✦ 𝟎𝟔. 𝐘𝐨𝐮 𝐜𝐚𝐫𝐞 𝐚𝐛𝐨𝐮𝐭 𝐦𝐞?

Está frío, fue lo primero que le pasó por la cabeza a la albina. Su pijama rosa y calientita no hizo nada para protegerla de la brisa del vacío oscuro en el que se encontraba.
Eso, o es solo qué alguien le había apagado la luz.
Tropezó en la oscuridad, ciega, agitando sus manos frente a ella en un intento fútil de encontrar algo sólido.
—¿Edgar? — Murmuró. — ¿Griff?
Llegó a pensar que estaba en el almacén de la tienda de regalos, pero ya habría tropezado con una caja o peluche tirado. Aparte, conocía ese lugar como la palma de su mano, y definitivamente no era este espacio donde se encontraba.

Estás loca. — murmuró una voz de ningún lado en particular. — ¿Cómo creíste que alguien podría quererte? Eres indeseable y asquerosa.

Colette se volteó, alarmada, pero no encontró el origen de los insultos.

— ¡¿Quién eres?! ¡Dónde estás! — gruñó.

Una gota tintosa cayó en su nariz, y aunque miró hacia arriba, no encontró de dónde pudo venir. Leves risas de niños se burlaban de ella en la distancia.

Perturbada, Colette se echó a correr.

Sentía que había recorrido kilómetros, pero aun así todo lo que veía era oscuridad. ¿Dónde estaba la salida?

Su frente se estampó contra algo duro, y Colette retrocedió herida con un "Ouch!" chillón, cayendo de sentón en el piso. Miró a su ofensor, solo para encontrarse cara a cara con una mesa repleta de peluches hechos a mano, fotos, objetos robados y demás memorabilia sin fin del actual objeto de su obsesión- nadie más ni menos que Fang. Se apresuró al altar improvisado, desesperada por esta pequeña pizca de familiaridad en un lugar tan extraño.
Un lugar seguro.

Tomó los empaques de palomitas usados y los calcetines sucios y los acomodó donde debían ir; al lado de la camisa doblada, organizados por color. Agarró un peluche de Fang que había hecho ella misma, cuando una voz la sacó de sus pensamientos.

— ¿Colette?

El mundo de Colette se detuvo. Reconocería la voz del azabache dónde sea.

Colette se volteó lentamente, dedos aún clavados en el peluche por la fuerza que sin darse cuenta comenzó a aplicarle, y se encontró cara a cara con Fang. Los ojos azules del chico se movían del sinfín de parafernalia y cosas de las que se había deshecho o perdido, a la albina que aún sostenía el peluche en sus manos, encorvada, como un criminal atrapado en medio del acto.

— Fang. — titubeó Colette, labios temblorosos intentando formar una sonrisa. — ¡P-Puedo explicarlo! Y-Yo-

— Estás loca.

La sonrisa nerviosa de Colette se borró instantáneamente. Intentó dar un paso hacia el chico, levantando su brazo hacia él, pero ese leve acto fue rechazado por un golpe de la mano de Fang para alejarla.

— ¡ESTÁS PERO JODIDAMENTE LOCA!

— ¡No! ¡No es así! — Colette sollozó, casi instantáneamente entrando en un llanto histérico. ¡Esto no es mío, lo juro!

— Obviamente no es tuyo, maldita psicópata, ¡son mis cosas!

Fang arrebató el peluche de las manos de Colette, quien hizo un intento fútil de volver a agarrarlo. Lo miró unos segundos y luego lo tiró al lado, furioso.

