Capítulo 31

El tren se deslizó con un estruendo metálico hasta detenerse por completo en la estación subterránea de la ciudadela A.

Las luces parpadeaban débilmente mientras un grupo de soldados y personal médico, encabezados por el doctor Han, el único miembro que salió en la misión no autorizada, que no había ido a la cárcel debido a su labor como profesional de la salud en la base militar, el esperaba impacientemente en la plataforma.

Era su deber asegurarse de que los sobrevivientes de la ciudadela B fueran atendidos lo antes posible.

A medida que las puertas de los primeros vagones se abrían, los civiles empezaron a salir, visiblemente agotados y aterrados, pero ilesos. Los médicos y soldados los guiaban con rapidez hacia las zonas seguras, tratando de mantener el orden.

Todo parecía ir bien... hasta que Han notó algo en el último vagón.

Las puertas aún no se abrían, y había un inquietante silencio en su interior. Algo no estaba bien.

—¡Abran las puertas del último vagón! — ordenó un de los soldados.

—¡Esperen! —gritó Han con desesperación, su instinto alertándole del peligro inminente.

Pero uno de los soldados, demasiado concentrado en la evacuación y sin prestar atención a las advertencias, ya estaba activando el sistema manual para abrir las puertas del último vagón. Con un chirrido, estas se deslizaron hacia los lados.

Fue en ese instante que el infierno se desató.

Un rugido visceral resonó desde el interior del vagón y una oleada de infectados emergió de las sombras. Sus cuerpos retorcidos y deformes se movían con una velocidad aterradora.

En un parpadeo, los soldados más cercanos fueron derribados, incapaces de reaccionar a tiempo.

—¡Atrás! ¡Salgan ahora! —vociferó Han, retrocediendo mientras tomaba su arma para disparar.

Los infectados, aquellos que aún no habían mutado del todo pero cuyos ojos reflejaban un vacío inhumano, saltaron sobre los civiles y el personal.

Han, entrenado como médico y militar,  disparó a los infectados que se acercaban. Sin embargo, en medio del caos, escuchó un grito desgarrador. Al girar la cabeza, vio a un niño pequeño, de no más de cuatro años, paralizado por el terror.

Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el, esquivando a los infectados y a las personas que huían. Lo tomó en brazos, tratando de correr hacia la salida. Sin embargo, los infectados se movían con una rapidez implacable.

Las alarmas comenzaron a sonar por toda la estación. A su alrededor, los infectados atacaban sin piedad. Los disparos resonaban, pero no eran suficientes. La estación subterránea, que debía ser un refugio seguro, ahora se había convertido en un aterrador baño de sangre.

Con una última mirada hacia la horda que se acercaba, pulso su brazalete —¡Infectados… en el tren! No dejen que salgan —logró gritar.

Han luchó por abrirse paso, saltando por encima de los cuerpos, sosteniendo al niño contra su pecho, pero los infectados lo alcanzaron. Sintió un dolor agudo cuando una mano lo rasguñó por el costado.

Tropezó y cayó al suelo, mientras los infectados se abalanzaban sobre él, Intentó proteger al niño con su cuerpo, pero eran demasiados.

El niño gritaba, aterrado y por el dolor de los dientes y garras de los infectados, Han sabía que no había escapatoria.

 Los infectados lo rodearon, desgarrando su carne. Apretó al niño contra su cuerpo, sabiendo que no había logrado salvarlo, mantuvo pulsado un botón en su brazalete, en este se activaría una autodestrucción, este era un último recurso que solo conocían los miembros del escuadrón cerbero.

Han cerros los ojos con lágrimas empapando sus mejillas —Somos Cerbero, guardianes eternos. Nosotros caemos, pero la humanidad prevalece—Murmuro con su última aliento antes de que el brazalete explotara.

                                      💫

Jimin estaba arrodillado en su huerto, perdido en la simpleza del trabajo mientras sus dedos se hundían en la tierra húmeda. De repente, el estruendo de las alarmas rompió la paz, haciéndolo saltar del susto. Dejó caer el abono que tenia en sus manos  y levantó la vista hacia el horizonte, su corazón acelerado.

Una explosión resonó a lo lejos, y el aire, antes calmado, se llenó de gritos y de los rugidos distantes pero inconfundibles de los infectados.

