Capítulo 18

El silencio entre ellos mientras caminaban de vuelta a casa era casi ensordecedor. La noche envolvía el complejo militar, pero Jimin apenas podía sentirla. Su mente estaba atrapada en el miedo, en la incertidumbre.

Jeon, caminando a su lado, lo observaba de reojo, inquieto por la falta de palabras de Jimin, esa callada angustia que parecía envolverlo lo hacía sentir impotente, sabía que algo estaba mal.

Pero no sabía cómo abordar el tema sin romper lo poco que quedaba de la frágil calma de Jimin.

Al llegar a la puerta de la casa que compartían, Jimin se detuvo. Sus dedos temblorosos se aferraron a la perilla por un momento, pero no abrió. Permaneció inmóvil, con la mirada fija en el suelo. Jeon lo observó, su preocupación creciendo.

—¿Jimin? —dijo suavemente, su voz cargada de preocupación.

Jimin apretó los labios, luchando contra las lágrimas que amenazaban con salir. Sabía que el comandante siempre lo protegería, pero también sabía que el peligro estaba cada vez más cerca, el miedo a que Bang lo delatara lo consumía.

Había visto al comandante dispararle sin dudar a Taemin, y al parecer había hecho lo mismo con Eunwoo, el comandante no le perdonaría la vida si supiera que el no era humano.

Tomando aire, decidió que debía alejarse, aunque le doliera más de lo que podría comprender.

 —Quiero… quiero mudarme —Las palabras salieron en un susurro.

Esas palabras fueron como un golpe directo para el comandante.

Jeon parpadeó, incrédulo, sin comprender del todo lo que acababa de escuchar. Un frío inesperado le recorrió el cuerpo.

—¿Mudarte? —repitió lentamente, tratando de procesar la idea—¿Por qué…?—

Jimin soltó la perilla y cerró los ojos con fuerza. No podía mirarlo. Si lo hacía, no sería capaz de mantener la compostura, con el corazón apretado, decidió usar una excusa, aunque cada palabra que salía de su boca le dolía más que la anterior.

—He escuchado… rumores, comandante Jeon —Empezó a hablar, su voz temblorosa— Dicen que me estoy aprovechando de nuestra relación cercana, que estoy recibiendo ventajas por vivir aquí. No quiero… —tragó saliva—, no quiero que la gente piense eso. Quiero encontrar un trabajo por mi cuenta, ganarme las cosas por mí mismo, así que… quiero irme del área militar. A un lugar para civiles.

Jeon lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de confusión y preocupación, Sabía que Jimin no estaba diciendo la verdad, los rumores podían existir, pero el tono quebrado de su voz, el dolor oculto en cada palabra.

—¿Eso es lo que realmente quieres? —preguntó, su voz más suave ahora, temerosa de la respuesta.

Jimin asintió, aunque todo su ser le gritaba lo contrario, su corazón latía con fuerza, lleno de angustia y miedo.

 No quería irse, o quería separarse de Jeon, pero sabía que cuanto más tiempo pasara a su lado, más difícil sería. Y pronto, todos sabrían lo que él realmente era, no podía arrastrar al comandante con él.

—Sí, comandante Jeon… —dijo, casi sin aliento—. No soy un soldado, y tampoco somos… una pareja, solo las familias de los militares viven aquí, y yo no tengo derecho a estar en este lugar—

Jeon apretó los puños con fuerza, sintiendo una rabia contenida le molestaba que Jimin no fuera sincero, pero más que eso, sintió una profunda tristeza.

Quería preguntarle si todo esto tenía que ver con lo que Bang había dicho, si el recuerdo de Eunwoo estaba pesando en su decisión, pero no se atrevió.

—¿Estás seguro…? —preguntó, su voz cargada de una mezcla de dolor y contención.

Jimin asintió de nuevo, aunque las lágrimas ya comenzaban a acumularse en sus ojos. No podía seguir así. Tenía que irse antes de que todo se desmoronara. Antes de que el comandante descubriera la verdad.

—Lo estoy, señor —susurró, sin atreverse a mirarlo.

Jeon permaneció en silencio durante unos largos segundos. Quería decirle que se quedara, que todo estaría bien, pero no podía forzarlo, no podía obligar a Jimin a quedarse si él creía que marcharse era lo mejor.

Con una frialdad que no sentía en lo más mínimo, Jeon respiró hondo y dijo—Llamaré al sargento Kim para que te ayude a instalarte en otro lugar—

Las palabras casi lo ahogaron, y Jimin, al escucharlas, sintió que su corazón se rompía un poco más de verdad que no quería irse, no quería dejar todo atrás, pero no tenía opción, estaba demasiado asustado.

Jeon dio un paso más cerca de él, su rostro endurecido, pero su mirada era suave. Estiró una mano y, con cautela, la colocó sobre el hombro de Jimin, apretando ligeramente en un gesto protector.

