(XX) El Lado Oscuro. Parte II

"Debo admitir que al ver el sarcófago de piedra me quedé paralizado, asustado. Podía sentir algo, algo oscuro y sombrío, algo que hacía que mi cerebro me gritara que regresara. Aún así, me quedé a ver que podía encontrar.

Entonces, sin previo aviso, una especie de polvo rojo comenzó a emanar del sarcófago. El polvo se cristalizó en pequeños fragmentos de rocas que poco a poco se alzaban, hasta alcanzar una altura de más de tres metros, formando la silueta de un ser humanoide.

La presencia del ser era abrumadora y escalofriante. Mi cuerpo temblaba, paralizado. Quería correr, pero simplemente no podía mover un músculo. La entidad formada de roca y una especie de miasma roja en su interior me miraba fijamente con sus brillantes ojos amarillos que su blindada máscara me permitía ver.

Lentamente, el ente comenzó descendió de su pedestal y comenzó a flotar a mi alrededor. Traté de seguirlo con la mirada, pero hubo un punto en el cual ya no podía moverme. El segundo que el ente pasó a mi espalda fue tan aterrador que creí que se me había detenido mi corazón. Incluso sostuve la respiración involuntariamente. Pero por suerte, el ente completó su vuelta y se paró imponente justo delante de mí. Y cuando creía que ya no podía estar más asustado, el ente me comenzó a hablar con un escalofriante tono de voz.

Ente: - ¿Qué se supone que eres tú? - Me preguntó, pero fui incapaz de darle una respuesta al quedarme paralizado. - No eres un Jedi... no eres un Sith... tu simple existencia es todo un misterio. -

Rage: - Yo... soy un... clon. Un... ex... soldado... de la República. - Dije tartamudeando.

Ente: - No era a eso a lo que me refería. Dime. ¿Sabes quién soy? -

Rage: - No... no lo sé. -

Enter: - Yo soy... Darth Bane. Aquél que creó la regla de dos y pasó su legado a un único aprendiz. -

Rage: - ¿Regla de dos?... ¿Qué es eso? -

Bane: - Mmm. A pesar de tu Fuerza hay mucho que aún no conoces. Dime. ¿A qué has venido? -

Rage: - Yo... yo... no lo sé. - Dije algo confundido y aterrado.

Bane: - Mmm. Ya veo. Dime. ¿Acaso has venido a convertirte en mi aprendiz? -

Rage: - ¿Qué? No... no es eso -

Death Bane me interrumpió con una violenta explosión de ira. Su cuerpo pétreo se tornó rojo, ya que cientos de descargas eléctricas salían de las piedras que lo conformaban e impactaban contra las paredes de la tumba.

Bane: - ¡Estúpido insolente! - Me gritó lleno de odio. - ¿¡Te ofrezco el poder ilimitado y osas rechazarlo!? ¡No sabes nada! ¡Tu patética existencia se extinguirá con el paso del tiempo! Y nadie se acordará de ti. -

Rage: - ¡He sido un desertor! ¡He visto a mis hermanos morir en vano en una guerra que no era nuestra! ¡Y ya he sido olvidado mucho antes de que me lo dijeras! - Me atreví a responderle, aunque la verdad aún estaba muerto de miedo.

Bane: - Dime, mortal. ¿Me tienes miedo? - Me preguntó sereno, pero con la misma escalofriante voz.

Rage: - No... no te tengo miedo. -

En ese preciso momento el ente se rió de mí, y no lo culpo, pues todo mi cuerpo estaba temblando. Y sin previo aviso, Bane se acercó a mi lentamente y puso sus dos manos justo al lado de mi cabeza. Yo no podía hacer nada, intenté moverme, pero esa vez no estaba paralizado por mi miedo, había algo más que me retenía.

Recuerdo que de un momento para otro sentí un gran cansancio. Me sentía agotado, desfallecido. Y me desmayé justo delante del atemorizante enter.

Mi mente se quedó en blanco o más bien... en negro. No podía ver nada, pero estaba consciente o al menos eso pensaba yo. Aún no sé cómo explicarlo. Pero lo que pasó después estaba mucho más allá de mi entendimiento.

Comencé a tener sueños o visiones. Visiones oscuras de mi. De mi pasado. De mi presente. De mi futuro. Recuerdo ver el cadáver de Prig, tirado en las alcantarillas de Christophsis, justo en la misma posición en que lo dejé, y cuando me acerqué lo suficiente, este levantó la cabeza, con el rostro desfigurado y cubierto de podredumbre.

