Capítulo 33
—Recojan lo necesario, nos dirigiremos al laboratorio del doctor Kim. Necesita ayuda inmediata, y debemos asegurarnos de protegerlo— Ordenó Jungkook.
El vicecomandante, siempre alerta, abrió los ojos y fue el primero en estar listo. Sus movimientos eran precisos mientras recogía su arma y equipo especial, los demás lo siguieron, uno tras otro, ajustando sus rifles y protecciones.
El aire estaba cargado de tensión, pero también de determinación.
Mientras los soldados se preparaban, Jeon lanzó una mirada a Jimin, una mirada que hablaba de temor y amor a partes iguales. Sabía que Jimin era la última opción, su única esperanza para detener la infección, pero no podía decirlo en voz alta, no aún. Al llegar con Jin, hablarían los tres.
Mientras todos se preparaban para moverse, Jimin se detuvo al escuchar una voz que provenía de uno de los pasillos oscuros. Era un susurro áspero, una súplica que le erizó la piel.
—¡Sácame de aquí! —
La voz era áspera, desgarrada por la desesperación. Movido por una extraña mezcla de compasión y curiosidad, Jimin se separó del grupo y siguió el sonido. El pasillo oscuro lo llevó hasta una celda, donde encontró a Bang, atrapado detrás de las rejas. Bang, que había sido el “amigo” de Hoonie, aunque Jimin sabía que esa relación había sido mucho más complicada.
Bang lo miraba con ojos fríos, pero detrás de ese hielo había algo más, algo que Jimin no pudo identificar del todo. Su piel se erizó al recordar su última interacción con él. Sabía quién era Bang, sabía que no era un hombre en quien se pudiera confiar.
Había intentado atacarlo una vez, al descubrir lo que Jimin realmente era.
—No puedo creer que no te hayas transformado —dijo Bang, su tono mezclando sorpresa y resentimiento—¿Cómo es que sigues siendo tú?—
Jimin sostuvo su mirada, intentando contener la tensión que sentía al estar frente a él.
—Yo no soy como los demás —dijo con calma, aunque por dentro temblaba—. No soy un monstruo—.
Bang lo observó en silencio, procesando las palabras. Sabía que dentro de ese cuerpo, Hoonie ya no existía, que todo lo que quedaba este ser diferente. Pero aún así, la sola imagen de ese rostro, tan similar al de Hoonie, lo perturbaba.
—¿Jihoon está… vivo dentro? —preguntó, aunque sus ojos ya revelaban que conocía la respuesta.
Jimin negó con la cabeza, las lágrimas comenzando a llenar sus ojos —No. Hoonie… ya no está. Yo intenté salvarlo, pero no pude. Mi nombre es Jimin —sus palabras salían con dolor, como si cada una fuera una herida abierta— Solo quiero ayudar a la humanidad. Eso es todo—
El silencio cayó entre ellos, Bang desvió la mirada, su expresión endurecida como siempre. A pesar de los sentimientos oscuros que lo habían dominado hacia Hoonie, Jimin podía ver algo en sus ojos que nunca había visto antes: vulnerabilidad.
—Sácame de aquí, Jimin —dijo Bang, con una voz que ya no contenía la rabia o el desprecio de antes—. No quiero morir aquí… si bombardean la ciudadela, no quiero estar atrapado en esta celda—
Jimin titubeó. Sabía lo peligroso que era liberar a alguien como Bang. No confiaba en él, no después de lo que había pasado. Pero las palabras de Bang resonaban en su mente. Y Hoonie había creído en él, de alguna manera, y aunque no entendía por qué, Jimin sintió que debía hacer lo mismo.
—¿Por qué debería liberarte? —preguntó Jimin, con su voz entrecortada—. Tú… tú me atacaste. No confío en ti—
Bang lo miró, esta vez sin rastro de la frialdad que lo caracterizaba—Porque no quiero morir como un animal en una jaula. Porque se que me equivoqué, no debí tratarlo así, Eunwoo era mejor que yo, por eso Ji lo eligió a él, sin embargo Ji… siempre creyó en mí. Y si realmente quieres salvar a la humanidad, entonces dame una oportunidad de redimirme. No te haré daño, lo juro—
Jimin apretó los labios, luchando con la decisión que tenía frente a él. Sabía que liberar a Bang no era algo que debería hacer, pero si Hoonie hubiera estado aquí, lo habría hecho sin dudar.
