✦ 𝟎𝟑. 𝐅𝐫𝐞𝐞 𝐭𝐢𝐦𝐞.

La suave luz de la luna acarició su cara, haciéndole voltearse en la cama para evitar la molestia y volver a conciliar el sueño.

Antes de que sus ojos azules volvieran a cerrar, a duras penas pudo ver una figura encorvada entre la oscuridad, su brazo buscando entre un cajón de ropa abierto, y la luz de la ventana le permitía ver su cara con cierta claridad.

Sus colmillos relucieron bajo la luna.

Se levantó con violencia de la cama apenas manteniendo balance agarrándose del respaldo, más dormido que despierto, pero con la sensación de que había un intruso en el cuarto prendiendo sus nervios e impulsándole a luchar.

... O al menos, eso creía haber visto.

No había nada en la esquina del cuarto. Fue a inspeccionar, pero todo estaba en su lugar- era el mismo desastre sin arreglar de siempre.

¿Se lo había imaginado?

Miró a la ventana, pero estaba bien cerrada. La puerta estaba entreabierta, pero no podía recordar cómo la había dejado antes de dormir como para alarmarse por ello.

Sin encontrar nada que mostrara la presencia de algún peligro, se dirigió a su cama agarrándose de la pared para apoyar su pie herido lo menos posible y se acomodó entre las cobijas.

El único sonido en el cuarto era el suave respirar del chico dormido y el rechinar de la cama cuando ocasionalmente se acomodaba a otra posición más cómoda.

Los pasos de la albina hacia él no hicieron un solo ruido. Lo miró con una mezcla de admiración e incredulidad.

Estaba en la casa de un brawler, que sabía de su presencia, y no la había echado a patadas ya.

Se sentó a admirarlo, aprendiendo cada detalle de sus rasgos, y el tiempo pasó demasiado rápido.

El cielo comenzó a tintarse de rosa con el color del alba, haciendo que Colette se levantará, sabiendo que la luz del día lo despertaría en cualquier momento.
Jaló sus mangas para que no estorbaran, y con las manos temblorosas, le levantó un mechón de pelo y lo cortó con las tijeras de la cocina.

- Gracias...

Murmuró, retrocediendo a la oscuridad.

...

El ruidoso sonido de la alarma le hizo abrir los ojos de golpe, buscando su celular desesperadamente con la mano, usando su brazo libre para cubrir su cara de la luz del sol.

Agarró el celular que estaba apagado en el piso y apagó la alarma, gruñendo al levantarse.

Otro día aburrido.

Agarró su gorro, colgado en la cama y se lo puso encima sin antes arreglar su pelo, su mente medio dormida apenas funcionando.

Puso un pie en el piso y un calambre agudo lo mandó al suelo.

¡Su pie! Recordó los sucesos de ayer, y a Pam diciéndole que debía utilizar su pie lo menos posible por unos días. Ahora veía por qué, apretandolo en su dolor.

Pudo escuchar pisadas en la cocina acercándose rápidamente, y extendió el brazo hasta lo más cercano que tenía a un arma ahí, un libro pesado.

Se intentó estabilizar, preparándose para lanzar el libro a lo que sea o quien sea que viniera, solo para ver la puerta abrirse por el empujón de la misma chica albina de ayer.

- ¡FANG! ¡¿Te lastimaste?!

La miró confuso por un breve momento, pero los recuerdos regresaron a él, por suerte, con rapidez antes de que le aventara el libro. Pam le había encargado a Colette cuidar de él como en un estúpido libro de romance...

Para su suerte, no era molesta, y se veía demasiado inocente e infantil para hacer algo malo en su departamento.

Aunque bueno, no era como si tuviera muchas cosas de valor ahí.

- Estoy bien Colette, perdóname por asustarte. Nada más deja termino de despertarme, apenas y sé donde estoy...

Colette río, tomándolo del brazo para ayudarle a levantarse, luchando contra cada fibra de su ser que quería gritar de la emoción. Había tenido un día y noche enteros para asimilarlo, pero todavía le causaba una felicidad infinita estar aquí, con él.

Con un brawler.

- ¡Oh nonono, no pasa nada! ¡Me asusta más la idea de que te lastimes y nadie pueda ayudarte más que yo por casualmente estar cerca!

