CAPÍTULO 25: Más polillas
Últimamente, Star se pasaba las horas en la azotea sin despegarse de su viejo walkman, esperando a que Terence se comunicara con ella a través del aparato. Había subido aquellas escaleras de caracol dos días después, como habían acordado, sin embargo, Terence no llegó a dar señales de vida. Lo cierto era que no culpaba al chico por ello, pues mantener una conversación a través de un medio invisible, desconocido y misterioso, podía ser de todo menos estable. Quizá las condiciones meteorológicas afectaban, la hora, el día, la posición del sol... ¡ni la más remota idea!
Entendió que quizá Terence, no había conseguido encontrar el nexo para hablar con ella o que simplemente, no había noticias que contar. Eso sería algo positivo, ¿no? Mantuvo en secreto el por qué de sus continuas escapadas a la alta terraza del edificio principal de Hammondland, pero tras aquella noche con Matteo Eville, había decidido hacer un esfuerzo por pasar página. Por eso, antes de subir, solía visitar a Matt.
Charlaban sobre todo de música y nunca mencionaban nada que tuviera que ver con sus propios poderes. Simplemente, trataban de comportarse como dos humanos normales, sin nada que ocultar. Star incluso le confesó que aquella colección de vinilos de la mansión Moon llegó a impresionarla, y que le envidiaba por poseer algunos de los discos que ella siempre había ansiado. Matt le prometió que si algún día podían volver a casa, le enseñaría todos y cada uno, y se los prestaría las veces que fuera necesario.
Antes de subir las escaleras, aquella mañana, llamó a la puerta de Matt, pero este no respondió. Así que sin demorarse más tiempo, Star accedió a la azotea. Algo de textura casi sólida rozó su mejilla. Se retiró un mechón de pelo blanco de la cara y pasó la mano para limpiársela. Aquello que fuera, se volvió completamente líquido con el roce de las yemas de sus dedos. Alzó el cuello y pudo ver cómo unos pequeños copos de nieve caían del cielo gentilmente, sobrevolando las copas de los árboles. Escuchó unos gritos que venían de abajo, así que rápidamente asomó el cuerpo por el merlón.
—¡Eeeeh, tú! ¡Vale yaaaa! —gritó Ben mientras emprendía una carrera abriéndose paso dificultosamente entre la nieve—. ¡Aaaaay! —Una enorme bola blanca le golpeó por la espalda.
—¡Ja! Querido, Ben —chilló el Entherius con burla desde la copa de un árbol—. Los gatos y la nieve nunca se llevaron demasiado bien. Eres muy lento —se mofó riendo, cuando justo, le llegaba a él el golpe de una bola. Era mucho más pequeña, pero le pilló completamente por sorpresa.
—¡No te metas con mi gato! —rio Nahama desde el suelo—. Su función es salvaguardar al hombre en contra de alimañas. Así que ten cuidado —bromeó con sarcasmo.
—¿A quién llamas tú alimaña? —De un salto Matt se posó en el suelo. Mary Dorcas los observaba con una media sonrisa desde la entrada de Hammondland. Star tampoco pudo evitar dibujar una amplia sonrisa en su rostro al ver la escena. Le pareció divertida, la que se podía observar de una familia normal, de personas que se quieren y se llevan bien. Matt reunía nieve para una gran bola, cuando se percató de que Star los observaba en la terraza—. ¡Eeeeh, Staaaar! ¿Por qué no bajas con nosotros?
—¡Prepárateee, —vociferó esta—. Porque si un gato caza alimaaañas, imagínate qué podría hacer una Sorgeniii! —Ben observaba la conversación anonadado, viendo cómo sus dos amigos parecían llevarse mucho mejor.
Star bajó corriendo las escaleras y se dirigió a su habitación para echarse encima ropa de abrigo. Normalmente, el frío no era un problema para ella, pero nunca había visto la nieve en Sceneville. Abrió el armario, se colocó la chaqueta y dejó el walkman sobre la cama para que no se estropeara con el agua. Estaba a punto de salir de la habitación cuando lo escuchó: las interferencias. Corrió hacia la cama, y de rodillas se colocó rápidamente los auriculares.
