(XXVII) Resolución

Kilo levanta y se aleja del holoproyector cuando termina de contar su historia. Y tras unos segundos, Rage vuelve a mostrarse.

"A decir verdad me cuesta creer las cosas que Kilo dice que pasaron. El simple hecho de imaginarme la forma en que murieron todos ellos me revuelven el estómago aún siendo un soldado.

Recuerdo que mi cuerpo se sentía pesado, mi visión era borrosa y tenía un fuerte dolor de cabeza. Intenté abrir los ojos, pero no estaba en el almacén de hecho. No sabía donde estaba. Me encontraba flotando sobre una enorme ciudad muy similar a Coruscant, pero todo estaba envuelto en llamas. Los edificios y las calles estaban iluminadas por una intensa luz carmesí, y se podían sentir los gritos de los residentes desde la distancia. No sabía que estaba pasando allá abajo pero seguramente no era nada bueno.

Mientras miraba con horror hacia abajo, un extraño humo blanco comenzó a arremolinarse delante de mí, y tras unos segundos, tomó una vez más la forma de Coleman Trebor, el vurk dueño original del sable de luz.

Recuerdo que me miraba fijamente, no con odio o con enfado, sino con una profunda tristeza, pero aún así yo estaba aún en shock, tratando de entender qué estaba pasando.

Trebor: - Esta vez llegaste muy lejos, Rage. -

Rage: - ¿Qué qué está pasando? -

Trebor: - Tus emociones fueron demasiado lejos. Te dejaste consumir por ellas y sucumbiste al Lado Oscuro. - En ese preciso momento me comenzó a doler la cabeza, y creí ver unos vestigios de lo que había hecho en el almacén. -

Rage: - No... no... no... ¿Por qué? ¿Por qué hice eso? -

Trebor: - No tengo una respuesta clara para tu pregunta. - Por unos segundos reinó un silencio incómodo y atormentante. - Fuiste a Moraband... cómo te dije. Te enfrentaste cara a cara con el mismísimo Lado Oscuro y aún así lograste sostenerlo. Pero tu apego por Hina rompió tu propio equilibrio. Ahora no hay nada que se pueda hacer. -

Rage: - Pero yo no quería todas esas personas... yo no... -

Trebor: - Lo que querías es irrelevante a lo que hiciste. - Me interrumpió. - No importa si esas personas eran buenas o malas. No te correspondía a ti hacerles juicio. -

Rage: - ¿Qué qué debo hacer? -

Trebor: - Si una vez consideré poder enseñarte creo que ya no será posible. -

Rage: - No... no quiero. Quiero olvidar todo esto. No quiero saber nada más al respecto. Solo quiero estar en paz. - Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos.

Trebor: - Si es tu decisión entonces debe ser respetada. -

Rage: - ¿Qué debo hacer con el sable de luz? -

Trebor: - En su estado actual... no mucho. Destrúyelo. Antes que corrompa a alguien más. Y Rage. - Levanté la cabeza y vi el triste rostro de Trebor. - Que la Fuerza te acompañe. -

En ese momento mis recuerdos comenzaron a dar vueltas en mi cabeza. Me dolía mucho. y finalmente me desperté al oír a Kilo llamando por mi.

Kilo: - Señor Rage. Rage. Por fin despierta. Pensé que no lo contaría. -

Rage: - Ah. Kilo. ¿Qué pasó? -

Kilo: - ¿No recuerda nada? -

Rage: - No... no mucho. -

Kilo: - Bueno. Mejor que quede así. -

Levanté la cabeza y fue entonces cuando vi por primera vez las docenas de cadáveres rostizados. Me quedé en shock, pero no me atreví a preguntar nada. Con mucho esfuerzo logré levantar el torso y arrastrarme hasta recostarme sobre el lateral del trono. Sentía una profunda tristeza. Comencé a llorar sin control pensando en todo lo que había pasado todo lo que había hecho pero al final fue en vano.

Kilo: - Señor. ¿Se encuentra bien? -

Rage: - No Kilo. No lo estoy. -

Kilo: - Señor. tenemos que irnos. Es solo cuestión de tiempo ante que las autoridades nos encuentren. -

Rage: - Da igual, Kilo. Ya... ya no importa. -

Kilo: - Señor Rage, no diga eso. Debemos seguir adelante. Usted mismo dijo... -

Rage: - No importa lo que haya dicho. Ya nada de eso importa. Solo... quiero que todo esto acabe. -

Kilo: - Bueno. Si esa es su decisión. No voy a detenerlo. - Kilo le alejó lentamente. - Detecto unas señales de vida en el nivel inferior. Iré a revisar. De seguro deben ser el resto de los prisioneros. -

Kilo trató de motivarme a seguir adelante, pero yo simplemente lo ignoré. Estaba destrozado. Sentía que mi corta vida no tenía sentido. Le fallé a todos los que confiaban en mí cómo soldado. A todos los que me veían como un hermano. Y a la única que contaba conmigo como Rage. Todo lo que había hecho ¿y para qué? Todo el sufrimiento ¿y para qué?.

