Capítulo 19
Jimin salió de la pequeña habitación, el viento frío golpeando su rostro como un recordatorio constante de la realidad. Cada paso que daba hacia el centro de reclutamiento lo llenaba de una mezcla de temor y anticipación. No podía permitirse dudar ahora. Necesitaba actuar antes de que Bang tuviera la oportunidad de delatarlo.
Mientras caminaba, su mente divagaba hacia Jeon, apenas llevaba horas sin verlo y lo echaba tanto de menos, el recuerdo de su tiempo juntos lo atormentaba. Aunque Jeon había sido frío a veces, había momentos en los que lo trataba con una ternura que lo desarmaba por completo.
Recordó las noches donde, sin palabras, Jeon lo abrazaba hasta que el sueño lo vencía, o cuando estaba en las misiones, solía hacerle una vídeo llamada para asegurarse de que dormiría bien, ese tipo de intimidad silenciosa, esos pequeños detalles, era lo que más extrañaba, porque sabia que no los tendría de nuevo.
Llegó al edificio de reclutamiento y respiró hondo. Su plan estaba claro: conseguir el trabajo, salir de la ciudadela y, una vez afuera, desaparecer. La oficina estaba llena de hombres y mujeres, algunos con rostros duros y otros, como él, nerviosos. Jimin mantuvo la cabeza baja mientras rellenaba los formularios necesarios. Si todo salía bien, estaría fuera.
Sin embargo, algo no dejaba de carcomerle por dentro. No quería dejar a Jeon sin una despedida, pero sabía que cualquier contacto con él lo podría poner en riesgo. Además, estaba seguro de que Jeon trataría de detenerlo si se enteraba de su plan. A pesar de eso, una parte de él deseaba verlo una última vez, aunque solo fuera para devolverle el brazalete que llevaba en su muñeca.
El reclutador lo miró con desdén cuando entregó los documentos, pero no le importaba, firmó donde debía y se le informó que el trabajo comenzaría mañana. Eso le dejaba poco tiempo para pensar. Salió del edificio, con su corazón golpeando fuerte contra su pecho, sabiendo que lo más difícil aún estaba por venir.
Esa noche, mientras empacaba lo poco que tenía, escuchó un golpe en la puerta. Su corazón se aceleró. ¿Sería Jeon? Caminó lentamente hacia la entrada, pero al abrir, se encontró con el rostro familiar del sargento Kim.
—Jimin —dijo con una mezcla de preocupación y sospecha— he notado que algo anda mal desde que te mudaste. ¿Estás seguro de que todo está bien? —
Jimin tragó saliva, nervioso. No podía permitirse flaquear ahora, pero el peso de todo lo que había vivido lo superaba. Miró a Kim y forzó una sonrisa —Estoy bien, sargento. Solo necesito... algo de espacio. Eso es todo—
Kim no parecía convencido, pero asintió lentamente. Justo cuando parecía que iba a retirarse, agregó —El comandante Jeon está preocupado por ti. No ha dicho nada, pero lo conozco desde hace mucho tiempo. Sé que algo no anda bien. Si hay algo que pueda hacer para ayudar, no dudes en decirlo —
Esas palabras hicieron que algo dentro de Jimin se desmoronara. La imagen de Jeon, frío pero protector, apareció en su mente. Sintió una punzada de culpa y tristeza, pero sabía que esto era lo correcto. No podía permitirse ser débil. Si permanecía cerca, solo empeoraría las cosas, y tarde o temprano, su secreto sería descubierto.
—Gracias, sargento, pero de verdad estoy bien. Solo quiero un poco de tranquilidad, —respondió con voz firme.
TaeHyung lo miró por un momento más, antes de asentir una vez más y girarse para marcharse.
Cuando la puerta se cerró, Jimin se deslizó al suelo, abrazando sus rodillas. ¿Por qué se sentía tan roto? Había tomado la decisión correcta, ¿no? Tenía que escapar, Pero la idea de dejar a Jeon, de dejar todo lo que conocía, lo ahogaba.
Finalmente, cuando la noche cayó por completo, Jimin se levantó y tomó el brazalete de su muñeca. Lo miró una última vez antes de meterlo en un pequeño bolso. Necesitaba devolvérselo a Jeon, pero hacerlo significaría enfrentarlo una última vez.
Jimin miraba el brazalete en su bolso, sus dedos rozando la suave textura del metal. Algo lo hacía dudar, pero no podía identificarlo con claridad. El dolor en su pecho persistía, como si algo dentro de él quisiera aferrarse a la vida que compartía con Jeon, aunque su mente le decía que debía seguir con su plan de escape.
