Bienvenidos a París

Capítulo 2: Bienvenidos a París

Los estudiantes parisinos pensaron que esta era una de esas tantas cosas raras que ya estaban acostumbrados a ver cada semana. Esas que ocurrían cada vez que algún ciudadano al azar se transformaba en un súper villano con poderes que causaba destrozos y, tarde o temprano, terminaba siendo derrotado por la afamada súper heroína Ladybug y su compañero Chat Noir.

El portal mágico desapareció tan rápido como había aparecido, al tiempo que el autobús que llegó a través de este terminó de estacionarse frente al colegio Franciose Dupont.

–Muy bien, llegamos –se oyó hablar a una mujer de voz ronca desde adentro–. París Francia, y no nos costó un solo centavo.

El chico latino se paró junto a la puerta del vehículo, viró sus ojos y negó con la cabeza.

Por su parte, tanto Marinette como Adrien estaban a la expectativa por si tenían que improvisar una excusa que les permitiera salir corriendo en busca de un escondite donde se pudiesen transformar sin que nadie los viera.

La puerta del autobús se abrió y todos, salvo por el latino de sudadera roja –y el mismísimo director Damocles para desconcierto de varios alumnos y profesores por igual–, dejaron escapar un grito de asombro.

Una extraña criatura humanoide de unos dos metros de alto bajó del vehículo y se encaminó hacia las escaleras de la entrada. Su aspecto recordaba mucho a los orcos de las películas de El Señor de los Anillos, con las únicas variantes de que vestía como una mujer de mediana edad, usaba tacones altos y poseía una densa y abundante cabellera de color rojo bien cuidada que le llegaba hasta la espalda media. Tenía los brazos tan gruesos como robles, y su escamosa piel era de un tono verdoso; lo mismo que sus largas y puntiagudas orejas adornadas con un par de aretes, su grueso labio inferior del cual sobresalían dos enormes y filosos caninos, y su nariz de pepino crudo sobre la que descansaban un par de finas gafas de lectura. Pero lo que mas destacaba, era el cuarzo rosado que tenía encajado en el ombligo de su sobresaliente barriga.

Pensando que se trataba de un nuevo villano akumatizado, Marinette y Adrien –cada uno por su lado– se prepararon para entrar en acción; pero desistieron en el momento en que el señor Damocles tranquilamente fue al encuentro de la espantosa mujer y estrechó manos con ella como si la conociera de antemano.

–Alumnos y maestros –anunció presentándola ante todos–, ella es la señorita Margaret Calavera, la profesora de los alumnos que nos visitan hoy.

Todos se quedaron más que extrañados preguntándose que clase de escuela era la Academia Eco Arroyo; sobre todo Marinette y Adrien, que por otro lado dedujeron por las palabras del director de su propia escuela y los tratos que tenía con este mismo que en realidad la tal maestra Calavera no representaba ningún peligro y por ende Hawk Moth aun no había hecho de las suyas ese día.

–¡Abajo todo el mundo! –clamó la mujer orco a través de un megáfono–. ¡Vayan pasando de uno en uno y formen una sola fila!

La orden fue obedecida de inmediato y una docena de chicos empezaron a bajar del autobús tal y como les había indicado su peculiar maestra.

–Gracias Marco –dijo un chico llamado Justin al pasar junto al latino.

–Gracias Marco –secundó una chica llamada Chelsa.

–Gracias Marco –le siguió cortésmente otra llamada Hope.

–Gracias amigo –dijeron al unísono Ferguson y Alfonso, los ñoños de la escuela.

–Esta vez si te luciste Díaz –lo felicitó Janna golpeándolo en el brazo de modo juguetón.

La maestra Calavera también le agradeció a Marco antes de seguir hablando con el director Damocles, y los alumnos americanos formaron la fila frente a la entrada del colegio.

Por ultimo, una chica de largo cabello rubio saltó del autobús y paseó su mirada por sus alrededores radiante de felicidad con una sonrisa de oreja a oreja toda cuajada de dientes.

