Capítulo 38

Jungkook se detuvo al escuchar la voz del doctor Kim llamándolo, y giró sobre sus talones, notando la emoción en el rostro de Seokjin.

—¡Jeon! —dijo Seokjin, visiblemente entusiasmado— ¡Ya sé dónde buscar información sobre Jimin!—

Jungkook lo miró con interés, pero también con cautela—¿Información? ¿Dónde? —preguntó, su tono reflejando una mezcla de esperanza y confusión.

—Cuando era niño, mi abuelo tenía unos libros antiguos en su despacho. Me decía que era muy pequeño para entenderlos, así que nunca me dejó leerlos,  pero una vez vi algo… —Seokjin hizo una pausa, sus ojos llenos de recuerdos— Había una fotografía, una imagen de algo muy parecido a la forma simbiótica de Jimin. Era... una motita de algodón brillante—

Jungkook frunció el ceño, asimilando lo que Seokjin le decía—¿Cómo es posible que alguien tuviera una fotografía de algo similar a Jimin si hasta ahora es la primera vez que descubrimos un simbionte como él? —

—Eso mismo me pregunté yo —replicó Seokjin, sacudiendo la cabeza, como si aún intentara comprenderlo— Cuando mi abuelo falleció, todos esos libros y sus investigaciones fueron confiscados por el consejo de la época y almacenados en la biblioteca de archivos clasificados—

Jeon hizo una mueca de disgusto.

Aún así, Seokjin puso una mano en su hombro y le dijo en voz baja —Sé que no te gusta usar el poder de tu apellido o tus conexiones, pero esta vez debemos hacerlo, Jungkook... por Jimin—

Jungkook asintió, con una comprensión resignada. Si aquellos archivos estaban en la sección clasificada, era porque contenían información vital, y solo un reducido número de personas tenía acceso.

Así, ambos se dirigieron hacia el área restringida en un vehículo militar. Mientras Seokjin observaba el camino, su mente divagaba, sintiendo la presión de la responsabilidad sobre sus hombros. ¿Qué encontraría en esos archivos? No lo sabía con certeza, pero estaba convencido de que cualquier información podría ser crucial para ayudar a Jimin y a la humanidad.

El edificio de archivos clasificados se alzaba ante Jungkook y Seokjin como una fortaleza impenetrable, ubicado en la zona más restringida de la base. Sus muros grises y altos parecían desafiar a cualquiera que intentara entrar sin la autorización debida. Al acercarse, notaron los múltiples anillos de seguridad que rodeaban el lugar, cada uno reforzado por guardias armados hasta los dientes, que patrullaban en silencio y con una seriedad intimidante.

Mientras avanzaban hacia la entrada, fueron sometidos a una serie de rigurosas inspecciones. Los guardias verificaron sus identidades en varios puntos de control, escaneando sus brazaletes revisando sus registros, como si con solo una mirada pudieran leer sus intenciones. Los soldados les lanzaban miradas escépticas, pero el nombre de Jungkook y la presencia de Seokjin, uno de los principales científicos de la base, les abrían el paso.

Finalmente, llegaron a la puerta principal del edificio, una estructura de acero macizo con un sistema de seguridad integrado. Esta puerta no era cualquier entrada; parecía una barrera indestructible, diseñada para repeler cualquier intento de intrusión. Mientras esperaban que el sistema procesara sus identidades, Seokjin notó los sensores que cubrían cada ángulo del vestíbulo, detectando cualquier posible amenaza. La atmósfera era asfixiante, como si incluso el aire estuviera bajo vigilancia.

A medida que avanzaban por los pasillos, cada puerta y cada barrera parecía aumentar en complejidad. Seokjin y Jungkook atravesaron un segundo anillo de seguridad, donde los escáneres biométricos revisaban desde su frecuencia cardíaca hasta la temperatura de sus cuerpos, asegurándose de que ningún impostor se escabullera. Las cámaras giraban para seguir sus movimientos, registrando cada paso que daban en un silencio ensordecedor.

Finalmente, después de cruzar el último anillo de seguridad, se encontraron frente a la entrada de la sala de archivos: una imponente puerta de metal blindado, como una gran caja fuerte. Esta última barrera era tan intimidante que parecía gritar que lo que había detrás de ella no podía caer en manos equivocadas.

 Jungkook y Seokjin intercambiaron una mirada: sabían que esos archivos guardaban secretos de vital importancia.