Sus dedos temblaban al sacar la tarjeta de acceso. No era por confianza, sino por una mezcla de compasión y una última pizca de fe en lo que Hoonie alguna vez había visto en él.
—Por Hoonie, no lo arruines —dijo Jimin, su voz apenas un susurro, mientras liberaba la cerradura de la celda. Las rejas se abrieron con un sonido metálico, y Bang lo miró con una mezcla de gratitud y asombro.
Jimin lo observó una última vez, su corazón latiendo con fuerza, antes de girarse y correr hacia donde Jeon y los demás lo esperaban.
Jeon se acercó a Jimin cuando lo vio regresar por el pasillo, sus ojos oscuros llenos de preocupación. Sin detenerse mucho en disimularlo, preguntó:
—¿Dónde estabas? —
Jimin lo miró, nervioso, y murmuró una respuesta vaga, evitando el contacto visual.
—Por allí… —dijo, su voz apenas un susurro, como si no quisiera decir más.
Jeon frunció el ceño, pero decidió no presionar. El cansancio y el estrés de la situación pesaban sobre todos.
—No te alejes de nosotros —le advirtió, con un tono más suave—. Vamos a salir hacia el laboratorio. Nos vamos pronto—
Jimin asintió, sin decir nada más. Sabía que Jeon tenía razón. El peligro estaba en todas partes, y en momentos como ese, separarse era lo peor que podía hacer.
En ese instante la puerta se abrió de golpe y entraron el sargento Kim y Hoseok. El sonido de sus pisadas apresuradas llenó la habitación, pero lo que más le impactó fue el llanto de Hoseok. Sin previo aviso, su amigo corrió hacia él, rodeándolo con los brazos, su cuerpo temblaba de manera descontrolada.
Jimin sintió cómo las lágrimas de Hoseok mojaban su cuello y, al instante, su corazón comenzó a latir más rápido, anticipando lo peor.
—¿Qué pasó? —preguntó con la voz baja, temblorosa.
Hoseok apenas podía hablar, su voz se quebraba en cada palabra—Jackson… —empezó, pero se detuvo un momento para intentar contener el sollozo que se ahogaba en su garganta—. Jackson no sobrevivió. Murió… murió para salvarme—
Jimin sintió como si el tiempo se detuviera. Las palabras resonaron en su cabeza, pero su mente no podía procesarlas. Jackson no sobrevivió. Era como si una parte de él se hubiera desconectado del mundo. El nudo en su garganta se hizo más fuerte, y pronto las lágrimas inundaron sus ojos, derramándose silenciosamente por sus mejillas.
Jackson… Recordó la vez en que le enseñó a cortar zanahorias en la cocina, mostrándole con paciencia cómo debía sostener el cuchillo, riendo cuando Jimin se equivocaba. “No te preocupes, bonito, con práctica lo lograrás”, solía decirle, su sonrisa cálida iluminando el ambiente.
Y aquellas noches en las que, se quedaba hasta tarde mostrándole como hacer galletas y pasteles, Jackson lograba levantar el ánimo de todos con sus bromas, convirtiendo el cansancio en risas.
¿Cómo podía estar muerto? Era difícil de creer. Jackson no solo era su amigo; era una de esas personas que siempre estaban ahí, con una palabra amable, un gesto sencillo que lo hacía sentir que, a pesar de todo, había algo por lo que valía la pena seguir luchando.
—No es justo… —susurró Jimin, la voz apenas un hilo roto por el dolor.
El llanto de Hoseok continuaba, pero Jimin estaba perdido en sus propios pensamientos. Los recuerdos con Jackson eran tan vívidos, tan cálidos, y ahora todo lo que quedaba era un vacío insoportable.
