Capítulo 20

Jimin flotó escondido entre las vigas rotas de la casa en ruinas, observando cómo los infectados deambulaban por la planta baja, todavía en busca de su rastro. La calma que sentía en su forma de motita de algodón contrastaba con la realidad brutal de los infectados debajo de él.

Sabía que eventualmente tendría que volver a su forma humana, pero también sabía lo que eso implicaba: cuando volviera a ser humano, estaría desnudo y vulnerable.

Y perdería el brazalete.

El pensamiento lo perturbaba demasiado, miró hacia el lugar donde las ropas de Hoonie descansaban en el suelo, el único rastro de su forma humana. Pero, ¿qué pasaría si no podía conservar lo importante?

Jimin, siendo simbionte, no estaba limitado por las mismas reglas físicas que los humanos.

¿Qué si pudiera fusionar el brazalete con su forma?

Era una idea extraña, pero él mismo era una criatura de extraordinarias capacidades, se deslizó hacia la ropa y se posó sobre el brazalete, se concentró, enfocándose en la sensación del brazalete alrededor de su muñeca, se imaginó cómo el brazalete se integraba en su cuerpo simbiótico, convirtiéndose en parte de él.

Poco a poco, Jimin sintió algo diferente, aunque no tenía manos ni muñecas en esa forma, podía sentir el brazalete siendo absorbido dentro de su ser simbiótico, Una parte de él lo mantenía, lo guardaba de alguna manera.

¡Había funcionado!, flotó en el aire en una pequeña danza de felicidad, incluso en esa forma no podía contener su euforia de poder conservar algo tan valioso, su recuerdo del comandante Jeon.

En su forma de motita, podía flotar sigilosamente entre las sombras de la estructura, observando cómo los infectados se dispersaban lentamente, dándose por vencidos en su búsqueda y cuando estuvo completamente solo, sin escuchar ningun ruido extraño era hora de volver a su forma humana.Ñ

Cuando el peligro inmediato pasó, Jimin aterrizó suavemente en un rincón oculto de la casa derruida, comenzó la transformación de vuelta a su forma humana, un proceso tan natural como respirar.

Cuando finalmente abrió los ojos en su cuerpo humano, notó que estaba completamente desnudo, tal como había imaginado. Pero, al mirar su muñeca, el brazalete seguía allí. Sonrió levemente. De alguna manera, había logrado mantener ese pequeño objeto, esa conexión con el comandante, cerca de él.

Era una especie de milagro, o tal vez solo una muestra más de las capacidades asombrosas de su fusión con el cuerpo humano de Hoonie.

Se cubrió con las ropas que había quedado antes de la transformación y salió sigilosamente de la casa, también podría lograr fusionar su ropa, ese sería algo muy útil, su  mente estaba activa llena de nuevos planes para escapar de ese mundo hostil.

Se dejó llevar por el suave viento que le hacia cosquillas en su diminuto y ligero cuerpo, ahora sí definitivamente dejaría todo atrás, aunque eso incluyera a su comandante Jeon.

                            ⭐

El comandante Jeon estaba sentado en su oficina en el centro de mando, concentrado en la interminable pila de informes que tenía que revisar para enviar a la capital, cada palabra sobre el estado de las ciudades, los recursos y las constantes amenazas era como una aguja que se clavaba más profundamente en su conciencia.

Había advertido repetidamente al consejo que las ciudades más pequeñas, como la ciudadela D, estaban en grave peligro, pero nadie parecía escucharlo. Ellos priorizaban la capital y las grandes ciudades, ignorando los riesgos que amenazaban a las zonas periféricas.

Justo cuando iba a firmar uno de los documentos, la puerta de su oficina se abrió de golpe. El vicecomandante Kim Namjoon entró, con el rostro pálido y la mirada llena de preocupación.

—Comandante —dijo Namjoon, su voz baja pero tensa.

Jeon levantó la vista, frunciendo el ceño al notar la gravedad en la expresión de su segundo al mando —¿Qué ocurre, Namjoon? —preguntó, aunque ya tenía un mal presentimiento.

—La ciudadela D ha caído —dijo Namjoon, las palabras saliendo como un susurro pesado—Fue atacada por infectados, lograron cruzar los muros—

Por un momento, Jeon se quedó en silencio, procesando la información, sus manos se tensaron sobre los documentos que estaba revisando dos ciudadelas caídas en menos de tres meses. El golpe era devastador para las pocas resistencias humanas que quedaban.