Colette retrocedió, aterrada. Había visto esa misma mirada de asco y rabia en las caras de muchos brawlers, pero eso no hacía que doliera menos, más hablando de quien comenzaba a volverse su amigo. Fang comenzó a caminar hacia ella, gritando mil y una majaderías, cada una más hiriente que la anterior. Colette tropezó y cayó sobre el mueble, un montón de objetos acomodados con cuidado en la cima cayeron sobre ella.
¿Cómo pasó esto? ¿Por qué? Estaba confundida y asustada, el miedo se apoderaba de su razón. Tomó su libreta, qué estaba entre los objetos caídos, y la alzó frente a sí en un intento de escudarse de la furia del chico.
Muchos reaccionaban con disgusto al descubrir lo mucho que los quería, pero... ninguno había intentado hacerle daño.

Esto no era como una partida. Fang realmente iba a lastimarla.

— ¡F-Fang! P-Porfav-

— ¡CÁLLATE, MIERDA!

Su pie voló en dirección a la albina, y la pobre Colette solo pudo aferrarse a su libreta, indefensa.

Pero la patada nunca llegó.

Colette abrió sus ojos, sus uñas azules y decoradas con dibujitos se clavaron en la sábana casi instantáneamente. Sus ojos se fijaron en las paredes rosas de su cuarto, en el montón de cosas regadas en el piso, y finalmente en esa mesa que había dedicado puramente a Fang. Todo estaba en orden, justo como lo dejó la noche anterior, antes de irse a dormir. No había señal del desastre transcurrido.

Se tocó la cara, no tenía los moretones que tantas cosas cayéndole encima seguro le habrían causado. Solo fue una pesadilla, se repitió. Todo está bien. Fang no sabe nad-

— ¿No sé nada?

Colette giró bruscamente y se encontró a Fang parado en la esquina. No hizo ningún intento de lastimarla, solo... estaba ahí, con la cabeza baja. No podía verle la cara. Colette se perturbó, y retrocedió en su cama, tapándose con la cobija.

— ¿F-Fang?

Fang levantó la cabeza, y Colette vio con horror cómo su cara estaba completamente cubierta en negro, un líquido oscuro rezumando de su cabeza. No podía verle bien la cara por culpa de esa cosa, apenas podía notar que tenía una sonrisa muy, muy grande, más de lo que un humano podría. Miró a las paredes, la misma sustancia oscura comenzaba a bajar lentamente de ellas.

Al momento que el azabache se movió, todo se volvió mas estruendoso. Nada cambió, pero era como si estuviera en un juego y el jugador hubiera subido todo el volumen. Colette hizo una mueca de dolor y se cubrió los oídos, pero eso no la salvó de las siguientes palabras de Fang.

Colette. — habló, su voz resonaba en la cabeza de la chica, fuerte, como si estuviera hablando dentro de su cerebro.

Colette sacudió su cabeza intentando sacarlo. Quería gritar. Quería gritar y llorar y huir a los brazos de mamá. ¿Oye, quién era su madre?

Fang sonrió más, de alguna forma.

Déjame en paz.

Colette gritó lo más fuerte que podía, y su intento de escapar la llevó a rodar de su cama, estampándose contra el piso. Enredada en las cobijas, luchó por liberarse, y al finalmente lograrlo se asomó detrás del mueble. Fang ya no estaba ahí, y la cosa que chorreaba de su cara no manchaba el piso más.
Así es, nuestra querida albina por fin había despertado de verdad.

Se tocó la cara, incrédula, intentando asegurarse de que ésto fuera real, que no fuera otra pesadilla en bucle de la que no podía salir. La suave luz del sol tras las cortinas le ayudó a entrar en razón.

Colette se sentó en la cama y rompió en llanto.

No, nada de eso fue real. Ella no era indeseable, Edgar decía que era amigable y energética, y Fang disfrutaba pasar tiempo con ella, hasta le había comprado un regalo. Griff siempre decía que era su empleada favorita.

Colette era querida. ¿Verdad?
...
¿Verdad?

Se quedó en la cama unos minutos más, sollozando como nunca antes lo había hecho. Nunca había soñado algo tan horrible. Se mantuvo ahí, llorando, ignoró la alarma de su celular que le indicaba que era hora de ir al trabajo.

No, Colette tomó su celular y se alistó, pero no se dirigía a la tienda de regalos.