Jackson siempre había soñado con una vida tranquila, con alguien que lo amara y le cocinara después de un largo día. ¿Y ahora Ese sueño nunca se haría realidad. Jackson no estaría más para compartir esos momentos, para reír, para vivir.
La tristeza en su pecho comenzó a transformarse. Jimin había conocido el miedo, la angustia, pero el odio… eso era nuevo. Era una sensación extraña y desconocida para él, que siempre había sido tan inocente, tan puro. Sentía un calor sofocante crecer en su interior, una rabia que no sabía cómo manejar. Los infectados le habían quitado a alguien que apreciaba, alguien que solo quería ser feliz, y ahora esa furia que nunca antes había sentido lo consumía lentamente.
—Ellos… —empezó, su voz temblando mientras las lágrimas continuaban cayendo— Ellos solo me quitan a mis amigos—
Jimin apretó los puños, su cuerpo temblaba no solo por el dolor, sino por la nueva y aterradora emoción que lo recorría. El odio no era natural para él, pero en ese momento, no podía evitarlo. Jackson había sido alguien tan importante, y esos monstruos lo habían arrebatado de su vida, tal como lo habían hecho con Hoonie, Taemin y Rob.
No era justo.
Hoseok, con el rostro empapado de lágrimas y la respiración agitada, se separó lentamente de Jimin, aún temblando. Sus ojos, hinchados por el llanto, buscaban consuelo en el silencio, pero el dolor seguía latente en el aire. Mientras tanto, Jungkook, que había estado observando en silencio, se acercó a Jimin con pasos firmes pero cuidadosos.
Sin decir una palabra, Jungkook levantó la mano, y con delicadeza, limpió las lágrimas que aún caían por el rostro de Jimin. Sus dedos eran cálidos y cuidadosos, intentando borrar el rastro de tristeza, aunque sabía que el dolor no desaparecería tan fácilmente. Jimin alzó la mirada, encontrándose con los ojos oscuros y llenos de determinación de Jungkook.
—Ambos tiene que seguir viviendo por Jackson —dijo Jungkook con una voz suave pero cargada de firmeza— Si él hubiera estado aquí, no habría querido verlos rendirse—
Jimin asintió, aunque su corazón seguía pesado. Sabía que Jungkook tenía razón, pero el dolor seguía siendo abrumador. Sin embargo, el sentimiento de responsabilidad comenzó a crecer en su interior. Jackson había dado su vida por Hoseok, y ahora ellos debían seguir luchando. No podían permitir que su sacrificio fuera en vano.
—Tenemos que ir con el doctor Kim —continuó Jungkook, echando un vistazo al resto de los soldados—. Si logramos llegar hasta él, tendremos una mejor oportunidad—
Los soldados alrededor de ellos ya estaban listos y preparados para lo que les esperaba. Las armas cargadas, los rostros tensos pero decididos. Changbin, siempre imponente con su presencia, ajustó el cinturón que sostenía su ametralladora pesada.
El arma en sus manos parecía una extensión de él, como si fuera una parte natural de su cuerpo, y su expresión mostraba que estaba más que listo para abrirse paso entre los infectados.
—Estoy listo para lo que venga —murmuró Changbin, mirando hacia adelante con una mirada fría y calculadora—Nos abriremos paso como sea—
Jimin observó el equipo, su pecho aún oprimido por la tristeza, pero ahora también sentía el peso de la esperanza y el deber, entendía mucho más las emociones humanas, y sus complejidades.
—Vamos —susurró Jimin, más para sí mismo que para los demás— Tenemos que hacerlo—
Con una última mirada hacia donde Hoseok permanecía en silencio, se giró hacia Jungkook, sabiendo que, a pesar del miedo y del dolor, no podían permitirse dudar. Tenían que seguir adelante, por Jackson, por Hoonie, por todos aquellos que habían perdido.
La puerta de la cárcel chirrió ominosamente al abrirse, revelando un mundo sumido en el caos. El aire estaba impregnado de un hedor a sangre, y el eco de los gritos de los infectados resonaba en las calles. La tensión era palpable mientras el grupo se preparaba para lo que vendría.