La puerta de la sala de archivos estaba equipada con un sistema de triple seguridad. Había una ranura para una llave especial, una pantalla para ingresar un código y un lector de huellas y retina. Jungkook observó la puerta con detenimiento; incluso él, con su acceso como comandante, no había visto una seguridad tan estricta en ningún otro lugar de la base. Los archivos que se almacenaban aquí eran tan valiosos que no cualquiera podía siquiera acercarse.

Un guardia veterano, con una expresión de alerta y determinación, se acercó y los detuvo antes de que intentaran abrir la puerta.

—¿Motivo de su visita? —preguntó, con la misma rigidez con la que se le había enseñado a defender aquel lugar.

Seokjin dio un paso adelante y explicó—Estoy realizando una investigación. Necesito consultar cierta información que solo se encuentra aquí—

El guardia, imperturbable, negó con la cabeza—Lo siento, doctor Kim, pero sin una orden oficial no puedo dejarlo entrar—

Jungkook observó la situación y decidió intervenir. Dio un paso hacia el guardia, con la postura erguida y su expresión seria —Soy Jeon Jungkook, comandante del escuadrón de exterminación Cerbero e hijo de Jeon Gongyoo, comandante supremo. Necesito acceder a esos archivos—

El guardia se tensó, tragando saliva mientras observaba al joven comandante. Aun así, intentó mantenerse firme —Señor, entiendo la situación... pero las órdenes…

Seokjin cruzó los brazos y añadió con un tono frío —¿Sabes que estás bloqueando el acceso al futuro comandante supremo? —Su voz tenía una autoridad casi intimidante—

El guardia comenzó a sudar, visiblemente nervioso. La presión en la atmósfera se sentía como una carga pesada.

Jungkook mantuvo su mirada fija en el guardia. Aquel rostro era serio, implacable, una expresión que en los campos de batalla hacía temblar a cualquiera —Si necesitas una orden específica, está bien. Llamaré a mi padre en este mismo momento —dijo, levantando la muñeca para activar su brazalete de comunicación.

El guardia, al ver el movimiento, levantó las manos, claramente perturbado—¡Señor, no es necesario, comandante! —dijo finalmente, su voz cargada de miedo y respeto—. Puede pasar—

Jungkook y Seokjin asintieron, y el guardia accedió a abrir la puerta de seguridad. Los mecanismos de la caja fuerte emitieron un sonido mecánico mientras giraban y desbloqueaban, como si cada cerrojo reconociera la importancia de aquel momento.

La sala de archivos era fría y silenciosa, impregnada con un aire casi reverencial. Los estantes metálicos se extendían en hileras interminables, cada una etiquetada con los nombres de científicos y sus investigaciones. A diferencia de la mayoría de los archivos modernos, estos documentos estaban en papel, un detalle arcaico que reflejaba la importancia de la información contenida. Seokjin suspiró al ver la magnitud del lugar; cada estante parecía contar una historia de descubrimientos y teorías olvidadas.

—Empieza desde aquel extremo —indicó a Jungkook— Estamos en la sección “K”. Mi abuelo era Kim Heechul—

Jungkook asintió y se dirigió al final de la estantería mientras Seokjin comenzaba su búsqueda en el otro lado. Les tomó varios minutos avanzar entre las filas, revisando meticulosamente cada archivo, hasta que finalmente, ambos se detuvieron frente a una estantería que llevaba el nombre "Kim Heechul."

 Al abrir una de las cajas, Seokjin sintió una mezcla de respeto y orgullo: ahí estaba el trabajo de toda la vida de su abuelo, cuidadosamente almacenado y preservado. Era increíble que toda una vida de investigaciones se encontrara en esas páginas amarillentas y cajas polvorientas, archivada como si fuera algo olvidado en el tiempo.

Con mucho cuidado, comenzó a hojear los documentos y libros, que contenían teorías, análisis científicos y algunos estudios sobre historia antigua del siglo XXI.

Pero entonces, en el fondo de una de las cajas, Seokjin encontró lo que buscaba. Abrió un viejo libro y se detuvo al ver una fotografía, justo la imagen que recordaba: la figura de una pequeña mota luminosa, idéntica a la forma simbiótica de Jimin.

—Mira esto —dijo, pasándole la fotografía a Jungkook con manos temblorosas por la emoción y el asombro.

