Capítulo 34
El resplandor de la explosión aún danzaba en los ojos de todos, como un eco de lo que acababan de presenciar. Jimin, ahora inerte en el suelo, no respiraba. Jungkook estaba arrodillado a su lado, con sus manos temblorosas aferradas a las de Jimin, pálidas y frías como el mármol. El miedo lo embargaba, y por primera vez en su vida, el comandante Jeon, un hombre que nunca había mostrado vulnerabilidad, estaba completamente indefenso.
—¡Jimin! —gritó con la voz rota, sacudiéndolo con desesperación— ¡Jimin, por favor!—
El cuerpo de su esposo no reaccionaba. Un delgado hilo de sangre caía por la nariz de Jimin, contrastando con su piel, que ahora parecía casi translúcida. Jungkook acercó el oído a su pecho, pero no había latido, no había nada. El mundo se desmoronaba a su alrededor. La habitación, el ruido de fondo, todo desapareció mientras se ahogaba en la realidad de perderlo.
—¡No tiene signos vitales! —gritó, buscando desesperadamente alguna ayuda—. ¡Seokjin! —
Seokjin, que hasta hace unos segundos observaba incrédulo la escena, corrió hacia ellos. Aunque no era médico, no podía quedarse de brazos cruzados.
—¡Déjame ver! —dijo Seokjin, inclinándose sobre Jimin para comprobar su pulso. No había nada. Un vacío inquietante. Inmediatamente, comenzó a practicarle RCP, apretando el pecho de Jimin con la fuerza justa para reanimarlo—. ¡Vamos, Jimin! ¡No me hagas esto! —
Cada compresión en el pecho de Jimin parecía más desesperada que la anterior. Jungkook observaba, incapaz de contener sus lágrimas, mientras las manos de Seokjin trabajaban frenéticamente. Pero no había respuesta. Jimin seguía sin respirar, y el color de su rostro se desvanecía a un ritmo aterrador.
—¡Necesito oxígeno! —ordenó Seokjin, sin perder la concentración en las compresiones—. ¡No puede respirar por sí mismo, alguien traiga un tanque de oxígeno, rápido!
Namjoon y TaeHyung corrieron hacia una de las esquinas del laboratorio, buscando el equipo necesario, mientras los demás observaban con horror lo que parecía una situación sin esperanza.
El rostro de Jimin ya no era el mismo, su piel parecía haber sido drenada de vida, y hasta su cabello se veía opaco, sin ese brillo característico que siempre tenía. Incluso si lograban reanimarlo, ¿podría sobrevivir a esto?
Los segundos se sentían como horas para Jungkook, cada latido de su propio corazón era un recordatorio de lo que Jimin ya no tenía. No podía perderlo, no ahora. Se inclinó hacia él, susurrando con la voz quebrada:
—Por favor... por favor, Jimin—
Seokjin seguía presionando, pero el aire en el laboratorio se volvía más denso, como si todo el mundo estuviera esperando un milagro que no llegaba.
Las manos de Seokjin no se detenían, su rostro concentrado mientras luchaba por devolverle la vida a Jimin. Jungkook, de rodillas a su lado, observaba sin aliento, con el corazón en la garganta, sintiendo que cada segundo lo alejaba más de la posibilidad de salvarlo. De repente, un débil y apenas perceptible sonido llenó la sala: el latido de un corazón.
—¡Lo tengo! —gritó Seokjin, con una mezcla de alivio y urgencia en la voz.
Con rapidez, colocó la máscara de oxígeno sobre el rostro inerte de Jimin. El aire empezó a fluir, inflando suavemente su pecho, pero su cuerpo seguía inmóvil, sin respuesta alguna. Jungkook, con lágrimas en los ojos, tomó su mano, sintiendo cómo la frialdad de la piel de Jimin lo estremecía hasta lo más profundo.
—¿Por qué no despierta? —preguntó Jungkook, desesperado—. ¡Su corazón está latiendo, Seokjin! ¿Por qué no reacciona? —
Seokjin, que aún jadeaba por el esfuerzo, negó con la cabeza mientras ajustaba la máscara de oxígeno. Su mirada estaba llena de preocupación y confusión.
