Cap. 14 - Núcleo Roto
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Podcast disponible en YouTube:
https://youtu.be/QpeebnULSqU
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Ícaro continuó avanzando lentamente, apuntando el sable de luz al frente, intentando iluminar su camino. Aun así, la oscuridad del lugar era tan grande que apenas podía ver a varios metros de su posición. Por otro lado, el lurmen no apartaba la mirada de Ícaro, aunque la deslumbrante luz del sable solía irradiar sobre su mira de vez en cuando. Wag Too no podía ver que pasaba dentro de la habitación. Solo era capaz de ver el rastro del sable de luz y la sombra del droide que se paseaba de un lugar a otro. Y de pronto, el sable se apagó.
Wag Too: - ¿¡Ícaro!? - Preguntó algo asustado. Alterado por lo tenso de la situación.
Ícaro: - Estoy bien. - Dijo desde la oscuridad, aliviando el estrés del lurmen. - Revisa la terminar y trata de restaurar la luz de esta sala. -
Wag Too: - Muy bien. -
El lurmen se levantó del suelo y colocó el rifle sobre su hombro mientras daba un largo suspiro. Con sus herramientas removió la tapa de la terminal y comenzó a revisar los cables y circuitos en el interior. Al detectar la posible falla, extiende su mano y desconecta un cable de la terminal, para luego conectarlo a un pequeño dispositivo portátil similar a un tablet. Se pone de pie y se posiciona frente a la puerta lo más lejos que el cable le permitió mientras presionaba botones en el dispositivo portátil.
Ícaro: - ¿Es muy grave? - Preguntó aún en la oscuridad.
Wag Too: - No. Es sólo un defecto en los conversores. Un poco de desviación de potencia de la fuente y... listo. -
Tras terminar su frase. Las luces de la habitación parpadearon un par de veces, hasta que una intensa luz blanca iluminó cada rincón de la habitación. Sin embargo, Wag Too hubiese preferido no haber reparado la avería.
La luz reveló un desgarrador escenario, digno de las peores pesadillas de las historias de terror. Era una sala semiesférica de al menos veinte metros de radio, con una enorme mesa parabólica con una computadora empotrada justo en medio de la sala. Desde la computadora, varios cables recubiertos en canaletas cilíndricas se extendían sobre el suelo hasta varias secciones de los muros. Y sobre los muros de metal, al menos veinte cilindros lo suficientemente grandes cómo para que cada uno abarcara una grotesca criatura deforme de dos metros y medio de alto.
Los cilindros eran similares a los del laboratorio, pero estos estaban destrozados. Los cadáveres de las criaturas que una vez contuvieron se esparcían a sus pies. A juzgar por su aspecto habían estado ahí tirados desde hace mucho tiempo, pero las gélidas condiciones habían conservando los cadáveres en perfecto estado de momificación. Sin embargo, el reciente uso de la calefacción en las instalaciones había recomenzado el proceso de descomposición, y ya se podía comenzar a sentir, aunque muy levemente, el desagradable olor de podredumbre.
Los cadáveres correspondían a unas extrañas criaturas de pelaje azul con ciertas modificaciones mecánicas sobre sus cuerpos. Sus rostros parecían caninos, pero estaban tan desfigurados que era prácticamente imposibles de reconocer. Los cuerpos, aunque enormes, eran rechonchos y voluminosos, y bajo sus ojos negros colgaban una enorme ojeras. Marcas de cansancio o sufrimiento extremo.
Wag Too: - ¿Qué...? ¿Qué es esto? - Dijo impactado mientras caminaba al interior de la sala.
El droide no respondió de inmediato. Está de pie, frente a uno de los cadáveres de las criaturas, tratando de procesar todo eso. Si bien no era ignorante que en la guerra se cometían atrocidades, jamás pudo computar que algo como lo que estaba presenciando era posible. Porque, después de todo, solo él sabía que eran esas masas deformes de carne.
Ícaro: - Son nelvaanos... Machos... Todos ellos. -
Wag Too: - Pe... Pero... Creía que habías dicho que ellos... -
Ícaro: - Al parecer los experimentos no cesaron. - Dijo con un tono algo amargado.
