CAPÍTULO 16: Los niños perdidos

—Perdona. —De las tinieblas surgió la figura de un chico—. He... He pisado una rama sin querer. Siento si te he asustado —aclaró apartando, con aire travieso, el mechón de pequeñas trenzas que le caía sobre el rostro tostado.

—No, qué va. No me has asustado. —Star mintió. Sí le había asustado. De hecho, estaba muerta de miedo en ese preciso instante. ¿Quién era ese chico? ¿Y si se trataba de un Desdenio con ganas de pelea?

—Pues estás blanca como un muerto —se carcajeó interrumpiendo sus pensamientos de muerte inminente—. Nunca mejor dicho.

—¡Ah! —Gloria volvía corriendo de entre las tumbas. Se acercó a ella y al chico sin ningún miedo—. Ya os conocéis —jadeó poniéndose una mano sobre el pecho—. Este es Terence, Star. Star, Terence. Es un poco callado, pero es un buen tío. ¿Verdad?

—Bueno, no soy yo quien debería valorar esto, ¿no?

—Es muy modesto. Ha sido el último en unirse al grupo, perooo... nos mola su estilo. Veee cosaaas que nosoootros no vemooos —precisó la chica, bromeando, mientras imitaba a un fantasma de forma esotérica.

—¿Como qué? —quiso saber Star. Toda aquella conversación le resultaba algo extraña. En primer lugar, porque Terence no le había parecido ni callado, ni buen tío, ni modesto, y en segundo lugar, ¿ver cosas que ellos no ven? ¿¡Qué narices!? Aunque posiblemente todo se trataba de una especie de broma entre ellos, a Star todavía le latía el corazón a toda pastilla.

—No sé —dijo Gloria rascándose la nariz, queriendo quitarle importancia—. Es un decir. ¿Venís o qué? Si estoy un rato más a solas con estos locos de ahí arriba... No puedo prometer que no me vuelva loca, yo también.

Ambos siguieron a Gloria sin dejar de examinarse. Era extraño: ese chico le resultaba... no familiar, pese a eso, le atraía de una forma inexplicable. Puede que solo fuera, lo que comúnmente se entiende como: el estrés del viajero. Era tan bello como las majestuosas gárgolas que flanqueaban el cementerio de Strana. Mirarle, le producía mareo, taquicardias y sudores. «¿Era eso lo que se debería experimentar cuando te gustaba alguien, o era el miedo o la intriga?» Terence no perdió el contacto visual hasta que no se toparon con el resto del grupo. Taleb, Samira y Zoila parloteaban emocionados, sentados en un pequeño panteón.

—¿Quieres?

—¿Eh? —Star reaccionó completamente despistada. Gloria le tendía un vaso a rebosar de cerveza.

—Que si quieres uno —dijo agitando el vaso haciendo que algunas gotas saltaran hacia el suelo—. ¿Te gusta? El Silverblack Menta igual es demasiado... fuerte.

—Oh, sí. Claro —aceptó Star—. Dame.

—¿Tú, Terence?

—No, yo no bebo. ¡Ya lo sabes!

—Lo sabe —afirmó Taleb—. Pero Gloria siempre prueba suerte. Es una mala influencia —bromeó—. Me encanta tu pelo, por cierto —halagó señalando los blancos mechones de su pelo.

—Gracias... —respondió sonrojándose.

—¡Cállate! —se quejó Gloria entre risas—. Pero tiene razón... ¿Ves Star? Demasiado bueno para ser real... —suspiró Gloria mirando a Terence con picardía.

—Y... —intervino Star tratando de romper el hielo—. ¿Sois amigos de toda la vida?

—Bueno, como te he dicho, Terence acaba prácticamente de unirse al grupo... y los demás... ¡Es una larga historia!

—Gloria y yo nos conocimos en el instituto —dijo Zoila.

—Sí. Al principio no nos llevábamos muy bien, pero luego... Ya sabes... —Hizo una pausa como pensando en cómo explicar aquello que quería explicar—. Por algún motivo, las cosas cambian.

—¿Ponemos música? —Taleb se había colocado un largo radiocassette sobre el hombro—. He traído el loro.

—¿Qué loro? —consultó Star.

—El radiocassette, ¿de qué siglo te has caído? —rio Samira—. Por favooor, Taleb pon esa canción de Sabrina que no para de sonaaar en el pub de Jeff —suplicó.

—¡Marchando una de Boys para Samira!

La noche transcurrió con la normalidad que se puede esperar de una pandilla de amigos con ganas de bailar y pasárselo bien. Star no pudo evitar recordar a sus amigos de Sceneville: a Claire, a Charlie, que ahora le odiaba, incluso a Jenny... ¿cómo habría sido su vida si en lugar de empeñarse en estar sola y levantar un muro entre ella y sus amigos, hubiera actuado con más confianza? ¿Si de vez en cuando hubiera ido a alguna fiesta o se hubiera dignado a hablar con alguien más en sus años de instituto? ¿Qué habría ocurrido? No lo sabía, pero le hubiera gustado compartir aquella experiencia nocturna de Strana con ellos. Sobre todo con Claire. La imagen de Ben pasó fugazmente por su cabeza. Él era su mejor amigo, pero jamás habían hecho juntos, mucho más que ver ALF, leer algún cómic y no parar de entrenar. Ben solía comportarse como un tutor, y últimamente, lo hacía con tanta intensidad que Star se ahogaba.

