tóxico, que afecta gravemente la tráquea de aquellos que lo respiran. -
Droide médico: - Se la removeremos y le instalaremos una artificial. -
Ícaro: - Pero... ¿Sobrevivirá? -
Mirana: - Es imposible saberlo. Pero si no lo hace, seguramente morirá. - Dijo con una voz opaca bajo su máscara de metal.
Ícaro realmente no quería aceptarlo, pero sus conocimientos de medicina eran nulos, y ni siquiera podía calcular la probabilidad de que Wag Too se recuperara. Computaba que debía haberse quedado en la Kestrel Nova, y que todo esto estaba ocurriendo por sus decisiones. Tenía que haber calculado ese riesgo, tenía que haber prestado más atención. Y por segunda vez en un mismo día, el droide experimentó otra sensación que nunca más quería volver a sentir: El arrepentimiento.
Pero antes de poder hacer más preguntas, un segundo droide médico ingresó en el lugar, haciendo evidente que la presencia de tantos dentro de la sala dificultaría el trabajo de cirugía.
Mirana: - Debemos esperar fuera. -
Ícaro no tuvo más remedio que seguir las instrucciones y esperar. Nunca se había sentido tan impotente, y sólo podía mirar por la pequeña ventana de la puerta cómo los droides médico acomodaban las cosas alrededor del cuerpo de su amigo, antes que un fuerte humo blanco ingresara en la habitación y la pequeña ventana se oscureció para que no se pudiese ver al interior.
Mirana: - Tranquilo. Está en buenas manos. -
Ícaro: - Esto es mi culpa. Debía haberlo previsto. -
Mirana: - No es tu culpa. Esto suele pasar más a menudo de lo que crees. -
Ícaro: - No. Es mi culpa. No suelo organizar planes con orgánicos en mis filas. Computo para que mis planes tengan la menor cantidad de bajas posibles, pero jamás pensé en todos los problemas que tendrían los orgánicos en el campo de batalla. - Dijo algo cabizbajo. - Tan solo computar todos los problemas por los cuales el Ejército Clon tuvo que pasar, me hace estimarlos aún más por su valor. Después de todo, no eran simples máquinas reemplazables. -
Mirana: - Te sorprenderás aún más de lo que crees. -
Ícaro: - ¿A qué te refieres? - Preguntó confuso.
Mirana: - Nada. Ya lo entenderás cuando hables con el comandante. -
Pasaron unos minutos tensos cuando Ícaro recibió una llamada por un canal privado de Delta.
Ícaro: - Muy bien. Venid a mi posición. Transmitiré las coordenadas. - Habló por el comunicador.
Mirana: - ¿Tus otros amigos? -
Ícaro: - Afirmativo. Se acercarán en unos minutos. Agradecería que no los traten como hostiles. -
Mirana: - ¿Hostiles? ¿De qué estás hablando? Este planeta olvidado en el borde exterior fue una vez un gran centro industrial separatista. Muchos aún lo recuerdan con añoranza. Los droides de la federación son más que bienvenidos aquí. -
Apenas pudieron terminar la pequeña plática en los pasillos del hospital, cuando se escucharon unos fuertes pasos acercarse. Era el sonido característico de unas botas militares, unas botas que Ícaro conocía muy bien.
????: - Mirana. ¿Qué sucedió? ¿Está todo bien? - Decía una voz masculina a sus espaldas.
Los tres presentes se dieron la vuelta, pero ambos droides se llevaron una gran sorpresa al ver el rostro de aquel a quien llamaban comandante. Era un humano de mediana estatura, con un porte militar inconfundible. Su tez era algo opaca, y lucía vistosamente un abundante bigote cuyo corte se extendía hasta el mentón. Unos cansados ojos marrones descansaban dentro de sus órbitas, y un corte de pelo estándar destacaba sus levemente visibles entradas en la cabeza.
Portaba un tejido sintético de color negro cubriendo su cuello, y una armadura blanca descansaba sobre su pecho, hombros y antebrazos. Una armadura clon con marcas de pintura color ocre. Este hombre era, sin lugar a dudas, un clon del Ejército de la República.
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