Me levanté y me senté en el trono dorado, mirando con el corazón adolorido lo único que realmente había hecho. Las decenas de cadáveres rostizados que yacían a mis pies. Tanto ellos como los piratas en Tatooine. "Ese era mi legado." Recuerdo que pensé.

Tomé el sable con mi mano derecha y lo observé con detenimiento una vez más. La admiración y el asombro que sentía hacia él se habían transformado en una dolorosa tristeza y un profundo miedo. Un profundo miedo hacia mí mismo.

Lo encendí una vez más y contemplé su hipnotizante color rojo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y me puso todos los pelos de punta.

Finalmente lo apagué y lo acerqué a mi cabeza lentamente. Quería terminar con todo... quería que todo lo que pasó no fuera más que una terrible pesadilla. Y que... aunque sea por una única vez, que el sable de luz que tantos problemas me trajo aquel que me librara de tanto sufrimiento.

Apuntaba la punta del sable hacia mi cabeza. Tenía el puesto apoyado sobre el gatillo y estaba dispuesto a acabar con todo. Recuerdo que me sudaba todo el cuerpo y mi mano no paraba de temblar. Pero cuando caí en lo más profundo de mi desesperación, una gentil mano se apoyó ligeramente sobre mi mano que sostenía el sable de luz.

El contacto me dejó en shock, recuerdo que mis ojos se abrieron a más no poder, asustado. Levanté ligeramente la cabeza... y no podía creer lo que veía. Era Hina. ¿Cómo era posible? Mi mente se quedó en blanco y no sabía qué decir. Mi mano se abrió por sí sola y el sable de luz cayó del trono y rodó varios metros de mi.

Rage comienza a llorar levemente.

No podía creer lo que veían mis ojos. Era ella. Sin duda lo era. Me levanté lentamente y la vi de arriba a abajo. Miré consternado las marcas de grilletes que tenía sobre sus muñecas así cómo varias marcas en su cuello y cuerpo que eran visibles tras el vestuario exótico que llevaba puesto.

Rage: - ¿Cómo? ¿Cómo? Yo... yo... yo te vi... allá allá afuera - Le decía a duras penas mientras me atragantaba con mi propias lágrimas y mucosidad, pero ella me interrumpió dándome un fuerte abrazo.

Hina: - Gracias... gracias... por venir por mi. -

Los dos comenzamos a llorar apoyándonos uno sobre el otro. Yo estaba impactado. Después de toda la oscuridad y el dolor que me había consumido vi un pequeño rayo de luz al final del camino. Kilo se mantenía distante. Supuso que ambos necesitábamos un tiempo a solas.

Cuando pude recuperar el aliento comencé a bombardear a Hina con preguntas de lo que le había sucedido, pero ella se negó a contestarme. Ella... más que yo... quería abandonar el lugar lo antes posible así que eso hicimos. Le di mi túnica para que se cubriera del frío, tomé el sable y lo guardé, y los tres abandonamos el helado nivel 1 de Coruscant lo antes posible.

Gracias a la poca seguridad de los niveles inferiores, llegamos al hangar dónde estaba mi nave sin muchos problemas. Allí, estaba el pequeño kubaz, sentado tranquilamente leyendo una revista, pero se puso algo conflictivo al verme. Para hacer que se callara y que evitara hacer preguntas innecesarias, le di la mayoría de los créditos que me quedaban con la condición que llenara el tanque de combustible de mi nave. Y una vez todo en orden partimos de Coruscant de inmediato.

Hay muchas cosas que no puedo decir.

El sable de luz... solamente diré que lo arrojé al interior de un sol ardiente... con la esperanza que nunca nadie pueda encontrarlo. No quiero que nadie sufra el destino que yo sufrí.

Hina, Kilo y yo huimos a un planeta remoto del borde exterior. Ya estábamos cansados de tantas emociones así que decidimos llevar una vida más tranquila. Con el poco dinero que me quedaba compramos herramientas y creamos una pequeña granja en una ubicación que no pienso revelar.

Tanto Hina como yo tenemos aún secuelas de lo sucedido. Muchas de las marcas nunca desaparecieron del cuerpo de Hina... ni de su memoria. Y mi ojo derecho permaneció con la coloración amarilla. A veces me duele, se enrojece y se inflama por unos días... pero luego vuelve a la normalidad.

Son recuerdos de nuestro pasado... recuerdos que no queremos tener pero son parte de nuestra historia... y no podemos huir del pasado. Ahora sólo nos queda disfrutar el tiempo que nos queda... disfrutar de nosotros mismos... y de nuestra pequeña hija... Zoe."

---Fin---

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