Capítulo 30
La mañana siguiente llegó con un ambiente más tranquilo en la cocina. El suave aroma del café recién hecho llenaba el aire mientras Jimin, con movimientos precisos, cortaba zanahorias para el desayuno.
A su lado, Hoseok intentaba seguirle el ritmo, aunque estaba claro que no tenía mucha idea de lo que hacía. Tenía una espátula en la mano, dándole vueltas a unos huevos revueltos que se pegaban un poco a la sartén.
—¿Están bien así? —preguntó Hoseok con una mezcla de incertidumbre y orgullo, mostrando los huevos medio quemados a Jimin.
Jimin asintió con una pequeña sonrisa, intentando no hacerle sentir mal —Están perfectos, Hobi, gracias por ayudar —dijo, sin perder la concentración en las zanahorias.
Seokjin, sentado en la mesa cercana, observaba la escena con una sonrisa divertida mientras tomaba un sorbo de café, no podía evitar notar lo mucho que Hoseok se esforzaba por ser útil, aunque su falta de habilidades culinarias era más que evidente.
—Nunca pensé que vería esto —comentó Jackson con tono burlón— El maestro de los platos intentando cocinar.
Hoseok le lanzó una mirada de falsa molestia, mientras intentaba raspar los restos quemados de los huevos de la sartén.
—¡Oye! Al menos lo intento —respondió, antes de agregar apresuradamente.
Seokjin levantó una ceja —El está dando todo lo que tiene para preparar la comida del sargento Kim—
—Yo sigo sin entender por qué cree que me interesa el sargento Kim, solo le estoy agradecido, nada más— Murmuró.
—Claro, claro. Solo gratitud —replicó con sarcasmo— Por eso te pasas el día hablando de él, ¿no?—
Hoseok se sonrojó ligeramente y se concentró aún más en los huevos, tratando de cambiar el tema —Ya lo dije, no tiene nada que ver con eso… solo que, bueno, él me ha cuidado mucho últimamente —dijo, bajando la voz al final.
Mientras tanto, Jackson, el chef de la cocina, los miraba desde el otro extremo, apoyado en la mesa con los brazos cruzados —Es irónico, ¿no creen? —dijo Jackson con una sonrisa socarrona—. Aquí todos cocinando para sus amorcitos, y yo, el chef profesional, estoy más solo que una sartén sin aceite—
Jimin no pudo evitar reírse suavemente, mientras seguía cortando las zanahorias.
—Tal vez algún día alguien cocine para ti —dijo Jimin con su característico tono dulce—. Aunque probablemente no será tan bueno como lo que tú haces—
Jackson dejó escapar una risa corta y negó con la cabeza —Oh, no espero que sea bueno, solo espero que alguien me dé la sorpresa un día —dijo, lanzando una mirada de reojo hacia Hoseok.
Hoseok, que todavía enfocado en los huevos.
Mientras el bullicio de la cocina continuaba, Seokjin se fijó en Jimin, quien a pesar de su aparente calma, no podía ocultar la preocupación que llevaba dentro, cada movimiento, cada pequeño gesto de cariño en la preparación del desayuno, mostraba cuánto deseaba que Jungkook estuviera a salvo.
—Estás haciendo mucho más de lo que piensas, Jimin —dijo Seokjin suavemente, rompiendo el silencio que había quedado entre ellos.
Jimin se giró un poco hacia él, pero no respondió. Solo sonrió débilmente y continuó con su tarea, decidido a preparar el mejor desayuno posible para Jungkook y los demás chicos, esperando que, de alguna forma, eso les diera fuerzas para enfrentar lo que venía.
Mientras caminaban por el pasillo de la prisión, el ambiente parecía volverse más denso con cada paso que daban. El eco de sus pasos resonaba en las paredes de concreto, hasta que Jimin sintió un escalofrío recorrer su espalda.
Jimin levantó la vista para encontrarse con la imponente figura del comandante supremo que venía de frente, rodeado de oficiales, los ojos del comandante, fríos y calculadores, se posaron en Jimin por un breve segundo. Sin pensarlo, Jimin bajó la mirada, sintiéndose pequeño e insignificante bajo esa poderosa presencia.
El silencio entre ellos fue incómodo y pesado. El comandante apretó sus labios en una mueca de disgusto, pero no dijo nada. Pasó junto a ellos como si no existieran, ignorando a Jimin por completo. A pesar de que no intercambiaron palabras, Jimin sintió la desaprobación clavarse en su piel como una daga, dejándolo con una sensación de pesadez que le dificultaba respirar.
