Capítulo 32

Los ruidos que provenían de afuera eran inconfundibles: explosiones, gritos desgarradores y disparos incesantes. A pesar de estar dentro de la cocina, la sensación de seguridad era una ilusión que se desmoronaba con cada minuto que pasaba.

Debido a los nervios Hoseok no podía dejar de  lavar los platos, pero sus manos temblaban tanto que apenas podía sostenerlos. Jackson, con los músculos tensos, cerraba las ventanas y puertas con manos firmes, pero su mirada delataba el miedo.

—¡Hoseok, apúrate y asegura las ventanas traseras! —ordenó Jackson, tratando de sonar calmado, aunque su voz reflejaba la urgencia.

Hoseok obedeció sin hacer preguntas, sabiendo que algo terrible ocurría afuera. Su corazón latía con fuerza mientras intentaba cerrar la última ventana con sus manos temblorosas, era extremadamente difícil, y al forcejear con el cerrojo, dejó una pequeña rendija sin asegurar completamente.

—¿Crees que estamos a salvo aquí? —preguntó Hoseok, susurrando, mientras luchaba con la ventana.

Jackson no respondió al principio, evitando mirarlo directamente. No quería darle falsas esperanzas.

—Vamos a estar bien… —murmuró finalmente, esperaba que pudiera llegar a rescatarlos pronto.

De repente, el sonido de un cristal rompiéndose llenó la cocina. Hoseok giró hacia la ventana, y antes de que pudiera reaccionar, un infectado atravesó la apertura con violencia, lanzando fragmentos de vidrio por el suelo.

El infectado era aterrador, su cuerpo cubierto de sangre y su mirada vacía, llena de rabia, sus dedos empezando a torcerse, y sus uñas casi transformadas en garras, los gruñidos inhumanos escapaban de su garganta mientras se lanzaba hacia Hoseok, con sus movimientos erráticos y violentos.

Hoseok retrocedió, chocando contra el fregadero, paralizado por el terror. Sus piernas temblaban, incapaces de moverse, mientras el infectado se acercaba más y más.

—¡Hoseok! —gritó Jackson, y sin pensarlo dos veces, agarró el cuchillo más grande que encontró en la encimera y se lanzó contra la criatura, colocándose entre el infectado y Hoseok.

El cuchillo se hundió en el abdomen del infectado, pero eso no lo detuvo. Con un gruñido desgarrador, el infectado lanzó un brazo hacia Jackson, rasguñándole el costado con uñas afiladas. Jackson dejó escapar un gemido de dolor, pero no retrocedió. Sujetó con fuerza el cuchillo mientras la criatura lo empujaba hacia el suelo.

—¡Jackson! —gritó Hoseok, con lágrimas en los ojos, viendo cómo el infectado mordía el hombro de su amigo.

El grito de dolor de Jackson fue sofocado rápidamente, pero aún así, trataba de empujar a la criatura lejos de él con las pocas fuerzas que le quedaban.

Jackson, luchó por mantenerse consciente, giró su rostro hacia Hoseok. Sus ojos estaban llenos de algo que nunca había dicho en voz alta, pero que siempre había estado allí. Sabía que Hoseok nunca lo vería de la misma manera que él lo veía, y aunque le dolía en el alma, estaba dispuesto a sacrificarse para salvarlo.

—Corre… —susurró Jackson con la voz rota, apretando los dientes por el dolor. Su pecho se llenaba de angustia, no solo por la herida, sino por las palabras no dichas, por los sentimientos reprimidos.

Hoseok lo miró con horror, su cuerpo paralizado por el miedo y el shock. Quería ayudarlo, quería hacer algo, pero el pánico lo consumía.

—¡No te quedes ahí! —gritó Jackson, su mirada ahora desesperada. Sabía que no le quedaba mucho tiempo. El infectado estaba prácticamente sobre él, y cada segundo contaba —¡Tienes que irte! ¡Busca al sargento Kim! —

La mención del sargento Kim fue lo que finalmente rompió el trance de Hoseok. Sus lágrimas comenzaron a fluir, y aunque cada parte de él quería quedarse, sabía que Jackson tenía razón. Si no se iba, morirían ambos.