—¿Sí? ¿Hola? —abordó Star, con esperanza—. ¿Hola, Terence?
—¿Star? Star. Soy Terence, ¿me escuchas? —dijo al otro lado de los auriculares la voz enlatada del chico.
—Sí... Oh, maldita sea, Terence —suspiró la chica aliviada, sentándose en el suelo contra el colchón de la cama—. Menos mal que eres tú. Llevo esperándote días, ¿estás bien? —susurró con preocupación.
—Sí, estoy bien... Lo siento, es que han pasado demasiadas cosas... Por desgracia, Los Cazadores y yo hemos estado más ocupados de lo que nos gustaría —alegó intranquilo—. Intenté hablar contigo varias veces, pero fue imposible... no encontraba el vínculo.
—Me lo imaginaba... —admitió Star—. No te preocupes. Cuéntame por favor, ¿qué ha pasado? ¿Estáis todos bien?
—Yo estoy bien... —murmuró Terence casi sin abrir la boca.
—¿Y los demás? ¿Los demás están bien?
—Gloria también está bien... Y Taleb, y Samira... —Algo en la voz de Terence, le decía que las cosas no iban bien del todo. Al escucharle tan angustiado, Star solo podía pensar en estar a su lado, en calmar el latido de su corazón.
—¿Y Zoila?
—Zoila... ha desaparecido, Star.
—¡¿Cómo es posible?! —exclamó sin alzar la voz. Se puso en pie nerviosa y comenzó a caminar en círculos sin salir de su habitación.
—No lo sabemos, pero en la última semana... han asesinado a una persona cada anochecer... Después de hablar contigo apareció el cuerpo de un niño en la ribera del río que pasa por la ciudad, y a partir de ahí, han aparecido seis más. Una chica cerca del BewitzMusik, un par de chicos en varias calles cerradas... y otros tres más fuera de Strana: una anciana, un pescador y una niña... —Star no pudo responder. El golpe fue demasiado fuerte. Otra vez no podía estar viviendo algo así... Otra vez no—. ¿Star?
—Sí... estoy aquí —balbuceó casi sin fuerzas—. ¿En todos han aparecido polillas?
—En todos y cada uno de ellos. Zoila salió a las afueras para investigar el caso de la anciana y jamás volvió. ¡Poof! Se desvaneció como si nada. No la hemos vuelto a ver.
—Esto es horrible... ¿Estáis seguros de que no sigue por allí?
—Sí... Algo está cambiando, Star... No sé lo que es, pero es cada vez más fuerte.
—Ya... —resolló la chica. Terence no tenía ni idea, pero había dado en el clavo. Si las muertes se habían multiplicado, solo podía significar una cosa: Michael Eville estaba recuperando más y más fuerza.
—Star... te necesitamos. Ahora más que nunca. —Terence sonó suplicante. En su voz advertía la necesidad de Star como una cazadora más, pero también la absoluta certeza de que ansiaba tenerla a su lado—. Hemos perdido a Zoila y creemos que el culpable cada vez está más cerca. Si aparece... Eres la más fuerte de todos nosotros.
—Saldré de aquí como sea, te lo prometo.
—Ojalá pudiera verte y no solo escuchar tu voz...
—Pronto...
No consiguieron despedirse en esta ocasión, pues la conexión se cortó abruptamente. Star se deshizo de sus auriculares y volvió a sentarse en el suelo con la cabeza entre las rodillas. El pecho le latía rápido y fuerte. Estaba ocurriendo otra vez, ante sus narices y otra vez no estaba haciendo nada para evitarlo. Cerró los ojos unos minutos y trató de respirar con calma para recuperarse. Su primer pensamiento fue ir a por Ben y contarle todo, pero sabía que el chico no le escucharía. Así que lo siguiente que se le pasó por la cabeza fue encontrar a Matt.