Su atuendo –un poco mas llamativo al de los demás– consistía en un vestido turquesa, medias largas, botas altas y una diadema con cuernitos. Llevaba consigo (si mal uno no se podía equivocar a simple vista) una de esas varitas de juguete con luces basadas en algún show de dibujos animados, algo desgastada supuestamente por el adorno de estrella de la parte superior partido a la mitad.

¿Esos son tatuajes?, se preguntaron varios de los parisinos al notar las marcas de color rosa con forma de corazón que tenía en cada una de sus mejillas.

–¡Guau Marco! –exclamó entusiasmada–. ¿Es esta esa ciudad mágica de la que me hablaste?

–Así es Star –respondió el latino animándose a hablar finalmente–. Solo que no vayas a tomar lo de "mágica" de manera literal como lo hiciste con las galletas de la fortuna.

–¿Entonces, por qué dijiste que esta era una "ciudad mágica"? –volvió a preguntar su amiga.

–Bueno –empezó a explicar Marco–, según dicen es por la atmosfera de este lugar. Comúnmente la llaman la ciudad del amor.

La ciudad del amor –repitió Star, y se quedó viendo a Marco por un breve instante sin decir nada.

Cuando su mejor amigo parecía haberse dado cuenta de ello, la princesa giró su cabeza rápidamente en otra dirección pretendiendo seguir observando la majestuosidad de París.

–Tal vez no haya magia de verdad... Pero debo admitir que es una ciudad bellísima.

Desde las escaleras, Marinette entrecerró los ojos al creer que, por un breve momento, los supuestos tatuajes de las mejillas de la rubia con diadema de cuernitos brillaron.

–¿Y por qué escogiste esta ciudad para el paseo de fin de curso? –inquirió Star disimuladamente.

Marco miró de reojo para asegurarse de que nadie lo estuviese escuchando y se acercó a hablarle en secreto.

–Tengo planeado algo muy especial para... ¡AAAGH!

–¡Te tengo! –exclamó una chica de piel bronceada que lo sorprendió por la espalda aferrándose a su cuello. Llevaba puesto un vestido de una pieza color aguamarina, y era rubia como Star; solo que su pelo era más corto y ondulado y con un mechón teñido de azul neón. Además de que evidentemente estaba mucho más desarrollada que ella.

–Jackie... –jadeó Marco haciendo un esfuerzo por no asfixiarse–. No puedo gespigag...

–Tienes que estar más atento –sonrió esta aflojando el apretón–. ¿O es que olvidaste tus movimientos de karate en casa?

Star permaneció de pie al lado de Marco y Jackie, con una sonrisa evidentemente forzada.

Entretanto, Marinette siguió mirándola algo suspicaz, cuando creyó ver que la media estrella del juguete luminoso había emitido un raro brillo de color verde. 

–De verdad estoy impresionada –comentó Jackie–. Todavía no puedo creer que nos trajeras a París.

Star se mordió la lengua para mantener esa falsa sonrisa, mientras observaba con un ojo temblante como la otra chica se asomaba al oído de su mejor amigo para susurrarle muy coqueta.

–Sabes, creo que te ganaste un premio.

Jackie se descolgó de Marco y lo tomó de la mejilla con intención de acercar sus labios a los suyos, y Star desvió la mirada forzando su sonrisa aun más.

– ¡EH! ¡USTEDES DOS! –les gritó la maestra calavera a través de su megáfono–. ¡GUARDEN SU DISTANCIA!

Se puso en medio de ambos y los separó haciendo uso de la fuerza de sus imponentes brazos.

–Dejen lugar para la señorita decencia. No permitiré que hagan eso mientras los esté vigilando.

El director Damocles, un tanto apenado por dejar que interrumpiesen a la joven pareja, procedió a hablar con los estudiantes Americanos.