—Perdóname… —murmuró Hoseok, susurrando las palabras mientras daba un paso hacia la puerta trasera, con el corazón roto y la culpa atravesándole el alma.

Jackson vio cómo Hoseok escapaba, y en el último segundo, antes de que la oscuridad lo consumiera, sonrió ligeramente, lo salvé, pensó, al menos estará a salvo. No necesitaba que Hoseok le correspondiera; lo que sentía era suficiente para que el sacrificio valiera la pena.

Hoseok corrió a través de los pasillos, jadeando, con los ojos todavía llenos de lágrimas. El eco de sus pasos resonaba en el vacío, mezclado con los gritos lejanos y el caos que reinaba en la ciudadela.

El recuerdo de Jackson, luchando por su vida, lo atormentaba. Pero no había tiempo para detenerse ni procesar el dolor. Tenía que encontrar al sargento Kim.

El miedo y la culpa se entrelazaban en su pecho, creando un nudo que apenas lo dejaba respirar.

De repente, vio una figura familiar aparecer al final de la calle, el sargento Kim, avanzando con pasos decididos. Estaba completamente armado, su rostro serio pero preocupado, el alivio inundó a Hoseok al verlo, pero también una ola de confusión lo golpeó.

¿Cómo podía enfrentarlo después de lo que acababa de pasar? ¿Después de haber dejado a Jackson atrás?

—¡Hoseok! —gritó el sargento, apurando el paso hacia él. —¡Hoseok, estás bien!

El sargento Kim se detuvo justo frente a él, y sin pensarlo dos veces, agarró a Hoseok por los hombros, examinándolo rápidamente. Su expresión era una mezcla de alivio y preocupación genuina.

—¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Jackson?—

Al escuchar el nombre de Jackson, Hoseok apartó su rostro, incapaz de sostener la mirada del sargento. Los recuerdos del sacrificio de Jackson se agolparon en su mente, y su garganta se cerró. No podía pronunciar las palabras.

—Él… —susurró, con la voz rota. —No… no lo logró. Los infectados… Entraron a la cocina. Jackson… no hice nada, él me salvó—

Las palabras salieron entrecortadas, y Hoseok sintió que las lágrimas amenazaban con volver a salir. Pero antes de que pudiera decir algo más, el sargento Kim lo abrazó repentinamente, envolviéndolo con sus brazos fuertes y cálidos.

—Lo siento… —murmuró el sargento en su oído, su voz temblando ligeramente. —No es tu culpa, Hoseok—

Hoseok se quedó paralizado en el abrazo, aunque quería gritar, llorar, pero en ese momento, el contacto con el sargento lo hizo sentir un poco más seguro. Sin embargo, la culpa seguía ardiendo en su pecho.

El sargento Kim lo soltó suavemente, sus manos todavía sobre los hombros de Hoseok mientras lo miraba a los ojos. Había algo en su mirada, una mezcla de tristeza y afecto que Hoseok no podía ignorar. Sabía que Kim TaeHyung se preocupaba por él.

—Pero no podemos detenernos ahora. Tenemos que seguir adelante. —

Hoseok asintió lentamente, intentando reprimir el torrente de emociones que lo atravesaban. El sargento le dio una mirada seria, pero sus ojos también mostraban una preocupación que iba más allá.

Y aunque Hoseok no quería admitirlo, sabía que había algo más en sus sentimientos hacia el sargento, fue quien le dio asilo en la ciudadela E, y también lo instaló en su nueva casa en la ciudadela A, y siempre podrían tener charlas ocasionales en el comedor.

Sin embargo, este no era el momento ni el lugar para pensar en ello. Los infectados estaban cerca, y ambos debían sobrevivir.