El droide dejó de hablar, y Wag Too decidió guardar sus palabras. Podía decir atrocidad hacerca los responsables de tal aberración; y de hecho, tenía muchas ganas de hacerlo. Pero al final de todos, aquellos que cometieron tal brutalidad también fueron los que crearon a Ícaro. Y de los dos, el droide parecía ser el más afectado, aunque su rostro careciera de cualquier expresión.
Pasaron varios largos segundos de un silencio incómodo. Ícaro no apartaba la mirada del cadáver que yacía a sus pies, aunque Wag Too parecía estar algo intranquilo intercambiando la mirada entre los diferentes cuerpos y el droide. Ambos incluso olvidaron por un momento el hecho de que había un intruso en las instalaciones. Hasta que:
????: - Ro tuck kore lip. - Habló una tenue voz a sus espaldas.
Por puro instinto, el dúo de droide y lurmen se dieron vuelta con sus armas listas para el combate. Ícaro tenía el sable de luz encendido apuntando hacia el intruso, y Wag Too tenía la cabeza de su objetivo en el medio de su mira. Pero ambos quedaron muy sorprendidos al ver a una pequeña niña nelvaana.
A pesar de su irracional miedo, el dúo no tuvo más remedio que bajar sus armas al ver el deplorable aspecto de la criatura. Era incluso más pequeña que el lurmen, pero tenía un semblante similar al de alguien que había sufrido mucho. Wag Too no podía verlo, pero el droide especializado para ese tipo de situaciones podía verlo claramente.
Tenía pequeñas marcas en su rostro, tal vez alguna cicatriz de alguna pelea de antaño. Portaba unas leves ojeras bajo sus enormes ojos negros, y a pesar que hacía todo lo posible para ocultar sus manos bajos la andrajosas prendas que vestía, ambos pudieron ver algunas de sus uñas ensangrentadas.
La niña comenzó a caminar hacia donde ellos estaban mientras balbuceaba unas palabras en un dialecto que al parecer ninguno de los dos entendía. A pesar del endeble aspecto de la pobre criatura, Wag Too volvió a alzar su rifle y le apuntó al rostro. La niña se detuvo al ver peligrar su viga, mientras miraba hacia los dos con terror en los ojos. El lurmen no sabía si lo que hizo fue por precaución o por los nervios. Pero fue algo involuntario. Sin embargo, tuvo que retractarse de lo que hizo una vez que vió cómo Ícaro apagaba el sable de luz sin decir una palabra.
La niña dijo algo en voz muy baja, y continuó caminando hacia donde el dúo se encontraba. Sin embargo, Ícaro se apartó de su camino cuando estuvo lo suficientemente cerca, y Wag Too hizo lo mismo.
Wag Too: - ¿Conoces su idioma? -
Ícaro: - No. No soy un droide de protocolo. Y no tengo conocimiento completo del idioma. Sólo algunas frases y palabras. -
Wag Too: - ¿Y qué dijo? -
La niña pasó por el medio de los dos y se acercó a la grotesca figura que yacía en el piso. El olor era algo que comenzaba a molestar a Wag Too, pero la niña parecía no importarle a pesar de tener una nariz similar a la de un canino. Entonces, la pequeña criatura se agachó cerca de la cabeza del cadáver y lo miró con tristeza. Agarró lo que parecía ser un collar improvisado de piedras y hueso y lo retiró de lo que parecía el cuello de la masa deforme de piel y pelo. Acto seguido, comenzó a llorar descontroladamente.
Ícaro: - Es su padre. - Le dijo al lurmen, respondiendo desgarradoramente la pregunta que su compañero había hecho.
Pasaron varios minutos, y tanto el droide cómo el lurmen esperaron fuera de la habitación a que la niña se desahogara de sus pesares en el interior. El ambiente era bastante sombrío, y un silencio incómodo inundaba el ambiente. Ícaro no decía una palabra, de hecho, pareciera que ni siquiera estaba encendido. Solía hacer eso cuando se enfocaba mucho en recuperar archivos encriptados de los datos que descargaba, pero esta vez su estado era mucho peor. Y Wag Too lo sabía.
Y lurmen sabía perfectamente que Ícaro no era un droide convencional, e incluso era capaz de mostrar emociones y comprender los sentimientos hasta cierto punto. Pero en ese momento, era incapaz de saber que ocurría dentro de la computadora del droide.