En ese cementerio, se sintió irónicamente viva, libre y capaz de todo. Se vio a sí misma, por fin, como cualquier otra persona de su edad brindando por tonterías como que hubiera luna llena o que las botas de Zoila y Terence fueran exactamente iguales. Le hubiera encantado que sus nuevos amigos se volvieran locos por los juegos de arcade tanto como ella o que brindaran por Whitesnake o Alice Cooper. Sin embargo, esos detalles le fueron importando cada vez menos a medida que iban pasando las horas. Aquella noche se divertía tanto, que le dolía hasta la mandíbula de reír.

Gloria poseía un espíritu libre, fuerte y muy divertido. Era una buena líder, desde luego. Taleb y Samira no hablaron demasiado acerca de su pasado, pero dijeron que habían vivido en varias ciudades antes de asentarse en Strana. A Star le resultó realmente interesante la energía que se respiraba, como si de algún modo estuvieran conectados entre ellos, como si esos niños perdidos hubieran encontrado los guijarros de vuelta a su cálido hogar. Cada uno de ellos aportaba algo diferente al resto pero se movían en la misma sintonía.

Star se sintió realmente cómoda, en parte porque Zoila no paró de preocuparse por ella o quizá en parte también por el Silverblack Menta. Terence no habló demasiado, pero su mirada se cruzaba con Star y cada vez que esto ocurría saltaban chispas entre ellos.

—Oye, ¿qué hora es? —preguntó Zoila—. Tengo que bajar a por más bebida, antes de que cierren todo —explicó sujetando una lata que colgaba de cinco anillos de plástico vacíos.

—Sí... Mmm... —Taleb sacó un reloj dorado del bolsillo de sus vaqueros—. Son las doce y media.

—Oh nooo —se lamentó Star. Debía volver a Hammondland cuanto antes. Tenía que encontrar ese teléfono ya, llamar y marcharse—. Gloria, necesito hacer esa llamada. ¿Me acompañas?

—Baaah, Star... media hora más —rogó. Gloria había bebido demasiado y solo quería bailar y seguir bailando—. Media hora y te acompaño hasta el bar de Jeff.

—Gloria, de verdad, es importante...

—Jooo, solo media hora... —suplicó esta poniendo morritos, como si fuera un bebé—. Si en nada, vamos a bajar todos...

—Por favor —insistió Star con voz queda.

—Yo te acompaño. —Terence irrumpió en la conversación con aplomo—. A ver si así dejas de dar la tabarra. —En ese momento a Star le dio igual si Terence estaba bromeando o si estaba siendo un completo inutil: quería encontrar un teléfono.

—Guay...

—Y de paso compro la bebida, Zoila.

—¿De verdad no te importa que vaya él contigo, Star?

—No, no pasa nada. Quédate. —Terence se había echado a la espalda su pesada chaqueta de cuero y había emprendido el camino hacia la tortuosa salida—. Voy con él, llamo y volvemos rápido, ¿vale? —dijo aligerando el paso para alcanzar al chico—. ¡Esperaaa! —Terence frenó en seco, y le sonrió con autosuficiencia.

—Vaaamos, anda. ¿No tenías tanta prisa?

No mediaron palabra durante los minutos que les llevó salir del cementerio. Terence miraba al frente con decisión, actuando al contrario que el resto de la noche. No miró a Star nada más que de reojo, para comprobar que seguía detrás. Estaban completamente solos. Únicamente les acompañaban la oscuridad, el sonido de los búhos nocturnos y el rumor de las ramitas que se partían al ser pisadas por las toscas botas de ambos.

—Es por ahí —señaló Terence sin dejar de caminar.

—Bien. Te sigo. —De pronto Terence frenó en seco y se interpuso entre Star y la travesía que debían seguir para alcanzar el límite con la ciudad.

—¿Y de dónde dices que eres, Star?

—Me mudé con mis padres hace unos meses. Mi casa está muy lejos... —respondió algo incómoda.

—¿Y dónde es: muy lejos?

—Preferiría no hablar de eso. —Star levantó la mirada hacia el cielo tratando de localizar una estrella a la que mirar fijamente. Necesitaba concentrarse y alejarse mentalmente de la situación. Terence la estaba poniendo muy nerviosa y necesitaba impedir, a toda costa, que su poder se rebelara contra ella.

—¿Algo que ocultar? —Terence avanzó dos pasos, acortando la distancia entre ambos.

—¡Y tú! ¡¿De dónde eres tú?! —Trató de respirar y siguió sin poder mirarle a la cara.

—Yo también soy de muy lejos —Solo estaba a unos centímetros de su cara, tanto, que Star notaba la respiración del chico en las mejillas. El chico, puso su mano sobre el mentón de Star, obligándola a mirarle a los ojos—. Hay que saltar —dijo apuntando con el dedo a una pequeña fosa casi imperceptible por la oscuridad de la noche—. Dame la mano.

—No me hace falta. Puedo yo sola —balbuceó bajando el volumen de la conversación.

—Dame la mano, hay una fosa muy profunda... Si te caes...

—¡¡¡Que puedo sola, Terence!!! —vociferó.

---------

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top