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Algunas veces había lapso de varios días hasta que recibían otra llamada de sus compañeros en la Tierra, en este caso llevaban media semana sin saber exactamente qué hacer más allá de atender llamados sencillos. Tampoco es que pudieran darse el lujo de salvar un planeta entero siendo solo tres. Pero fue a Beatriz a quien sorprendió el sonido de la pantalla mientras trataba de dormir sin éxito alguno.








Miraba el techo sin poder cerrar los ojos pese a sentir su cuerpo cansado y lo odiaba así que no tuvo de otra más que levantarse a atender dicha comunicación aunque en cuanto la imagen del Capitán América apareció en la pantalla se estaba arrepintiendo.








—Qué gusto verte—dijo con su típica sonrisa, aunque en ese momento sonaba más como un regaño—¿cómo has estado?









—Igual que ayer, antier, la semana pasada y los últimos cinco años—se cruzó de brazos recargándose en el borde de la mesa—¿llamaste para darme terapia? Creí haber dejado claro mi punto de vista al respecto cuando dejé de contestar.









—Algo tuvo que haber pasado para que tomaras esa decisión...









Detrás el Cap se podía ver una de las oficinas del campus de los Vengadores. Usaba una camisa de manga larga en tonos claros y le miraba con cierta paciencia, cosa que odiaba porque le hacía sentirse mal el alejarlo.








—Y algo tuvo que haber pasado para que llamaras por aquí y no en privado—cambió de tema buscando evadir lo que moría por contar. Steve asintió tomando la misma expresión que tenía cada vez que les daba lo que creía ser la noticia del año—no. Por favor.









—Ni siquiera te he contado los detalles.









—Y no hace falta. De verdad que no estoy para escuchar otro "quizá tenemos algo".









—Esta vez es diferente, Beatriz.









Negó suspirando. La presencia de Rocket bostezando le hizo mirarle en vez de enfrentar al hombre del holograma.








—Qué onda, Cap—tallaba sus ojos tomando lugar junto a su amiga.









—Rocket—saludó—necesito que vengan al campus.









—¿Tan así de confiados están?—frunció el ceño quitándosele por completo lo adormilado—vamos para allá.









Steve Rogers se despidió de ellos con un gesto antes de dar por finalizada la llamada. Beatriz fulminó con la mirada a su mejor amigo quien rascaba su oreja.








—Ni me veas así—comenzó a caminar en dirección a la cabina—tampoco es que estemos muy ocupados acá afuera.









No servía de mucho discutir con Rocket, siempre terminaba dándole la razón y haciendo lo que le pidiera. Observaba la inmensidad de colores que parecían abrazar a la Milano cuando Rocket dio el salto que les acercaría a la Tierra.








—¿Crees que la Tierra haya cambiado mucho desde la última vez que estuvimos allí?—preguntó él, rompiendo el silencio entre ambos.









—La verdad no tengo idea. No había pensado en eso.








—Y...¿has pensado en tu papá?—Beatriz apretó los labios—con eso que fue el único en...








—Sobrevivir al chasquido—asintió sin dejar de mirarla—creo que hay cosas mejores en qué gastar mis pensamientos. Como en la vez que todos ustedes salieron a curiosear en Alder y Peter y yo nos quedamos aquí ¿recuerdas?








—Si, Peter había pescado un resfriado garlaxiano.









—Bueno, eso fue lo que les dijimos—sonrió para sí misma con la memoria de las dos horas a solas en la Milano. Entonces vio a su amigo quien tenía una mueca de asco—¿qué?









—Par de trastornados—respondió segundos antes de sacudir su cuerpo junto a la imagen mental que quería evitar—¡ugh!








Beatriz soltó una risita dándole play al celular que yacía en la base integrada al brazo de su asiento. Una canción aleatoria de los Jonas Brothers inundó el silencio en cuanto oprimió dicho comando.








El volver a un lugar con carga emocional como lo era la base de los Vengadores le ponía nerviosa, más al ver cada vez más cerca la emblemática "A" por el cristal trató de tranquilizarse. No quería causar una escena y menos contagiarle su ansiedad a Rocket o Nebula con quien bajaba la rampa de la Milano.








—¿Seguro que no quieres que te acompañe?—le preguntó por tercera vez al marsupial deteniéndose a medio camino.









—Segurísimo. Traeremos de vuelta al Thor-tilla en un abrir y cerrar de ojos.









—Está bien. Con cuidado—le sonrió pasando la mano por su cabeza suavemente, siguiendo a Nebula ya en el pasto.









—¡Oye, humano!—gritó Rocket en dirección al hombre sentado a las afueras del recinto—¿y el grandote?









—Creo que en la cocina—le respondió.








Beatriz acomodó detrás de su hombro los mechones de cabello oscuro y metió las manos en los bolsillos de su chaqueta apresurando el paso para alcanzar a su amiga encontrándose más de cerca con el sujeto que sostenía lo que parecía comida en su mano.









—Que cool—añadió una vez más señalando la nave detrás suyo, distrayéndose por un momento con Nebula quien ni siquiera le miró—¿vienes del espacio?









—De México, realmente—frunció el ceño viendo el objeto que sostenía—¿eso es lo que ustedes creen que es un taco?









—Supongo—lo levantó para mirarlo.









Qué raros son los gringos—murmuró negando conforme se alejaba.









Pese a que Nebula se le había perdido de vista conocía el camino —o eso pensaba— a la entrada. La última vez que estuvo allí no tenía la suficiente claridad mental para poder apreciar los artefactos que poseían en el gigantezco almacén de muros de cristal. Levantó la cabeza mirando lo alto que era causando un eco cada vez que sus botas pisaban el suelo recién pulido.








—Pero si es Star-Girl—dijo una voz masculina a su izquierda. Era Tony Stark. Ella se detuvo y le miró tras suspirar—por un momento pensé que no vendrías...¿ya no me dirás palabrotas en español?








—¿Ya no te comportarás como un idiota?









—Touché—Beatriz entrecerró los ojos sin cambiar su expresión seria—¿cómo has estado?









—Mmm, veamos. No duermo porque cada que cierro los ojos recuerdo que un gigante morado me arrebató al amor de mi vida y a mi familia...¡ah! también pienso en matarme todos los días—sonrió cínicamente para enfatizar su punto—pero basta de hablar de mí. ¿Y tú, Tony? ¿qué tan difícil es la vida de millonario? ¿cómo está Pepper? Escuché que te casaste. ¿Tu hija? De seguro ya debe estar enorme.









El hombre tensó la mandíbula ante el tono tan agrio con que hablaba dándose cuenta que fue una pregunta muy tonta. De todos era el que mejor suerte había tenido desde el chasquido y ni siquiera se molestaba en recordar el destino de quienes lucharon a su lado contra Thanos. El ver tanto dolor en los ojos cafés de la mexicana le quitó la valentía de continuar la conversación por lo que sin más, siguió su camino al interior del lugar.

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