—Maldita sea... —Jeon apretó los dientes y golpeó la mesa con su puño cerrado—. Se los advertí, Namjoon, les dije que las ciudades más pequeñas eran vulnerables, ¡Les dije que los muros de la capital estaban bien,  reforzarlos primero era un error! —

Su ira era palpable, pero detrás de ella, una creciente sensación de impotencia lo carcomía. Su liderazgo había sido firme, pero ¿de qué servía si los altos mandos ignoraban sus advertencias?

—¿Hay sobrevivientes? —preguntó, aunque no esperaba buenas noticias.

Namjoon se movió incómodo antes de responder —Muy pocos, comandante. No se salvó población civil. Solo algunos trabajadores que estaban con los soldados lograron regresar con vida. Apenas habían comenzado las reparaciones en los muros cuando comenzó el ataque. El número de infectados era... abrumador—

Jeon maldijo por lo bajo, sintiendo cómo su frustración crecía.

—El consejo decidió bombardear la ciudadela D —continuó Namjoon— Los aviones están en camino, si no han llegado ya, las bombas deberían estar cayendo sobre la ciudadela ahora mismo—

El comandante Jeon golpeó la mesa una vez más. No le habían notificado del bombardeo. Pero no era ninguna sorpresa. Así operaba el consejo. Así operaba el comandante supremo, su padre, siempre tomando decisiones drásticas sin informar a las personas que realmente dirigían las tropas en el campo.

En ese momento, Namjoon se aclaró la garganta y su voz se suavizó —Hay algo más... Revisé la lista de los trabajadores que fueron enviados a la ciudadela D hoy. El nombre de Park Jimin está en ella—

El tiempo pareció detenerse para Jeon. La habitación, la oficina, los informes... todo se desvaneció en un abismo mientras esas palabras resonaban en su mente. "Park Jimin está en ella." La noticia lo golpeó como un martillo, dejándolo aturdido.

—¿Qué? —Su voz salió áspera, casi sin aliento—. ¿Jimin estaba allí?

Namjoon asintió con un gesto de preocupación en su rostro —Sí, comandante. Lo confirma el lostado. Park Jimin estaba entre los trabajadores enviados a la ciudadela D hoy—

La mente de Jeon se quedó en blanco por un momento, incapaz de procesar lo que estaba escuchando. Jimin... ¿Cómo había terminado allí? Había estado bajo su protección. Había tomado la decisión de irse, pero nunca pensó que se pondría en una situación tan peligrosa.

El dolor en su pecho era tan fuerte como su ira. Jimin estaba entre los caídos, quizás en el corazón de una ciudad que pronto sería reducido a cenizas por las bombas. ¿Qué si estaba atrapado allí? ¿Qué si... no había sobrevivido?

—¿Dónde están los trabajadores sobrevivientes? —preguntó con urgencia, tratando de mantener la compostura.

—En camino, comandante. Deberían estar entrando en la ciudadela A en cualquier momento —respondió Namjoon, preocupado por la reacción de su superior.

Jeon no lo pensó dos veces, se levantó de golpe y salió de su oficina sin una palabra más. Namjoon lo siguió en silencio, sabiendo que era inútil intentar detenerlo. El comandante estaba decidido. Necesitaba ver con sus propios ojos si Jimin había sobrevivido.

A medida que corría por los pasillos hacia la puerta principal de la ciudadela, Jeon sentía que su corazón latía con fuerza en sus oídos, las imágenes de los ataques que había presenciado antes, la carnicería y destrucción que los infectados causaban, lo atormentaban.

Pero no podía permitirse pensar en lo peor. No Jimin. No él.

Cuando llegó a las puertas de la ciudadela, las vio abrirse lentamente. Un grupo de sobrevivientes cubiertos de polvo y sangre seca, se acercaba. Los soldados los escoltaban mientras se arrastraban hacia la seguridad. Jeon escudriñó los rostros uno por uno, buscando con desesperación el rostro familiar de Jimin.

El corazón de Jeon se aceleró más. Ninguno de esos rostros pertenecía a Jimin. Los minutos parecían eternos mientras los sobrevivientes entraban, y su ansiedad crecía.