—¡Vamos, sigan mi ritmo! —gritó Changbin, asumiendo el liderazgo al frente del grupo. Su ametralladora, estaba lista para abrirse paso entre los infectados que invadían la ciudad.
Con el corazón latiendo a mil por hora, Jungkook tomó la mano de Jimin, asegurándose de que no se separara de él —No te alejes de mí —le susurró, su mirada fiera pero protectora.
Jimin asintió, aunque la incertidumbre llenaba su pecho. Sabía que el peligro acechaba en cada esquina, pero también comprendía que debían seguir adelante.
Al salir, el grupo se encontró rodeado de una multitud de infectados, sus rostros ensangrentados y ojos vacíos de humanidad. Sin dudar, Changbin disparó, su voz resonando como un trueno en medio del estruendo.
—¡Abran paso! ¡Abran paso! —gritó, mientras los proyectiles zumbaban en el aire. Los infectados caían a su alrededor, pero el número parecía interminable. La adrenalina corría en las venas de todos, cada segundo podía significar la vida o la muerte.
Jungkook disparó a su lado, sus movimientos calculados, cada bala contaba. La combinación de su destreza y la valentía de Changbin les permitió avanzar, pero el esfuerzo no era suficiente.
Los miembros más destacados del escuadrón cerbero se movían con destreza e impotencia, en el campo de batalla, como si esto fuera solo un día más en su vida tan ajetreada, donde mantener la que quedaba de la humanidad a salvó era lo único que importaba.
Jimin, sintiéndose impotente, observaba con ojos amplios; la mezcla de miedo y admiración lo llenaba.
Los hermanos Kim eran letales, un disparo y un infectado en el suelo, ninguno podía fallar.
El sargento Kim, asegurándose que Hoseok estuviera cerca y Namjoon queriendo llegar lo antes posible al laboratorio.
—¡No podemos detenernos! —gritó Namjoon, cargando su arma mientras un infectado se lanzaba hacia ellos.
Con un movimiento rápido, Changbin empujó al monstruo hacia un lado, disparándole sin piedad —¡Cúbrenos! —gritó a Felix, que se mantuvo firme a su lado, disparando sin cesar.
A medida que avanzaban, las calles se convertían en un campo de batalla. El estruendo de los disparos y los gritos de los infectados llenaban el aire. Jimin sentía que el caos lo envolvía; cada paso que daban lo acercaba más a lo desconocido, y su corazón latía desbocado.
Finalmente, llegaron al laboratorio, que parecía una fortaleza en medio del caos. Pero la puerta estaba dañada y no había tiempo para descansar; un grupo de infectados se acercaba rápidamente. Changbin se volvió hacia el grupo, el sudor perlándole la frente.
—¡Entren! ¡Yo me encargaré de esto! —ordenó, su voz firme como el acero.
—¡No, Changbin! —gritó Jungkook, pero la determinación en los ojos de Changbin lo hizo callar. Era una decisión que todos habían temido.
—Comandante, ¡Vayan! —exclamó Changbin, su voz resonando con poder— ¡No dejaré que se acerquen!—
Jimin sintió un escalofrío recorrer su espalda al ver a Changbin plantado en la entrada, su ametralladora levantada. Los infectados se abalanzaban sobre él, pero no flaqueó. HyunJin se unió a él, ambos disparando con furia, tratando de detener la marea de monstruos que se acercaban.
—¡Es un locura! —gritó Jimin, sintiendo el terror apoderarse de él. Las lágrimas amenazaban con brotar mientras veía a esos chicos luchar con valentía.
—¡Sigan! —ordenó Changbin, sin apartar la vista de los infectados. Cada bala que disparaba era un sacrificio por el grupo que se adentraba en el laboratorio.
Los gritos y disparos resonaban en los oídos de Jimin mientras Jungkook lo arrastraba hacia adentro. A medida que cruzaban el umbral, el eco del combate se desvanecía, pero la angustia en el pecho de Jimin crecía.