Jungkook observó la imagen con incredulidad —¿Cómo es posible? —murmuró— ¿Esto significa que… hubo otros como Jimin? ¿Que ya sabían sobre su existencia? —

La cabeza de Seokjin daba vueltas. Las implicaciones de esa imagen y de los documentos que acababa de descubrir parecían desafiar todo lo que creía saber. Sin responder, empezó a leer el libro con frenesí, buscando respuestas en cada línea.

A medida que avanzaba, sus ojos se abrían cada vez más. Página tras página, las palabras parecían desentrañar un secreto antiguo, algo que había estado enterrado por generaciones. Sus manos empezaron a temblar.

Seokjin sintió un escalofrío recorrer su cuerpo mientras leía. Cada palabra revelaba otro secreto más  oscuro que el anterior enterrado bajo capas de engaños que, hasta ese momento, habían formado la base de su mundo.

Sus manos temblaban y sus ojos se volvían rojos; a pesar de intentar contenerse, las lágrimas comenzaron a acumularse en ellos. La magnitud de lo que acababa de descubrir lo devastaba, un golpe silencioso y demoledor a todo en lo que alguna vez creyó.

—Seokjin… —La voz de Jungkook lo sacó brevemente de su trance—. ¿Encontraste algo sobre Jimin que nos pueda ayudar?

Pero Seokjin no respondió de inmediato. Con la vista perdida en el suelo, rodeado de aquellos documentos que contenían la verdad, su mente procesaba esa revelación aplastante. Finalmente, dejó caer el libro que sostenía y, sin fuerzas, se sentó entre las cajas. Su respiración era entrecortada, y cuando habló, su voz apenas fue un susurro cargado de dolor.

—Lo encontré todo —murmuró—. Todo sobre los simbiontes, sobre su origen, y… sobre cómo llegaron a la Tierra—

Las lágrimas brotaban sin control mientras sus manos temblorosas intentaban limpiar su rostro. Jungkook lo observaba, cada vez más alarmado y confundido.

—¿Qué es lo que está mal, Seokjin? —preguntó con cautela.

Seokjin levantó la vista, con el rostro marcado por la desesperación —Todo, Jungkook. Todo lo que nos enseñaron… la historia de la humanidad… es una mentira. Una gigantesca y cruel mentira. —Volvió a tomar un libro y, en un impulso casi desesperado, siguió leyendo, susurrando para sí mismo—. Los humanos debieron haberse extinguido hace mucho… el mundo estaría mejor sin nosotros—

Jungkook, alarmado, se arrodilló frente a él, tomando su rostro entre sus manos —Explícame, por favor. No entiendo nada. ¿Por qué dices que los humanos debieron extinguirse? —

Seokjin lo miró con ojos enrojecidos, con un sufrimiento tan profundo que parecía consumirlo —Porque los malos… los verdaderos monstruos… somos nosotros, no ellos—

—¿Qué? —Jungkook apenas podía comprender—. ¿De qué estás hablando? —

Seokjin sostuvo el libro frente a Jungkook y comenzó a explicar, tratando de calmar su respiración mientras su voz temblaba.

—Recuerda las clases de historia. Desde niños nos enseñaron que la humanidad fue devastada por los meteoritos que cayeron. Las ciudades fueron destruidas, muchas vidas se perdieron… y luego, la plaga de simbiontes que infectó el mundo, transformando a los humanos en monstruos. —Seokjin apretó los labios, su voz rota por el dolor—. Pero a esa historia le falta una parte importante, la parte que ocultaron deliberadamente—

Jungkook lo miraba, sin poder ocultar el asombro—¿Qué parte? —

—Los meteoritos trajeron más que destrucción —continuó Seokjin, sin desviar la vista del documento—. Trajeron… vida. Pequeñas criaturas, alienígenas diminutos, que habían permanecido en hibernación en el espacio, en ausencia de oxígeno. Al entrar en contacto con la atmósfera de la Tierra, despertaron… y los humanos las encontraron—

A medida que leía en voz alta, Seokjin tenía que detenerse para limpiar sus lágrimas. Sentía que toda su existencia se rompía en fragmentos.

—Estas criaturas… —continuó con un hilo de voz— Eran descritas como pequeñas motas de luz, como algodón brillante. Tenían la capacidad de formar vínculos con otros seres vivos: animales, plantas… los transformaban, los mejoraban. Los humanos comenzaron a recolectarlas, maravillados con sus habilidades. Pero la curiosidad no fue suficiente. La avaricia… la avaricia humana lo arruinó todo—

Las palabras parecían pesar en su garganta, casi ahogándolo.

