✦ 𝟏𝟎. 𝐏𝐥𝐚𝐲 𝐲𝐨𝐮𝐫 𝐩𝐚𝐫𝐭 𝐚𝐧𝐝 𝐝𝐨 𝐢𝐭 𝐫𝐢𝐠𝐡𝐭.

Para cuando Edgar llegó, Colette no estaba segura de cuánto tiempo había estado arrodillada en el mismo lugar, inclinada sobre sí, sus brazos y frente presionados contra el suelo. Sus lágrimas se habían conglomerado en el piso de madera, formando una diminuta mancha de humedad.

No se había levantado a cerrar la puerta cuando Fang se retiró, por lo que Edgar entró sin dificultad, más aun así dio unos leves golpecitos en la puerta para llamarle la atención a Colette.

Colette solo siguió sollozando, así que Edgar suspiró y se sentó en el suelo a su lado. Le dolía ver así a su mejor amiga, pero no podía realmente enojarse con Fang, por qué cualquiera habría reaccionado de tal manera.

Si, Edgar ya lo sabía, de hecho, lo que sucedió ya se había ido de boca en boca por Brawltopia entera. Incluso él, que realmente no interactuaba con muchas personas, ya se había enterado y hasta con lujo de detalle.

Aunque nadie sabía exactamente qué sucedió, era muy claro con lo que se había visto. Fang entrando a la casa de Colette, el estruendo de un desastre, gritos, y luego el joven saliendo de ahí bastante herido y cabizbajo mientras Colette no paraba de llorar en la entrada.

Y honestamente, nadie estaba sorprendido, por qué era justo lo que todos suponían iba a suceder tarde o temprano.

Edgar ayudó a Colette a reincorporarse, le dio unas palmaditas en la espalda qué fueron respondidas con la albina dejándose caer sobre él e irrumpiendo en llanto nuevamente.

El chico se quedó callado, por qué no sabía exactamente qué decir. Te lo dije sería muy cruel.

A falta de palabras, lo mejor qué podía era ofrecerle su compañía, así que se quedó quieto ahí mientras su bufanda se envolvía alrededor de ella a modo de abrazo.

¿Qué decirle? Si ya todos sabían lo que pasaría. Incluso Colette lo sabía. ¿Cuántas veces no había conseguido un amigo, solo para después perderlo por sus propios actos?

Pero eso no quitaba lo mucho qué dolía, y más cuando Fang era más que un amigo.

— E-Edgar... — Colette logró titubear después de quién sabe cuantas horas en los brazos del pelinegro. — Soy una tonta...

— No digas eso. — Le replicó rápidamente, pero no supo cómo continuar. No quería admitirlo, al ser su amigo automáticamente estaba de su lado, pero la verdad es qué nadie más ni menos que Colette era culpable de lo que había pasado.

Ah, pero para alguien que conocía a Colette mejor qué nadie, era imposible verla como la mala del cuento.

— Dime qué pasó...

— ¿Para qué? — Colette abrazó sus piernas.

— Voy a hablar con él. — Edgar supo que se arrepentiría. Preferiría mil veces quedarse en casa, no le gustaba hablar con completos extraños. — Pero necesito saber bien qué fue lo qué pasó.

— ¿En verdad? — Colette se limpió las lágrimas. — ¿Q-Qué le vas a decir?

Edgar desvió la mirada, por qué no sabía la respuesta.

— Intentaré calmar las aguas... — le dio unas palmaditas en la espalda. — Pero cuéntame cómo pasó, no quiero guiarme en base a chismes.

Colette inhaló profundamente. ¿Qué estaban diciendo por ahí? ¿La estaban haciendo quedar como la mala otra vez, verdad?
Recordó el sentimiento de sus dientes clavándose en la piel de Fang y pensó que tal vez tenían razón.

— Fang vino, y... y...

Edgar la escuchó atento, dejándola tomarse su tiempo.

— Vio todo y pues... ya sabes, pasó lo mismo que con Piper...

Edgar asintió, pero sentía que faltaba algún detalle.

— Solo qué esta vez le ataque. — Colette titubeo.

— ¿Por qué lo hiciste?