–Buenos días alumnos de Eco Arroyo. Yo soy el señor Damocles y este es el colegio Franciose Dupont. Esperamos que disfruten de su estancia en París. Mañana a esta hora, les proporcionaremos los planes de estudio a los que estén interesados en participar en nuestro futuro programa de intercambio.

El docente hizo una breve pausa para ver a Marco de reojo.

– Por lo que veo, no tienen problema alguno en lo que respecta al transporte cuando viajan –agregó–. En fin, el día de hoy nuestro comité de bienvenida ha preparado todo para que se sientan muy a gusto, y sinceramente espero que con esta visita...

–Eh, si, si señor Damocles –lo interrumpió Chloé impaciente y de una forma muy maleducada propia de ella–. Díganos, ¿es cierto que uno de ellos pertenece a la realeza?

–Bueno... –quiso responder, aparentando no estar molesto por el atrevimiento de la señorita Bourgeois.

–¡Si, soy yo! –se le adelantó Star sonriendo alegremente.

–¿Tu de la realeza? –increpó Chloé–. ¿Con esa ropa tan horrible que usas? No me hagas reír.

–Si –reiteró la chica con marcas de corazones, moviendo su varita para invocar un arcoíris y presentarse del mismo modo que hizo con Marco el día en que lo conoció–. Soy ¡STAR BUTTERFLY!, una princesa mágica de otra dimensión.

Los parisinos miraron asombrados a Star elogiándola por lo bajo. Marinette soltó una risita, ya que le había parecido simpática la forma de ser de la princesa. Chloé sin embargo, se mantuvo indiferente.

–Por favor, tus trucos baratos no engañan a nadie princesa. Se ve que no eres más que una perdedora que ve muchos dibujos animados y no distingue entre la fantasía y la realidad.

Star bajó la cabeza y los brazos desanimada ante dicho comentario y puso una mueca de tristeza. Marco y Alya miraron con desprecio a Chloé; Adrien negó con la cabeza decepcionado; la maestra Calavera esperó a que el director Damocles pusiese en su lugar a aquella niña tan malcriada, y este a su vez tuvo que reprimir su furia a sabiendas de que dicha reprimenda podría causarle conflictos con el alcalde Bourgeois.

–¡Déjala en paz Chloé! –la desafió Marinette.

–Yo solo decía la verdad –replicó Chloé de manera despectiva–. Tan solo mira lo ridícula que se ve, y dice ser una princesa.

–Princesa o no, si no estás a gusto mejor vete a casa. Nosotros vamos a saludar a nuestros nuevos amigos. Vamos chicos, ¿que estamos esperando?

Los alumnos parisinos concordaron con su presidenta y empezaron a bajar de uno en uno, después de dos en dos, y luego de tres en tres. Marinette les dio paso mientras llevaba con cuidado las cajas con los macarones de bienvenida; pero nadie vio cuando Chloé le metió el pie haciendo que se tropezara y rodara por las escaleras.

Todo mundo se acercó corriendo a auxiliarla, siendo Adrien y Marco los primeros en llegar.

–¿Estás bien? –preguntó Adrien preocupado.

–¡Au, au, au! ... No –sollozó Marinette al sentir un intenso dolor en su mano derecha–. Creo... !Au!... Creo que me fracturé la muñeca... !Au!

Chloé se llevó una mano a la boca al ser consiente de que en esta ocasión si se le había pasado la mano, y empezó a retroceder lentamente. En ningún momento se percató de que Star, quien había adivinado por su reacción que ella era la única culpable, la estaba mirando de reojo.

–Hay que llevarte a la enfermería –dijo Adrien.

–Déjame sacar mi kit de primeros auxilios para emergencias –se ofreció Marco poniéndose a buscar en su riñonera.

–Lo siento –siguió sollozando Marinette–. Fui descuidada y lo eché todo a perder... !Au!... Arruiné su excusión... !Au!

Al verla en ese estado, Star sin dudarlo dos veces se acercó decidida ayudar.