—¿Qué hicieron? —preguntó Jungkook, tratando de entender la magnitud de lo que estaba escuchando.

Seokjin continuó, cada palabra resonando en la sala silenciosa, mientras la verdad se desplegaba frente a ellos —No les bastaba con observarlas. Empezaron a experimentar. Las usaron en cultivos, buscando aumentar su productividad, y también probaron con animales. Pero no se detuvieron ahí… —Seokjin tragó con dificultad—. Querían más. Se hicieron preguntas terribles, preguntas como las que escuchamos hoy: "¿Y si esas habilidades pudieran transmitirse a los humanos?". Querían erradicar enfermedades, regenerar órganos, obtener el secreto de la vida eterna—

Jungkook escuchaba en silencio, con el rostro pálido y los ojos abiertos de par en par, atrapado en la gravedad de la revelación.

—Entonces… ¿forzaron la fusión? —preguntó con un nudo en la garganta.

Seokjin asintió, devastado.

—Los humanos intentaron manipular genéticamente a los simbiontes, forzándolos a unirse con nosotros, buscando obtener sus habilidades. Pero algo salió terriblemente mal. —Su voz era apenas un murmullo—. Y de ese experimento fallido nació… el Paciente Cero. No obtuvo la vida eterna, ni curación, ni fuerza sobrehumana. En su lugar… se convirtió en un monstruo—

Ambos se quedaron en silencio, la verdad cayendo como una losa sobre ellos. La humanidad, que tanto temía a los simbiontes y los consideraba una plaga, había sido la creadora de su propia pesadilla.

Jungkook estaba paralizado, incapaz de procesar lo que Seokjin acababa de leer.

Era como si un trueno le hubiera estallado en el pecho, desgarrándole el alma con cada palabra que reverberaba en su mente. ¿Cómo habían sido capaces los humanos de ocultar algo tan terrible? ¿Cómo podían haber jugado con la vida misma, sin pensar en las consecuencias? Era como si toda su lucha, su existencia, se desmoronara en un abismo de mentiras.

Seokjin se rió entonces, pero no era una risa de alivio; era amarga, rota, como si las palabras que tenía que pronunciar quemaran su garganta. Las lágrimas se derramaban sin cesar por sus mejillas, y su mirada, perdida en el papel, reflejaba un odio visceral hacia la humanidad.

Sin levantar la vista, murmuró, con un tono de desprecio hiriente— Entre más leo… más asco siento por mi propia especie—

Jungkook apartó la mirada, incapaz de soportar la desesperanza en los ojos de Seokjin. El dolor era tan profundo que sentía como si el aire mismo fuera tóxico, como si su propia existencia fuera una burla cruel de la historia.

 ¿Todo por lo que había luchado? ¿Cada pérdida, cada sacrificio? Todo… producto de un error humano.

Seokjin continuó, su voz temblando de rabia —Los científicos de aquella época… creyeron que podían jugar a ser dioses. Intentaron controlarlo, contenerlo, pero ya era demasiado tarde. Lo que comenzó con un solo infectado… evolucionó hasta volverse contagioso. Si un humano entraba en contacto directo con el infectado, se convertía. Un simbionte nacía dentro de él, destruyendo su conciencia, desgarrando su humanidad… hasta transformarlo en un monstruo—

La mente de Jungkook se llenó de imágenes de aquellos seres infectados que había cazado sin piedad. La memoria de cada bala disparada, cada vida arrancada, ahora lo quemaba como un ácido que corroía sus entrañas.

Él y todos los que había conocido en el escuadrón se habían vuelto cazadores, convencidos de estar protegiendo a la humanidad, cuando en realidad, los mismos humanos habían sido quienes liberaron aquella pesadilla en la Tierra.

Seokjin lo miró entonces, con los ojos enrojecidos y un rastro de amargura en su voz—Y en lugar de asumir su culpa, temieron lo que habían creado —continuó, dejando que las palabras llenaran la habitación con una pesadez insoportable— Los científicos… culparon a los simbiontes, esas pequeñas criaturas luminosas que alguna vez fueron pacíficas. Todos los centros de investigación donde los mantenían cautivos fueron cerrados, y los simbiontes… exterminados. Los quemaron en hornos, los fundieron, como si pudieran borrar sus propios errores con fuego y cenizas—

Cada palabra parecía apuñalar a Jungkook, una y otra vez. La visión de aquellos hornos, del calor y las llamas, se hacía vívida en su mente, aunque nunca los había visto en realidad. Era como si pudiera sentir el peso de cada alma extinguida, de cada ser destruido. La humanidad, su humanidad, había sido capaz de cometer ese crimen, de extinguir una especie entera en un intento desesperado por salvarse a sí misma.