Hoseok notó el cambio en Jimin y, en un intento de romper la tensión, susurró—Vamos, no dejes que ese viejo amargado te afecte. No vale la pena—
Jimin asintió, aunque el encuentro lo había dejado con el corazón acelerado.
Finalmente, llegaron a la sección de las celdas. Hoseok, siempre intentando mostrar una cara optimista, se apresuró a entregar los desayunos, deteniéndose con cierta torpeza frente a la celda del sargento Kim. Tragó saliva antes de hablar.
—Aquí está tu desayuno, sargento Kim, hice lo que pude para ayudar... aunque no sé cocinar —admitió, sonrojado.
El sargento Kim esbozó una sonrisa comprensiva, aunque su mirada parecía al mismo tiempo curiosa —Gracias, Hoseok. Estoy seguro de que está perfecto—
Hoseok asintió rápidamente, intentando mantener la compostura, pero era obvio que el nerviosismo lo estaba traicionando, a pesar de sus constantes negativas sobre sus sentimientos hacia el sargento, su comportamiento decía lo contrario.
Mientras tanto, Seokjin, que no era de perder oportunidades, se acercó a la celda del vicecomandante Namjoon. Apoyado en la puerta con una sonrisa divertida, lo observó detenidamente.
—Vicecomandante —dijo Seokjin, su tono cargado de coquetería—. Si decides trabajar conmigo, te prometo que no dejaré que te metan en la cárcel jamás. No es justo que alguien tan guapo esté encerrado—
Namjoon, generalmente sereno, parpadeó sorprendido por la directa insinuación. Un leve sonrojo apareció en sus mejillas, y por un momento, su habitual compostura se desmoronó. Se rascó la nuca, torpe, como si no supiera cómo responder.
—Bueno... eso... es una oferta interesante, pero no creo que le sea útil para usted —respondió, titubeando.
—Claro que eres útil para mí, juntos podrías hacer cosas maravillosas— dijo SeokJin.
Namjoon empezó a toser mientras comía.
Seokjin soltó una carcajada suave, claramente disfrutando del efecto que había causado en Namjoon.
Pero antes de que la situación pudiera avanzar más Jimin los dejó atrás, dirigiéndose con rapidez hacia la celda de Jungkook.
Cuando Jimin entró en la celda, lo primero que notó fue la postura tensa de Jungkook.
El comandante estaba sentado con la espalda rígida y los puños apretados, su mandíbula marcada por la tensión. Era evidente que algo lo perturbaba profundamente. Sin embargo, cuando levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de Jimin, una ligera chispa de alivio cruzó por su mirada, aunque seguía envuelto en una capa de enojo.
Jimin, con una sonrisa dulce y calmada, se acercó despacio. A pesar de la frialdad que emanaba de Jungkook hacia el exterior, el corazón de Jimin sabía que esa barrera no era para él.
—Te preparé un desayuno nutritivo y también tu jugo de zanahoria favorito —dijo Jimin con ternura mientras mostraba la bandeja.
El guardia que había estado de pie junto a la celda asintió, dándoles espacio, y se alejó.
En cuanto estuvieron solos, Jungkook se levantó bruscamente y, antes de que Jimin pudiera reaccionar, lo abrazó con fuerza. No era un abrazo cualquiera; había urgencia en sus movimientos, como si todo el peso del mundo descansara sobre sus hombros y solo pudiera aliviarse al sostener a Jimin.
Jimin, sorprendido al principio, pronto correspondió el abrazo con una sonrisa satisfecha, contento de poder ofrecerle consuelo a su esposo en ese momento de vulnerabilidad. Sintió cómo la tensión en los músculos de Jungkook se desvanecía poco a poco mientras permanecían abrazados.
Cuando finalmente se separaron, Jimin lo miró con curiosidad y preocupación—¿Qué sucede? —
Jungkook suspiró profundamente, aún con los rastros de enojo en su rostro —Acabo de hablar con mi padre —murmuró con una mueca —Los chicos del escuadrón serán liberados, pero con la condición de que deben ir a prestar sus servicios en la capital. El escuadrón se va a dividir—
Jimin se quedó en silencio por un momento, su rostro reflejando una culpa inmediata. Sabía que esa decisión estaba directamente relacionada con el hecho de que lo habían rescatado a él, y eso lo hacía sentir responsable por la separación del equipo. Sus ojos cayeron al suelo mientras jugaba nerviosamente con los bordes de su chaqueta.
