CAPÍTULO 26: La tormenta perfecta

—Sube el volumen —solicitó Matt al entrar en el despacho de Ben—. ¿Alguna novedad proveniente del aparato? —«...las temperaturas seguirán desplomándose hasta alcanzar el punto de nieve. Cuidado estos próximos días, pues el viento y las nubes cargadas provocarán la, muy seguramente, tormenta de nieve del siglo...». Los huéspedes de Hammondland habían llegado al acuerdo de turnarse en vista de prestar atención a cualquier mínimo detalle, y mantenerse alerta por si la situación en la ciudad empeoraba. Aquella decisión a Ben le pareció la más correcta, pues esto les proporcionaría el tiempo necesario para organizarse y prevenir un ataque sorpresa—. ¿La tormenta del siglo?

—Pues, eso parece. Aunque no hay por qué darle mucha importancia; en Hammondland estamos más que seguros —afirmó Ben, encogiéndose de hombros para después bajar el volumen de la emisión y buscar en los cajones de la mesa algunas herramientas que necesitaba.

—¡Por suerte, querido amigo! De todos modos, quizá deberíamos recoger y cortar más leña para la cocina. No nos llevará más de media hora. —Matt acortó la distancia y pasó la mano por el cuello de Ben, provocando que un escalofrío recorriera todo su cuerpo—. No queremos morir congelados...

—La buena noticia es que tenemos a un Entherius y medio para situaciones de emergencia, en caso de necesitar fuego a motrollón —bromeó el garante mientras soltaba una risilla cómica.

—Y la mala noticia es que tienes un Entherius y medio completamente inútiles, que no pueden utilizar sus poderes si no quieren terminar devorados por una panda de infames Desdenios y un par de señores muy malvados —respondió el chico colocando su mano sobre la del otro. Al tocarse, Ben sintió una pequeña descarga eléctrica. Creyó que Matt también debió sentirlo porque tiró con fuerza de él, haciendo que soltara sin querer todas las herramientas que sujetaba entre sus manos. El chico Eville lo atrajo, pegando su cuerpo hasta el punto de escucharse el latido de sus, tan singulares, corazones.

—Matt... —susurró Ben dejando escapar un ronroneo gutural—. Lo siento... —se disculpó algo nervioso, distrayéndose al mirarse los pies descalzos.

—Me gusta cuando ronroneas sin querer —sonrió Matt chocando la nariz contra la suya.

—Ejem, ejem —carraspeó, dando un paso atrás—. Tienes razón con lo del fuego. Le pediré a Nahama y a tu madre que se encarguen de esto... —Dio media vuelta y suspiró—. Mientras tanto... quería enseñarte algo en lo que estoy trabajando.

—¡Excelente! —exclamó el otro con normalidad, no obstante un gesto en su rostro dibujó decepción: por la distancia entre ambos, por no lograr aquello que buscaba... Dejó que Ben se soltara de su mano poco a poco. Despegando uno a uno los dedos de sus ingeniosas manos.

—Mira —apuntó, agachándose para recopilar las herramientas que había dejado caer minutos antes—. Esto es... ¡un ojeador! Bueno... —aclaró recolocándose las gafas que se le resbalaban por la nariz cada dos por tres—. El nombre se lo he puesto yo, pero podemos cambiárselo si no te gusta. —Matt sonrió imitando, sin querer, el gesto del garante.

—¿Y para qué sirve un ojeador, querido amigo? —preguntó remangándose su camiseta negra de Joy Division, con intención de meterse en cualquier harina que Ben le presentase.

—Para buscar algo que se ha perdido —respondió mirándole con complicidad—. La piedra en este caso —aclaró al ver que Matt no le respondía.

—¿Y funciona?

—No tengo ni la menor idea. Pero he trabajado en varios prototipos antes que este, y creo que sí. ¿Por qué no lo probamos tú y yo ahora mismo? —propuso emocionado.