Eso fue... muy especifico. Se río de lo que creyó era un chiste junto con Colette.

- Pff, solo fue un accidente, no soy así de descuidado.

Colette le sonrió y lo ayudó a dirigirse a la cocina, lo cual le extraño pues en ningún momento había expresado querer salir del cuarto.

Estaba a punto de preguntarle por qué lo llevaba ahí, cuando el olor de pan recién horneado le invadió. Fue entonces que notó los guantes para hornear en las manos de Colette, aún cálidos.

- ¡Mira, hice el desayuno!

Antes de siquiera tener la oportunidad de tomar un plato Colette lo levantó y sentó frente a la mesa pequeña, colocando un plato con dos cupcakes frente a él.

Comida de verdad. Aunque desayunar cupcakes no era de lo más normal, era mil veces mejor que la comida congelada a la que ya se había resignado a comer todos los días.

Su cara dibujada en ellos con crema lo hacía lindo, también.

- ¿Cómo supiste que mi sabor favorito es el de chocolate? - preguntó riendo, a juzgar por el café oscuro que podía ver bajo la crema.

- ¡Oh, supongo que tengo una muy buena intuición!

Se rieron juntos, y Colette removió los guantes de sus manos. Eran rosas con un patrón de cuadros - algo que él no tenía en casa.

- ¿Bueno, vas a comerlos?

- Es que son demasiado lindos como para hacer eso. - bromeó, aunque una parte de él lo decía en serio. Nadie le había hecho un detalle así antes, por más mínimo que fuera. - Y ahora que lo pienso, ¿cómo los hiciste? Digo, apenas y hay sal, estoy seguro de que no tengo harina.

- Oh, fui a dar una vuelta a mi casa por lo que necesitaba.

¿Tan temprano? Se sintió un poco mal, haciéndose una nota mental de hacer algo igual de lindo por ella en algún punto. Eso también explicaba los guantes que definitivamente no eran de él.

La albina miró con mucha atención cuando le dio una mordida al cupcake, llenándose de emoción a medida que veía como la expresión de Fang cambiaba a una que prácticamente gritaba "¡esto es delicioso!".

- ¡¿Te gustó?! - preguntó, inclinándose sobre la mesa hacía él.

Colette no tenía un concepto de espacio personal, de eso ya se había dado cuenta Fang, pero francamente estaba demasiado ocupado con su desayuno para protestar.

- ¡Esto es lo más rico que he comido en meses!

La chica se volteó para ocultar su felicidad, aunque fue descubierta de todas formas por sus pequeños saltitos y la forma en que agitaba sus puños.

- ¡Me alegra tanto!

Fang terminó los cupcakes y fue a bajarse de la silla, pausando por un segundo cuando casi pone su pie herido en el piso y cambiándolo por el otro pie.

Colette era... extraña, pero de una buena manera. Se emocionaba con detalles pequeños y encontraba motivos para reír en las cosas más mundanas.

Pero probablemente sería raro si le decía aquí y ahora que estaba feliz de conocerla.

Agarró su teléfono y empezó a escribir algo en un chat, a lo que Colette se movió tras él para intentar distinguir que escribía.

- Es mi jefe. - dijo cuando noto a Colette tras su hombro intentando ver. Probablemente habría golpeado a cualquier otra persona intentando espiar sus conversaciones, pero había algo en ella que le contagiaba de esa curiosidad por todo. - Solo estoy avisándole que no podré ir al árcade por una semana. -

- ¿Pero el golpe no se iba a curar en dos días? - preguntó, intentando recordar las cosas que había dicho Pam mientras instalaba su torreta el día anterior.

- Si, pero cualquier excusa para no ir al trabajo es buena para mí.

Ambos rieron, y Fang dejó su teléfono en la mesa.

- Ahora que estoy libre, ¿qué hay de esas películas que habías dicho querer ver conmigo? Palomitas me sobran, por cierto.

- ¡Oh, oh! ¡Creo que sé justo cuáles te van a encantar!

- Si son de artes marciales, probablemente ya las vi - río, permitiéndole a Colette sujetarlo para que pudiera caminar sin herir su pie.

Distraído por la conversación, no la vio meter el teléfono a su bolsillo.

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