—Vamos, no hay tiempo que perder —dijo el sargento, apretando su arma y mirando hacia las calles —Tenemos que reunirnos con los demás y prepararnos. Esto está empeorando rápido—

Hoseok, todavía aturdido por lo que había pasado, asintió. Aunque el dolor de la pérdida de Jackson lo consumía por dentro, sabía que tenía que seguir. El sacrificio de su amigo no podía ser en vano. Sin más palabras, siguió al sargento Kim, decidido a mantenerse con vida, pero con el corazón quebrado por lo que acababa de dejar atrás.

Continuó avanzando con el sargento Kim  por las calles destrozadas y llenas de escombros. Cada paso era cauteloso, el sonido de sus botas resonaba con un eco inquietante, pero nada comparado con los rugidos distantes de los infectados que acechaban en cada esquina.

Las luces parpadeaban débilmente, y el viento cargaba con el olor a metal y a muerte.

—Debemos llegar al área de la cárcel, el comandante Jeon está allí, —dijo el sargento Kim con determinación, mientras mantenía su arma lista, mirando a todos lados.

Hoseok no dijo nada, solo asintió, tratando de controlar su respiración agitada. Sabía que el peligro estaba cada vez más cerca, lo sentía en el aire. Mientras más avanzaban, más cercano era el sonido de las criaturas infectadas, y la tensión comenzaba a calar en ambos.

Justo cuando estaban a pocos metros de una pequeña intersección, el ruido de unos pasos apresurados detrás de ellos los hizo detenerse en seco.

Hoseok se giró bruscamente y vio con horror cómo un grupo de infectados emergía desde las sombras, sus cuerpos deformados y cubiertos heredas y sangre que empezaba a tornarse negra, que delataba su peligrosa presencia.

—¡Corre, Hoseok! —gritó el sargento Kim, empujándolo hacia adelante mientras levantaba su arma para disparar a los que se acercaban rápidamente.

Los disparos resonaron en el aire, pero los infectados parecían imparables, cada bala solo retrasaba lo inevitable. Hoseok corrió con todas sus fuerzas, pero su mente estaba nublada por el miedo y la adrenalina.

—¡No podemos detenerlos por mucho tiempo! —gritó el sargento Kim mientras retrocedía, disparando en ráfagas controladas.

Hoseok apenas podía pensar, sus piernas temblaban mientras se acercaban al área de la cárcel. Los infectados estaban a solo unos metros de ellos. Y en ese momento de pura desesperación, cuando todo parecía perdido, un fuerte sonido agudo cortó el aire.

¡Bang!

Uno de los infectados cayó de inmediato, un agujero limpio atravesando su cabeza. Hoseok miró alrededor, confundido, cuando otro disparo preciso eliminó a otro monstruo.

—¡Arriba! —gritó una voz conocida desde uno de los techos cercanos.

Hoseok levantó la vista y lo vio: Félix, el francotirador del escuadrón, en una posición perfecta, con su rifle de largo alcance en mano, disparando con precisión letal.

El sargento Kim activó su brazalete y habló rápidamente —¡Gracias, Félix! ¡Nos salvaste el pellejo! —

—¡Muévanse, rápido! Yo los cubro —respondió Félix a través del brazalete, mientras continuaba eliminando a los infectados uno por uno.

El sargento Kim no dudó ni un segundo y agarró a Hoseok del brazo, tirando de él mientras Félix mantenía a raya a los infectados con su increíble puntería. Cruzaron la última intersección y llegaron a la entrada de la cárcel, justo cuando Félix abatió al último de los perseguidores.

—¡Nos vemos pronto, Félix! —dijo el sargento Kim, jadeando mientras recuperaba el aliento.

Félix asintió desde lo alto del edificio y les indicó que siguieran avanzando—No se detengan. Los infectados no tardarán en volver. Iré tras ustedes—

Hoseok, todavía en estado de shock por lo sucedido, asintió en silencio y siguió al sargento Kim. El área de la cárcel estaba cada vez más cerca, y lo único que pasaba por su mente era encontrarse con el resto, especialmente a Jimin a quien consideraba su mejor amigo.

Cuando finalmente llegaron a la entrada, el sonido de las puertas automáticas de seguridad y los sistemas de alerta les indicó que habían entrado en una zona mucho más controlada. Pero el miedo y la tensión aún no desaparecían por completo.