Seokjin apretó los puños, las lágrimas fluyendo con rabia contenida— Los humanos —escupió con desprecio—Somos expertos en extinguir especies. A lo largo de nuestra historia, millones de especies de árboles, animales, formas de vida… han sido borradas de la faz de la Tierra por nuestra mano. ¿Y ahora? Ahora somos responsables de su desaparición también—

Seokjin dejó caer los documentos sobre el piso, incapaz de soportar la carga de su contenido por más tiempo.

Jungkook miraba los papeles con una mezcla de repulsión y tristeza. Era como si el peso de todas esas vidas, de todas esas almas inocentes como Jimin, que habían perecido, se posara sobre sus hombros, aplastándolo.

—¿Y qué ganamos? —preguntó Seokjin con voz quebrada, su mirada perdida en algún punto lejano— La materia residual de sus cuerpos… la enterraron en los cráteres de los meteoritos, como si pudieran enterrar también sus pecados. Pero el karma, tuvo su propia manera de devolvernos el golpe. Porque el primer infectado… no fue destruido del todo. Logró escapar una muestra de laboratorio y se extendió como una plaga… y allí comenzó el verdadero apocalipsis—

Jungkook sintió un temblor en todo su cuerpo, como si el frío mismo del vacío se hubiera apoderado de él. Cada detalle, cada palabra, parecía arrancarle un pedazo de su humanidad. La infección, la que él había intentado detener durante tanto tiempo… había sido el castigo final de los simbiontes hacia aquellos que los habían destruido.

Seokjin continuó, su voz cada vez más desgarrada —Era imposible de frenar— prosiguió, las palabras saliendo como un susurro helado— No había arma, ni metal, ni tecnología capaz de matarlos. La única manera era quemar sus cuerpos hasta que no quedara nada… hasta reducirlos a cenizas—

El dolor en la voz de Seokjin era una tortura para Jungkook. Él había sido parte de esa maquinaria de destrucción, creyendo en un propósito noble, sin saber que estaba perpetuando una atrocidad. Cada misión, cada “monstruo” que había exterminado… no eran más que víctimas de un ciclo de odio y exterminio.

—La humanidad disminuyó… —dijo Seokjin en un tono bajo, su mirada fija en un pasado que Jungkook no podía imaginar  —Los países más fuertes se unieron y crearon las ciudadelas, fortificadas con muros… pero esos muros solo los protegieron hasta que se descubrió el karhozanium. Un mineral encontrado en los cráteres de los meteoritos, un mineral… creado a partir de los restos de los simbiontes quemados—

Las palabras de Seokjin perforaron el corazón de Jungkook. Lo que pensaban que los protegía… era, en realidad, la última maldición de aquellos seres que habían exterminado.

—¿El karhozanium…? —murmuró Jungkook, su voz temblando.

Seokjin asintió, una tristeza infinita en su rostro —Sí, Jungkook. El karhozanium es la materia que quedó de los cuerpos de los simbiontes. No solo los destruimos… también tomamos sus restos, los convertimos en nuestras municiones, en nuestras defensas. Usamos sus cuerpos… para exterminarlos de nuevo—

Ambos se quedaron en silencio, el peso de la verdad aplastándolos, robándoles el aliento. Jungkook sentía su mente al borde de la locura, como si su identidad misma se fragmentara ante esa revelación. Todo por lo que había luchado, cada sacrificio… no era más que una extensión de un pecado ancestral, de una atrocidad que la humanidad había cometido sin piedad.

Seokjin miró a Jungkook, su voz quebrada y su rostro devastado —Siempre pensé… que Jimin era diferente —murmuró —Creí que era una especie distinta a los simbiontes parásitos, pero no. Son lo mismo, Jungkook. Los simbiontes se volvieron parásitos porque los humanos los modificaron… porque los obligaron a ser así—

El mundo de Jungkook se desmoronaba ante sus ojos. Jimin, ese precioso ser que amaba, que había considerado diferente… era, en esencia, una víctima de ese genocidio  ancestral.