Entonces, desesperado, gritó —¡Jimin! —El nombre salió de sus labios antes de que pudiera detenerse—. ¡Park Jimin! —

El silencio lo envolvió por un segundo. Nadie respondió de inmediato. Luego, un soldado herido, tembloroso y cubierto de sudor, levantó una mano.

—Lo vi... —dijo un hombre alto y  corpulento, pero con la voz entrecortada—. Estaba con nosotros cuando empezó el ataque, pero no lo vi después. Se quedó atrás... No sé si sobrevivió—

Esas palabras atravesaron a Jeon como una espada. El comandante, que siempre mantenía una fachada fría e imperturbable, sintió que el suelo bajo él se desmoronaba.

La desesperación lo consumía, sentía cómo sus manos temblaban mientras intentaba desesperadamente contactar a Jimin a través del brazalete, pero no obtuvo respuesta.

Su corazón se hundió aún más al imaginarlo allá, atrapado en medio de un caos que se tragaba vidas sin piedad. Las palabras de uno de los soldados, que insistía en que nadie podría haber sobrevivido, resonaban en su mente, pero Jeon se negaba a aceptarlas. No quería pensar en Jimin entre los muertos, no podía.

Decidido a hacer algo, cualquier cosa, se comunicó directamente con los altos mandos.

Con una voz tensa y casi entrecortada exigió— Habla el comandante Jeon Jungkook, ordenó la que se cancele el bombardeo a la ciudadela D—

Era la primera vez que actuaba de manera tan irracional, y lo sabía. Normalmente, habría entendido que destruir la ciudadela D era la única opción para contener la invasión de los infectados, pero esta vez no le importaba la lógica, Necesitaba creer que había una posibilidad, por mínima que fuera, de que Jimin estuviera con vida.

La respuesta que recibió fue cortante y devastadora —Es demasiado tarde, comandante. Las bombas ya han sido soltadas—

Esas palabras cayeron sobre él como un peso insoportable. Sentía cómo su mente se oscurecía con la imagen de la destrucción, de las llamas devorando lo poco que quedaba de la ciudadela. La ciudadela D, y quizás Jimin con ella, serían reducidos a cenizas, sus ojos ardían.

Jeon permaneció inmóvil por un momento, el auricular aún en su oído, sin poder procesar lo que acababa de escuchar, todo lo demás parecía un eco lejano. El peso de la impotencia lo aplastaba, un nudo se formó en su garganta.

El rostro de Jimin sonriendo mientras le enseñaba como cortar zanahorias, su voz animada, su risa inocente, ¿Realmente lo había perdido?

Después de que Jimin decidió irse de la casa, Jeon había optado por respetar su espacio. Aunque su instinto le gritaba que lo siguiera, decidió darle privacidad, confiando en que con el tiempo Jimin volvería.

Incluso dejó de rastrear el brazalete que él mismo le había dado, convencido de que necesitaba mantener cierta distancia para no sofocarlo, pero ahora, con la incertidumbre y el miedo apoderándose de él, se arrepentía profundamente. Si lo hubiera vigilado, si hubiera sabido en todo momento dónde estaba, jamás habría permitido que saliera de la ciudadela, y mucho menos que se acercara a una zona tan peligrosa.

De repente, una chispa de esperanza encendió su mente. El brazalete. Había olvidado que el dispositivo no solo rastreaba la ubicación de Jimin, sino que también monitoreaba sus signos vitales, si Jimin seguía usándolo, tendría una oportunidad. Podría saber si estaba vivo.

Con manos aún temblorosas, Jeon volvió a su escritorio y activó el sistema de rastreo en su terminal. El sudor frío le cubría la frente mientras tecleaba, cada segundo se sentía eterno.

 Finalmente, la pantalla proyectó una imagen y Jeon contuvo el aliento. Los latidos de su corazón resonaban con fuerza en sus oídos mientras esperaba que los datos se cargaran, con la esperanza de ver algún indicio de vida.

—Vamos, Jimin, por favor... — murmuró, rezando para que el brazalete aún estuviera activo, para que no fuera demasiado tarde.

Entonces, un destello de esperanza iluminó la mente del comandante.

Los signos vitales de Jimin aparecieron en la pantalla, calmados y estables, marcando que aún seguía con vida.

Jeon exhaló un suspiro de alivio, pero la confusión no lo abandonaba, esperaba que, de haber estado en peligro o asustado, los latidos de Jimin fueran más acelerados, pero todo parecía dentro de lo normal.