—No lo sé —admitió Seokjin, sin poder ofrecer ninguna explicación—. Su corazón late, pero es como si su cuerpo no pudiera… volver. Tal vez está en shock. Nunca hemos visto algo como esto—
El silencio que siguió fue abrumador. Jungkook apretó con fuerza la mano de Jimin, como si con ese simple acto pudiera atraerlo de nuevo al mundo. El dolor en su pecho era insoportable; sentir el cuerpo de Jimin respirando pero sin reacción lo desgarraba por dentro.
—¿Y Han? —preguntó Jungkook de repente, buscando respuestas desesperadas—Han sabría qué hacer. ¿Dónde está? —
Haruto, que estaba parado cerca, intervino con voz apagada —Él estaba en la estación subterránea cuando todo comenzó, nadie sobrevivió allí —
El golpe fue devastador, Han un hombre valioso y un gran compañero, ahora se sumaba a la lista de pérdidas. Jungkook sintió como si el peso del mundo cayera sobre sus hombros en ese momento. Había perdido a tantos compañeros.
Y ahora su esposo, la persona que más amaba, estaba atrapado en ese estado de limbo, entre la vida y la muerte.
Seokjin miró a Jungkook, sabiendo lo que estaba pensando. El silencio en la sala era abrumador, el sonido del oxígeno y el leve latido del corazón de Jimin eran los únicos signos de vida. La angustia era palpable, como si todos estuvieran esperando un milagro, o al menos una señal de que todo no estaba perdido.
—Tenemos que seguir luchando, Jungkook —dijo Seokjin suavemente—No lo vamos a perder, pero necesitamos tiempo. Y sin Han, será mucho más difícil—
Jungkook cerró los ojos por un momento, intentando contener el torbellino de emociones que amenazaba con consumirlo. Había soportado batallas, misiones suicidas y la muerte de muchos subordinados, pero nada se comparaba a la idea de perder a Jimin. Lo miró, todavía inerte, como si estuviera en otro lugar, fuera de su alcance.
El dolor lo estaba destrozando.
La tensión en la sala se hizo aún más densa cuando los brazaletes comenzaron a vibrar y la comunicación se reanudó. Las voces del equipo de seguridad resonaban a través de los canales, informando de lo que había sucedido más allá de las paredes del laboratorio.
—Comandante —la voz de Jungwon sonaba tensa, pero clara— Los infectados han dejado de atacar. Algo… algo los envolvió. Era una luz, como una energía… Se detuvieron de golpe, como si estuvieran congelados—
Jungkook intercambió una mirada con Seokjin y Namjoon, sus mentes trabajando a toda velocidad para comprender lo que había pasado. Las actualizaciones seguían llegando de los demás sectores.
—Todos los infectados han caído en los sectores 3 y 5 —dijo otra voz a través de los brazaletes—. ¡Están… inertes! La ciudadela está a salvo—
Pero lo que hizo que Jungkook sintiera un nudo en el estómago fue la siguiente transmisión, la voz de Soobin a través del canal.
—Comandante… El satélite acaba de confirmar el rango de la explosión… fueron 300 kilómetros a la redonda. Toda la ciudadela y más allá fue cubierta por esa energía. No queda ni un solo infectado en pie—
Las palabras resonaban como un eco en la cabeza de Jungkook. Trescientos kilómetros. Toda la ciudadela. La magnitud de lo que había hecho Jimin era imposible de ignorar. Mientras el mundo había caído en el caos, Jimin, esa pequeña motita luminosa, había logrado lo que nadie más pudo. Había salvado a todos.
Pero el costo… el precio que había pagado…
Jungkook sintió que su garganta se cerraba, un nudo apretándose ferozmente en su pecho mientras su mirada caía sobre el cuerpo inerte de Jimin. Su piel, pálida y sin vitalidad, el los había protegido a todos, pero Jungkook no había podido mantenerlo a salvó.
Sus ojos comenzaron a arder, las lágrimas que había contenido durante tanto tiempo querían salir. Se sentía impotente, vacío. Su mente lo torturaba con la idea de que Jimin había dado todo lo que tenía, y ahora estaba ahí, inconsciente, luchando por su vida. Jungkook se inclinó hacia él, sosteniendo su mano fría entre las suyas, apretándola con fuerza como si pudiera devolverle el calor y la vida.
—Lo hizo para salvarnos… —susurró con la voz quebrada, apenas audible, más para sí mismo que para los demás.
El peso de la culpa lo estaba aplastando.
