Capítulo 2

Jimin dio un salto lejos del infectado y, rodeando la pared, volvió a correr hacia la salida.

Estaba tan cansado... Si tan solo pudiera salir del cuerpo de Hoonie y escapar...

Desechó esa idea de inmediato. Si dejaba a Hoonie, ese monstruo destruiría su cuerpo. No podía permitir que eso pasara. Fueron pocos los momentos que pasó con él, pero eran demasiado importantes.

Volviendo a la calle, corrió aún más rápido como pudo. ¿Acaso ese monstruo no se cansaba?

¿Por qué él sí? Se suponía que ambos eran una especie de parásitos alienígenas. ¿Por qué él sí se cansaba y los demás no? Eso no era justo, pensó haciendo un puchero.

Al doblar en una esquina llena de escombros, sus pies lo obligaron a detenerse. Había un hombre justo frente a él, otro humano. Su mirada intensa le causó escalofríos, y lo que ese humano tenía en la mano...

Jimin sabía que podía hacerle daño; era un arma que apuntaba justo a su cara.

Un sonido ensordecedor detonó y el infectado cayó justo detrás de él, de bruces al piso.

El hombre lo observó de pies a cabeza sin dejar de apuntarlo. —Identifícate —ordenó con una voz firme, fría y autoritaria.

¿Identificarse? ¿Qué era eso?

Jimin se mordió el labio inferior con nerviosismo. —Eh...

—¡Identifícate! —ordenó de nuevo, quitándole el seguro al arma.

Su corazón latía tan rápido y su cabeza daba vueltas. Jimin empezó a marearse; su vista se volvió difusa y sus piernas ya no pudieron sostenerlo, al igual que sus pesados ojos, que ya no querían seguir abiertos.

Muchas imágenes empezaron a acumularse en su cabeza: rostros desconocidos. Eran los recuerdos de Hoonie.

Quizá Hoonie quería ayudarlo a sobrevivir.

                                    ❤️

—¡Quita esa cara, Jihoon! —gruñó Bang, uno de sus amigos, poniéndose el uniforme—. Es una oportunidad única. Las minas escasean; el kárhozanium es cada vez más raro. Encontrar un yacimiento nuevo es un milagro. Además, sería nuestro aporte para el futuro de la humanidad.

—No lo haces por el futuro de la humanidad, lo haces porque la paga es buena —contestó Eunwoo, rodando los ojos.

—No voy a cuidar cerdos de nuevo. Ese trabajo es asqueroso y no es para mí —chistó Bang—. Si no quieres venir, ve a cuidarlos tú, Ji.

—Vamos a estar bien, Ji —lo animó su mejor amigo, Eunwoo—. Iremos con el ejército. Ayudaremos a recoger, solo cargando los recipientes de la mina que descubrieron un poco más lejos. Ganaremos mucho dinero y estaremos de vuelta —dijo, tomando sus manos entre las suyas.

Jihoon solo asintió, tratando de sonreír ante la voz optimista de Eunwoo. —Haré lo mejor que pueda —. Pero, en realidad, tenía mucho miedo.

—No estorbes —dijo Bang entre dientes.

Eunwoo le dio una mirada de reproche a Bang —No tengas miedo, yo te cuidaré — le revolvió el cabello.

Jihoon nunca había salido de la ciudad y el exterior le aterrorizaba. Las historias que contaban sobre lo que les sucedía a los humanos que se infectaban no eran nada bonitas.

Nunca había visto uno y tampoco quería hacerlo. Tenían diferentes nombres, pero el que más sobresalía era "devoradores de almas", ya que los parásitos extraterrestres ingresaban al cuerpo humano con cualquier contacto, ya sea a través de heridas abiertas o mordeduras. Estos infestaban a las personas y les quitaban todo rastro de humanidad, transformándolos en monstruos.

Eunwoo tomó un pequeño sombrero y se lo puso en la cabeza. —Es hora de irnos.

—Dejen el drama. Los escuadrones exploraron el área; es seguro. Ya saben, ningún devorador se acerca a esas minas. El kárhozanium los mata —Bang se encogió de hombros—. Vámonos. Esto será emocionante —dijo, dirigiéndose a los autos.