Ícaro: - Continuaré con la descarga de datos en el laboratorio. - Rompió el silencio con voz oscura mientras se ponía en marcha.
Wag Too: - Muy bien. Yo... Me quedaré aquí. Por si algo pasa. -
El droide se dió la vuelta levemente para asentir con la cabeza, pero luego siguió con su camino. Wag Too no intentó detenerlo o hacerle preguntas, pues supuso que quería estar sólo por un tiempo. Tal vez necesitaba organizar sus cómputos, o incluso, sus emociones.
El lurmen se quedó sentado en el pasillo junto a la puerta de la habitación por otros diez o quince minutos antes que la niña abandonase el lugar. Tenía los ojos rojos de tanto llorar, y aún quedaban algunas lágrimas colgando sobre el pelaje de su rostro. Y en su mano derecha sostenía con fuerza el collar que tomó del cuerpo del que una vez fue su padre.
La pequeña criatura se detuvo frente a la puerta cuando vió a Wag Too. Parecía desorientada, como si no tuviera idea de qué hacer o a donde ir. Y se quedó mirando al lurmen, como si esperase una respuesta de su parte.
Wag Too pensó en llamar a Ícaro, pero este de seguro estaba pasando por un mal momento, así que tenía que arreglar ese problema por su cuenta. Se puso de pie, se sacudió un poco el polvo, y se arrodilló frente a la niña. La miro directamente a sus enormes ojos negros y le habló de la forma más dulce que pudo.
Wag Too: - Mira... pequeña. Yo... siento mucho lo que pasó. - Hizo una breve pausa para pensar mejor las cosas. - No se si puedas entenderme. Pero te prometo... te prometo que haré lo posible para ayudarte. -
A pesar de las palabras de Wag Too, la niña seguía mirándolo con desconcierto. Al parecer no entendía una palabra de la "lengua común," pero al menos tenía que intentarlo. Entonces, la niña comenzó a hablar en su propia lengua con un tono triste.
Niña: - Neme ipe hara ji jolo kunmir. Tinle ko tami. Nimas te. Taromi. -
Wag Too: - ¿Taro... mi? - Repitió su última palabra, pero era más que evidente que no entendía nada de lo que decía.
Niña: - Taromi. - Para su sorpresa, la niña le respondió.
Wag Too: - Eso. Taromi. ¿Dónde queda ese "taromi"? - Preguntó con incredulidad esperando una respuesta que tampoco iba a entender.
Pero para su sorpresa, la niña no dijo nada. Tomó su mano sin previo aviso y la apuntó hacia uno de los corredores de las instalaciones.
Niña: - Taromi. - Dijo mientras señalaba y lo miraba con esos enormes ojos negros.
Wag Too no tenía idea de lo que pasaba, pero estaba claro que la niña quería mostrarle algo. Así que simplemente se dejó guiar por esta. Caminaron por unos minutos entre los diferentes pasillos del complejo hasta que llegaron a una extraña puerta. Sobre esta había un gran letrero rojo, pero Wag Too no conocía ese dialecto. Entonces la niña volvió a hablar.
Niña: - Taromi. - Dijo mientras apuntaba a la puerta.
Wag Too: - ¿Está aquí? ¿Taromi? - Preguntó con incredulidad, a lo que la niña parece asentir con la cabeza.
Sin saber que estaba pasando, el lurmen se dirigió a la terminal de la puerta, y para su sorpresa, estaba descompuesta. Retiró el panel y revisó los cables de forma similar a la anterior, y tras accionar varios mecanismos y ajustar ciertas partes, el panel volvió a encenderse.
Wag Too: - Bueno. Veamos a ese tal Taromi. -
Tras accionar los botones, las enormes puertas se abrieron lentamente. Una vez más, mostraba una habitación oscura que parecía contener otro misterio en su interior. Tanto Wag Too cómo la niña se quedaron afuera, mirando al interior tratando de ver algo en la oscuridad, pero era imposible. Parecía ser otra sala abandonada con algún secreto desagradable en su interior, pero antes de poder llegar a esa conclusión, un enorme ojo verde y brillante pudo ser visto en el interior.
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