–Tranquila –la consoló–, creo que yo puedo arreglarlo.

–Star... –quiso objetar su amigo al adivinar que iba a hacer.

Star –al igual que Marco– tragó saliva y apuntó con su varita a la muñeca lesionada de Marinette, esperando que su mano no se fuera a convertir en un tentáculo monstruoso que a la larga intentaría adueñarse de su mente.

¡Retornio brazus normalino!

La media estrella emitió un destello de luz, y Marinette sintió como mágicamente se le reacomodaban los huesos y dejaba de sentir dolor.

–¡Guau! –exclamó con asombro abriendo y cerrando su puño aliviada–. Es como si no me hubiese pasado nada.

Igual de atónito, Marco miró con detenimiento la mano de Marinette y luego a Star.

–De verdad te lo agradezco –dijo Marinette, que no pudo evitar soltar un par de lagrimas de alegría, y se puso de pie súbitamente para abrazar a Star–. No sabes lo mucho que significa para mi.

–No hay por que –respondió un tanto apenada–. Solo hice lo que creía correcto.

–Es normal que esté feliz– dijo Alya, luego de acercarse para explicarle a Star el porque de su reacción–. Mi amiga es diseñadora y necesita de sus manos para trabajar.

–Ah, ya entiendo.

–Me llamo Marinette –se presentó finalmente la chica secándose las lagrimas–, y quiero que seamos amigas.

–Por supuesto que si –manifestó Star eufórica otra vez–, me gusta hacer nuevos amigos.

–Yo soy Alya, y tu eres... Star, ¿cierto?

–Es correcto.

Salvo por Chloé que seguía alejada de los demás, todos se acercaron para felicitar a la princesa por haberle curado la mano a Marinette.

Luego de romper el hielo, los estudiantes tanto parisinos como americanos se tomaron unos minutos para conocerse mejor. Así, Alya se empezó a llevar bien con Janna, Nino con Ferguson y Alfonso, Marco con Adrien, y Star terminó por aprenderse los nombres y entablar amistad con cada alumno del colegio Franciose Dupont (exceptuando a Chloé desde luego).

En momento dado, Marco se acercó para interrumpir a Star que seguía platicando con Marinette y Alya.

–Star.

–¿Si Marco?

–Debo decir..., que eso que hiciste fue... ¡Impresionante!, en serio, curaste la mano de esta chica al primer intento y no hay ninguna "novia de brazo monstruo" o algo así. De verdad lo hiciste muy bien.

Marinette y Alya intercambiaron miradas de complicidad al ver como Star se llevaba las manos a la espalda, bajaba la cabeza y sonreía apenada ante los elogios del chico de tez latina.

–Últimamente te has esforzado mucho por mejorar –continuó este–. Estoy orgulloso de ti.

–Bueno, es que he estado trabajando en perfeccionar mis hechizos ahora que Glossaryck está... –exhaló un suspiro–. Con Ludo.

Con estas ultimas palabras, a Star se le hizo un nudo en la garganta y se le bajaron los ánimos otra vez, por lo que Marco rápidamente la apresó en un reconfortante...

–Oh, ven aquí.

–Abrazo –susurró la princesa sintiéndose más aliviada.

Todos los presentes, incluyendo la maestra Calavera, miraron en otra dirección al comprender que no era apropiado interrumpir aquel momento. Marinette sonrió enternecida ante el afecto que se tenían ese par de amigos, pero su alegría desapareció por completo cuando fue Chloé la que se atrevió a interrumpir.

–¡¿Dijiste hechizos?!... ¿Que eres, una bruja?, ¿o acaso perteneces a un aquelarre o eres de esa gente rara que ve paginas de ocultismo en internet?

–¡Ella no es ninguna bruja Chloé! –la encaró Marinette furiosa–. ¡¿No oíste que es una princesa mágica de otra dimensión?!

–Como sea, yo no voy a ningún lado con ese..., ese fenómeno. No quiero que me lance ninguna maldición.