No entendía por qué. ¿Por qué dolía tanto alejarse de él? ¿Por qué sus pensamientos siempre volvían a esos momentos que compartían juntos?, ¿Por qué era diferente? Cada vez que Jeon lo miraba, cuando lo protegía o incluso cuando lo trataba con dureza, algo se encendía en su pecho. Pero no comprendía qué era.
Caminó lentamente hacia la ventana de su pequeña habitación. Afuera, el viento helado agitaba las ramas de los árboles. Jimin apoyó su frente contra el vidrio frío, cerrando los ojos, intentando calmar la tormenta dentro de él.
Trató de recordar lo que había aprendido sobre los humanos. Sabía que los humanos amaban, que sus relaciones estaban basadas en algo profundo, un vínculo emocional que él creía no poder entender. Pero entonces, ¿por qué Jeon le importaba tanto?
Jimin sintió que una lágrima se deslizaba por su mejilla, se llevó la mano al pecho, sintiendo un peso extraño, una presión que no comprendía, ¿Por qué dolía tanto?
Volvió a la cama y tomó nuevamente el brazalete en sus manos, Jimin lo miró fijamente por unos instantes. Era un simple objeto, algo insignificante en apariencia, pero representaba mucho más.
Se quedó inmóvil, su corazón latiendo más rápido de lo que debería. No sabía por qué, pero el solo pensamiento de devolver el brazalete le dolía terriblemente, era como si dejarlo atrás significara dejar atrás algo más, algo que no estaba listo para perder.
Se mordió el labio, tratando de ignorar la punzada en su pecho, pero fue inútil —No lo devolveré— Murmuró casi con un atisbo de desafío.
No podía. No quería. Quería tener algo del comandante Jeon con él, aunque fuera solo un objeto. Lo necesitaba.
Con una resolución que lo sorprendió, volvió a colocarse el brazalete en la muñeca, ajustándolo con cuidado. Al sentir el peso familiar en su piel, una extraña sensación de alivio lo recorrió, como si esa pequeña pieza fuera lo único que lo mantenía conectado a Jeon, a pesar de todo.
Jimin observó el brazalete por un momento más, sus emociones todavía un mar revuelto que no lograba entender, aún no sabía cómo llamarlo, ni qué era lo que sentía exactamente, pero al menos tenía algo tangible de Jeon con él. Y, por ahora, eso era suficiente.
💫
El aire seco y helado rozaba la piel de Jimin mientras avanzaban fuera de las murallas de la ciudadela A en dirección a la ciudadela D donde había sido asignado, los vehículos militares que transportaban a los trabajadores se desplazaban con dificultad por el terreno rocoso y devastado, sus ruedas levantando polvo en cada vuelta.
Los muros de la ciudadela D se alzaban imponentes, más desgastados por los años, con enormes brechas que esperaban ser reparadas. El revestimiento de karhozanium era crucial, especialmente en esa zona, donde los ataques de infectados eran más frecuentes.
Jimin bajó junto con los demás trabajadores, su respiración acelerada mientras observaba el horizonte gris. El viento era fuerte y arrastraba consigo el olor metálico del karhozanium mezclado con algo más… un leve hedor que no pudo identificar de inmediato. Sin embargo, su mente estaba en otra cosa.
Respiró hondo mientras se ajustaba el equipo que le habían dado para trabajar, la tarea era sencilla en teoría: aplicar el karhozanium con precisión en las grietas del muro para sellar las brechas.
Pero Jimin no estaba allí por el trabajo. Estaba allí para encontrar una oportunidad.
Con cada movimiento, sus ojos recorrían el perímetro, buscando algún punto ciego, alguna forma de salir sin ser visto. Sabía que los drones volaban constantemente sobre el área, vigilando a los trabajadores para evitar accidentes o posibles ataques. Además, los soldados patrullaban regularmente las cercanías, armados y atentos a cualquier anomalía.
—Solo necesito un momento— pensó Jimin mientras trataba de concentrarse en la tarea frente a él, aunque su mente seguía planeando el escape.
A lo lejos, uno de los supervisores militares observaba con una mirada atenta. Jimin sintió el peso de su mirada sobre él. Tendría que ser cuidadoso, no podía actuar de manera sospechosa.
Con los ojos siempre atentos, Jimin buscaba el momento perfecto para alejarse, para desaparecer sin que los soldados lo notaran, la vigilancia era estricta, pero el trabajo extenuante comenzaba a cobrar factura en todos. A media jornada, el cansancio era palpable, y las miradas de los guardias y supervisores se habían vuelto más laxas.