—¡Changbin!, ¡Hyunjin! —gritó Felix, su voz desgarrada, pero el ruido del combate lo ahogó. A medida que la puerta se cerraba tras ellos, sintió que un pedazo de su corazón quedaba fuera, luchando entre la vida y la muerte.
—¡Debemos ayudarlos! —Susurró Jimin.
—No, Jimin. Ellos saben lo que hace, y no podemos arriesgarnos— Murmuró el comandante Jeon.
—¿Y si no regresan? —preguntó Jimin, su voz quebrada mientras se volvía hacia la puerta. La incertidumbre le carcomía el alma, la posibilidad de perder a Changbin le resultaba insoportable.
—Hicimos lo que pudimos. Ellos son fuertes, debemos seguir adelante por ellos—quien respondió fue TaeHyung, aunque su mirada reflejaba preocupación.
Mientras se adentraban en el laboratorio, Jimin sintió que el peso de la pérdida comenzaba a caer sobre él. Las lágrimas caían sin control por su rostro; el eco de la lucha resonaba en su mente, y el destino de Changbin y Hyunjin se volvía cada vez más incierto.
La batalla afuera podría haber terminado, pero dentro de él, la guerra apenas comenzaba.
🌟
La puerta del laboratorio se abrió con un chirrido agudo, revelando un pasillo sombrío y desolado. El escuadrón Cerbero dividido para enfrentar la amenaza de los infectados.
Los ecos de las balas resonaban como un tambor de guerra en la penumbra, mientras el sudor perlaba sus frentes, cada disparo un recordatorio de lo que estaba en juego.
Dentro del laboratorio, el comandante Jeon avanzó con determinación, su mirada fija en el objetivo. A su lado estaba Jimin, con sus ojitos llenos de incertidumbre y miedo, sus manos entrelazada , tratando de absorber la seguridad que emanaba de Jungkook.
Tras ellos, el sargento Kim protegía a Hoseok, quien se mantenía en alerta, dispuesto a responder ante cualquier peligro. El vicecomandante Namjoon, junto a Félix, cubría los flancos, disparando a los infectados que acechaban en los pasillos.
A medida que avanzaban, el aire se volvía más pesado, las balas silbaban a su alrededor, y el caos de la batalla se mezclaba con el latido frenético de su corazón. A cada paso, la preocupación crecía en su pecho; sabía que el peligro no estaba solo afuera.
Finalmente, llegaron a las puertas de cristal del laboratorio. Éstas se abrieron con un suave zumbido, revelando a Doctor Kim en una discusión acalorada con el comandante supremo.
Las paredes transparentes del laboratorio amplificaban la tensión en el aire, y el sargento Kim no pudo evitar quejarse en voz baja: —¿Por qué tienen que ser todas de cristal? Esto es un desastre esperando a pasar —
El comandante supremo a través de la pantalla, con una mirada un tanto arrogante, se volvió hacia Jungkook —Se aseguraron dos sectores, comandante supremo, intentamos recuperar el 3 y el 5 — informó Jungkook.
Con su padre hablando con SeokJin, le quitaba tiempo para tocar el tema mas importante, ¿Cómo podrían usar el poder de Jimin?
—Dos sectores asegurados —repitió con frialdad Gongyoo, solamente y luego sus ojos volvieron a Seokjin.
Mientras la conversación continuaba, Jimin sintió un nudo en el estómago. El doctor Kim estaba explicando cómo los simbiontes habían evolucionado desde la explosión molecular, una revelación que lo llenó de inquietud.
El corazón de Jimin se aceleró mientras escuchaba las palabras del doctor. Sabía que la explosión había sido un punto crucial en su vida, algo que estaba irremediablemente ligado a su naturaleza como simbionte y a todo ese poder que tenía que no tenía idea de como manejar y con cada palabra, su temor crecía, la posibilidad de que su verdadera identidad saliera a la luz así ante todos, ante el comandante supremo, lo aterrorizaba.
—¿Y la muestra? —exigió el comandante, con una voz que resonaba en el laboratorio.
—Estamos trabajando en ello —respondió SeokJin mirando de reojo a Jungkook, Pero sin revelar que él había tomado la muestra.