—Lo lamento… —susurró Jimin, su voz apenas audible—. Todo esto es por mi culpa…
Jungkook lo miró con seriedad, pero había una dulzura escondida tras su fachada dura. Colocó una mano firme bajo el mentón de Jimin, levantando su rostro para que lo mirara directamente. —No es tu culpa —dijo con una seguridad que no dejaba espacio para dudas—. Ninguna de estas decisiones tiene que ver contigo. No cargues con culpas que no te pertenecen—
Los ojos de Jimin se llenaron de gratitud, pero la tristeza no se desvaneció del todo. Era difícil para él no sentirse responsable. Luego, como buscando alejar esos pensamientos oscuros, levantó la mirada y observó a Jungkook detenidamente.
—¿Ese hombre… el comandante supremo…? —preguntó Jimin en voz baja—. ¿Es tu padre? —
Jungkook hizo una mueca de incomodidad, y asintió lentamente, confirmando las sospechas de Jimin. —Sí, lo es —
Jimin no tardó en reaccionar, sus ojos brillaron con una mezcla de sorpresa y comprensión. —Ahora entiendo por qué se parecen tanto —comentó con un pequeño destello de inocencia.
Jungkook, aunque le molestaba ser comparado con su padre, no dijo nada, Jimin tenía una habilidad para simplificar las cosas y hacerlas más llevaderas. —Los humanos tienden a parecerse a sus padres —explicó Jungkook, tratando de mantener el tono ligero.
Jimin, con los ojos brillantes y una emoción infantil, hizo una pausa y luego preguntó—Entonces… ¿nuestros hijos se parecerán a ti? —
Jungkook se quedó congelado un segundo antes de echarse a reír suavemente. Esa pregunta inesperada lo tomó por sorpresa, y la risa alivió aún más la carga emocional que llevaba. Negó con la cabeza, todavía sonriendo.
—Nosotros… no podemos tener hijos, Jimin, somos hombres —explicó Jungkook, intentando mantener su tono suave y paciente, consciente de lo poco que Jimin entendía sobre las limitaciones humanas.
La sonrisa de Jimin desapareció al instante, y su boca formó un puchero adorable mientras sus cejas se fruncían —¿No podemos? Pero yo quería un hijo que se pareciera a ti…—
El tono casi dolido en la voz de Jimin hizo que Jungkook sintiera un pequeño pinchazo en el pecho. Sabía que Jimin no lo decía con malicia, pero su sinceridad era devastadora en el mejor sentido y la expresión infantil de decepción en su rostro era casi cómica, pero Jungkook, conmovido, no se atrevió a reír.
—Créeme, sería increíble tener un mini tú corriendo por ahí también —bromeó Jungkook, levantando una mano para acariciar suavemente el cabello de Jimin. —Pero no necesitamos hijos para ser una familia. Ya eres suficiente para mí—
Jimin lo miró, sus ojos brillando de emoción ante esa respuesta. Sus mejillas se sonrojaron, y sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa. Jungkook sabía que esas palabras probablemente eran más de lo que Jimin había esperado, y se sintió satisfecho al ver que esa chispa de felicidad había vuelto a iluminar sus ojos.
—Bueno… Al menos puedo seguir cuidando de ti —murmuró Jimin mientras sacaba el jugo de zanahoria de la bandeja y se lo ofrecía a Jungkook con una mirada de anticipación—Espero que te guste mucho —
Jungkook tomó el vaso y, tras un sorbo, asintió con aprobación. El jugo tenía ese sabor fresco y ligeramente dulce que siempre había disfrutado, pero la calidez en su pecho no venía de la bebida, sino de la presencia de Jimin.
Mientras Jungkook comía lentamente, Jimin se sentó a su lado, apoyando la cabeza en su hombro con una sonrisa suave, compartiendo todas las pequeñas cosas que habían pasado durante su ausencia.
—Vinimos con el doctor Kim —dijo, su tono ligero y relajado— Parece que quiere quedarse con el vicecomandante Namjoon, los vi juntos y… bueno, coqueteaban, también le preguntó a Hoseok si es novio del sargento Kim, pero él insiste en que no lo es, aunque pareciera que son muy cercanos ahora—
Jungkook escuchaba en silencio, observando cómo la conversación simple con Jimin parecía aligerar el ambiente.