Prig: - ¿Por qué te fuiste Rage? ¿Por qué nos abandonaste? -

Rage: - Prig... no... no fue mi intención. Tu... tu ya estabas muerto. - Dije tartamudeando.

Prig: - ¿¡Por qué!? -

Su profundo y fuerte grito sacudió mi cabeza, produciéndome un dolor terrible. Cerré los ojos con fuerza, pero me desperté al oír la voz del capitán que nos ordenó mantener la posición.

Capitán: - Rage. Soldado Rage. ¿Qué está pasando? Los droides nos superan en número. No cumplió la orden, soldado... y ahora ya ahora todos vamos a morir. -

Rage: - No... ¡No! - Gritaba desesperadamente.

Intenté darme vuelta y salir corriendo. ¿Pero a dónde? A donde quiera que mirase todo era un vacío oscuro interminable. Entonces, la silueta borrosa de Hina apareció justo delante de mí.

Hina: - Eres un desertor. No puede haber mayor vergüenza para un soldado. -

Rage: - No Hina. Pu... Puedo explicarlo.

Hina: - ¡Mentira! -

Los gritos que escuchaba una y otra vez retumbaban en mi cabeza. Creía que iba a perder la cordura. Luego vi cosas aún peores. Vi a miles de cuerpos de mis hermanos caídos sobre un enorme e interminable desierto. La imagen era desgarradora. Miles de nosotros, o millones, ahí. Tirados. Como si no fuesen nada. La oscuridad volvió a devorar toda mi visión, y pude apreciar una silueta negra con un sable laser rojo en la distancia. Sólo podía ver su cuerpo, una especie de combinación entre máquina y humano, y tenía una respiración que hacía que me diese un fuerte escalofrío en la espalda.

Finalmente, en la última visión me encontraba en un callejón oscuro de una gran metrópolis. Yo reconocía donde estaba Era Coruscant. ¿Por qué mis visiones me habían llevado allí? Me preguntaba. Miré alrededor y sólo pude ver un basurero. Me acerqué lentamente, y pude ver lo que parecía un cadáver envuelto en papel y plástico. El cuerpo de una criatura humanoide de al menos dos metros y medio de alto. Me acerqué lentamente. El olor era insoportable. Tomé mi sable láser y corté el envoltorio para ver el interior, pero lo que vi me dejó en shock.

Se trataba de un rostro desfigurado, entre la podredumbre y la contaminación del lugar, pero sabía quién era. Er Hina.

Esa espeluznante visión me levantó de golpe. Estaba sumamente alterado. Mi corazón quería salirse de mi pecho. Y mi respiración era incontrolable. Me sudaba todo el cuerpo y las manos no paraban de temblar. Miré alrededor y pude apreciar que estaba dentro de la la tumba, pero Death Bane ya no estaba.

Pensé que había sido suficiente. Mi corazón y mi mente ya no soportaban más emociones. Así que salí corriendo de la tumba lo más rápido que pude. En el exterior, por el otro lado, la tormenta de arena había cesado, y a no mucha distancia, pude ver mi nave aterrizada sobre la plataforma.

No tenía ningún sentido. Quiero decir. Caminé por varios días para llegar a la tumba. ¿Acaso siempre estuve tan cerca y sólo di vueltas en círculos? Pues la verdad nunca lo supe.

Corrí hacia la nave y allí me recibió un asombrado Kilo.

Kilo: - Oh. Señor Rage. Eso fue más rápido de lo esperado. ¿Encontró lo que vino a buscar? -

Rage: - No lo sé, Kilo. ¿Y qué quieres decir con "rápido"? Estuve varios días allá afuera. -

Kilo: - Me temo que es incorrecto señor. No han pasado ni 10 minutos desde que dejó la nave. - El comentario de Kilo sólo dejó más dudas en mi confundida cabeza. - Señor. ¿Está todo bien? Luce algo... pálido. -

Rage: - Si... si. Estoy bien. Venga. No tenemos tiempo que perder. - Le dije mientras me dirigía rápidamente a la cabina.

Kilo: - ¿Tiempo que perder? ¿A qué se refiere? ¿A dónde vamos? -

Rage: - Rápido Kilo. Toma asiento. Debemos ir a Coruscant de inmediato. -"

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