Capítulo 36
La Capital se alzaba como un monolito imponente ante los ojos de todos los recién llegados. Sus gigantescos edificios, que parecían rozar el cielo, y los complejos de viviendas y oficinas se extendían hasta donde la vista alcanzaba.
Sin embargo, lo que más destacaba era el muro colosal de 40 metros de altura que rodeaba la ciudad, hecho de Karhozanium puro, diseñado para ser el último bastión de la humanidad, Vigilado día y noche por guardias altamente entrenados, el acceso a la Capital solo era imposible, nada podía arriesgarse, no había cabida para un error, cuando el destino de la humanidad dependía de esos muros.
Pero para el equipo Cerbero, esa majestuosa fortaleza era poco más que una jaula dorada. Una prisión disfrazada de santuario, donde la política y la burocracia dictaban el ritmo de la vida.
Era un lugar donde las decisiones que afectaban a miles eran tomadas por unos pocos privilegiados que nunca habían pisado el suelo donde se libraba la verdadera batalla por la supervivencia.
Al llegar al cuartel asignado, el equipo quedó en silencio, analizando el espacio. Era un lujo desmedido comparado con las condiciones a las que estaban acostumbrados.
El cuartel era lo suficientemente grande como para alojar a seis familias completas, con todas las comodidades imaginables. Refrigeradores rebosantes de comida fresca, frutas exóticas y platillos que afuera solo se veían en sueños. Salas amplias, amuebladas con sofás de cuero y enormes pantallas que transmitían programas de entretenimiento y películas antiguas, mientras el resto del mundo luchaba por un plato de comida en comedores comunales abarrotados.
—Igualdad y una mierda —murmuró Changbin mientras observaba la opulencia desde la ventana. Afuera, las luces de la ciudad brillaban con un esplendor que parecía insultar al sufrimiento de los demás.
—Esto es la Capital —agregó Soobin con un tono de desdén— donde solo la élite es prioridad. Mientras nosotros arriesgamos el cuello allá fuera, ellos están aquí, cómodos, viendo la vida pasar—
Félix, que observaba el interior con una mezcla de asombro y resentimiento, preguntó de repente—¿El comandante Jeon no nació aquí en la Capital?—
TaeHyung asintió lentamente, sus ojos perdidos en algún punto del horizonte —Sí, su padre es el jefe de jefes. De aquí es de donde viene. ¿De dónde creían que salió? —
—Pero él no es como ellos —añadió Namjoon rápidamente, su voz cargada de admiración y lealtad— Solo viene aquí cuando es absolutamente necesario. Para rendir cuentas de las misiones o para traer algo importante—
—Dicen que su madre murió en la ciudadela F —comentó Félix en voz baja, como si esa verdad fuera un secreto doloroso.
Namjoon asintió de nuevo, esta vez con más gravedad—Sí. Al parecer, ella era doctora. Le gustaba salir del confort de estos muros y hacer jornadas de salud en las zonas más afectadas. No todos aquí son cobardes... pero es raro ver a alguien con el valor de enfrentarse al mundo real—
Después de un breve silencio, Félix, volvió a preguntar con una mirada cautelosa —¿Y su hermano mayor, el primer comandante Jeon JaeHyung? —
Namjoon suspiró profundamente antes de contestar. —El primer lider del escuadrón Cerbero. JaeHyung fue un héroe, un guerrero. Él y el comandante reunieron a los mejores soldados de las ciudadelas para protegerlas cuando la Capital ya tenía suficiente seguridad. El escuadrón Cerbero fue su legado, inspirado en los ideales de su madre, quien creía en la igualdad. No querían que solo los más privilegiados sobrevivieran; su misión era proteger a todos, en especial a las minorías que el sistema parecía ignorar. —
TaeHyung, con un tono sombrío, añadió —Fue un gran hombre… hasta que se infectó en una misión. La infección avanzó rápido, y el comandante— Su voz se apagó por un momento. —Él... tuvo que tomar la decisión de acabar con su vida—
—Y aún así, sigue adelante—, murmuró Hyunjin —Sigue protegiéndonos a todos—
El ambiente en la sala se volvió más denso, cargado de respeto y tristeza. Todos sabían la carga que ese sacrificio había dejado en el comandante. El dolor de perder a su hermano y, además, ser el responsable de su muerte, era una sombra que siempre había seguido a Jungkook, aunque rara vez hablaba de ello.