—Tú, yo... y Star. Le prometí que dejaría que nos ayudara en esto, y tú quieres hacer mejor las cosas, ¿no?

—Bueno, sí: Tú, Star y yo. Le daré a Star la radio, para que la lleve en la inspección del terreno.


***


—Es... por ahí —explicó Ben, señalando el rellano de la derecha, después de comprobar que el ojeador maullaba más fuerte cuando lo situaba hacia la derecha.

—¿No le podías haber colocado otro sonido a este cacharro? —se burló Star.

—Clásico de Ben —bromeó Matt, mirándola de soslayo.

—Clásico de Ben —repitió esta aguantándose la risa—. ¡Eh, espera, Ben! Mira. —Star se detuvo en seco—. Escucha...

—Sí... qué curioso... —agregó el chico.

—¿Lo oyes? Es como si el maullido se trifurcara en diferentes ondas sonoras...

—¡Guooo, guooo! —dijo Matt interviniendo—. Cada vez se escucha más rápido...

—Deberíamos dividirnos —propuso el garante—. Matt, ¿por qué no vas por tu derecha? Star, tú por la izquierda... Sí, creo que es la mejor idea.

—¿Y cómo sabremos que tenemos la piedra si solo hay un ojeador? —quiso saber.

—Excelente pregunta.

—Confío en que lo notaréis de alguna forma. Estoy seguro de que algo hay por aquí, después de escuchar al bicho este. Mantenéos alerta, no utilicéis vuestros poderes... Dejadlos al borde de la piel para que os ayude a tener más que cinco sentidos.

—No pides nada, gato del demonio... —masculló Star, fastidiando a Ben, tratando de ser cariñosa, para agradecer que al fin, le dejaran participar en algo.

—Auch —se quejó Ben como si le hubiera dado una flecha en el corazón—. Eso duele.

—Sabes que es una broma, ¿no? —aclaró, lamentándose para asegurarse de que no había generado ningún malentendido.

—Bueno, en parte... es cierto —interrumpió Matt guiñando un ojo, tratando de hacer un chiste entre el símil de un demonio y un Entherius. —Ben y Star se miraron cómplicemente y después de unos segundos de silencio, rompieron a carcajadas.

—¿Eso era un chiste?

—Solo trataba de ser gracioso —refunfuñó con las manos en jarra.

—Bien, ¿preparados? Nos vemos... en un rato en este mismo punto. Si sospecháis que hay algo extraño, venid a buscarme y llevaré el ojeador para comprobar que es algo que nos interesa, ¿vale, criaturitas?

—Sí, Beeeen —dijeron Star y Matt al unísono, como si le dieran la razón a un profesor o a un padre pesado.

—Ah, Star, se me olvidaba. Te toca llevar la radio. Toma.

—Genial... gracias: mantén tus poderes al límite de la piel, manténte alerta y de paso escucha la radio, todo muy sencillo —rio repitiendo burlona todo lo que su garante le había solicitado tener en cuenta.

Los tres chicos se separaron, dejando atrás un silencio y el eco lejano de los maullidos del ojeador, y los pasos de cada uno de ellos que, resonaban en el suelo como si todo a su alrededor estuviera completamente vacío.

Star tomó el camino de la izquierda, como Ben le había indicado. Paseó despacio, examinando cada rincón, cada ilustración del viejo y raído papel pintado de los pasillos del sexto piso. Se agachó para pasar la mano por el rodapiés, tratando de sentir algo: una vibración o una llamada, quizá. Se adelantó unos diez metros, y dejó de escuchar por completo a Ben y a Matt, era como si fuera la única criatura en todo el espacio de Hammondland.

Solo se escuchaban sus botas, su respiración, el latido de su corazón que iba lento, tranquilo, y la voz distorsionada de la radio: «...ya son veintitrés los presos fugados de la cárcel de Zarre, una localidad situada a pocos kilómetros de la antigua ciudad de Strana». Agudizó el oído cuando notó el sonido de una chispa, como un pequeño traqueteo de fuegos artificiales diminutos, justo debajo de sus pies.

