✦ 𝟏𝟑. 𝐀 𝐦𝐢𝐬𝐭𝐲 𝐦𝐞𝐦𝐨𝐫𝐲.

— ¡Cielo! ¡Deja eso!

Fang abrió los ojos de golpe. Ya no estaba en su habitación.

O en una cama, siquiera.

Escuchaba una conversación distante, a una mujer hablar, pero no veía a nadie. Se irguió y exploró su entorno, fijándose en las paredes grises.
La decoración era bastante modesta y sencilla, había algunas figurillas que supuso eran religiosas, pero no ubicaba exactamente qué se suponía eran o representaban. Excepto por una..

Un enorme dragón metálico reposaba encima de un altar, decorado en velas y tazas.

Había incienso, pero no podía olerlo, mas algunos platos de comida extrañamente familiar.

Miró al inerte dragón a los ojos.

Esto parece salido de una película.

Intentó agarrar un pequeño pastel de arroz, solo para encontrar que su mano lo traspasó.

Se fijó en los símbolos escritos en una larga tela. No podía leerlos.

— ¡Pero mamá!

Su atención fue devuelta a los distantes gritos, Fang dejó atrás la figura y buscó la fuente.

Terminó en el cuarto de un pequeño niño, quién se encontraba discutiendo con una mujer al parecer. Había un segundo niño, más pequeño, que solo observaba lo que sucedía al lado del mayor.

— Lo siento cielo, ya sabes como son las cosas. Necesito que cuides a tus hermanos mientras voy por agua.

— Pero no q-

La mujer se quedó viendo fijamente al niño, quién se cayó de inmediato. Fang intentó asomarse.

Lo primero que notó de esa mujer, es que no podía distinguirle la cara. No tenía el pelo cubriendola, la luz era favorable, pero- simplemente de alguna forma no podía versela. Todo estaba bañado en suave luz, los borrosos bordes de colores no le ayudaban en nada.

Segundo, su largo cabello. Tenía una coleta que le caía sobre un hombro, pero dos mechones sueltos hacían borde en su cara.

Tercero, la bebé que cargaba en brazos, envuelta en una manta.

La mujer se inclinó, quitando de las manos del niño un videojuego portátil, que puso en una estantería alta que el pequeño obviamente no podría alcanzar. El niño refunfuño y estiró los brazos, como siguiendo una rutina ya establecida, y la mujer le puso a la bebé en brazos.

— Hola, Jung — el niño suspiró y se volvió hacia su hermano, quien le dio una palmadita en la espalda.

La mujer le acarició la cabeza al menor.

— Te prometo que cuando regrese, haré ese sofrito de maíz que tanto te gusta.

Con eso, la mujer se volteó y comenzó a caminar hacia Fang.

El azabache se congeló ahí mismo. ¿Lo había notado de alguna forma? Miró su cara vacía mientras se acercaba cada segundo, falta de ojos, de nariz, de boca, de cualquier cosa que la marcará como humana.

Simplemente lo traspasó como si nada y siguió su camino por el pasillo.

Fang se llevó la mano al pecho, palpandolo, tratando de comprobar que todavía estaba vivo, que al menos el si podía tocarse, o simplemente intentando asegurar aún ser algo tangible.

Vio a la mujer desaparecer a medio pasillo y frunció el ceño.

¿Quién es ella?

Volvió la vista hacia el par de niños. Vio como el mayor simplemente estaba sentado de piernas cruzadas con la bebé en brazos mientras su hermano intentaba animarlo.

— ¡Mira, mira! ¡Yo voy a ser Kyo, y tu Tori!

— No se llama Tori, se llama Iori — gruñó, girándose a ver el dichoso videojuego en la repisa de donde habían salido. — Y no quiero jugar, Shen.

Shen.

— Perdón. — El otro niño se sentó a su lado. — Creí que te gustaba jugar a eso.

— ¡Si me gusta! Solo… no tengo ganas.

Hubo un corto silencio entre ellos. Fang se sentó con los niños, formando un círculo.

— ¿Soy yo?

— ¿Qué?

— Lo que te enfada. Siempre te pones así cuando mamá te manda a cuidarnos.

El mayor esbozó una sonrisa.

— No es tu culpa, Shen.

Shen…

— ¿Entonces?

El mayor se tiro de espaldas, con su hermana aún sostenida fuerte en un abrazo.

Era solo un niño, no tenía la elocuencia para expresar como se sentía, pero ya estaba pasado de la edad donde solo podía llorar para comunicarse.

— Extraño a papá.

— Sí — el menor se recostó a su lado. — Yo también.

— Desde que se fue todo lo que hago es cuidarlos. Quiero jugar con ustedes, ¡no ser papá número dos! Aparte, ya llevo rato aburrido.

— ¿Aburrido de?

— De aquí. Odio la granja. ¡Quiero irme a la ciudad! A Chongqing…o Wuhan… ¡Tal vez incluso Hong Kong!

— ¿La ciudad? — el menor inquirió, bastante sorprendido. ¿Por qué querrías ir ahí? Papá decía que estaba todo lleno de humo y olores feos.