El sargento Kim miró a Hoseok, y luego a la enorme estructura de la cárcel frente a ellos.

—A partir de aquí, será difícil. Pero estamos cerca… Muy cerca —dijo Kim con una mezcla de determinación y alivio.

Hoseok respiró hondo, sabiendo que lo más peligroso aún estaba por venir.

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Dentro de la fortaleza de la cárcel, la tensión era palpable. Los pasillos de concreto estaban iluminados con luces parpadeantes y el sonido distante de las alarmas hacía eco en el fondo. Jungkook estaba en el centro de la sala de control, rodeado de pantallas y mapas holográficos que mostraban la ciudadela y sus alrededores. Sus ojos analizaban rápidamente cada rincón, buscando debilidades y oportunidades para ganar algo de control sobre el caos.

Jimin, en silencio, observaba desde una esquina. Su presencia tranquila contrastaba con el frenesí que rodeaba a su esposo. Jungkook se movía con precisión y eficiencia, enviando órdenes a través de su brazalete a los miembros de su escuadrón, esparcidos por toda la ciudadela. Había poca duda en sus acciones, como si estuviera hecho para enfrentar este tipo de situaciones.

—Jungwon, aseguren el punto de acceso principal cerca de la estación subterránea —ordenó Jungkook, su voz firme y decidida—Nada debe pasar por allí. Y revisa si los civiles lograron entrar a los refugios—

Su brazalete emitió un pitido cuando la confirmación llegó. Luego, con un movimiento rápido, envió un mensaje de emergencia a todos los dispositivos conectados en la ciudadela.

“A todos los ciudadanos: si están en casa, no salgan. Cierren puertas y ventanas, busquen refugio en los puntos más seguros de sus hogares. Mantengan la calma. Estamos trabajando para contener la infección.”

Jungkook sabía que el pánico era su mayor enemigo en ese momento. Si la gente empezaba a huir sin control, la ciudadela podría caer en cuestión de horas. Y aunque sabía que la situación era crítica, tenía la esperanza de que pudieran salvar la mayor parte de la ciudad.

—Si controlamos los accesos principales y detenemos el flujo de infectados en las áreas más vulnerables, podemos retomar la ciudadela —dijo, más para sí mismo que para los demás.

En ese momento, la voz de Hyunjin sonó en su brazalete.

—Comandante, ni siquiera  he logrado abrirme paso hacia el centro de mando principal, los infectados están por todas partes. No sé si podremos contenerlos en todos los sectores. ¿Cree que el consejo pueda considerar un bombardeo? —preguntó Hyunjin con un tono serio, pero claramente preocupado.

Jungkook se detuvo por un segundo. La idea de un bombardeo era una medida extrema, pero posible. Sin embargo, en esta ocasión, no era tan simple.

—El consejo no lo autorizará, Hyunjin —contestó Jungkook, con una expresión sombría— El comandante supremo está en la ciudadela. No permitirá una acción tan drástica mientras él esté aquí—

Jimin observaba a su esposo mientras seguía hablando con su escuadrón. Admiraba su temple, su habilidad para mantenerse calmado en medio de la tormenta.

Jungkook siempre había sido así, fuerte y decidido. A pesar de que la situación parecía cada vez más desesperada, él se mantenía firme en su misión de salvar a todos los que pudiera.

Jimin, por su parte, apenas podía hacer algo más que observar. Sabía que su condición no le permitía luchar al lado de Jungkook como el resto del escuadrón, pero estar allí, a su lado, era su manera de apoyarlo.

—Comandante Jeon, los accesos al sectores 2 y 4 ya están bloqueados —informó otra voz a través del brazalete—. Estamos asegurando los perímetros con barricadas, pero necesitamos refuerzos. Hay demasiados—

Jungkook cerró los ojos por un segundo, evaluando sus opciones. Sabía que su equipo estaba agotado, pero no había tiempo para dudar.

—Resistan. Estoy enviando un equipo adicional para reforzar su posición —respondió Jungkook, enviando una nueva orden a través del sistema.