Marinette cerró el puño y se encaminó aun más furiosa hacia donde estaba Chloé.

–Está bien –la detuvo Star poniéndole una mano en el hombro–, déjalo así.

Marinette hizo caso a su petición y después de calmarse llamó a todos los alumnos (menos Chloé que mantuvo su distancia todavía indiferente y de brazos cruzados) a que se reunieran a su alrededor.

–Bueno, ahora que todos nos hemos presentado podemos continuar. Para empezar, les traje unos deliciosos macarones de la pastelería de mis padres para darles la bienvenida, pero... se cayeron al suelo... No importa, aun podemos ir a la excursión que programé para enseñarles los mejores sitios de París. Después iremos a dejarlos en su hotel para que puedan descansar unas horas, y en la noche volveremos a recogerlos para ir al Parque de los Príncipes, ya que hemos preparado una sorpresa muy especial para todos ustedes.

Dicho esto, el director Damocles y su profesorado se despidieron y entraron de regreso en el colegio Franciose Dupont, terminando así de despachar a los dos grupos de estudiantes que se pusieron en fila frente a las puertas del autobús.

–¿No viene con nosotros Maestra Calavera? –preguntó Marco al ver que esta también se disponía a entrar en el instituto en vez de ir al mando de la excursión tal y como estaba planeado.

–No, se que están en buenas manos –dijo la mujer orco ya más relajada–. Esa chica Marinette sabe lo que hace.

–Me alegra que decidiera darles otra oportunidad a las tijeras dimensionales.

–Bueno, si el que las maneja esta vez es el chico seguridad, no le veo nada de malo.

–¿Chico seguridad? –repitió Adrien, que se encontraba justo detrás de el en la fila, levantando una ceja.

–Si –respondió Marco un tanto molesto.

–Bien –se excusó la maestra Calavera–, si me disculpan iré a hablar con el señor Damocles sobre ese programa de intercambio, y ya que esté ahí aprovecharé para ver si no tiene anillo de matrimonio. Supongo que podría tener una aventura parisina, si es que me entienden. Lo malo es que: ≪no podré vigilarlos para que no hagan nada indebido≫.

La maestra Calavera le guiñó discretamente un ojo a Marco y se retiró. Adrien se acordó de la chica del mechón azul que había visto coquetearle hacia poco y entendió la indirecta. Su nuevo amigo, el chico seguridad, tan solo sintió un fuerte repelús al pensar en la suerte del pobre director de aquella escuela francesa a la que habían llegado.

–Que suerte tienes Marco –comentó Adrien en lo que ambos subían a bordo–. Ojalá me pasara lo mismo con Ladybug.

–¿Ladybug?

–Eh, no nada, después te cuento.

–¿No vas a subir Chloé? –preguntó Sabrina desde la puerta del vehículo.

–No –respondió esta de modo tajante–. La panaderita dijo que podía irme a casa si quería, y eso es justo lo que voy a hacer.

–Como quieras –se entrometió Alya, sin a su vez darle demasiada importancia al asunto.

Todos terminaron de subir al autobús, siendo la ultima en quedarse afuera Star, quien miraba fijamente como Chloé se alejaba caminando con la naricita bien parada.

–Sube Star –la llamó Marinette–. Solo faltas tu.

–Si, ya voy –dijo acudiendo al llamado con una sincera sonrisa.

Pero antes, agitó su varita sin que nadie la viera y la media estrella emitió un brillo de color verde.

Segundos después, una bandada de palomas que justo en ese momento pasaron volando cerca de ahí entraron en una especie de trance y se abalanzaron en picada sobre Chloé.

–¡Shu! ¡Fuera de aquí apestosas palomas! –gritó, haciendo lo posible  por ahuyentar a las aves que empezaron a revolotear hostilmente a su alrededor para picotearle la cara y ensuciarle la ropa–. ¡PAAPPIIIII!

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