El silencio en la sala era casi ensordecedor, solo interrumpido por las respiraciones pesadas y los suaves pitidos de los dispositivos. Todos seguían atónitos, sus miradas fijas en el cuerpo inerte de Jimin, y en Jungkook, quien nunca antes había mostrado una vulnerabilidad tan cruda, tan real. El comandante Jeon siempre era el hombre de acero, pero ahora estaba roto, de rodillas junto a su esposo, aferrándose a una esperanza casi inexistente.
Hoseok, que había estado inmóvil desde la explosión, sintió sus piernas temblar. Jimin no solo era su amigo; lo consideraba su familia. Verlo en ese estado, desprovisto de vida, era algo que no podía asimilar. Con pasos vacilantes, se acercó, sus rodillas fallando cuando cayó junto a Jimin en el suelo.
Las lágrimas ya le llenaban los ojos mientras miraba el rostro pálido de su amigo, intentando comprender lo que había pasado.
—¿Se va a mejorar…? —La voz de Hoseok apenas fue un susurro, rota, temblorosa. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, como si ya supiera la respuesta y temiera escucharla en voz alta. Miró a Seokjin, buscando desesperadamente una respuesta, una señal de esperanza.
Seokjin, que mantenía la calma a pesar de la tensión que lo rodeaba, revisó nuevamente la máscara de oxígeno sobre el rostro de Jimin. El laboratorio no estaba equipado para tratar emergencias de este tipo, y eso lo preocupaba aún más.
—No lo sé, Hoseok —respondió con sinceridad, su mirada sombría—. Pero necesitamos moverlo a uno de los mesones, ya viene el equipo médico más cercano. Su cuerpo está estable, pero no tengo idea de cuánto tiempo podrá resistir sin una atención adecuada—
Jungkook, todavía inclinado sobre Jimin, apenas podía procesar lo que estaba pasando. Había sido testigo de muchas batallas, había enfrentado a los infectados incontables veces, pero nada de eso lo había preparado para ver a Jimin en ese estado.
En su interior, una tormenta se desataba. Sabía que la situación era extremadamente peligrosa. Su padre, el comandante supremo, no iba a quedarse quieto después de haber visto a Jimin transformarse.
Lo vería como un experimento, una amenaza potencial. Jungkook apretó los puños, su mandíbula tensa, pero mantuvo sus pensamientos en silencio, debía mantener la cabeza fría.
Se limitó a mirar a Seokjin, que lo observaba con una expresión que indicaba que entendía lo que estaba pasando por su mente.
—Ya hablaremos de eso —murmuró Seokjin, como si leyera su preocupación. Ambos sabían que la situación era peligrosa, pero en ese momento, lo más importante era mantener a Jimin con vida.
Con delicadeza, movieron a Jimin al mesón del laboratorio, su cuerpo inerte seguía sin dar señales de despertar. La presión en el pecho de Jungkook crecía con cada segundo que pasaba, pero no tenía tiempo para lamentarse. Necesitaba estar listo para lo que venía, y sabía que la verdadera lucha estaba por comenzar.
En ese momento, el sonido de pasos apresurados irrumpió en el tenso silencio del laboratorio. Changbin y Hyunjin aparecieron en la puerta, jadeando, con sus trajes de combate rasgados y manchas de sangre en sus brazos. Pasaron por encima de los cuerpos de los infectados que yacían inmóviles en el suelo.
—¡Estuvimos a punto de morir! —exclamó Changbin, su voz entrecortada por la adrenalina—. Una luz... una luz apareció de la nada y nos salvó. Los infectados simplemente... cayeron—
Hyunjin asintió, aún en estado de shock —No entendemos qué pasó, pero esa luz... —continuó, sus ojos recorriendo la sala, buscando respuestas.
Félix, que había estado observando la situación en silencio, dio un paso al frente y señaló a Jimin, quien seguía inerte sobre el mesón —La luz vino de él —dijo, su voz llena de asombro—. Jimin nos salvó a todos—
Los ojos de Changbin y Hyunjin se posaron sobre Jimin, confundidos y atónitos. Era difícil de procesar lo que acababan de escuchar, y más aún lo que habían visto. ¿Cómo podía Jimin haber hecho algo así? ¿Qué era lo que realmente estaba pasando?
