CAPÍTULO 35: Soy yo, ¿verdad?

—¿Star? —Matt apareció doblando la esquina del pasillo—. Star, ¡menos mal! ¿Dónde te has metido? He sentido antes una fuerza oscur... —La miró fulminando con la mirada totalmente desconfiado. Star se había quedado helada, paralizada, hasta que notó cómo Matt le zarandeaba con un gesto entre fuerte y cariñoso—. ¿Star? Star, ¿estás bien? Estás completamente empapada... —preguntó algo asustado.

—Yo... ¡Matt! Tengo que contarte algo.... Algo muy importante...

—Yo también —la interrumpió sin más demora—. Ben ha desaparecido.

—¡¿Qué...?! ¡¿Cómo qué...?! —tartamudeó.

—No lo veo desde esta tarde, cuando nos separamos para buscar el fragmento de piedra perdida... ¿Tú le has visto?

—No... —balbuceó la chica.

—¿Se te ocurre dónde puede estar?

—Oh no... —se lamentó comprendiendo lo que había ocurrido—. Oh, no, Matt... Lo siento mucho.

—¿Qué has hecho?

—Yo solo quería... Matt, creo que Ben se ha marchado de Hammondland.

—¡¡¿Cómo?!!

—Y no solo eso... He... he estado fuera toda la noche... Por eso estoy chorreando... ¡Espera! —interrumpió al ver que Matt boqueaba buscando una palabra que expresara la suficiente indignación—. Te prometo que luego podrás echarme la bronca y que... no sé, me autocastigaré el tiempo necesario encerrada o cualquier cosa, pero tienes que escucharme: Estamos en peligro.

Star le contó a Matt todo lo que había presenciado aquella noche en la ciudad de Strana: los presos, la nieve y el Sibum que ahora le daba caza.

—Soy una idiota... no sé cómo he podido caer en la trampa.

—No te culpes por eso. Es la naturaleza de los Sibum... engatusar... gustar a la gente. Con ese aire de peligro... ya sabes.

—Sea como sea, tenemos que irnos de aquí esta misma noche. Tu abuelo nos encontrará por haber invocado a mi Entherius. Michael está totalmente recuperado. Lo sé. Por favor, confía en mí. No podría ser de otra forma, después de todo lo que ha pasado hoy en Strana. No hay otra explicación posible que, que se haya recuperado del todo.

—Te creo, pero no podemos huir. Tenemos que enfrentarnos a él.

—La noche de lluvia negra... —farfulló Star, moviéndose nerviosa de un lado a otro.

—¿Lo sabes?

—¿El qué?

—El libro... ¿cómo lo sabes...?

—Tengo que contarte algo más... —Matt la observó con los ojos como platos, esperando una explicación que mereciera la pena. Los meses habían pasado lentos, aburridos, tensionados por la búsqueda de información y el encuentro fracasado. Y ahora de repente, Star había vencido a una centena de humanos atolondrados por los rituales de El Inadmisible, y sabía lo del libro. Su expresión de estupor, no le sorprendió a Star—. Desde que llegamos a Hammondland, desde que me desperté aquella noche... Tengo visiones, bueno, no sé si son visiones, son más bien, visitas exprés a cosas que ocurrieron en el pasado, cosas reales... o al menos eso creo...

—Sabía que algo extraño te estaba pasando...

—¿Cómo... cómo me está pasando esto? ¿Es normal en una Sorgeni?

—No... no lo es. Tampoco en un Gravithus, pero se me ocurre...

—¡Qué!

—Quizá el fragmento de piedra tenga algo que ver... —Star se pasó la mano sobre la ropa, por encima de donde la piedra de Quigen dormía entre su piel y su corazón—. Espera. entonces, por eso sabes lo del libro, ¿no?

—Soy yo, ¿verdad? La Renacida... Por eso todo ese rollo de protegerme tanto. Mi abuelo nunca llegó a morir y a renacer, aunque lo creyó con todo su corazón, él nunca llegó a ser la llave. La clave para terminar con Michael. Al final el estúpido mote de Ben va a ser verdad. ¡Maldito Ben! ¿Él lo sabía?

—Ajá —confirmó Matt asintiendo.