— Al menos hay algo ahí aparte de cultivos. Hay teles, y luces, y calles, y, y… ¡todo lo que sale en los juegos!

— Y si vas, ¿qué harías ahí?

El niño pausó. No lo había pensado, parece, y ante eso Fang rió un poco.

— ... hacer amigos. Supongo. No sé qué se hace en las ciudades. Pero seguro es diferente a cosechar verduras todos los días.

— No creo que mamá te deje.

— Ya verás que sí. — El mayor replicó con absoluta confianza. Sólo tengo que hablar con ella.

— ¿Y me vas a dejar a mí cuidando a Jung?

— Oye, no es tan malo, solo duerme y llora. Y lo de llorar es poc-

En ese instante, la pequeña comenzó a llorar.

— Oh, mierda.

Shen miró a su hermano. El niño lo miró de vuelta.

— No le digas a mamá que dije eso.

Fang empezó a reír, pero poco le duró, por qué todo se volvió negro. Se levantó de golpe y miró a su vacío alrededor.
No habían pasado ni unos segundos, y ya comenzaba a extrañar ese cuarto lleno de juguetes donde estaba.

No había nada que hacer ahí, así que camino sin dirección con las manos en los bolsillos.

¿Shen… Jung?

¿Quién era esa mujer?

El joven tropezó con algo invisible, en vez de plantar cara en el suelo, cayó en un hoyo. Gritó en caída libre, intentando agarrar algo para detenerse.

Cayó entre plantas iluminadas por el sol. Gruñó, aunque en realidad no le había dolido para nada. Levantó la vista, su atención inmediatamente captada por un montón de gritos.

Ahí estaba ella de nuevo. Ahora con un joven adolescente. Unos 14, 16 años quizá. Ambos parados entre un campo de maíz, donde la hierba era tan alta que tuvo que pararse para ver.

— ¡TU. TE QUEDAS. AQUÍ! — La mujer gritó.

— ¡NO QUIERO! ¡ESTOY HARTO! ¡SOLO TENEMOS PARA COMER POR QUÉ LO CULTIVAMOS AQUÍ, SI NO FUERA POR ESO NO TENDRÍAMOS UN CENTAVO!

La mujer se cubrió la cara y giró, soltando un grito de frustración ahogado entre sus manos. Aún no podía verle la cara, pero con su lenguaje corporal ya notaba que la situación la estresaba mucho.

— ¿Y qué vas a hacer en la ciudad? ¿Eh? ¿Ser atropellado? ¿Comer algo raro y enfermarte? ¿De qué vas a trabajar? ¿Cómo vas a vivir?

— No sé, no sé ¡no sé! ¡Solo quiero irme! ¡Quiero ser un actor! ¡Quiero llevar a la pantalla grande historias que inspiren a la gente!

Hubo silenció. La mujer se puso las manos en la cintura y miró a otro lado, luego se empezó a reir, como si no creyera lo que oía.

— Quieres ser… un actor. De todos los trabajos posibles, doctor, ingeniero, científico… decidiste ser un…  actor.

El menor la miró desafiante.

— ¿Para eso te quieres ir? ¿Para ser un fracaso?

Hasta a Fang le dolió.

— Desgracia… abandonar a tu familia para ir a hacer truquitos frente a una cámara…

Fang miró a otro lado.
¿Por qué le dolía tanto ver esto?

— Te amo, mamá. — El joven replicó, lo cual tomó a la mujer por sorpresa. — Te amo, y sé que te esforzaste mucho por criarnos y mantener la granja a la vez. — Se dio la media vuelta, y comenzó a caminar. — Pero tú solo quieres que pase el resto de mis días rompiendome la espalda cosechando y cuidando animales, o que me mate de esfuerzo en una universidad prestigiosa. No quiero eso, quiero hacer mi propio camino.

— Regresa aquí — murmuró la mujer, apenas conteniendo la rabia tras sus labios.

El joven sólo caminó.

— Hijo…

No se detuvo.

— ¡Hijo! ¡B-Bebé!

No hubo respuesta.

¡FANG!

Fang retrocedió de golpe y cayó entre la maleza.

Se levantó de la cama sobresaltado. Los brazos de Colette estaban envueltos en él, por lo que su brusco movimiento la jaló junto con él. La albina gruñó y lo soltó, tallándose los ojos.

— ¿Qué pasó…? — murmuró adormilada.

Fang la miró, respirando agitado, y después al cuarto. Estaba en casa… cierto, tenía sentido, aquí durmió… poco a poco, la consciencia regresaba a él.

— Un… sueño. — Frunció el ceño.

— ¿Qué soñaste?

Fang se llevó la mano a la cabeza, confundido cuando no pudo conjurar nada en su cabeza.

— Yo… no recuerdo.

— Seguro no fue importante. — Colette replicó y volvió a acostarse, cayendo dormida de vuelta en unos segundos.

— Sí… — Fang miró hacia la ventana, y al sol que comenzaba a tímidamente asomar sus rayos. — Seguro.

Se recostó y cerró los ojos, pero no pudo volver a dormir la noche entera.

~~~

Algo anda mal con Fang.

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