Jimin contuvo la respiración, consciente de que su esposo guardaba su secreto.
El comandante supremo seguia exigiendo más información al doctor Kim, Jimin apretó la mano de Jungkook con fuerza, buscando consuelo en su esposo.
En aquel momento, las incertidumbres del futuro se cernían sobre él como una sombra oscura.
El aire en el laboratorio se volvió opresivo, cargado de tensión. De repente, los disparos que resonaban fuera cesaron. El silencio se apoderó del lugar, un silencio tan escalofriante que parecía un presagio de lo que estaba por venir. A lo lejos, se escucharon el estruendo de mesas estrellándose y el crujir de las puertas de vidrio al romperse. Jimin sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor.
—¡No! —exclamó, sintiendo cómo el pánico se apoderaba de él. Estaban atrapados allí, y el caos afuera indicaba que los infectados habían superado a Changbin y Hyunjin.
El corazón de Jimin latía con fuerza, como si intentara escapar de su pecho. Una mezcla de emociones lo invadió: miedo, desesperación, un odio profundo hacia los infectados que amenazaban a quienes amaba, y una intensa necesidad de proteger a su esposo y a sus amigos. No quería perder a nadie más; la angustia lo retorcía por dentro, como si un nudo invisible le apretara el estómago.
Mientras el sonido de los infectados se acercaba, la situación se tornó crítica. Jimin pudo ver cómo las sombras se abalanzaban hacia ellos, la sed de carne viva reflejada en sus ojos vacíos. En ese instante, sintió una conexión profunda con lo que había vivido antes, cuando había intentado salvar a Hoonie.
Una energía poderosa emergía de su interior, una fuerza que parecía querer liberarse.
Y entonces, sucedió. Sin previo aviso, una luz brillante brotó de su cuerpo. La transformación fue instantánea; Jimin se convirtió en una motita luminosa, irradiando una luz intensa que llenó el laboratorio. El brillo envolvió todo a su alrededor, creando un halo de protección que parecía desafiar la oscuridad.
La luz estalló como una explosión de energía, iluminando cada rincón del laboratorio y, más allá de las puertas rotas, afectando a los infectados que se lanzaban hacia ellos. Uno a uno, quedaron petrificados, sus cuerpos rígidos cayendo al suelo con un ruido sordo, incapaces de seguir avanzando.
El resplandor que emanaba de Jimin era casi divino, como si la esperanza misma se hubiera materializado en ese momento crítico. El temor que antes lo dominaba se transformó en una determinación feroz; estaba dispuesto a proteger a quienes amaba, sin importar el costo.
Todos estaban atónitos, con los ojos muy abiertos, incrédulos por lo que acababan de presenciar: Jimin transformándose en esa pequeña motita luminosa, mientras los infectados caían al piso, prácticamente desmoronándose ante su luz. Fue un shock total, incluso para Jungkook, que ya conocía su naturaleza.
Sin embargo, en ese momento crítico, la motita suspendida en el aire comenzó a perder su brillo, como si se apagara lentamente, volviéndose casi transparente. Jimin cayó al suelo con una débil luz que se extinguía, regresando a su forma humana. Pero al mirarlo, el corazón de Jungkook se hundió; la piel de Jimin estaba pálida, sin el brillo que solía tener, sus labios eran de un blanco casi fantasmal, y de su nariz brotaba sangre.
Jungkook se movió rápidamente, arrodillándose junto a él. Al tomar sus manos, sintió que estaban heladas, una fría realidad que le heló la sangre. Desesperado, examinó su esposo, tratando de encontrar algún signo vital, pero no había ninguno. El pánico se apoderó de él.
—¡Jimin! —gritó, su voz quebrándose mientras sacudía suavemente su cuerpo, esperando que al menos un rastro de respuesta emergiera de su inconsciencia.
Hola mis amores tarde Pero llegé, aquí estoy, bueno llegamos a un punto crítico 🥺
Capítulo un poco largo porque no actualicé ayer, espero lo hayan disfrutado, nos leemos después.
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