Sintió un escalofrío recorrer su espalda, como si un frío invisible lo envolviera. El miedo lo golpeó de lleno, pero junto a él también llegó la certeza de lo que debía hacer: debía encontrar a Jungkook, no podía quedarse allí mientras su esposo seguía atrapado en la cárcel.

Se quitó los guantes apresuradamente y salió corriendo, sin prestar atención al sudor que le bajaba por la frente ni al sonido de sus propios latidos, que retumbaban en sus oídos como tambores.

El caos en la ciudadela A era palpable, Soldados corrían de un lado a otro, algunos cargando armas, otros guiando a los civiles que gritaban, desesperados por encontrar refugio.

 Los gruñidos de los infectados se oían cada vez más cerca. Jimin sintió como sus piernas flaqueaban, pero apretó los puños y siguió corriendo, su única misión era llegar a Jungkook.

—¿Qué está pasando? —murmuró para sí mismo, mientras observaba los muros aparentemente intactos de la ciudadela.

Aquellos muros, reforzados con el impenetrable Karhozanium nuevo, eran la defensa más segura que existía. Sin embargo, los infectados estaban dentro. Jimin no podía entenderlo. El miedo lo apretaba como un puño invisible, pero no podía permitirse pensar demasiado en ello.

Al pasar por una de las calles principales, escuchó fragmentos de conversaciones entre los soldados. "¡Los infectados han salido de la estación subterránea!" "¡No hay lugar para evacuar a los civiles!" Los gritos lo hacían sentir que el pánico se extendía tan rápido como la infección.

De pronto, un soldado bloqueó su camino. Era Jungwon, el encargado de la seguridad interna, con el rostro pálido y los ojos abiertos de par en par por la alarma.

—¡Sr. Park! —gritó, agarrándolo del brazo—. ¡Tienes que volver a casa! ¡Es demasiado peligroso estar aquí! —

Jimin tiró de su brazo, liberándose.

—No puedo, Jungwon. ¡Necesito llegar a la cárcel! ¡Mi esposo está allí! —

Jungwon lo miró con una mezcla de confusión y horror, y su expresión cambió en un instante cuando recordó lo que Jimin acababa de decir. En medio del caos, había olvidado por completo que el comandante Jeon estaba detenido.

—El comandante… —murmuró, claramente frustrado consigo mismo por no haberlo recordado antes— Tiene razón. ¡No podemos dejarlo allí! —

Con una rapidez inesperada, sacó una tarjeta llave de su uniforme y se la entregó a Jimin.

—Tome, esto abrirá la celda —le dijo, su voz firme aunque sus manos temblaban ligeramente—Haruto —llamó a uno de los soldados que corría cerca de ellos—, acompañalo  a liberar al comandante Jeon. ¡No tenemos tiempo! —

Haruto, un soldado joven pero experimentado, asintió con determinación y se colocó junto a Jimin, listo para actuar.

El caos continuaba a su alrededor, pero ahora Jimin sentía que al menos tenía una oportunidad. Guardó la tarjeta llave con cuidado y, sin decir más, comenzó a correr hacia la cárcel, con Haruto siguiéndolo de cerca.

Mientras corrían, Jimin escuchaba los gruñidos guturales de los infectados cada vez más cerca. Sabía que el tiempo se agotaba y que cada segundo contaba. Pero ahora, con la llave en la mano y un soldado de su lado, su misión era clara: liberar a Jungkook antes de que fuera demasiado tarde.

Los infectados, descontrolados y hambrientos, se lanzaban sobre cualquier ser vivo que encontraban en las calles. Lo peor era ver la rapidez con la que los heridos se transformaban. Apenas un rasguño, y en cuestión de minutos, la persona que antes corría por su vida se convertía en uno de ellos, uniéndose a la horda deforme que ya no distinguía entre amigos o enemigos.

El aire estaba cargado con el olor acre de la muerte y la desesperación. A lo lejos, Jimin podía escuchar más explosiones, disparos, y gritos ahogados por los gruñidos.

Pero lo más aterrador de todo era que no había ningún lugar seguro para correr. Los infectados habían convertido la ciudadela, la más segura después de la capital, en su nuevo campo de caza.

                               ⭐

Dentro de la prisión, el silencio reinaba. Las luces parpadeaban de manera errática, creando sombras inquietantes en las paredes de los pasillos. Jungkook estaba sentado en el borde de la cama en su celda, sus pensamientos inquietos mientras observaba la puerta de la prisión.