...

—¡Tenemos devoradores! Den la vuelta, el camino está infestado —se escuchó un grito alarmante a través de la radio del soldado que estaba sentado en el auto junto a ellos.

—¿Qué está pasando? —preguntó Jihoon, su voz asustada.

—Shh —uno de los guardias que iba con ellos llevó el dedo a sus labios y tragó grueso mientras se asomaba por el vidrio de la pequeña ventana que unía la parte trasera con la cabina.

—Tranquilo —murmuró Eunwoo, tomando su mano.

En ese instante, el auto se puso en marcha de una forma brusca, haciéndolos caer de sus asientos. Aceleró al tope solo para volver a frenar, intentando dar la vuelta para regresar, pero iba demasiado rápido y terminó volcándose.

El golpe fue tan estrepitoso que sus oídos silbaron con un sonido sordo, dejando a todos aturdidos.

En ese momento, un peso cayó sobre el auto. En la ventanilla de vidrio, Jihoon nunca había visto un infectado transformado antes. Tenía piel grisácea y escamosa, sus ojos totalmente negros, y sangre oscura como alquitrán saliendo de sus oídos. Su cuerpo se paralizó por un momento.

El corazón de Jihoon casi se detuvo cuando el vidrio se agrietó. Estos autos no eran de combate; se usaban como transportadores.

Entonces, más devoradores se acercaron, gruñendo. Entraron en la cabina del chófer y los gritos eran espeluznantes. El vidrio de la pequeña ventanilla se cubrió de sangre.

La otra ventana también estaba por romperse; tenían que salir. —Apenas abra, corran —ordenó el soldado, pateando la puerta.

Bang fue el primero en salir y Eunwoo tomó la mano de Jihoon para ayudarlo.

La escena era espantosa afuera. Había devoradores por todos lados; sus chasquidos de dientes y los graznidos de sus gargantas helaban la piel. Algunos tenían un aspecto aún peor. Su cara ya no se veía humana y sus ojos parecían tener más de dos. Sus dientes estaban afilados y un pequeño rasguño de esas garras era suficiente para infectarlos.

—¡Vamos! —les gritó Bang, siguiendo al guardia.

Jihoon apretó la mano de Eunwoo y saltó. Corrió en medio del baño de sangre; los disparos y los gritos hacían eco en la ciudad destruida.

Algunos soldados disparaban, otros eran devorados, y algunos se levantaban infectados, atacando a sus compañeros. Como eran civiles, no tenían armas y mucho menos sabían cómo usarlas.

El miedo que sentía en ese momento no se comparaba con nada; iban a morir allí, comidos por esos monstruos.

—Vamos, hay que encontrar un lugar seguro y pedir refuerzo del escuadrón de exterminación Cerbero —ordenó el soldado.

Aunque antes de que pudiera dar un paso, un infectado saltó sobre él y le mordió el rostro, haciéndolo caer al suelo entre gritos de dolor.

—Corran —Bang los guió hacia un edificio, empujando a Eunwoo hacia un lugar más despejado.

Jihoon intentó seguirles el paso y salió corriendo. Sin embargo, un infectado salió de la nada y lo atrapó, haciéndolo caer al suelo boca arriba.

Eunwoo se dio la vuelta y estiró su mano para levantarlo, pero fue detenido por Bang, que tiró de él. —Es tarde...

El dolor que recorrió su cuerpo cuando las fauces del infectado mordieron su brazo, arrancando un pedazo de su piel, fue descomunal, y las garras se clavaron en su piel, casi quitándole el aliento.

Lo sabía, no había vuelta atrás, estaba completamente perdido. Podía escuchar los gritos de Eunwoo y también la voz de Bang, pero no podía ver nada.

¿También habían sido atrapados?

En ese momento se escuchó un disparo y el cuerpo del infectado cayó desparramado sobre el suyo. Al parecer, un soldado le había disparado, pero ya era demasiado tarde; Jihoon había sido mordido.