Él hablaba sobre el chef Jackson, mencionando cómo deseaba tener una pareja, y luego pasó al jardín.
—El huerto está creciendo bien aunque estuvimos fuera, pero creo que necesita un poco más de abono —continuó Jimin, jugueteando con los dedos, su voz era tranquila, sin dejar de lado esa inocente preocupación que parecía volcarse incluso en los detalles más pequeños.
Jungkook lo miraba en silencio, escuchando cada palabra, pero su mente estaba en otro lugar. Mientras Jimin hablaba de vidas amorosas de sus amigos y jardines, Jungkook no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado con su padre y las órdenes del escuadrón.
Finalmente, dejó los cubiertos sobre la mesa y suspiró—Jimin… —dijo con una voz suave pero grave, llamando su atención.
Jimin lo miró con curiosidad, notando el cambio en el tono de su voz.
Jungkook bajó un poco la mirada, dudando antes de continuar, pero sabía que no podía ocultar sus pensamientos por más tiempo—Si las cosas no salen como espero… tal vez tengamos que irnos —admitió con seriedad, pero intentando suavizar el impacto de sus palabras.
Jimin lo miró, claramente sorprendido. —¿Irnos? ¿A dónde?
Jungkook lo miró por un segundo antes de responder, como si ya hubiera imaginado ese futuro en su mente —Lejos. Quizás a algún bosque o algún lugar donde no haya tantos infectados —
Jimin parpadeó, procesando la idea mientras sus ojos se volvían algo pensativos. —¿Y qué haríamos allí? —preguntó, aún sorprendido, pero intrigado.
Jungkook sonrió levemente, viendo cómo Jimin intentaba entender la idea. —Podríamos tener un jardín, nuestro huerto o plantar el árbol de manzanas del que hablaste. Viviríamos en paz, sin tener que preocuparnos de esto… por todo esto—
Jimin frunció el ceño por un momento, recordando una parte importante de esa conversación. —Pero… aún no tenemos las semillas del manzano—
Jungkook, con una sonrisa suave, lo miró a los ojos, pero no dijo nada. Se guardó ese pequeño secreto, seria una sorpresa para Jimin, una vez que todo estuviera solucionado.
Jimin quedó en silencio por un momento, pensativo, finalmente, miró a Jungkook con una pregunta en los ojos —¿Eso significa que ya no vamos a ayudar a la humanidad? —
La seriedad en la pregunta sorprendió a Jungkook, y aunque sabía que Jimin no entendía del todo las complejidades de la guerra en la que estaban inmersos, no podía ignorar su inquietud.
—Lo intentaremos —respondió Jungkook, tomando la mano de Jimin y entrelazando sus dedos con los suyos— Siempre intentaremos ayudar, pero si llega el momento en que todo se vuelva demasiado peligroso… tengo que pensar en ti, no voy a dejar que te lastimen—
Jimin lo miró con una mezcla de tristeza y gratitud, apretando suavemente su mano. Aunque no podía comprender del todo las decisiones difíciles que Jungkook estaba considerando, sabía que todo lo hacía con el único propósito de protegerlo. Y eso, más que nada, le daba paz.
—Confío en ti —dijo Jimin con una sonrisa tierna, apoyando su cabeza en el hombro de Jungkook otra vez— Y me gusta la idea de verdad quiero tener un árbol de manzanas—
Jungkook sonrió suavemente, acariciando el cabello de Jimin, sintiendo cómo, por un momento, las preocupaciones del mundo exterior desaparecían mientras estaban junto.
⭐
Cuando llegó la hora de irse, Jimin se quedó quieto, mirando a Jungkook como si no quisiera despegarse de él. Había algo en sus ojos que reflejaba la tristeza y el deseo de quedarse, como si dejarlo solo, aunque fuera por unas horas, fuera demasiado.
—No quiero irme —susurró, acercándose un poco más a él, sus manos temblando ligeramente mientras apretaba los puños de su abrigo.
Jungkook lo miró con ternura y una pizca de resignación. Sabía lo difícil que era para Jimin dejarlo ahí, pero también sabía que no podía permitirle quedarse más tiempo.
—Jimin, tienes que ir a casa —dijo Jungkook suavemente, aunque su voz tenía un tono firme. Quería que él estuviera a salvo— Te prometo que antes de que anochezca, estaré ahí contigo—
Jimin lo miró a los ojos por un momento, como si buscara alguna excusa para quedarse, pero la seguridad en las palabras de Jungkook, ese tono que siempre lo hacía sentir protegido, fue suficiente para convencerlo.