...

Sabía que era Colette, pero los golpes en la puerta eran más desesperados esta vez. Aparte, eran las altas horas de la mañana. ¿Había pasado algo? Bajo esta idea, Fang se apresuró a abrir la puerta sin siquiera ponerle pausa a su película.

Y he ahí, a Colette en su puerta, despeinada, con lágrimas aún frescas en las mejillas. Ni siquiera tuvo tiempo para preguntarle qué pasó cuando esta se abalanzó sobre él, envolviéndolo en un abrazo tan fuerte que apenas podía respirar. Tampoco pudo hablar antes de qué Colette comenzará a llorar. No supo cómo reaccionar primero, pero después de unos segundos le devolvió el abrazo. ¿Pero qué pasó?

— Sh, sh, está bien, está bien, estoy aquí. — susurró a la desconsolada chica, retrocediendo lentamente para llevarla junto con él dentro del apartamento. La sentó en el sillón y fue a cerrar la puerta. No tardó nada en volver con ella. Fang se sentó a su lado, tomó su mano para hacerle saber que estaba ahí, que estaba bien.

— Colette. — habló, toda energía y alegría en su voz reemplazada por un gentil tono preocupado. — ¿Qué sucedió? ¿Alguien te hizo algo?

Dios guarde a quién le haya hecho algo a Colette.

La albina no respondió, simplemente se dejó caer en los brazos de Fang repentinamente. La acunó en sus brazos, confundido, pero decidido a no preguntarle más del tema si no quería hablarlo.

— ¡E-Es qué..! — Colette balbuceo, incapaz de formar una sentencia coherente entré sus lloriqueos. Fang le acarició la cabeza, se sentía impotente de no saber qué causó esto, lo menos que podía hacer era estar ahí para ella.

Colette recostó su cabeza en el pecho de Fang. De no estar ocupado preocupándose por ella, las mejillas del azabache se habrían tintado de rojo.

Se quedaron en esa posición varios minutos, durante los cuales ninguno movió un dedo. Los suaves sollozos de la chica y su respiración agitada eran el único ruido en la pequeña sala.
Fang, incapaz de quitarse de ahí y perturbar a su amiga, no hizo mucho más aparte de tararear una canción y pasar sus dedos por el pelo blanco y desaliñado de Colette.
Fue muy pacífico, por un rato. Finalmente, ella habló.

— F-Fang. — gimoteo. — ¿Tú me quieres... no?

Volteó a verla, sorprendido por la pregunta. Fang la quería, de eso no cabía duda, no cualquiera podía entrar llorando a su apartamento a las 9 de mañana y no ser echado a la fuerza. Pero se sentía un poco extraño oírlo. Se sentía extraño saber la respuesta. Su cerebro automáticamente formó un "Colette, te quiero mucho" que no salió más allá de sus labios temblorosos.

Le levantó la barbilla con cuidado.

— ¿Quién te hizo dudar de ello?

Yo misma.

— N-Nadie, s-solo... soñé feo...

Fang sabía lo que quería responder, pero, ¿tenía el valor de decirlo?
Bueno, Fang era muchas cosas, pero no un cobarde a la hora de expresarse.

— Colette, no sé qué soñaste — comenzó. — Pero yo te quiero mucho. Eres... eres especial para mí, no sé, solo lo eres. Así que por favor no pienses lo contrario.

— ¿Incluso si soy rara?

— Especialmente por ser rara. — río, logrando sacarle una pequeña sonrisa a la chica.

¿Cómo pudo soñar algo así? Fang era tan diferente a su versión de la pesadilla. Incluso se sintió culpable de que su mente haya podido conjurar visuales así de él. Sintió el pulgar del azabache pasar por su mejilla, limpiándole las lágrimas.

Lo miró, un brillo se hizo presente en esos húmedos ojos rojos. Fang era su lugar seguro.

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Quiero agradecer a M1ss__boom por darme ideas y ayudarme contra el bloqueo <3

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