Aun así, no quería que lo comieran vivo, así que se quedó quieto con el infectado sobre él, tratando de recuperar fuerzas. Con lágrimas saliendo de sus ojos, supo que no volvería a ver a sus amigos; se convertiría ahora en un “devorador”.

Sin embargo, tampoco quería comer humanos. Debía alejarse y encontrar la forma de morir antes de transformarse, así que, sacando fuerzas de donde no sabía, se levantó y corrió. Desafortunadamente, aún seguía siendo apetecible para los infectados, que empezaron a seguirlo. Las calles estaban cubiertas de maleza, plantas y escombros, y no había muchos caminos por dónde escapar.

Corrió aún más rápido, con sus heridas sangrando, hacia una pila de escombros, y como pudo, las subió con los infectados siguiéndole el paso. En su apuro, pisó mal y su pie falló, rodó por la pila de escombros de edificios destruidos y cayó sobre unos arbustos de flores.

Para ese momento, su cuerpo estaba completamente agotado, sus heridas no dejaban de sangrar, y al llevarse la mano al estómago, se dio cuenta de que, cuando se deslizó por los escombros, un enorme vidrio se clavó en su estómago, y al sacarlo, empezó a brotar demasiada sangre. Estaría muerto pronto.

Eso era bueno, ¿no? Pensó sin consuelo.

No debió haber venido; era débil y bastante inútil, pero tampoco quería ser una carga para Eunwoo. Los trabajos bien pagados eran escasos, y las situaciones en ciudades más pequeñas como la suya eran precarias. A Bang no le agradaba mucho que solo ellos dos aportaran para su pequeña casa.

Sin embargo, ahora moriría dolorosamente y en soledad, sin saber si al menos ellos habían podido sobrevivir. Los infectados estaban casi sobre él.

En ese instante, algo extraño empezó a suceder. El arbusto en el que cayó, junto con sus enredaderas, empezó a moverse, envolviéndolo. ¿Qué diablos estaba ocurriendo?

¿Las plantas también habían mutado para comer humanos?

Pero, para su sorpresa, lo envolvieron sin lastimarlo. Podía escuchar a los infectados y sentir cómo se abalanzaban sobre los arbustos, pero era como si estos lo estuvieran protegiendo, y las diminutas hojas empezaron a emanar luz.

Una pequeña y encantadora criatura, con la apariencia de una motita de algodón, apareció. Su forma ligeramente irregular, similar a una nube suave y esponjosa, estaba cubierta con vellitos o pelitos afelpados que se extendían en hilos delgados y delicados, dándole una textura que recordaba a una medusa de los libros.

Su color era una mezcla de blanco puro y suaves tonalidades pastel, que brillaba con una luz cálida y suave de manera armoniosa, creando un efecto resplandeciente. Aunque no parecía tener ojos ni boca visibles, su apariencia transmitía una profunda ternura e inocencia.

Cada uno de los pelitos afelpados emitía un leve brillo y parecía dejar un rastro de destellos sutiles mientras se movía, como si estuviera sembrando pequeñas chispas de luz. Flotaba con gracia, como si se deslizara por el aire. Su presencia era reconfortante y mágica, haciendo que resultara difícil no sentir simpatía por su aspecto adorable y su comportamiento juguetón, incluso estando al borde de la muerte.

—¿Qué eres? —preguntó Jihoon sin poder dejar de mirarlo.

La pequeña criatura se acercó a su rostro, extendió uno de sus diminutos tentáculos y le tocó la cara, pero lo apartó de inmediato. Era como si también se preguntara qué clase de ser era Jihoon; de alguna manera, eso era lo que había comunicado.

Las pequeñas fibras luminosas se movieron sobre su mano con delicadeza, y Jihoon extendió la suya. La criatura pareció dudar antes de pasarse sobre ella.

Era tan cálida y suavecita, que por un momento sonrió a pesar de su dolor. ¿Esto era real?

—¿Cómo hiciste eso? ¿Puedes entenderme? —preguntó, asombrado.