No había señales de los guardias desde hacía un buen rato, que habían salido, algo estaba bien.

De repente, el sonido de pasos apresurados interrumpió el silencio. Jungkook se levantó de inmediato, acercándose a los barrotes, con sus sentidos agudizados. A lo lejos, vio una figura corriendo hacia él, una figura que reconoció de inmediato.

—¿Jimin? —preguntó, su voz grave pero llena de sorpresa.

Jimin llegó frente a la celda, con el pecho agitado por la carrera y las manos temblorosas mientras intentaba insertar la tarjeta llave en la cerradura. Su rostro mostraba el terror contenido, y su respiración era entrecortada.

—Jungkook… —dijo, tratando de hablar con calma, pero su voz estaba teñida de desesperación—Algo terrible está pasando. Los infectados han invadido la ciudadela—

Jungkook se tensó, frunciendo el ceño sin poder creerlo. Los muros eran impenetrables, no podían haber caído. Miró a Jimin directamente, buscando más respuestas.

—¿Cómo es eso posible? Los muros… —su voz era apenas un susurro lleno de tensión.

—No sé cómo —respondió Jimin, mientras la cerradura emitía un clic y la puerta se abría de golpe— Los muros no han caído, pero… algo ocurrió en la estación subterránea. Los infectados salieron de allí y están por todas partes. Todos los guardias salieron corriendo para ayudar a los de afuera. La situación está fuera de control—

La información cayó como una losa sobre Jungkook. La estación subterránea, su principal vía de escape, era ahora el epicentro del caos. El comandante salió de su celda, su mente trabajando a toda velocidad mientras procesaba lo que Jimin le contaba.

—¿Los demás? —preguntó Jungkook, su tono más firme, pero cargado de preocupación— ¿Dónde está mi equipo? —

—Están en sus celdas —respondió Jimin rápidamente—. Voy a liberarlos—

Jungkook asintió mientras Jimin se apresuraba a abrir las celdas de los otros miembros del equipo de Cerbero. Chanbing, Félix, Soobin, Namjoon y Hyunjin salieron uno a uno, todos mostrando el mismo respeto hacia su comandante a pesar de la incertidumbre de la situación. Las tensiones eran evidentes, pero nadie mostraba señales de flaquear.

El vicecomandante Namjoon fue el primero en dirigirse a Jungkook.

—Comandante, ¿qué está pasando? No recibimos ninguna alerta antes de que los guardias nos dejaran solos—

—Los infectados han entrado por la estación subterránea —dijo Jungkook con un tono controlado, aunque la situación era crítica—. No hay tiempo que perder. Tenemos que organizarnos, encontrar armas y controlar esta locura antes de que se extienda más—

Mientras el equipo comenzaba a prepararse para la misión, el sargento Kim se acercó a Jimin con el ceño fruncido, su preocupación evidente.

—¿Y Hoseok? —preguntó rápidamente—¿Sabes dónde está? —

Jimin se quedó helado al recordar la última vez que vio a Hoseok, el miedo apretándole el pecho. —Estaba en la cocina, ayudando a Jackson antes de que todo esto comenzara—

El sargento Kim maldijo por lo bajo y miró a Jungkook, esperando su orden—Tengo que ir a buscarlo, comandante—

Jungkook asintió, entendiendo perfectamente. —Hazlo. Ve, pero ten cuidado, la situación allá afuera está empeorando rápidamente—

—Lo haré —respondió el sargento Kim, con la firmeza de un soldado dispuesto a cumplir su misión sin importar el costo.

Jungkook volvió a centrarse en su equipo, su mente siempre estratégica. —Chanbing, Félix, busquen el armamento más cercano y distribúyanlo. Soobin, ve al centro de comunicaciones y asegúrate de que tengamos acceso a información actualizada. Hyunjin, ve a la sala de control y asegúrate de que las puertas de los sectores estén aseguradas. No podemos permitir que más infectados se esparzan—

Mientras los miembros del equipo se dispersaban para cumplir con sus tareas, Jungkook se giró hacia Jimin. Sus ojos se encontraron en una mirada silenciosa pero cargada de emociones. Había gratitud por haberlo liberado, pero también una preocupación profunda por el peligro inminente.