Soobin, que llevaba un rato pensativo, suspiró y preguntó sin preámbulos: —¿No sienten curiosidad por Jimin? — Pregunto dándole un giro a su conversación.
Changbin fue el primero en hablar, dejando escapar una pequeña sonrisa. —Siempre me pareció lindo— admitió. —Tenía ese aire de que no pertenecía a este mundo... y, bueno, parece que literalmente no lo es —
TaeHyung sonrió de lado, añadiendo con tono bromista pero cargado de afecto, —Nuestro comandante merece lo mejor, ¿no? Un esposo que viene de las estrellas. Si lo mirabas detenidamente, casi parecía una deidad. Tan puro…—
La conversación se volvió más distendida, y todos sonrieron ante la idea de Jimin, este ser celestial, al lado de su imponente comandante.
Hyunjin, con la curiosidad más viva, preguntó —¿Habrá más como Jimin por ahí? —
Namjoon negó suavemente con la cabeza —Si hubiera más, ya lo habríamos descubierto. Personas como él no se encuentran todos los días—
Félix soltó una carcajada —El comandante nunca deja de sorprenderme. Desde el principio supo que había algo especial en Jimin, por eso lo mantuvo cerca—
Hasta ese momento, Hoseok había estado en silencio, ajeno a la conversación como si estuviera sumido en sus propios pensamientos. Pero finalmente habló, su voz grave y reflexiva —Jimin es más humano que cualquiera de nosotros. Lo digo porque he convivido con él durante meses. Nadie más es tan bondadoso, tan bueno, e inocente. El mundo no lo ha corrompido, y tampoco lo hará su alma es hermosa y brillante—
Todos asintieron en silencio, concordando con la verdad que Hoseok había compartido.
Jimin no era solo un ser de otro mundo, sino uno que reflejaba lo mejor de la humanidad que muchos de ellos creían haber perdido.
—Extraterrestre, deidad, simbionte, humano o lo que sea, Jimin es el esposo del comandante, y uno de los nuestros — Murmuró Changbin — Como miembros de Cerbero nuestro deber es protegerlo—
Todos asintieron con solemnidad.
Hoseok los observó con admiración, ellos realmente eran un equipo increíble—Siempre me he preguntado… ¿por qué se llaman Cerbero? No soy soldado, así que nunca lo entendí del todo—
TaeHyung esbozó una sonrisa —Cerbero, el guardián de las puertas del inframundo, y este mundo es un infierno y nosotros lo protegemos, un lobo, Tres cabezas, tres propósitos—
Namjoon con voz calmada, lo explicó en términos sencillos —Cada cabeza del lobo simboliza algo diferente. La primera es ‘Fuerza’, porque sin ella no podríamos proteger a nadie. La segunda es ‘Lealtad’, porque entre nosotros no puede haber traiciones ni dudas. Y la tercera es ‘Sacrificio’. No estamos aquí para vivir una vida cómoda. Sabemos que, en algún momento, caemos… pero la humanidad debe sobrevivir—
Soobin, con su habitual calma, añadió—Es por eso que nuestra frase es “Somos Cerbero, guardianes eternos. Nosotros caemos, pero la humanidad prevalece", Es un recordatorio de por qué hacemos lo que hacemos, si alguno de nosotros muere, los demás siguen luchando por mantener a la humanidad en pie—
Hoseok asintió lentamente, procesando lo que acababa de escuchar—Tiene sentido… —murmuró, pero su voz reflejaba una mezcla de admiración y tristeza—. Todos ustedes han perdido tanto, pero aun así siguen adelante, siguen luchando. ¿Por qué? —
Changbin fue el primero en responder—Perdí a mi familia en un ataque cuando era joven. Al principio no tenía razón para seguir, me sentía vacío. Pero entonces encontré al escuadrón. Proteger a la humanidad es lo único que me queda, y es lo único que vale la pena. La humanidad debe prevalecer, aunque nosotros no—
Félix asintió, mirando a Hoseok directamente —Cada uno de nosotros ha perdido a alguien. Es por eso que estamos aquí. Necesitábamos algo por lo cual seguir viviendo, y proteger a la humanidad... es el único motivo que encontramos—
Soobin, en su tono tranquilo, se unió a la conversación —El escuadrón Cerbero es nuestra familia ahora. Juntos, podemos asegurarnos de que lo que le pasó a nuestras familias no le pase a otras personas. El comandante Jeon nos dio ese propósito—
Hoseok escuchó en silencio, comprendiendo más profundamente el vínculo que unía a ese grupo de soldados. Eran más que compañeros de armas; eran una familia forjada por la pérdida, el dolor y la necesidad de proteger lo que aún quedaba del mundo.