Los ojos de Jihoon se abrieron. Este parecía ser un simbionte que se comunicaba con sus anfitriones a través de impulsos eléctricos suaves que viajaban por los finos vellitos que cubrían su cuerpo. Estos impulsos no eran invasivos, sino que sincronizaban su ritmo con los patrones nerviosos o las señales bioquímicas del organismo, creando una conexión casi empática.

El huésped, ya sea animal o planta, percibía una sensación de calma, bienestar y protección cuando el simbionte estaba presente. No utilizaba palabras, pero transmitía emociones y sensaciones que podían guiar al organismo a evitar peligros o curarse más rápidamente.

—¿Eres como un parásito alienígena? —preguntó Jihoon.

—¿Qué es un parásito alienígena? —No fueron palabras, pero algo así entendió Jihoon que la criatura quería saber.

—Un ser que viene de otro mundo. Yo solo conocía a los malos, los que infectan humanos. ¿Hay más como tú?

—No lo sé… nunca he visto otro parásito alienígena —la motita de algodón se movió de forma perezosa en su mano y se deslizó con más confianza—. Solo yo.

—¿Sabes de dónde vienes? —preguntó Jihoon.

—No lo sé… —La criatura tocó las heridas y pareció encogerse.

¿Acaso sentía empatía por verlo herido?

—¿Cuál es tu nombre? ¿Tienes uno? —preguntó Jihoon.

—¿Qué es un nombre? —La criatura flotaba frente a sus ojos, tocando los rasguños de su cara.

—Es la forma en que te llaman. Los padres suelen ponérnoslo —le explicó.

—¿Y qué son los padres?

Jihoon sonrió con tristeza. Al parecer, había alguien más solitario que él en el mundo. Al menos él había tenido padres, los cuales se infectaron al salir de la ciudad, y fue criado por su abuelo hasta que falleció de vejez. Ahora tenía a Eunwoo y, aunque un poco gruñón, también a Bang.

¿Esta pequeña criatura había vivido sola todo el tiempo?

A través del tacto de las pequeñas fibras brillantes, Jihoon pudo entenderlo mejor. Este simbionte no controla ni daña al organismo que habita, mantiene un delicado equilibrio entre ambos.

Absorbe solo una mínima cantidad de energía del huésped, suficiente para mantenerse sin interferir con sus funciones normales. A cambio, fortalece a su huesped, proporcionándole resistencia extra a enfermedades, acelerando la cicatrización de heridas e incluso ayudando en la regeneración celular.

Es un ser protector, casi invisible en su ayuda, que siempre busca mantener el equilibrio y la salud del ecosistema en el que vive.

Las lágrimas salieron de sus ojos. —Eres un ser muy bello y bueno. No intentes salvarme, no hay nada que puedas hacer.

El pequeño simbionte se movió hacia la herida de su estómago, sin hacerle caso.

—Eres obstinado... ¿Cómo debería llamarte?

El simbionte no transmitió nada; lo ignoró. Era como si se hubiera enojado porque Jihoon le dijo que no podía salvarlo, lo cual le pareció muy tierno.

—Vienes de las estrellas, ¿no? —Jihoon suspiró—. Jimin, ¿qué te parece? Significa “estar más alto que el cielo” y tú vienes de allá arriba.

La criatura revoloteó a su alrededor, al parecer aprobando el nombre. —Así que te gusta. Yo soy Jihoon, Park Jihoon, aunque mis amigos me dicen “Ji”, y mi abuelo me decía Hoonie. Me gustaba mucho, pero los chicos decían que se escuchaba de mujer y empezaron a llamarme solo “Ji”.

—Hoonie es lindo —le hizo saber Jimin.

Jihoon sonrió, y en ese momento unas garras atravesaron las enredaderas del arbusto, arrancándolo de su interior.

Jimin se aturdió un poco al ver los horribles monstruos que los rodeaban. Empezó a temblar. Ellos eran malos, ellos querían seguir dañando a Hoonie. Tenía que hacer algo.

En ese momento, algo en su interior hizo "click", y la luz de su cuerpo comenzó a brillar más intensamente, como una acumulación de energía que su diminuto cuerpo no podía controlar. No sabía qué estaba pasando, pero al escuchar los gritos de Hoonie, ya no pudo contenerlo más.