Jungkook, que hasta ese momento había estado en silencio, respiró hondo y se preparó para explicar lo inexplicable. Sabía que sus compañeros merecían una explicación, pero también sabía que las palabras no serían suficientes.
—Jimin... no es del todo humano, como lo han visto, —comenzó, su voz cargada de emoción—. Sé que es difícil de entender, pero lo que hizo fue para protegernos. No es malo. Ustedes han estado con el, nunca ha querido lastimar a nadie, solo... Quería ayudarnos—
Los chicos lo miraron con una mezcla de confusión y comprensión, en el mundo de muerte en el que ellos vivían cualquier cosa era posible. Y a pesar de lo extraño y aterrador que era todo, habían visto con sus propios ojos lo que Jimin había hecho. Habían sentido la luz salvarlos, detener a los infectados justo a tiempo. Y, aunque la situación era complicada, había algo que entendían con claridad: estaban vivos gracias a él.
Changbin, aún recuperándose del shock, suspiró y bajó la cabeza—Estuve a segundos de ser mordido... —murmuró— Si Jimin hizo eso, le debo la vida—
Namjoon, que había estado observando la escena en silencio, dio un paso al frente y agregó en voz baja, pero firme—Todos le debemos la vida.
Las palabras resonaron en la sala, cargadas de verdad.
Entonces el Comandante Supremo entró con pasos firmes, su mirada severa recorriendo la sala. La tensión aumentó al instante. Se dirigió directamente hacia Seokjin, su voz resonando en el laboratorio.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —exigió—. ¡Quiero explicaciones ahora mismo! —
Seokjin, que todavía estaba procesando todo lo que acababa de ocurrir, sintió la presión del momento. No tenía respuestas claras; ni siquiera él sabía con certeza qué estaba ocurriendo con Jimin. Tragó saliva, intentando mantener la calma.
—Señor... —dijo, eligiendo sus palabras con cuidado—. Jimin... podría ser un simbionte. Uno único en su especie. Capaz de adaptarse y, al parecer, de eliminar a los infectados—
El silencio que siguió a su declaración fue casi palpable, roto únicamente por el ruido de los pasos apresurados del equipo médico que acababa de llegar. Entraron con camillas y equipamiento, anunciando que ellos se encargarían de la situación.
Pero antes de que pudieran acercarse a Jimin, Jungkook se interpuso en su camino, su cuerpo rígido, una barrera impenetrable. Su mirada se clavó en la de su padre, el Comandante Supremo.
—Jimin es mi esposo, y van a tratarlo como tal —dijo, su voz temblando de rabia contenida y desesperación—. No permitiré que lo traten como un objeto ¿Entendido?—
Los médicos asintieron sin dudar.
El Comandante Supremo, con una frialdad casi inhumana, lo observó, su expresión endurecida—¿Tu esposo?, Eso ni siquiera es humano —replicó, con un tono helado.
—¡Es más humano que muchos! —gritó Jungkook, dando un paso hacia adelante, su voz llena de furia y dolor—. Jimin no es un monstruo. Está aquí porque quería ayudar, porque eligió luchar junto a nosotros. No voy a dejar que lo traten como si fuera... ¡una cosa! —
El Comandante Supremo lo miró fijamente por un largo instante, midiendo cada palabra de su hijo. Luego, con una voz contenida pero firme, dijo —Claro que va a ayudar. Será llevado a la capital para una mejor investigación—
Jungkook sintió un nudo en el estómago. Sabía lo que significaban esas palabras. Sabía lo que le harían a Jimin si lo llevaban a la capital. Lo convertirían en un experimento, lo estudiarían hasta destruirlo.
Jungkook negó con vehemencia, su voz llena de determinación —No te lo llevarás así —declaró, apretando los dientes. Su corazón latía con fuerza, impulsado por el amor y la desesperación.
El Comandante Supremo se echó a reír, una risa fría y despectiva—No se te olvide con quién hablas, comandante Jeon —dijo, su tono cargado de desdén— Si ya sabías eso no era humano, podrías ser investigado y acusado de ocultar información que podría ayudar a la supervivencia humana. Eso se considera traición a la humanidad. Podrías enfrentarte a la expulsión del ejército... o incluso a la cárcel. Tal vez algo peor: una ejecución—
Hola mis amores tarde pero llegué, pobre muestro comandante y nuestra motita ☁️🥺
Nos leemos pronto 💫
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