— ¡No sé! — Colette se golpeó la cabeza, a lo que Edgar rápidamente le agarró las muñecas para pararla. — ¡Me dio rabia perderlo, no quería que me dejara! Y-Yo... ¡Ya no sé qué hacer! ¡¿Cómo dejo de ser así?!

Edgar dirigió su mirada a todos los objetos pertenecientes al mencionado regados por ahí, con distintos grados de daño por el caos que se desató en esa sala.

— Si quieres cambiar, — Edgar suspiró. — Tienes que tirar todo eso.

Colette lo miró como si acabará de confesar el crimen más horrible.

— ¡Pero es todo lo qué me queda de él! — Colette estiró el brazo, agarró el maltratado peluche de Fang y lo presionó contra su pecho como si se lo fueran a arrebatar.

— Colette... — Edgar se llevó la mano a la frente, la bajó restregándose la cara, frustrado. No era la primera vez qué tenía esta conversación con ella, pero le gustaba pensar que algo cambiaría esta vez. — De nada sirve que hable con él si sigues haciendo lo mismo qué lo alejó en primer lugar.

Colette bajó los brazos y suspiró. Edgar agarró el peluche y lo quitó de sus manos.

— ¡E-Espera! No puedo... — hizo un gesto hacia el peluche. — ¿quedarme con ese?

Edgar la miró, después al peluche, y finalmente a todas las cosas tiradas.

— Si de verdad estás dispuesta a cambiar...

Colette asintió rápidamente.

— Entonces supongo qué está bien.

Edgar puso el peluche de vuelta en las manos de Colette, quién lo abrazó con fuerza, y miró a otro lado. Una parte de él quería decirle que mañana vendría a su casa a ayudarla a deshacerse de todo, pero también quería que ella logrará hacerlo sola sin su constante vigilancia. Por otra parte, si ella terminaba quedándose con todo ese cochinero de todas formas, quedaría como un estúpido ante Fang. Prometiéndole que Colette no era así para luego verla igual...

Pero de todas formas ni lo conocía, y si podía hacer algo para ayudar a su única amiga, aunque sea un poco, lo haría sin dudarlo. ¿Y qué si quedaba mal ante Fang? Ni lo conocía, y Fang no sería el primero en odiarlo. A Edgar no le afectaba eso. En cambio, Colette... realmente quería verla feliz.

Se levantó, su bufanda le dio unas palmaditas en la cabeza a la albina.

— Me esforzaré en arreglarlo...

— ¡Gracias, Eddy! — Colette le abrazó la pierna.

Edgar miró por la ventana, aún preguntándose qué diablos iba a decirle a Fang.

¿Qué le voy a decir? ¿Que la perdone? Pensó. Soy tan tonto. Veamos si no hago esto peor...

...

Sus ojos cansados estaban fijos en el reloj en la pared, más concentrado en sus pensamientos qué si algún cliente se acercaba, o sí alguien le hablaba, o lo qué sea ajeno a sus pensamientos.

Colette, la chica de sus sueños, justo como se había imaginado a la persona con la que quería pasar el resto de su vida, amigable, alegre, que había quebrado su rutina y hecho su vida entretenida...

Estaba mal de la cabeza.

Suspiró, ocultó la cara en sus brazos qué estaban reposando en el mostrador. Sus días volverían a lo mismo de siempre, ya no tenía nada que hacer al salir del trabajo y nadie a quien ver al terminar las partidas.

Podía ir con Brock, jugar algo, en los últimos días se habían vuelto muy amigos, pero...

No, el problema no era la soledad, concluyó con una lágrima. Él podía ir y hacer todos los amigos del mundo si quería. Su problema estaba específicamente con la chica que había perdido.

Pero no la perdió, ¿no? Si Colette llevaba tiempo haciendo eso, entonces esa amistad estaba condenada al fracaso desde un inicio. Más no pudo evitar preguntarse si él pudo hacer algo de otra forma. Tal vez si hubiera mantenido la calma, habrían podido hablar, la habría convencido de que eso estaba mal... no, ¿en qué estaba pensando, creyendo qué se podía razonar con ella? Gruñó frustrado, sin saber realmente qué pensar.

Solo tenía una cosa en claro, y era qué al herir a Colette, se había herido a sí mismo.

La fuerte luz de las numerosas máquinas de árcade y el general ambiente desentonaban contra el chico, qué cada vez se quedaba más absorto en sus pensamientos. Los clientes seguían entretenidos en las máquinas, completamente ajenos a él.