—Sabes que no debiste venir aquí —murmuró Jungkook, su voz baja y seria— Es demasiado peligroso para ti—

Jimin negó con la cabeza, la determinación brillando en su mirada —No podía dejarte aquí, Jungkook. No sabiendo lo que estaba ocurriendo afuera—

Jungkook suspiró, una pequeña sonrisa apareciendo brevemente en sus labios. Sabía que Jimin no se daría la vuelta, no cuando había tanto en juego. A pesar de todo, lo necesitaba a su lado, y ambos lo sabían.

—Entonces quédate cerca de mí. Vamos a salir de esto —le dijo Jungkook, su mirada fija en la de Jimin y tomó sus manos — Juntos—

                             💫

La atmósfera en la Sala de Operaciones era tensa, cargada de desesperación. El Comandante Supremo Jeon Gongyoo observaba las pantallas de seguridad, donde los infectados avanzaban desde la estación subterránea hacia el corazón de la ciudadela.

Las imágenes mostraban caos, sangre y muerte. Los civiles gritaban, los soldados luchaban por mantener las líneas, y los infectados se multiplicaban con una velocidad que superaba cualquier plan de contingencia.

A pesar del caos en las imágenes, la expresión de Gongyoo no flaqueaba. Su semblante era de piedra, sus ojos calculadores, fríos. La misión era clara en su mente: proteger a la mayor cantidad de humanos posible, aunque eso significara hacer sacrificios brutales. Era su naturaleza como líder y estratega, una naturaleza que no permitía vacilaciones, incluso si eso implicaba el costo de algunas vidas.

A su alrededor, oficiales y estrategas intercambiaban órdenes nerviosas. Algunos proponían la evacuación inmediata de los sectores comprometidos, mientras que otros insistían en mantener las puertas selladas. La voz dominante, sin embargo, siempre era la de Gongyoo.

—Sellen los sectores tres y cinco —ordenó con un tono cortante—. No permitiremos que los infectados se extiendan más allá de esas áreas—

—Señor… aún hay civiles en esos sectores… —dijo uno de los oficiales, con una mirada preocupada.

—Esos civiles ya están muertos —respondió Gongyoo sin pestañear—. Si permitimos que los infectados lleguen al centro de la ciudadela, perderemos todo. Sellen las puertas. Ahora—

El oficial asintió con rapidez, aunque su rostro reflejaba el peso de lo que acababa de ordenar. El Comandante Supremo, sin embargo, no mostró ni un atisbo de duda. Había hecho sacrificios antes, sacrificios mucho mayores. Y estaba dispuesto a hacerlos de nuevo.

Mientras los oficiales ejecutaban sus órdenes, un asistente interrumpió con un comunicador en la mano.

—Señor, acabo de recibir un mensaje del Comandante Jeon… Él y miembros del Escuadrón Cerbero están libres—

Gongyoo apenas alzó una ceja. Sabía que su hijo era un soldado excepcional, de los mejores, por algo se había convertido en el comandante más joven de la historia.

Y era un soldado que cumpliría su deber. Gongyoo había aprendido a no dejar que los lazos personales nublaran su juicio, desde el día en que no había enviado ayuda para rescatar a su propia esposa cuando la infección se cobró su vida. Era un sacrificio que hizo por el bien de la humanidad, o al menos eso se decía a sí mismo.

—¿Cuál es su estado? —preguntó con un tono monótono.

—Están reorganizando al Escuadrón y buscando armas. La invasión desde la estación subterráne está dejando a la ciudadela en ruinas. Los guardias… están siendo superados, señor—

Gongyoo asintió lentamente, procesando la información. Jungkook era capaz, sin duda, pero eso no cambiaba el hecho de que la ciudadela estaba colapsando desde dentro.

—Dígale al comandante Jeon que debe contener la amenaza —dijo Gongyoo con frialdad— Si falla, sellaremos ese sector también —

El oficial lo miró, sorprendido. —¿Incluso si está ahí… el Escuadrón Cerbero,  señor? —

—Incluso ellos están—respondió el Comandante Supremo sin dudar.

La supervivencia de la humanidad estaba por encima de todo, incluso por encima de su hijo. Jungkook sabía esto, o al menos como un comandante debía saberlo.

Hola mis amores estamos por aquí aquí de nuevo❤️

Lo siento por el doctor Han, y creo que se estaban haciendo una idea sobre el niño, lo siento por eso también.

Ya tenemos 100K de vistas gracias 🫂

No me odien, nos leemos pronto 💫☁️

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