—Si en algún momento cambias de opinión, estaré aquí… siempre. —Su voz, aunque firme, escondía una profunda tristeza.

Jimin cerró los ojos, intentando contener las lágrimas que ya rodaban por sus mejillas. Asintió débilmente, incapaz de decir nada más. Sentía que si hablaba, sus emociones lo traicionarían, así que se alejó lentamente hacia las escaleras.

Jimin subió lentamente, con cada paso sintiendo como si una enorme carga pesara sobre sus hombros, la habitación lo recibió con una frialdad que antes no había sentido. Miró alrededor, observando sus pocas pertenencias. Cada una de ellas le recordaba los momentos en los que, aunque fuera por un instante, había sentido una especie de paz en ese lugar.

Pero ahora, esa paz era imposible de alcanzar.

Con las manos temblorosas, empezó a recoger sus cosas una por una, doblando cuidadosamente la ropa y guardando cada objeto personal en su pequeña maleta. Cada movimiento era lento, como si al demorar el proceso pudiera alargar el tiempo antes de tener que marcharse. Pero el nudo en su garganta solo crecía, y el dolor en su pecho se hacía más pesado. Las lágrimas amenazaban con salir de nuevo, pero las contuvo. Tenía que ser fuerte, o al menos eso intentaba decirse a sí mismo.

Al final, no quedaba mucho por llevarse. La maleta estaba casi vacía, reflejando la forma en la que se sentía por dentro. Vacío.

Cuando finalmente se giró hacia la puerta, tomó aire antes de abrirla. El último vistazo a la habitación fue rápido, casi evitando mirarla demasiado para no debilitarse aún más. Cerró la puerta detrás de él y bajó las escaleras con pasos cautelosos, como si cada uno de ellos lo alejase más de algo que realmente no quería dejar atrás.

Al llegar al final de las escaleras, Jeon estaba allí, parado cerca de la entrada. Sus ojos seguían cada movimiento de Jimin mientras bajaba, pero su rostro permanecía frío, impasible. Por dentro, sin embargo, el comandante estaba luchando contra un torbellino de emociones.

 Quería detenerlo, quería decirle que se quedara, que nada de lo que Bang había dicho importaba, Pero sabía que no podía. No podía obligarlo a quedarse con el hombre que había asesinado al que una vez fue su amado, Eunwoo.

Decirle que lo hizo porque Eunwoo estaba infectado estaba de más, algunas personas solo podían ver qué fue el comandante quien tiró del gatillo y les arrebató a su ser querido, en el fondo esperaba que Jimin no odiara en el futuro.

El sargento Kim estaba en la puerta, esperando, con una incomodidad visible en su expresión, Sabía que esta no era una simple reubicación; había algo mucho más profundo sucediendo entre Jimin y el comandante, algo que él prefería no intervenir.

Jimin terminó de bajar las escaleras, sin atreverse a levantar la vista completamente hacia Jeon. Con el dolor aún atrapado en su pecho, apenas logró murmurar un —gracias por su ayuda — No era suficiente para todo lo que Jeon había hecho por él, pero era lo único que podía decir sin romperse.

Jeon lo miró fijamente, luchando por mantener su compostura, cada palabra no dicha entre ellos pesaba en el aire, pero él no intentó detenerlo. Si Jimin no se sentía cómodo después de todo lo que había escuchado, no podía forzarlo a quedarse. Aunque un mar de emociones lo invadía, se mantuvo firme en su lugar, asintiendo con una leve inclinación de cabeza.

—Buena suerte, Jimin —murmuró con la voz más controlada de lo que realmente se sentía.

Jimin no respondió, simplemente se dirigió a la puerta. El sargento Kim lo siguió en silencio, casi incómodo, pero entendía la gravedad del momento.

Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, el sonido fue como un eco en la mente de Jeon. Se quedó allí, en el mismo lugar, inmóvil, mirando la puerta por donde Jimin había salido. Un silencio abrumador cayó sobre la casa.

Después de unos segundos, casi por instinto, Jeon llevó la mano al bolsillo de su chaqueta. Al sentir el pequeño paquete en su interior, lo sacó con cuidado. Entre sus dedos sostenía una pequeña bolsita con semillas de manzana, algo que había conseguido con gran esfuerzo gracias a sus influencias. Fueron casi imposibles de obtener en esos tiempos, pero sabía que Jimin soñaba con plantar un árbol.

 Había planeado dárselas, esperando que pudiera ver esa bonita sonrisa en su rostro, se había imaginado la escena de la reacción de Jimin, con sus ojos llenos de emoción y energía, planeando dónde sembrarlas.

Ahora, con las semillas en sus manos, Jeon solo podía mirarlas, con el peso de la pérdida colgando sobre él. No había tenido la oportunidad de dárselas, todo lo que había querido decir, todo lo que había querido hacer, solo se  quedó allí, sosteniendo el pequeño paquete, mirando hacia la puerta cerrada.