Los seres que había cazado, las vidas que había tomado… ¿cuántas eran como Jimin? ¿Cuántos eran simplemente víctimas de un destino cruel que los humanos habían tejido para ellos?

Seokjin cerró los ojos, dejando que sus lágrimas fluyeran sin restricción. Y en ese momento, Jungkook sintió cómo la culpa, la ira y la tristeza se entrelazaban en su corazón, desgarrándolo sin piedad. Ambos estaban atrapados en una verdad tan devastadora que parecía imposible de soportar, y en el silencio, compartieron un dolor que ni el tiempo ni las lágrimas podrían borrar jamás.

Seokjin, con la voz quebrada y la vista fija en algún punto indefinido, continuaba sollozando. Sus palabras eran un susurro roto: —No tenía idea… nunca imaginé que habríamos llegado tan lejos.— Su rostro estaba marcado por la desesperación, cada lágrima trazando una línea de dolor sobre su piel. —¿Quién sabe qué habría pasado si hubiéramos dejado a los simbiontes en paz? Tal vez habríamos podido convivir… quizás podrían haberse unido a nosotros. Pero… ya no importa, Nunca lo sabremos.—

Jungkook observaba a Seokjin con el pecho oprimido, la incredulidad transformándose en una mezcla de furia y angustia. —¿Entonces por qué… Jimin no es como ellos? ¿Por qué él no se volvió un parásito?— preguntó, su voz temblando entre la necesidad de respuestas y la ira acumulada.

Seokjin se limpió las lágrimas con la manga de su uniforme, intentando recuperar la compostura. —Mi teoría  es que Jimin nunca estuvo cerca de los humanos, Jungkook. Cuando cayó a la Tierra, debió aterrizar en una zona aislada, quizás en un pequeño fragmento de meteorito, perdido entre la naturaleza.— Respiró hondo, buscando calma. —Según lo que Jimin te contó, nunca había visto a un humano hasta ahora. Vivió en simbiosis con plantas, animales… simplemente, dejándose llevar por el viento. Jimin ha estado aquí durante siglos, manteniéndose puro, sin la contaminación de nuestra intervención—

Jungkook retrocedió, como si ese conocimiento fuera demasiado para asimilar. —¿Entonces por qué tiene un efecto sobre los simbiontes infectados? ¿Por qué los destruye si son de la misma especie?— Su voz era apenas un susurro, pero la tensión en su cuerpo hablaba por sí sola.

Seokjin negó con la cabeza, dejando escapar un suspiro de resignación. —Esos simbiontes ya no son como Jimin. Lo que queda en ellos es solo un eco distorsionado, una sombra. Fueron alterados, manipulados. Lo que una vez fueron se perdió en nuestra codicia. Pero Jimin… él es puro, y su energía descompone esa mutación, como si quisiera devolverlos a lo que eran, pero ya no pueden, así que acaba con ellos —

Seokjin bajó la mirada, sus palabras cargadas de amargura —Destruimos su especie, y ahora… queremos usar al único que queda para completar esa destrucción. Queremos que Jimin nos proteja de los suyos, cuando nosotros mismos provocamos esto.—

Jungkook sintió una oleada de rabia indescriptible. Era como si todo su ser se resistiera a aceptar la realidad que Seokjin le estaba exponiendo. —No dejaré que lo toquen,— murmuró, cada palabra resonando como una promesa. —Nadie modificará a Jimin—

Entonces, Seokjin se puso de pie con renovada determinación. Guardó cada libro, cada archivo que había sacado, y lo miró con una chispa de valentía en los ojos. —Voy a sacar todo esto a la luz,— dijo, su voz firme a pesar de la humedad en sus ojos. —Voy a recordarles a todos quiénes son los verdaderos monstruos—

Seokjin volvió su mirada hacia Jungkook, intensa y decidida. —Llévate a Jimin, Jeon. Llévalo lo más lejos posible—

Jungkook lo miró, sorprendido, como si no pudiera creer lo que Seokjin le estaba pidiendo.

—La humanidad puede irse al infierno,— continuó Seokjin, su voz cargada de desprecio y desesperanza —Llévate a Jimin lejos de toda esta mierda. Si quedan años, meses o incluso días antes de que todo termine… vivan esos momentos en paz. La humanidad no merece una segunda oportunidad, no después de tanta sangre, de tantas mentiras.— Seokjin bajó la mirada, y un último sollozo escapó de sus labios. —Jimin no será el sacrificio para que sigan destruyendo este mundo.—

Jungkook asintió, incapaz de hablar, sintiendo que el peso de las palabras de Seokjin se clavaba en su pecho como una verdad innegable.