Salió de la habitación con la chaqueta todavía puesta y bajó al piso de abajo. En ese momento, Matt entró por la puerta completamente empapado.
—¡Al final has decidido no venir a la batalla de bolas! —le dijo todavía sin poder borrar la diversión de su gesto.
—Ya... Oye Matt, quería hablar contigo, ¿puedes venir un segundo?
—Sí, por supuesto —respondió borrando su sonrisa al caer en la cuenta de la seriedad con la que se había dirigido a él, la chica. Star parecía helada, y solo movía los ojos de un lado a otro con suma inquietud.
—No puedo decirte cómo lo sé... pero la situación en Strana está empeorando.
—¿A qué te refieres? —preguntó Matt frunciendo el ceño, algo alterado. Seguidamente, agarró a la chica de la manga y tiró de ella para apartarla hacia una esquina.
—A los cuerpos... Está empeorando. Se han multiplicado en la última semana.
—Está bien, mmm —dudó—. Debemos mantener la calma como máxima prioridad.
—No. Tenemos que hacer algo ya, Matt. Eso solo puede significar algo malo. Si quieres que tus crímenes sean olvidados, no dejes que vuelva a ocurrir.
—Tienes razón —admitió el chico irguiendo el cuerpo, dispuesto a tomar las riendas—. Kuna ha ido a la ciudad hoy, esperaremos a que vuelva y confirmaremos con él todo esto.
—Está bien, ¿a qué hora vuelve?
—No lo sé, pero no tardará mucho.
—¿Crees que debemos decírselo a Ben?
—Mmm... creo que es mejor que dejemos que Kuna hable sobre esto primero. Si eres tú quién propone salir ahí fuera... se cerrará en banda.
Las horas pasaron despacio. Demasiado lentas para el nerviosismo de Star, que aumentaba con cada tic de las agujas del reloj de la cocina. Matt le había acompañado hasta los fogones y se había marchado a cambiarse la ropa mojada, igual que Ben y Nahama. Sobre las once de la noche, la pesada puerta sonó. Star se levantó desesperada y asomó la cabeza para poder ver a Kuna.
—Asamblea, ya, en la biblioteca —ordenó con profundidad. Star asintió y se dirigió a la biblioteca.
Unos minutos después fueron entrando el resto. Ben le guiñó un ojo al entrar. Bueno, al menos la tensión entre ambos parecía que se iba relajando. Fueron tomando asiento, uno a uno esperando la llegada de Kuna, que había dejado atrás su túnica y tenía más aspecto de cura. Entró en silencio, con calma, pero Star no podía retener más tiempo sus pensamientos.
—Algo está pasando —explotó. Miró a Matt y este negó levemente con la cabeza, dándole a entender que dejara hablar al anciano, pero no podía más—. Las muertes se están multiplicando.
—Es cierto. He podido comprobar un aumento de la actividad esta última semana.
—¿Y? —preguntó Nahama con interés—. ¿Qué significa eso?
—Que debemos hacer algo ya, mamá —respondió Star.
—No lo creo —respondió Kuna con seguridad—. Debemos planear la defensa. Michael está más cerca que nunca.
—¿Planear nuestra defensa? —preguntó Matt.
—Sí, desde Hammondland. He traído esta pequeña radio humana para que podamos mantenernos informados desde nuestra posición y...
—¿Y dejar que siga muriendo gente? —se quejó Star interrumpiendo, sorprendida por la pasividad de Kuna y los demás antes esta opción.
—Son el mal menor —dijo el anciano—. Son pocos los que mueren comparado con los que morirán si no estamos preparados.
—Que así sea —sentenció Mary Dorcas.
—Que así sea, entonces —respondió Star de mala gana. Por supuesto, no estaba ni de acuerdo ni iba a quedarse de brazos cruzados. Encontraría la forma de salir de Hammondland y solucionar el entuerto, con o sin la ayuda de los demás.
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