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El sargento Kim guio a Jimin por las calles hasta llegar a su nueva casa. Mientras caminaban, la preocupación era evidente en el rostro de TaeHyung. Al llegar, se detuvo frente a la puerta de la pequeña vivienda y se volvió hacia Jimin.

—Jimin, ¿estás seguro de esta decisión? —preguntó, su voz baja y seria—Si pasó algo entre tú y el comandante, puedo escuchar, quiero ayudarte a entenderlo. El… es un poco frío, pero tiene un gran corazón—

Jimin sintió que las palabras de Kim pesaban en el aire, llenas de preocupación y amabilidad. Sin embargo, no podía permitir que nadie lo ayudara.

—Estoy bien, sargento. No es necesario —respondió, forzando una sonrisa que no llegó a sus ojos.

El sargento, aunque escéptico, decidió no insistir más. Sabía que Jimin era una persona fuerte, aunque su voz temblara de vez en cuando.

—De acuerdo —dijo Kim, tratando de mantener un tono optimista—. Avisaré a Hoseok y Jackson del cambio de vivienda. Podrían pasar a visitarte.

Jimin negó con la cabeza rápidamente.

—No es necesario. Haré eso más tarde. —Su corazón latía fuertemente al pensar en los amigos que dejaría atrás, en la cercanía que había compartido con ellos y el comandante. Pero tenía que ser firme.

Con un último suspiro, Jimin empujó la puerta y entró en la casa, el frío del interior le hizo temblar, La habitación era pequeña y austera, con una cocina, un dormitorio y un pequeño baño, todo en un mismo espacio. Nada comparado con lo que había compartido con el comandante Jeon, nada que se acercara a la calidez que había experimentado a su lado, aquí no había recuerdos felices, solo un eco de soledad.

Mientras miraba a su alrededor, sintió que la presión en su pecho aumentaba, la angustia lo invadió, sabiendo que debía hacer un plan para desaparecer de la ciudadela, para escapar de este lugar que ahora solo le traía dolor. Tenía que ser cuidadoso porque lo último que quería era que Bang revelara su secreto o que el comandante lo buscara. Debía actuar rápido.

Jimin se sentó en el borde de la cama, y cerró los ojos, tratando de calmar su mente y organizando sus pensamientos, era mejor dormir o al menos intentarlo.

El despertar de Jimin no fue tan bonito. El frío calaba en sus huesos y la cama era tan pequeña que apenas había espacio para el, no había un cuerpo cálido y musculoso que le ofreciera consuelo; solo la soledad lo rodeaba.

 Suspiró y se sentó en la cama, mirando el brazalete en su muñeca, recordando los momentos compartidos con Jeon. Debía encontrar la forma de devolverlo antes de que alguien se diera cuenta de su ausencia.

Con determinación, oprimió un botón en el brazalete. Ahora que había aprendido a manejarlo mucho mejor, la pantalla holográfica emergió ante él, proyectando imágenes y textos brillantes en el aire. Sus ojos se abrieron con curiosidad mientras revisaba las noticias del día. Su corazón dio un salto al ver un anuncio que captó su atención: necesitaban trabajadores para el revestimiento de los muros con karhozanium nuevo.

El trabajo no era popular, ya que significaba salir de las ciudadelas, un riesgo que pocos estaban dispuestos a asumir. Pero para Jimin, esto era exactamente lo que necesitaba. Su mente comenzó a trabajar, formulando un plan.

 Esa era su oportunidad para escapar, para alejarse de la vigilancia constante y  de las dudas que lo atormentaban sobre su relación con Jeon.

Con el rostro decidido, Jimin comenzó a organizar sus cosas. Mientras recogía lo que quedaba de su vida anterior, su corazón latía con fuerza, pero también con esperanza. Si lograba conseguir ese trabajo, podría salir de la ciudadela y, tal vez, encontrar un nuevo comienzo lejos de todo.

Tenía que estar preparado. Si el trabajo le ofrecía la oportunidad de huir, no podía dejarla pasar.

Mientras se preparaba, Jimin se preguntaba si Jeon se daría cuenta de su ausencia, la  idea de dejarlo atrás le causaba un dolor punzante en el pecho, pero sabía que no podía seguir allí, en un lugar donde el miedo se había convertido en su único compañero. Su decisión estaba tomada.

Con la bolsa lista y su corazón en un torbellino, Jimin salió de la casa pequeña y fría, decidido a buscar ese trabajo. Sabía que debía ser astuto y rápido, y que cada segundo contaba.

Hola mis amores, ando de viaje de nuevo, apenas llegué a mi casa y me invitaron a otro lugar, hay que aprovechar vacaciones, de esas no dan muchas 🤭

Tenemos pollito en fuga, o mejor dicho motita de algodón espacial en fuga.

Nos leemos pronto.

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