—Es curioso —añadió Hyunjin después de una pausa—. Cuando JaeHyung y Jungkook fundaron Cerbero, querían que fuéramos más que simples soldados. Querían que fuéramos un símbolo. Un símbolo de la última resistencia. Algo que diera esperanza a aquellos que ya la habían perdido—
—Y lo han logrado —agregó TaeHyung con una sonrisa—, porque seguimos aquí, peleando. Tal vez caigamos, pero mientras podamos seguir de pie, la humanidad también lo hará—
Hoseok miró a cada uno de ellos, sintiendo el peso de sus palabras. Aunque no era soldado, empezaba a entender por qué Cerbero era tan especial, y por qué todos ellos habían encontrado en esa misión la razón para seguir luchando.
💫
Mientras tanto, en la sala médica, el comandante Jeob observaba a través del cristal, su rostro una mezcla de preocupación y determinación. Allí estaba Jimin, tendido en la camilla, rodeado de aparatos que monitoreaban cada latido de su corazón, cada respiración, cada signo vital.
El cuarto estaba lleno de cables y dispositivos que parecían envolver a Jimin como una red, haciendo que su figura se viera pequeña e indefensa en medio de toda la tecnología.
A pesar de todo, Jungkook no podía apartar la vista. Verlo así, tan vulnerable, le partía el corazón. Los médicos lo rodeaban, moviéndose con precisión, ajustando monitores, cambiando tubos y tomando notas, pero su mente estaba lejos de lo que sucedía a su alrededor. Sus ojos seguían fijos en Jimin, buscando cualquier señal de mejoría.
Seokjin, permanecía al lado de la camilla, escribiendo frenéticamente en su tablet, pero de vez en cuando, alzaba la vista para mirar a Jungkook, como si supiera exactamente lo que estaba sintiendo.
Era una mirada que transmitía un poco de consuelo, pero también una dosis de realidad. El camino hacia la recuperación sería largo, incierto.
Jungkook apretó los puños a su lado, sintiendo una mezcla de impotencia y frustración. Aquí, en esta sala blanca y fría, rodeado de aparatos, no podía hacer nada. Su lugar estaba en el campo de batalla, tomando decisiones, protegiendo a los suyos. Pero en este momento, lo único que podía hacer era esperar. Y eso lo mataba por dentro.
Observó el rostro de Jimin, pálido bajo la luz estéril de la sala. Su respiración era estable, pero el comandante no podía dejar de notar lo frágil que se veía. Tan diferente de la vitalidad que Jimin siempre había proyectado, de esa energía brillante que lo hacía ver maravilloso.
El aire en la sala pareció haberse congelado en el instante en que el sonido estridente del monitor cardíaco de Jimin se apagó.
El pitido largo y continuo que indicaba el paro llenó cada rincón, sofocando cualquier otro sonido. Jungkook sintió que su corazón se detenía al mismo tiempo, sus manos temblaron mientras las presionaba contra el vidrio, impotente. Los médicos reaccionaron al instante, corriendo hacia Jimin, haciendo maniobras de reanimación, colocando una máscara de oxígeno, intentando por todos los medios traerlo de vuelta.
El oxígeno en la sangre de Jimin bajaba rápidamente; cada segundo se sentía como una puñalada en el pecho de Jungkook. La desesperación lo consumía, y su mandíbula se apretaba mientras observaba sin poder hacer nada. Sus puños golpearon el vidrio, un intento inútil de romper la barrera invisible que lo separaba de la persona a la que más amaba.