Inmediatamente intentó comunicarse a través del brazalete, pero, igual que antes, no hubo respuesta.

El silencio era frustrante, pero el rastreador mostraba algo aún más importante: Jimin estaba lo suficientemente lejos de la ciudadela D como para haber evitado el impacto de las bombas. Eso significaba que había logrado huir antes de que fuera demasiado tarde.

No entendía cómo había llegado tan lejos, ni cómo había logrado evadir a los infectados y el caos del ataque, pero ahora eso ya no importaba. Lo único que sentía era gratitud —Gracias... estás vivo... —murmuró para sí mismo, sin apartar la vista de la pantalla.

Sin perder más tiempo, Jeon salió hasta donde estaba Namjoon —Rastreé ubicación exacta de Park Jimin, ordena al escuadrón cerbero, prepararemos un equipo de rescate inmediato. Voy a traerlo de vuelta—

Namjoon asintió, dando ordenes a los soldados.

En ese instante Choi Soobin, su oficial de comunicaciones, apareció detrás de ellos.

—Comandante Jeon —anunció Soobin—, tengo una llamada del comandante supremo.

Jeon frunció el ceño, y sintió que un escalofrío recorría su espalda. Se preparó mentalmente para lo que iba a escuchar, sabiendo que la conversación con su padre nunca era sencilla —Pásamela —respondió, mientras su mente trataba de concentrarse.

Una vez conectado, la voz autoritaria de Jeon GongYoo resonó —¿Qué está ocurriendo, comandante? —preguntó GongYoo, con un tono que dejaba claro que no había lugar para la frivolidad.

Jeon tomó aire, tratando de mantener la calma —Hay posibilidades de sobrevivientes en la ciudadela D —dijo con firmeza—. Estoy a punto de ir en una misión de rescate—

—La ciudadela D fue destruida. No hay supervivientes —interrumpió GongYoo— No es necesaria una misión de rescate—

El silencio se instaló por un momento, y Jeon pudo sentir la tensión del otro lado de la línea.

La frustración comenzó a brotar en Jeon —Con todo respeto, comandante supremo, tenemos que intentarlo. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras hay una posibilidad—

—Comandante Jeon —comenzó GongYoo, con esa autoridad impenetrable que había moldeado a su hijo durante años— Las órdenes son claras: Cerbero permanece en la ciudad. Si desobedece, habrá consecuencias para todos tus hombres, incluyéndote a ti —

La amenaza de su padre resonó en sus oídos, pero la imagen de Jimin lo llenó de determinación. Sabía que podría castigar a todos severamente, pero no podía dejar de pensar en la posibilidad de que Jimin aún estuviera con vida.

En un acto impulsivo, pero lleno de convicción, Jeon respondió—Si eso es todo, seguiré con mis deberes, comandante supremo—

—Cerbero, se cancela la operación de rescate —anunció Jeon con firmeza, tratando de evitar que su voz temblara.

Los rostros de los soldados reflejaron confusión y preocupación.

Namjoon alzó una ceja, sorprendido por la resolución de Jeon, pero conocía suficiente al comandante para saber lo que estaba pensando.

—¿Estás seguro de esto? Sabe lo que significa desobedecer una orden directa...

Jeon lo miró con determinación—No puedo arrastrar a nadie más a esto—

Sin dar más explicaciones, Jeon se dio la vuelta y se dirigió a su oficina. Namjoon y el sargento Kim lo siguieron a una distancia prudente.

—Comandante —insistió Namjoon—, no puedes ir solo. Es demasiado arriesgado.

Jeon se detuvo un momento, sintiendo el peso de la preocupación de sus hombres.

—Lo sé —respondió, con la voz tensa—, pero necesito hacer esto.

Sin más palabras, Jeon entró en su oficina y cerró la puerta. Sabía que debía actuar con rapidez; no podía arriesgarse a que alguien lo detuviera.

Solo, comenzó a preparar lo que necesitaba para su misión. Se armó con un equipo mínimo, decidido a salir sin que nadie lo supiera. La idea de dejar a su escuadrón atrás era dolorosa, pero la urgencia por encontrar a Jimin lo dominaba. Tenía que ir, y lo haría solo.

Hola mis amores aquí estamos de vuelta ❤️

Jeon va buscar a su motita.

Besitos nos leemos 💋

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