Agachó la cabeza, examinando el suelo alrededor de sus botas. No vio nada, así que decidió agacharse y sentarse para tratar de oír el sonido más de cerca. Al hacerlo, se percató de algo muy curioso, el suelo cambiaba su patrón justo en ese punto, colocó la mano sobre el límite y abruptamente el volumen de la radio se subió solo: «Según fuentes fiables, la gran tormenta de nieve habría inhabilitado los sistemas de seguridad, dejando completamente abiertas todas sus entradas y salidas. Esto explicaría por qué el motín no ha resultado mortal, de momento, para ninguno de los trabajadores de dicha prisión».

El corazón de Star comenzó a latir más y más rápido, colocó un pie para levantarse, pero al hacerlo, su pierna atravesó el suelo como si fueran arenas movedizas. Solamente notaba la mitad de su pierna, la otra mitad era como si de pronto no existiera, como si flotara en el vacío del espacio temporal. Se apoyó y consiguió salir. Quiso buscar a Ben, pero... ¿Y si...? ¿Y si se trataba de la segunda puerta puzzle? No pasaría nada por comprobar qué era antes de buscar a Ben y traer al ojeador. Introdujo la cabeza en el suelo, y de pronto, sintió cómo si se encontrase en un balde de agua. Tuvo que aguantar la respiración, y al abrir los ojos, todo se veía borroso. Incluso le salían burbujas de la nariz. Pestañeó y trató de focalizar la vista. No estaba segura de si se trataba o no de una salida, pero no tenía nada que perder, aparentemente.

Porque la realidad es que tenía todo que perder, sin embargo, ansiaba detener los asesinatos. Sacó la cabeza y prestó atención finalmente a la emisora: «El número de fugados aumenta por minutos. Me confirman que ya son cincuenta los presos desaparecidos. La búsqueda y la detención de dichos individuos, se complica debido a la espesa capa de hielo acumulado, al viento y a la nevada ininterrumpida...». Sin duda, aquello no pintaba nada bien. Star apagó la radio. No necesitaba escuchar más para saber que fuera lo que fuese, la fuga de la cárcel no había sido casual. Subió a toda velocidad a su habitación, se tiró al suelo de rodillas y comenzó a buscar su walkman para intentar conectar con Terence. Dio al play y comenzó a sonar de nuevo Here I go Again. No sabía si la canción tenía algo que ver pero las dos veces que había podido hablar con Terence, sonaba aquella melodía.

—Terence... Terence... ¡Vamos, Terence! ¿Me escuchas? —Durante un buen rato solo se escuchó la música. Nada más. Tomó aire y comenzó a caminar en círculos en su habitación, nerviosa, con el corazón a mil por hora—.Vamos, Terence... —susurró.

—Sí... Star, ¿Star? Soy yo... —el chico parecía estar manteniendo una carrera de fondo. Respiraba de forma entrecortada y tragaba saliva para poder hablar.

—¿Qué ha ocurrido? ¿Te has enterado de lo de la fuga?

—Sí, la ciudad es un completo caos.

—¿Crees que tiene que ver con los cadáveres?

—No me cabe duda.

—Escucha, Terence, he encontrado la forma de... saltarme el castigo. Voy a salir.

—¿En serio?

—Sí, ¿te veo en el BewitzMusik en... una hora?

—Trataré de llegar.

—Bien, nos vemos allí. Si no te veo, te espero.

—Star, ten cuidado, ¿vale? La ciudad no parece segura esta noche.

Star se va a meterse por la puerta.

—¿Vas a algún lado? —La voz de Ben interrumpe la escapada, justo cuando Star metía su brazo derecho en el suelo movedizo.

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https://youtu.be/ACJLTNxzL4M

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