Después del almuerzo, mientras los demás comían y reponían energías, Jimin decidió no probar bocado. Guardó cuidadosamente la ración en su bolso, consciente de que cada trozo de comida podría ser vital para sobrevivir allá afuera.
Pero aún tenía dudas. ¿A dónde ir?, el mundo fuera de las ciudadelas era cruel y despiadado, lleno de peligros, Aún así, su instinto de escapar era más fuerte que el miedo. Debía intentarlo, o su destino en la ciudadela sería peor.
—Es ahora o nunca— se dijo, tomando aire con fuerza.
Pero justo cuando pensaba en los detalles de su huida, uno de sus compañeros de trabajo, un hombre corpulento con una expresión severa, se acercó.
—Oye, tú eres nuevo por aquí, ¿no? —dijo el hombre, limpiándose el sudor de la frente, a pesar del frío— No te he visto antes—
Jimin lo miró de reojo, intentando parecer calmado.
—Sí, comencé hoy —respondió, manteniendo su voz baja.
El hombre frunció el ceño, observando a Jimin con una mezcla de curiosidad y sospecha.
—Pareces un poco flaco y débil ¿Qué haces aquí realmente? —
—Solo… estoy buscando una forma de ganar dinero, escuché que necesitaban gente para los muros —respondió Jimin, evitando el contacto visual.
El hombre asintió lentamente, pero no parecía convencido —Soy Wonho, ten cuidado, este no es un trabajo para cualquiera—
—Soy Jimin —sususrró y se alejó un poco más, tratando de no seguir llamando la atención.
Aprovechando que los soldados estaban distraídos, Jimin comenzó a moverse sigilosamente hacia el borde del área de trabajo.
La adrenalina bombeaba en sus venas mientras pasaba entre escombros y materiales de construcción, evitando las miradas de los guardias. Las ruinas de un antiguo edificio cercano ofrecían la cobertura perfecta.
Pero entonces ocurrió lo inesperado.
Desde las ruinas que creía abandonadas, empezó a escuchar un ruido gutural y repetitivo, algo que le hizo estremecer la piel.
Se detuvo en seco, entrecerrando los ojos, y antes de poder procesar lo que estaba viendo, una figura tambaleante salió de entre los escombros. Su piel grisácea y sus ojos vacíos confirmaban lo que Jimin temía. Un infectado.
—¡No, no puede ser ahora! —
El infectado se movía torpemente al principio, pero pronto otros comenzaron a aparecer detrás de él. Uno, dos, cinco… decenas de ellos emergieron de las sombras de las ruinas, tropezando entre sí, avanzando con ansias primitivas hacia la ciudadela.
Las sirenas de alerta no tardaron en activarse, resonando con fuerza en el aire. ¡ALARMA! ¡Infectados! ¡Infectados! Las luces rojas parpadeaban violentamente en los muros de la ciudadela D, mientras los soldados gritaban órdenes desesperadas.
—¡Cierren las puertas! ¡Cierren las puertas! —vociferó uno de los oficiales, y el estruendo metálico de las enormes puertas automáticas comenzó a resonar mientras se cerraban rápidamente, separando la ciudadela de lo que venía.
Jimin miraba con los ojos abiertos de par en par, su corazón a mil, y su cuerpo temblando, se había acercado demasiado.
Estaba atrapado entre las ruinas y las hordas de infectados, sin protección, sentía el sudor frío correr por su frente mientras los infectados corrían hacia él, sus cuerpos desfigurados y sus bocas abiertas en un grito silencioso.
No había tiempo. Tenía que actuar.
Corrió hacia una barricada improvisada, su mente acelerada tratando de encontrar una salida. Vio a algunos soldados apostarse en la parte superior de los muros, disparando en ráfagas para intentar frenar la oleada, podía escuchar explosiónes y como la tierra temblaba, el fuego envolvía a docenas de infectados.
Pero había demasiados, los infectados trepaban sobre los cuerpos caídos, sus manos ensangrentadas golpeando el suelo, acercándose más y más.
Jimin se lanzó detrás de un contenedor oxidado, respirando agitado, sus músculos tensos por el esfuerzo. Podía sentir el frío de la desesperación apoderarse de él. No sabía qué hacer. Estaba tan cerca de los infectados que podía oler la putrefacción en sus cuerpos.
De pronto, escuchó los motores de los vehículos militares encenderse. Los soldados comenzaban a retirarse, priorizando la seguridad de los trabajadores dentro de los muros.
Vio a un infectado arrastrarse hacia donde estaba escondido, la boca abierta, dejando escapar un gruñido gutural y un castaño de dientes, sus manos esqueléticas intentaban aferrarse al metal del contenedor.