Hiciste bien.

Fang levantó la mirada, balbuceando un débil ¿qué?, y se encontró con lo qué parecía ser una figura vagamente humana. Apenas y podía ver su cuerpo ensombrecido contra el entorno, que se había vuelto pura oscuridad.

El mostrador en el que se encontraba recostado era lo único que quedaba del árcade en este vacío.

— ¿Qué está pasando?

Hiciste bien. — Repitió, poniendo su alargada mano sobre la cabeza de Fang y acariciándole cuál perro. — Alejándote de ella.

Esas simples palabras le hicieron hervir la sangre.

— ¡¿Quién eres?! Cómo sabes- ¡A ti que te importa, rarito!

Se agitó para tirar la mano de esa... cosa, de su cabeza, la cual rió, dejando ver una enorme hilera de colmillos en su boca. Por un momento, creyó ver a Colette y su risa dientuda, pero ella no era tan alta, tan delgada, tan...

Monstruosa. Tembló al caer en cuenta de qué esa cosa no era exactamente algo humano, y sintió como la sangre se le helaba con su mera presencia.

— ¡Aléjate! — Se levantó rápidamente y adoptó una pose de pelea, pero la patada que lanzó pareció traspasar a su contrario, quien solo se acercó más e ignoró por completo su terror.

Tú y ella, — continuó. — no encajan juntos. ¡Ustedes son partes diferentes del juego! Ella tiene su lugar, y tú tienes el tuyo. Colette, la colectora de firmas, la fanática, y tú-

— ¿Cuál jueg..

Aquí, en el arcade, cómo un simple palomitero.

Fang ignoró la ofensa que le provocó aquello, intrigado por la manera en qué este ente hablaba.

— No me gusta este "juego" del que hablas.

Tú no eres el jugador, no decides qué pasa. Solo cumple tu papel, Fang.

— ¡Pero explícame, puta madre! ¡No entiendo nada!

Y no escuches a Edgar.

— ¿Edgar? ¿Cómo que Edgar?

Él miente.

Cuando Fang parpadeó, vio, ensombrecido y muy de cerca, el patrón de cuadros azul que conformaba la superficie del registrador donde se había recostado. Levantó la cabeza, y confundido, comprobó que aún estaba en el arcade.

¿Se habría quedado dormido? ¿Había tenido una pesadilla?

Sí, esa era la única explicación que se le ocurría.

Nada de lo que dijo tenía sentido...

Su visión se ajustó, y Fang se echó para atrás en su silla sobresaltado cuando se dio cuenta de qué había alguien parado frente a él.

— ¡Perdón! ¿Qué va a querer? — apenas pronunció sus palabras, entrecerró los ojos y luego se los talló, al reconocer al muchacho que estaba parado ahí.

— Un poco de tu tiempo. — Edgar respondió. — Ah, y una soda de cereza.

— No tengo tiempo para hablar, Edgar. — Fang se dirigió a la máquina de sodas, sacó un vaso, y lo rellenó mientras hablaba. — Tampoco estoy de buen humor.

— Por favor Fang, es importante. — Edgar se metió la mano al bolsillo y dejó algunas monedas en el mostrador.

Fang lo miró, y recordó las palabras de aquel ente extraño, asegurando que Edgar mentía.

— Si es para decirme que Colette no hizo nada mal... — Fang apretó los dientes, forzando las lágrimas a quedarse en sus ojos. — Sé que tú y ella son tan cercanos y...

— No es eso. — Edgar interrumpió. — Sé que Colette hizo mal.

Fang levantó una ceja.

— ¿Entonces?

Edgar quería que se lo tragara la tierra, por qué seguía sin saber qué decir.

— ¿Cuándo estás libre?

— En una hora salgo.

— Te veré afuera.

Fang lo miró darse la espalda y salir del árcade dándole un sorbo a su soda, y se preguntó qué rayos quería Edgar, o como esa cosa había predicho correctamente su aparición.

...

Tocaba actualización hace unos pocos días, pero mi perra tuvo perritos y tuve que ser partera y ahora ando de niñera, ª.

Por otra parte, les dejaré algunos dibujitos de escenas del fic. Tal vez vuelva costumbre hacer eso <:

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