                          ⭐☁️🌟

La sala de mando de la Capital estaba sumida en una tensión palpable, con las luces titilando sobre los monitores y los sonidos de los radares emitiendo un zumbido constante. En el centro de la sala, un enorme monitor mostraba imágenes en vivo de los drones y cámaras satelitales, y lo que se veía era nada menos que aterrador.

Soobin, había sido asigando a esa área, con el rostro sombrío y los ojos muy abiertos, observaba las imágenes mientras sus manos temblaban ligeramente sobre el panel de control.

 A su lado, Hyunjin intentaba mantener la calma, pero la intensidad de lo que veía en pantalla le dificultaba respirar. Los radares habían detectado una cantidad anómala de movimiento en los alrededores de la Capital, y lo que los drones mostraban superaba cualquier predicción.

—¿Es… es posible? —murmuró Soobin, su voz apenas un susurro mientras sus ojos se paseaban sobre las imágenes en el monitor. Frente a ellos, cientos de infectados se desplazaban en todas direcciones, acercándose desde cada punto cardinal, creando un cerco alrededor de la ciudad.

Hyunjin respiró profundamente, su mirada fija en aquellos seres que se acercaban. Los había de todos los tamaños y formas; algunos monstruosos, de entre cinco y diez metros de altura, con extremidades alargadas y deformes que parecían capaces de aplastar todo a su paso.

 Otros, en cambio, eran más pequeños, pero sus movimientos rápidos y letales los hacían aún más aterradores. Sus pieles grises, sus ojos vacíos y fijos en la dirección de la Capital, como si algo inexplicable los atrajera con un propósito letal.

—Esto… esto no tiene sentido, ¿de dónde están saliendo? —dijo Hyunjin, incapaz de ocultar la ansiedad en su voz. Sus dedos se movían rápidamente sobre el teclado, buscando respuestas en los archivos de las cámaras y los registros, pero cada segundo que pasaba solo mostraba más y más de aquellos seres. Un número nunca antes visto.

—No lo sé —respondió Soobin, secándose el sudor de la frente—, pero no podemos permitir que lleguen a la Capital. Si entran… —su voz se cortó, incapaz de terminar la frase. Ambos sabían lo que eso significaría.

Sin perder más tiempo, Soobin activó el intercomunicador de emergencia y envió la señal de alerta a toda la red de defensa de la ciudad.

—Aquí Soobin, en la sala de mando. ¡Tenemos una amenaza de nivel extremo! —dijo, tratando de mantener la voz firme mientras activaba los protocolos de emergencia.

—Necesitamos todo el armamento disponible en las murallas y defensas aéreas —añadió Hyunjin, dirigiéndose a los otros operadores—. No sabemos cómo han llegado hasta aquí, pero si entran, será el fin—

La sala se llenó de murmullos tensos y sonidos de teclas, mientras cada miembro del equipo de seguridad se apresuraba a cumplir sus tareas.

 Soobin y Hyunjin intercambiaron una última mirada, una mezcla de temor y determinación. Ambos sabían que la supervivencia de la Capital dependía de ellos y de cada disparo, cada misil, cada barrera que pudieran levantar antes de que el enjambre de infectados llegara a las puertas de la ciudad.

Hola mis amores este capítulo me salio un poco demasiado largo de verdad, no pensé que tendría que escribir tanto, afortunadamente salí más temprano del trabajo.

Pero quería dejarles todo detallado sobre los simbiontes y su verdadero origen, posiblemente ya algunos pudieron haberlo predicho, no es como una trama del otro mundo, los humanos extinguiendo cosas gastando recursos y buscando la forma de sobrevivir.

No sé si les guste la forma en que quise llevar este tema, pero si miramos nuestro mundo actual, el planeta está muriendo, debido al consumismo, los bosques desaparecen, los glaciares se descongelan, los animales tienen menos habitad.

Cada uno debemos poner un granito de arena, porque si seguimos así, vamos a terminar destruidos por nuestra propia mano.

Aunque no estuve sola para crear el origen de los simbiontes nuevamente mi hermano Aizakk_Davsetiz  estuvo dándome ideas.

Los amo mucho mucho, perdon por mi intento de discurso y gracias por leer ❤️

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