SeokJin, que había estado al lado de la camilla tomando notas, ahora estaba quieto, con las manos en la cabeza, luchando por contener su propia desesperación. Las luces intermitentes y los pitidos de los aparatos creaban una sinfonía infernal, una pesadilla hecha realidad.
Los médicos se movían como relámpagos, colocando el desfibrilador sobre el pecho de Jimin, sus cuerpos tensos y concentrados. El cuerpo de Jimin, ya frágil por las heridas y las pruebas que había soportado, apenas se estremeció bajo la descarga eléctrica. “¡Otra vez!”, gritó uno de los médicos, pero Jungkook no escuchaba nada más que el martilleo incesante de su propio corazón.
Una segunda descarga. Luego una tercera.
El tiempo se distorsionó en su mente, extendiéndose en una eternidad insoportable. Los ojos de Jungkook ardían mientras los mantenía fijos en Jimin, el cuerpo pequeño y frágil que parecía tan inerte bajo los cables y aparatos.
Y entonces, cuando la esperanza parecía desvanecerse, el monitor emitió un leve pitido. Un latido. Luego otro.
Jimin, de alguna manera, seguía luchando. Los médicos soltaron un suspiro colectivo mientras el ritmo cardíaco de Jimin comenzaba a estabilizarse, aunque débilmente.
SeokJin exhaló con fuerza, dejando caer las manos de su cabeza y volviendo a tomar notas con manos temblorosas.
Los signos vitales de Jimin, aunque débiles, empezaron a mejorar, el oxígeno lentamente subiendo, el ritmo cardíaco volviendo a un nivel más seguro.
Pero el miedo no se iba. El aire seguía denso de incertidumbre. Jimin no era completamente humano, y nadie podía prever cómo respondería su cuerpo. Era un misterio que incluso los mejores médicos de la capital no podían resolver.
Jungkook, con las palmas aún pegadas al cristal frío, soltó un suspiro ahogado. La impotencia seguía apretando su pecho, pero junto con ella, una chispa de esperanza surgía en medio del caos. Jimin seguía aquí, peleando. Pero la guerra no había terminado.
Su mente no podía dejar de recordar cómo Jimin había llegado a su vida, un ser tan distinto, tan frágil y tan genuino. No era alguien hecho para la brutalidad del mundo en el que vivían, sino todo lo contrario. Jimin era un ser lleno de paz, irradiando una pureza que era imposible ignorar.
Y eso, precisamente, fue lo que conquistó a Jungkook. En un mar de oscuridad, Jimin había sido su única luz.
No podía perderlo, no a él. Jimin en poco tiempo se había convertido en todo lo que hacía que su vida tuviera sentido, la razón por la que, por primera vez, había imaginado un futuro que no estuviera lleno de muerte y guerra.
Había aprendido a sonreír de nuevo gracias a él, a encontrar pequeños momentos de paz en medio del caos, Jimin, con su inocencia y su ternura, había suavizado las aristas más duras de su alma.
El rostro de Jungkook permanecía tenso, los ojos aún fijos en el cristal que separaba su mundo del cuerpo frágil de Jimin. Sentía su respiración entrecortada, como si estuviera atrapado en un ciclo infinito de desesperación.
Justo en ese momento, Seokjin salió de la sala, cerrando la puerta tras él con un suspiro pesado.
—Tómalo con calma, Jungkook —le dijo Seokjin, con una voz suave pero firme. Se acercó despacio, intentando transmitirle una calma que el comandante necesitaba desesperadamente—No olvides quién eres. Eres el comandante Jeon Jungkook, del escuadrón Cerbero. Eres la persona que ha tenido el coraje de alzar la voz en contra de la injusticia del mundo actual, y también eres el único capaz de mantener a Jimin a salvo. Tus soldados confían en ti. Jimin confía en ti—
Jungkook tragó con dificultad. Seokjin tenía razón, siempre lo tenía. En medio de la tempestad emocional, se obligó a recordar quién era. No podía permitirse el lujo de ceder al miedo y la desesperación.
No solo era el pilar de Cerbero, el líder en quien todos confiaban. Era también el esposo de Jimin, el único que podía protegerlo.
Asintió lentamente, tratando de encontrar su centro una vez más.
—Estoy bien —dijo finalmente, su voz más firme, aunque aún cargada de la tormenta que rugía en su interior.