—Está bien… —dijo en voz baja, bajando la mirada, pero antes de apartarse, una pequeña chispa traviesa apareció en sus ojos. Se acercó rápido, poniéndose de puntillas, y le robó un beso en los labios. Fue corto, dulce, y dejó a Jungkook ligeramente sorprendido.
—Para que no me extrañes tanto —murmuró Jimin con una sonrisa juguetona, aunque sus mejillas estaban algo sonrojadas.
Jungkook no pudo evitar sonreír. El gesto de Jimin le había quitado un poco de la tensión acumulada, y aunque no lo demostraba del todo, ese beso le había dado algo que necesitaba.
Posó una mano en la mejilla de Jimin y le dio otro beso, pero se detuvo tratando de mantener la compostura —Vete ya —dijo en tono fingidamente serio, pero sus ojos brillaban con una mezcla de amor y ternura— Antes de que cambie de opinión—
Jimin rió suavemente, asintiendo antes de finalmente dar media vuelta y salir, aunque al hacerlo, miró hacia atrás una última vez, como si no pudiera resistirse a verlo de nuevo.
Jungkook se quedó en la celda, observando cómo Jimin se alejaba, con una sonrisa que poco a poco se desvaneció cuando la realidad volvió a caer sobre él.
Aunque Jimin lograba calmarlo por un rato, sabía que había mucho por resolver. Pero con el pensamiento de volver a casa con él al final del día, eso le dio una fuerza renovada para lo que venía.
Cuando Jimin, Hoseok y SeokJin salieron de la cárcel, el cielo sobre ellos comenzó a llenarse de un sonido profundo, casi ensordecedor. Al levantar la mirada, vieron varios aviones militares surcando el cielo, y helicópteros les seguían de cerca. Los tres se detuvieron por un momento, observando el espectáculo aéreo.
—Eso no pinta bien —murmuró SeokJin, con el ceño fruncido—. Esos aviones solo se despliegan cuando algo serio está pasando, y van directamente de la Ciudadela B—
Jimin sintió un nudo formarse en su estómago, había visto ese tipo de despliegue antes, justo antes de que las ciudadelas E y D cayeran bajo el ataque de los infectados. Se tensó de inmediato, y el eco de las ruinas que había presenciado volvió a su mente.
El miedo lo embargó lentamente.
—¿Qué significa eso?—preguntó Hoseok, tratando de sonar despreocupado, aunque el nerviosismo era evidente en su voz.
SeokJin se encogió de hombros, pero su expresión era seria —Podría ser cualquier cosa, pero no es una buena señal, si esos aviones van en dirección a la Ciudadela B, probablemente hay un brote grande o una amenaza que está escalando rápido—
Jimin tragó saliva, el miedo apretando su pecho, los infectados eran implacables, y si lograban cruzar la barrera, la destrucción era casi inevitable, la Ciudadela B era una fortaleza, pero ninguna ciudad estaba a salvo de las hordas.
—¿Crees que será grave? —preguntó Jimin, sin poder ocultar la preocupación en su tono.
SeokJin exhaló, mirando hacia el horizonte. —Espero que no, pero si algo va mal allá, podría afectarnos a nosotros también tarde o temprano—
—No se alarmen demasiado —dijo Hoseok, intentando ser optimista—. Tal vez solo están tomando precauciones, Deberíamos seguir con nuestro día—
Pero aunque sus palabras pretendían calmar, Jimin no pudo dejar de sentir la amenaza latente en el aire, siguieron caminando hacia la base, pero el ambiente era diferente.
Los tres estaban en silencio, cada uno inmerso en sus propios pensamientos.
Jimin intentaba concentrarse en otra cosa, pero las imágenes de las ciudades arrasadas y los gritos de desesperación seguían apareciendo en su mente, Hoonie siendo atacado, aunque trataba de mantenerse firme, la incertidumbre le oprimía el pecho.
Su mirada se desvió a Hoseok y SeokJin, preguntándose si ellos también estaban pensando lo mismo.
—Vamos a hacer nuestras tareas diarias —dijo SeokJin finalmente, su voz intentando romper el silencio pesado— Mientras no llegue nada aquí, estaremos bien—
Jimin asintió, intentando aferrarse a esa idea, pero en el fondo, no podía evitar preguntarse si el caos que los aviones presagiaban estaba más cerca de lo que pensaban.