Y lo dejó salir todo.

La luz que emitió iluminó todo a su alrededor como una ola continua. Se escucharon gruñidos estrepitosos y espeluznantes.

Entonces ya no tenía fuerzas y simplemente se dejó caer, pero también lo hicieron los monstruos que los rodeaban. Uno por uno cayeron al suelo con sus cuerpos completamente rígidos, como si hubieran sido congelados.

Jihoon, aún con más heridas, se arrastró hasta donde cayó Jimin. La luz de su cuerpo era tan opaca y se veía casi transparente.

—Jimin, ¿tú hiciste eso? —preguntó Jihoon, soltando una bocanada de sangre—. Lo hiciste para salvarme, ¿verdad?

La pequeña criatura no se movía y su brillo se estaba apagando. —Por favor, no, Jimin. Por favor, no mueras. Es mi culpa. ¿Vivías en la planta, verdad? Ahora que la planta está muerta, puedes vivir en mí. Mi cuerpo  está herido, pero puedes quedarte aquí hasta que recobres tus fuerzas. No vuelvas a hacer eso de brillar así, sin importar nada, por favor, Jimin —suplicó con sus ojos llenos de lágrimas.

Jihoon había perdido demasiada sangre. Estaba tan débil que sabía que, incluso si Jimin entraba en su cuerpo, no podría salvarse. Así de inútil era. Esta pequeña criatura, inofensiva e inocente, arriesgó todo para salvarlo, y ahora estaba muriendo. No era justo.

Sollozando, se colocó boca arriba, mirando el cielo nocturno. Habían pasado tantas horas que ya era de noche. Tomó a Jimin en su mano y la colocó en su pecho, observándolo mientras intentaba seguir respirando.

—Dicen que cuando estás a punto de morir, todos tus momentos memorables pasan ante tus ojos como una película, pero en este momento mi mente está en blanco. Supongo que no he vivido nada que valga la pena recordar —susurró.

—Tú eres una preciosa criatura que vive en el mundo sin lastimar a nadie, beneficiando a los demás. No es justo que mueras por alguien inútil como yo, que nunca pudo hacer nada de lo que deseaba —Jihoon tosió sangre— Jimin, vive. Tu bondad muestra que tienes más humanidad que un mismo humano. No te des por vencido, y no le cuentes a nadie lo hiciste, por favor nadie debe saberlo —murmuró, cerrando los ojos.

Jimin, apenas una diminuta motita de algodón brillante, se acurrucaba sobre el pecho inerte de Hoonie. Había hecho todo lo posible por salvarlo, por curar sus heridas, por mantener su cuerpo funcionando.

Pero ahora, el pecho de Hoonie no se movía, ni siquiera un leve ascenso que indicara la respiración. Jimin flotaba en el aire un momento, observando la quietud del cuerpo.

"¿Por qué no se mueve?", pensaba con confusión, intentando entender qué había salido mal.

Sus pequeñas fibras vellosas rozaban la piel fría de Hoonie, buscando algún rastro de vida, pero no había nada. Se acercó más, presionando su esponjosa superficie contra el cuello de Hoonie, sintiendo cómo el calor de su cuerpo humano se desvanecía lentamente.

Comenzaba a sentir un peso abrumador en su pequeño ser. No entendía qué era lo que ocurría. No sabía lo que era ese dolor.

Sus fibras acariciaron el rostro de Hoonie una vez más, intentando transmitir algún tipo de consuelo, aunque no entendía realmente para quién era ese consuelo. Quizá no era para Hoonie, sino para sí mismo.

Hola mis amores aquí conocimos un poco a Hoonie, el cual le ofreció su cuerpo a Jimin par que pudiera seguir vivo, de verdad pobrecito.

Aclaración: Como ya saben, Jimin es un simbionte el no tenia un cuerpo.

y “Hoonie” tiene el aspecto humano del Jimin que conocemos.

Ahora que Jimin ocupa ese cuerpo tiene un aspecto aún más hermoso ya que el es un ser que vitalicia a sus huéspedes, es nuestro Jimin de siempre.

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