—Esto es increíble —se quejó Star pegando una patada al aire—. ¿Por qué no me lo contasteis...?

—Tu abuelo renunció al conocer la verdad... Ben y yo queríamos contártelo cuando estuvieras preparada. Cuando... tuvieras algo más con lo que enfrentarte a él.

—¡No puedo hacerlo, Matt! No puedo. Esto no tiene sentido. No estoy preparada para enfrentarme a él. En el templo sagrado de tu casa... no viste lo que hizo conmigo... Si no llega a ser por esa maldita piedra que salió del ara, muy convenientemente..., todos estaríamos muertos ahora mismo.

—No pude ver lo que te hizo, pero puedo imaginármelo... No es que haya sido muy benévolo conmigo —respondió arremangándose la camiseta. Luego, le enseñó a Star su torso, duro como el mármol. Sobre él, justo al lado de su inscripción de protección, se dibujaban unas marcas que no habían terminado de cicatrizar.

—Oh... lo siento —se lamentó Star, colocando su mano sobre las heridas.

—No se curan... Permanecen así mientras él siga vivo. Lo hizo para recordarme que siempre estará al acecho, que nunca podré librarme ni de él ni de mi apellido. Ni de mis crímenes... —Esto último lo dijo susurrando, como asimilándolo en ese momento.

—La piedra... Tenemos que dar con esa maldita parte de la piedra perdida. —Star se llevó la mano al pecho instintivamente.

—La piedra te pertenece, Star... todos sus pedazos pertenecieron a tu antepasado, el reverendo Quigen Moon. Y ahora es tuya. Yo tengo una parte, la otra está en tu interior y la que queda está aquí, en Hammondland, esperando a ser encontrada. Cuando tengamos todas las piezas... Tu poder... será... incalculable.

—Tengo miedo... —dijo apoyándose contra la pared y dejándose caer al suelo, derrotada—. No estoy preparada para morir... No quiero terminar como Claire... —dijo entonces. Matt apartó la mirada un momento—. Lo siento... No quería decir eso.

—Sí querías decirlo y tienes razón. Sé que todo esto da miedo, pero es nuestra única opción... Si no terminamos con el Dómine... antes de...

—Renuncio, Matt. Tenemos que encontrar a Ben, avisarle y marcharnos de aquí ahora mismo —protestó fuera de sí, levantándose con un aspaviento. Matt se interpuso en su camino queriendo detenerla, preparado para frenar su huida. Pero Star no estaba dispuesta a quedarse allí plantada, entre los muros de lo que había sido su cárcel durante semanas, y además, no avisar a su Ben, a su amigo Ben, de lo que estaba por venir. ¡Ni hablar!

—Matt: yo que tú me apartaría. No pienso tener piedad contigo si lo que quieres es impedir que vaya a buscar a Ben —bramó levantando el brazo dispuesta a atacar—. Si tengo que lanzarte una fuerza o como quiera que se llame esto, lo haré, y si te hago daño no lo sentiré porque Ben es mi amigo.

Matt aflojó la mandíbula y relajó su cuerpo. No estaba dispuesto a luchar contra Star otra vez, no estaba dispuesto a ponerle las cosas fáciles a su abuelo.

—Está bien... ya hablaremos de esto en otro momento —cedió apartándose.

—No hay nada de lo que hablar, está decidido —gruñó.

—Vale... —le dio la razón como a los tontos—. Pero voy contigo... Primero, deberías ir a secarte o te resfriaras, y entonces, sí que no vas a tener otra opción que dejarte matar... —sonrió Matt.

Recorrieron juntos el pasillo, pero antes de poder girar en la primera esquina, algo les detuvo. Una ligera vibración que recorrió los suelos de Hammondland, hizo que ambos se voltearan con el pánico dibujado en el rostro. Un géiser brotó de la madera, en el lugar exacto en el que se encontraba la puerta puzle por la que Star había vuelto del bosque.

El chorro manaba con violencia y se iba tornando cada vez más verdoso. Primero marrón y luego negro. De pronto, una extremidad cruzó el límite del agua: una extremidad peluda, rematada con una grotesca garra afilada.

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https://youtu.be/dQ4XHW5Q4gU

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