(III) Instinto de supervivencia.

"No sé cuánto tiempo estuve inconsciente. Tal vez unos minutos, o unas horas. No sabría decir con exactitud. Solo recuerdo despertarme con la radiante luz del sol que se filtraba por el visor de mi casco.

El hombro no paraba de doler, pero aún así pude levantarme sólo para ver el caos que había a mi alrededor. Cientos, o miles de droides hechos chatarra sobre la arena, así como decenas de cadáveres de jedi y un par de clones. A la distancia pude ver a un niño agachado mientras sujetaba un casco mandaloriano, el cuál corrió al notar mi presencia.

Sabía que no podía quedarme allí. Si me encontrasen seguro me mataría. Así que con mucho esfuerzo logré ponerme de pie y caminar hacia la salida más cercana que pude ver. Afortunadamente para mí, no había un solo droide o genociano en toda la zona. Pero justo antes de abandonar el coliseo, pisé algo que me entumeció el pie.

Una extraña vara estaba encajada sobre la arena. Era blanca con alguno detalles en color plateado y negro. A su lado yacía el cuerpo de un vurk, cubierto de túnicas color marrón claro con tres marcas de disparos en el abdomen.

Mi mirada se vio absorbida por la vara. Algo... extraño me incitaba a querer recogerla y llevarla conmigo. Era una sensación contra la cual no podía luchar. Era... más fuerte que yo. Así que tomé la empolvada vara de la arena y la llevé conmigo.

Me adentré en la red de túneles de la ciudad subterránea mientras apenas podía cargar el pesado bláster DC-15A con una mano. Avanzaba lentamente procurando no hacer ningún ruido, y me escondía cada vez que sentía algún ruido extraño cerca de mí.

A los pocos minutos sentía como las explosiones en la superficie hacía retumbar toda la estructura subterránea. La batalla en la superficie había comenzado. Así que seguí avanzando con la esperanza de encontrarme con el resto.

Eventualmente encontré una salida que daba a los niveles superiores de una estructura, y a unos pocos metros de mí, se encontraba un genociano disparando un potente cañón fijo contra los soldados clon.

Intenté levantar el pesado rifle con mucho esfuerzo, pero al disparar erré el tiro y este dió sobre el metal. El genociano al verme se lanzó sobre mí. Sin apenas esfuerzo logró quitarme el rifle y lanzarlo por el barranco. Comenzamos a forcejear, pero con mi hombro herido estaba en desventaja. Traté de usar la vara para golpearlo, pero él sacó una especie de cuchillo y fue entonces cuando realmente me asusté.

El genociano saltó sobre mí y por mero instinto puse la vara en medio. Afortunadamente la vara resistió el golpe, y traté de empujarlo para apartarlo de encima de mí. Fue en ese mismo instante cuando la "vara" se encendió. Lo que estaba sujetando era un sable de luz, el cual cortó al genociano en dos sin apenas encontrar resistencia. Fue un corte limpio. Sin sangre. Tan solo un desagradable olor a quemado.

Me quedé en shock al descubrir lo que realmente estaba sujetando. La brillante luz verde capturó toda mi atención mientras apenas podía controlar mi respiración. Al darme vuelta, vi a dos geonosianos acercarse a donde yo estaba. Pensé que me atacarían, pero al ver el sable de luz decidieron volver dentro del laberinto.

Usé la escarpada ladera de la montaña para bajar del risco y finalmente llegar a donde los otros clones estaban. Allí me recibió un médico que rápidamente me dió morfina y mi dolor comenzó a aliviarse.

Aún no logro entender qué me impulsó a guardar el sable de luz en la entrepierna. No se si quería evitar que lo descubriesen pero recuerdo que pasé mucho tiempo rogando para que no se activase dentro de mi armadura."

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