Seokjin esbozó una leve sonrisa, un gesto de apoyo antes de colocar algo en la mano de Jungkook. El brazalete de Jimin. Su toque, frío y familiar, envió una oleada de emociones a través de su cuerpo.
Jungkook apretó el brazalete entre sus dedos, un recordatorio tangible de lo que debía proteger, de lo que estaba en juego.
—Aunque tuvo esa crisis —continuó Seokjin, buscando las palabras con cuidado—, inexplicablemente, después de eso, parece estar mejor. Como si su cuerpo se hubiera reiniciado. Lo llevaré más tarde a hacerse una tomografía completa, pero no podrá usar nada de metal. Debemos tener cuidado—
Jungkook no apartó la mirada del brazalete mientras Seokjin hablaba. El dolor seguía allí, pero algo en sus palabras le ofrecía una pequeña esperanza.
—Jimin es fuerte —añadió Seokjin—. Está luchando por volver a tu lado—
Aquella afirmación hizo que el pecho de Jungkook se comprimiera con fuerza. Apretó más el brazalete, sintiendo su forma fría y metálica en la mano, como si fuera un ancla que lo mantuviera a flote en ese mar de incertidumbre. No se iría de allí hasta que pudiera devolverle ese brazalete a Jimin. No se permitiría caer.
—Tengo que volver al laboratorio —continuó Seokjin—. Debo estudiar las muestras que hemos tomado. Hay algo más... esa forma de Jimin, esponjosa nube flotante de algodón... luminosa. Me resulta familiar. Sé que he visto algo así antes, pero no recuerdo bien—
Jungkook frunció el ceño, levantando la vista hacia Seokjin —¿Dónde lo viste? —preguntó, aunque sabía que la respuesta aún no estaba lista.
—No lo sé aún. Pero lo recordaré. Y cuando lo haga, podríamos entender más de lo que está sucediendo con él—Seokjin le dio una palmada suave en el hombro antes de girarse para irse, dejando a Jungkook solo en el pasillo.
Jungkook suspiró fijando sus ojos nuevamente en Jimin, en ese caos de emociones, un pensamiento cruzó su mente: no estaba solo.
Los miembros de su escuadrón, su familia elegida, estaban allí, en algún lugar de la capital, listos para apoyarlo como siempre lo habían hecho. A pesar de la frialdad de los muros que los rodeaban, sabía que ellos también sentían la misma angustia y preocupación por él y por Jimin, Namjoon, TaeHyung, Changbin, Hyunjin, Soobin, y Félix . Todos ellos estaban aquí, enfrentando sus propios fantasmas, pero dispuestos a ofrecerle su lealtad y compañía.
Incluso Hoseok, el amigo de Jimin, aunque no era un soldado como los demás, también estaba allí por él, ofreciendo su apoyo de una forma sincera y genuina.
Jungkook pensó en ellos, en las bromas a medias que compartieron en el bosque, en las veces que habían peleado juntos, hombro a hombro, protegiéndose unos a otros sin dudar.
No eran solo un escuadrón; eran una hermandad. Sabía que, aunque no lo expresaran siempre con palabras, estaban preocupados por él, por su bienestar. Porque, aunque él fuera el líder, también era alguien a quien querían y respetaban profundamente.
Esa certeza lo llenó de una pequeña chispa de fortaleza. Jimin lo necesitaba, pero no solo él. Su escuadrón lo necesitaba. Cerbero lo necesitaba. Había sido el pilar de su equipo durante tanto tiempo, el que les había dado un propósito cuando todo parecía perdido. Ahora no podía dejar que el miedo lo destruyera, no podía derrumbarse.
Respiró hondo, dejando que esa idea lo reconfortara. Se prometió a sí mismo que no importaba cuán desesperante fuera la situación, encontraría una manera de proteger a Jimin. Y cuando lo hiciera, pondría ese brazalete en su muñeca y lo llevaría de vuelta a donde pertenecía: con él, al frente de un futuro que aún podían construir juntos.
Hola mis amores tardé un poco Pero aquí está, el capítulo, donde conocimos un poquito más a nuestro escuadrón, y lo que significa para ellos pertenecer a Cerbero.
Además SeokJin dice haber visto algo parecido a Jimin….
Nos leemos pronto.
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