💫
En la Ciudadela B, el caos era total. Helicópteros rugían por encima de las murallas, disparando balas y lanzando bombas sobre las oleadas de infectados que se agolpaban en las entradas.
Los infectados más grandes, con mutaciones grotescas ya no se veía rastro de que alguna vez fueron humanos, trataban de escalar el muro con fuerza bruta, rasgando el concreto con sus garras y aplastando cualquier defensa que los soldados intentaban levantar.
Los civiles corrían en todas direcciones, sus gritos de desesperación ahogando las órdenes de los militares. Los infectados que lograban colarse por los huecos en el muro corrían detrás de ellos con una velocidad aterradora, persiguiendo a los más lentos. Los soldados disparaban, pero sus municiones se agotaban rápido, y el terror se apoderaba de todos.
Una mujer corría entre la multitud, desesperada, empujando a quien se interpusiera en su camino. —¡Mi hijo! ¡¿Alguien ha visto a mi hijo?! —gritaba con voz rota, mirando hacia atrás, hacia donde había perdido de vista a su hijo entre la multitud que huía. Su rostro estaba bañado en lágrimas, sus manos temblorosas de puro pánico.
A su alrededor, los helicópteros comenzaban a descender, evacuando a las personas más cercanas a los muros. Soldados los empujaban hacia el túnel subterráneo, mientras los infectados escalaban cada vez más alto.
—¡Evacúen a los civiles! —gritó un soldado, mientras ayudaba a la gente a entrar al tren subterráneo que conectaba con la Ciudadela A—. ¡Rápido, antes de que lleguen más infectados! —
Un adolescente respiraba con dificultad, su cuerpo temblando mientras permanecía oculto detrás de un montón de escombros. Podía oír los gritos lejanos de la gente corriendo, el sonido de los helicópteros sobrevolando la ciudadela, pero lo que más le helaba la sangre era el gruñido constante de los infectados que se acercaban. Estaban buscándolo.
Se apretó contra el muro destrozado, su corazón latiendo desbocado, casi al borde del pánico. Sabía que no tenía mucho tiempo, que si no se movía pronto, los infectados lo encontrarían. Intentó controlar su respiración, pero el miedo lo mantenía al borde del colapso.
Miró alrededor, buscando una ruta de escape, y fue entonces cuando los vio. Tres infectados, grandes y de movimientos torpes, avanzaban hacia su posición, rastreando cualquier sonido o movimiento.
El chico tragó saliva, su mente trabajando frenéticamente. Si se quedaba ahí, moriría. Pero si se movía, también corría el riesgo de ser atrapado. No tenía elección.
Reuniendo todo su coraje, salió de su escondite. Comenzó a correr, saltando sobre los escombros que se apilaban a su alrededor. Pero, en su prisa por escapar, no vio un pedazo de concreto suelto.
Tropezó.
Su cuerpo cayó pesadamente al suelo, y antes de que pudiera levantarse, los infectados estaban sobre él. Luchó por liberarse, su piel raspándose contra el suelo y los infectados, quienes con sus garras intentaban alcanzarlo. Un dolor agudo atravesó su costado, pero el chico lo interpretó como una consecuencia de la caída.
Logró patear a uno de los infectados y se levantó justo a tiempo para seguir corriendo.
El sonido de los disparos y los gritos de los soldados eran cada vez más lejanos. La salida hacia el tren subterráneo estaba a pocos metros, pero la gente ya se agolpaba en la entrada, desesperada por subir.
El chico empujaba, tratando de abrirse paso entre la multitud, su cuerpo aún adolorido por la caída. Finalmente, logró meterse en el último vagón, justo antes de que las puertas se cerraran tras él con un chasquido.
Dentro del tren, el ambiente era asfixiante. Estaba repleto de personas, amontonadas unas contra otras, con rostros pálidos y ojos enrojecidos por el llanto. Apenas había espacio para moverse, y el chico, empapado en sudor y con la respiración entrecortada, se apoyó en una de las esquinas del vagón, la presión y el ardor en su costado era intenso.
El tren avanzaba a gran velocidad, directo hacia la Ciudadela A. Pero entre ellos, sin que nadie lo supiera, el peligro también viajaba.
Un enemigo invisible, al que ni siquiera el joven que lo llevaba dentro habida detectado aún.
Hola mis amores aquí estoy de nuevo, gracias por todo su apoyo, aunque un poco largo aquí está el capítulo.
¿Qué tal les pareció?
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