(II) ¿Clon o humano?
"Como cualquier otro clon, fui creado en las instalaciones de Kamino dentro de un tanque de incubación. Durante mi extremadamente corta niñez aprendí el arte de la guerra y tácticas de combate. Luego, a usar un blaster y atinarle a mis enemigos.
Mis "hermanos" y yo crecimos a un ritmo completamente antinatural, impulsados por los miles de químicos que invadían nuestro cuerpo, y que además, nos mataban a un ritmo más acelerado de lo habitual, reduciendo nuestra esperanza de vida a apenas unas décadas.
Fui soldado desde que nací. La Galaxia nunca esperó nada menos de mí, y nada más. Así que, me lo creí. Yo y todos los clones. Queríamos ser los mejores, los más feroces guerreros. Pero solo seguíamos una doctrina, un ideal, no un anhelo, ni una esperanza.
Aún recuerdo aquella fría y lluviosa noche. Miles de nosotros, en perfecta formación, abordando los colosales transportes. No nos dijeron a donde íbamos, solo sabíamos que teníamos que obedecer las órdenes.
El viaje fue largo y agobiante. Nos manteníamos en silencio absoluto. Miles de nosotros, y no se escuchaba una sola palabra. Recuerdo al comandante, cuyo nombre no recuerdo, pararse sobre una plataforma a lo lejos. Pero yo estaba tan atrás en la formación que no escuché una palabra de lo que dijo.
Uno a uno, los escuadrones comenzaron a abordar las cañoneras de atrás hacia adelante. A mi escuadrón le tocó una de las cañoneras que estaba más cercana a la salida del hangar de la nave.
Vimos el resplandor de sol entrando al hangar a medida que las compuertas se abrían. La luz nos cegó por unos segundos, aunque la vista no era muy agradable. Nos encontrábamos a las afueras de Geonosis. Un planeta árido y seco. Podría decirse que es muy poco turístico.
Recuerdo a las lanzaderas encender sus motores, y unos segundos antes de despegar, una curiosa y pequeña criatura color verde se montó en nuestra lanzadera. La veía con asombro. Nunca antes había visto algo así. Minutos más tarde recuerdo al comandante llamar general al extraño ser. Y al saber que se trataba del maestro Yoda, posiblemente el Jedi más sabio con vida, mi asombro no hizo más que incrementarse.
Bajamos al planeta sin ser detectados; lo cual me pareció bastante extraño teniendo en cuenta que éramos un ejército de miles y cientos de naves. Pero en vez de dirigirnos al campo de batalla, mi lanzadera y otras tres más se dirigieron a lo que parecía un coliseo tallado sobre la roca sólida.
Dentro del coliseo se podía ver un gran número de droides que habían rodeado a unos cuantos Jedi. El maestro Yoda nos ordenó hacer un círculo a su alrededor para salvarlos. Y eso hicimos. Los transportes bajaron mientras los artilleros despejaban la zona con los potentes cañones láser a cada lado de la lanzadera.
Recuerdo que aterrizamos justo al frente de dos jedi. Uno portaba un sable láser verde y otro azul. Me bajé de la cañonera para brindarles apoyo mientras ellos se subían, decisión que no tuve tiempo para arrepentirme.
Recibí un potente disparo sobre el hombro y caí sobre el piso. Miraba hacia arriba cómo las lanzaderas se iban y me dejaban atrás. Abandonado como lo que era: una mera herramienta. La zona del hombro dolía como nunca antes había experimentado. Recuerdo pensar que iba a morir. Y tan sólo recuerdo cómo mis ojos se cerraban por su cuenta, con el ejército de droides a mi alrededor.
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