Jimin retrocedió, su cuerpo temblando. Sus ojos buscaron desesperadamente una salida, una oportunidad de escapar de esa pesadilla, pero no había ninguna fácil.
Estaba acorralado.
El infectado seguía acercándose, y más venían detrás de él. El sonido de sus pies arrastrándose y el gruñido constante se hacían insoportables.
Jimin se mordió los labios—Comandante Jeon— Susurró mirando el brazalete, podría llamarlo, podría decirle que estaba en peligro y que lo rescatará, pero se detuvo, el miedo apoderándose de él.
Tenía que sobrevivir a esto solo, no podía morir allí, no después de todo lo que había pasado, debía que pensar rápido.
Saltó del contenedor cayendo a una distancia corta, sintió una punzada en su tobillo, pero el dolor disminuyó casi de inmediato y pudo levantarse, para correr.
Jimin se sentía sofocado mientras los infectados rodeaban el área, los gruñidos grotescos y los pasos tambaleantes llenaban el aire.
No había tiempo. Debía escapar.
Corrió por entre los escombros, saltando de un lado a otro, utilizando fuerzas que no sabía que tenía, sus músculos se tensaban por el esfuerzo, pero no podía detenerse. Cada vez que miraba hacia atrás, los infectados seguían su rastro, implacables, una docena de ellos con sus cuerpos deformes y su piel grisácea.
La mayoría de los infectados se dirigían a la ciudadela D, pero un grupo lo seguía de cerca, con las manos extendidas, los ojos sin vida fijos en él.
Jimin saltó sobre una viga caída, tropezando en el proceso, el polvo se levantó alrededor de él mientras caía pesadamente al suelo, jadeando, tenía cortes y rasguños y en brazos, la sangre goteaba, pero afortunadamente sus heridas se sellaron al instante, se levantó rápidamente, adentrándose en una casa en ruinas, apenas una sombra de lo que solía ser.
El techo estaba colapsado en varias partes, las paredes agrietadas y a punto de derrumbarse.
Dentro, el aire era espeso y pesado, pero había un silencio temporal que lo envolvió por un momento. Debía pensar. Los infectados no tardarían en llegar.
—Si estuviera en mi forma original… podría escapar—, pensó desesperado, sus ojos llenándose de lagrimas por el miedo, si solo pudiera ser de nuevo esa motita tan ligera, tan rápida, que flotar por el aire no fuera más que un simple acto natural…
Y de repente, algo extraño ocurrió, Sintió cómo su cuerpo comenzaba a cambiar.
Una sensación cálida y envolvente, algo más allá de su control, la transformación no fue violenta, sino casi como una brisa suave que lo arrastraba hacia otro estado.
Estaba encogiéndose. Sus manos y pies desaparecieron, su cuerpo se volvió esponjoso, etéreo, y flotó en el aire, apenas tocando el polvo del suelo.
Por un momento, el terror se apoderó de él. ¿Había salido del cuerpo de Hoonie? Miró frenéticamente alrededor buscando el cuerpo inerte del joven, pero no había rastro de Hoonie en ninguna parte.
Solo las ropas que llevaba se encontraban allí, en el suelo, como si él mismo hubiera desaparecido dentro de la motita.
Y entonces lo comprendió.
No había salido de Hoonie. De alguna manera, había logrado transformar el cuerpo de Hoonie en su propia forma simbiótica.
La fusión entre ambos era tan profunda, tan intrínseca, que Jimin ya no estaba limitado por las leyes físicas como lo había estado antes. Podía cambiar, podía adaptarse… era libre.
Los infectados tiraron abajo uno de los muros y entraron tambaleándose en la casa derruida, sus cuerpos golpeando los muebles caídos y escombros, sus gruñidos llenando el silencio opresivo.
Pero Jimin, en su diminuta forma de motita como una motita de algodón luminosa, flotó suavemente hacia el techo, escondiéndose en las sombras, invisible para ellos. Desde su posición, observó cómo los infectados lo buscaban, moviéndose torpemente, chocando entre ellos.
Había logrado escapar… por ahora.
Desde arriba, Jimin miraba a los infectados sin emoción, ya no sentía el mismo miedo que antes, Ahora era un poco más consciente de su poder, de lo que era capaz de hacer.
El mundo hostil y devastado afuera seguía siendo peligroso, pero ahora tenía una ventaja.
Hola mis amores, aquí tenemos a nuestra motita fugada, y vaya que su poder es mucho mayor del que imaginó.
¿Creen que Jeon ya sepa que su futuro esposito está en peligro?
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