Mientras tanto, Félix, que seguía avanzando de vuelta hacia la cárcel, observaba la ciudad devastada. Desde las alturas de los edificios, los infectados parecían oleadas interminables. Su instinto le gritaba que la situación era insostenible, pero confiaba en las decisiones de su comandante.

Jungkook no dejó de moverse. Sus manos no descansaban mientras contestaba comunicaciones, organizaba la defensa, y coordinaba a los diferentes pelotones, a pesar del caos, había un leve brillo de esperanza en sus ojos. Sabía que si trabajaban rápido y con precisión, aún podían retomar el control.

—Jungkook—intervino Jimin, rompiendo el silencio entre ellos.

Jungkook se volvió para mirarlo. A pesar del caos que los rodeaba, por un instante, sus ojos suavizaron al encontrarse con los de Jimin.

—¿Crees que podamos hacerlo? —preguntó Jimin, con una mezcla de miedo y esperanza en su voz.

Jungkook se acercó y le tomó la mano, apretándola con suavidad —Lo lograremos. No importa cuán mal estén las cosas, no dejaré que este lugar caiga —dijo con convicción— Y no dejaré que te pase nada a ti—

Jimin asintió, sus bonitos e inocentes ojos llenos de confianza en las palabras de su esposo. Sabía que, aunque las probabilidades no estuvieran a su favor, Jungkook no descansaría hasta haber hecho todo lo posible por salvar a la humanidad.

En ese instante, un fuerte estruendo retumbó por la cárcel, y desde la parte trasera entró un grupo de infectados, a pesar de lo desfigurados que estaban, sus ropas destrozadas dejaban claro que alguna vez fueron soldados.

El corazón de Jungkook, el comandante, se encogió; la situación era peor de lo que había previsto. Esa área de la cárcel había sido superada, y los infectados estaban entrando rápidamente.

—Maldición… —murmuró entre dientes mientras se apresuraba a sellar las rejas, intentando retrasar lo inevitable. Pero sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que toda la edificación estuviera completamente invadida.

Jungkook respiró profundamente, y sus ojos se encontraron con los de Jimin. Su esposo lo observaba con preocupación, su rostro delicado reflejando miedo e incertidumbre.

 Una opción cruzaba la mente del comandante, aunque le aterraba pensar en ella: el poder de Jimin. Usarlo podría ser su única salida, pero también suponía un riesgo terrible. No sabían completamente cómo funcionaba ni cuáles serían las consecuencias para Jimin.

El dilema de Jungkook:

Usar el poder de Jimin podría eliminarlos a todos los infectados y proteger a todos.

Sin embargo, esto drenaría la energía de Jimin, y podría tener consecuencias imprevisibles, tal vez fatales.

De repente el brazalete de comunicación de Jungkook vibró, interrumpiendo sus pensamientos.

 Era Seokjin.

—Jeon, ¿me escuchas? —la voz de Seokjin sonaba tensa— No quiero molestar, se que estas ocupado, y estoy bien por ahora, pero el laboratorio está rodeado. No estoy seguro de si los infectados ya lograron entrar—

Jungkook cerró los ojos un segundo, procesando la nueva amenaza. Si el laboratorio de Seokjin caía, perderían investigaciones cruciales, y la vida de Seokjin también estaría en peligro.

—Mantente firme, Seokjin. Vamos a intentar llegar hasta ti —respondió Jungkook, su tono decidido, aunque sabía lo difícil que sería.

Miró a Jimin una vez más, sintiendo el peso de la situación. Era un comandante fuerte y decidido, pero el amor que sentía por Jimin lo hacía más vulnerable en esos momentos. Debía actuar rápido y con la cabeza fría.

El tiempo se agotaba, y el Jungkook sabía que sus decisiones en los próximos minutos definirían el destino no solo de ellos, sino también de la ciudadela.

Hola mis amores, bueno yo… lo siento por lo de Jackson, de verdad yo lo amo, creo que aparece en casi todos mis fics…

Me perdonan?

Los amo mucho mucho 🥺

 


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