CAPÍTULO 9: TOPÁNDOME CON PROBLEMAS


BETTY

Cuando terminamos la consulta, Adam me ofreció quedarme esta noche en su casa en la habitación de invitados ya que se había hecho tarde. Le agradecí enormemente su hospitalidad pero no iba a ser la facilona de turno sirviéndome en bandeja a pesar de que me moría por que me pusiera un dedo encima.

Mi estilo era ir subiendo la temperatura, calentar el ambiente con mis idas y venidas, con miradas cargadas de significado y gestos que hablasen por mí. El lenguaje corporal era básico y yo, por supuesto, dejaba claro mi posición con mis titubeos y mis mejillas sonrosadas.

No había que ser físico nuclear para averiguar que me sentía atraída por ese Adonis rubio; cualquiera que tuviera un par de ojos se daría cuenta.

Tan solo necesitaba un cartel luminoso y un cruce de piernas a lo instinto básico para dejar con más absoluta claridad lo que provocaba ese hombre en mí.

Mientras que iba en el autobús, un velo de arrepentimiento se instaló en mi mente. Por un lado me hubiera quedado en casa de Adam para así tener alguna oportunidad pero, por otro lado, quizás el hacerme la estrecha me estaba eliminando posibilidades con él.

De todos modos, yo no era una mujer que cambiaba por ningún hombre; ya lo había hecho una vez y las consecuencias aun eran dolorosas. Me había convertido en una muñeca rota desde que me casé con Gabriel y ascendió en su trabajo. Pasó de ser jefe de sección a ser el dueño de la empresa en poco tiempo, lo que hizo que el poder se le subiera a la cabeza. Cada vez que iba a verle, veía como coqueteaba con las secretarias mostrando esa sonrisa de tío millonario que tanto asco me daba y que en el pasado me había conquistado.

Aunque él me juró una y mil veces que tan solo usaba su encanto para ser amable con sus trabajadores y así animarles para realizar mejor su trabajo, no veía la misma actitud con las mujeres que con los hombres de la empresa. Era un cerdo machista y por desgracia me había casado con él antes de saber quién era de verdad.

Hasta que me di de bruces con la realidad al pillarlo con su secretaria Cassidy, la cual me trataba siempre de la peor de las formas cada vez que iba a visitar a Gabriel a pesar de que ella sabía que él era su jefe y yo su esposa. Y aunque le dije a Gabriel sobre ella y sus malas formas, él simplemente decía que eran cosas mías porque ella siempre era cordial con todos los dela empresa y sus visitantes.

La gran verdad era que se acostaban juntos cuando yo no miraba, aunque según él solo fue aquella vez que los encontré en su despacho sobre su mesa que siempre estaba impoluta. Aún recuerdo el sujetador y la chaqueta de él por el suelo mientras que ellos retozaban sin percatarse de mi presencia hasta que comencé a llorar.

Gabriel no era de los que mostraban sus sentimientos y menos si tenía que ver con algún tipo de debilidad, pero el miedo que pude ver en sus ojos fue algo extraño. Desde aquel día, él se volcó en el trabajo, borró todos los números de teléfono de todas las mujeres tanto de fuera como de dentro de la empresa y dedicaba su tiempo libre a mandarme flores de vez en cuando con alguna cita escrita por él.

Tuve que cambiarme de número porque me llamaba cada día o me dejaba mensajes diciendo lo desdichado que se sentía. Él parecía estar arrepentido como nunca, pero eso jamás borraría lo poca persona que me hizo sentir. Me abandoné, dejé de cuidarme e ir al gimnasio y, aunque no me puse gorda, algo de peso gané además de volverme un cúmulo de piel flácida y llena de estrías. A día de hoy estoy recuperándome de los estragos de ese tipo de vida, pero era difícil para mí que siempre había sido deportista y que ahora me costaba andar a paso ligero durante treinta minutos.

Pero el conocer a Adam me hizo sentirme bella de nuevo bajo aquellos ojos tan brillantes que ocultaban a un tipo de hombre que de seguro era fascinante. Con una sonrisa en la cara, bajé del taxi dándole un extra de propina; mi buen humor debía de expandirlo por el mundo.

Me bajé en un supermercado para comprar unas cosas que necesitaba para el desayuno del día siguiente porque, gracias al tragón de mi hermano Colin, se me habían acabado mis cereales integrales con chocolate. Lo que más rabia de él es que mientras se los comía, decía:

"Pues no entiendo que les encuentras, si son cartón con algo semejante a chocolate"

Mi hermano no cambiaba ni aunque pasara el tiempo, por esa razón era una persona compleja para tener pareja. Yo tampoco era una persona fácil porque tenía un carácter endemoniado además de muchas manías que desesperarían a cualquiera. Pero de momento no tenía prisa; ahora yo era una veleta y me dejaba mover por el viento.

Cuando pude comprar desayuno suficiente para Colin y para mí, salí a la calle respirando el agradable aire que traía la noche. Los jazmines con ese dulce olor me hacían sonreír porque era mi aroma favorito. Pero me daba recuerdos agridulces porque en mi ramo de novia los incluí por ser mi flor favorita.

No era momento de ponerse sentimental; bastante tenía con mi vida frenética. Sólo deseaba irme a la cama porque el estar con Adam hacía que me sintiera como en una montaña rusa de la que no quería bajar, pero que, al cabo de un tiempo, me provocaba vértigos y debilidad.

Mientras caminaba por la calle no muy lejos de casa, escuché pasos detrás de mí que me hicieron estar alerta. No es que viviera en una zona peligrosa, pero por la noche cualquier cosa podría pasar.

Cuando escuché los pasos más cerca de mí, yo también comencé a andar más deprisa con una ansiedad creciente en el pecho. Alguien me estaba siguiendo sin duda alguna y lo peor de todo es que, por mucho que corriera, no podría llegar a casa porque no estaba lo suficientemente cerca. La calle también estaba desierta así que no podía pedir ayuda así que comencé a correr sin girarme a mirar atrás.

Aquel extraño me seguí los pasos tan de cerca que podía sentirlo; estaba completamente perdida y no sabía que iba a ser de mí. Cuando llegué al final de la calle, me di cuenta que era sin salida; aquel tipo me había hecho correr hacia el lugar exacto para hacerme una encerrona. Me quedé de espaldas a mi agresor, temiendo en darme la vuelta y verle la cara a aquel que pretendía hacerme daño, pero un terrible estruendo me hizo girarme en redondo.

Un hombre encapuchado estaba levantando a otro hombre, el que probablemente me estaba siguiendo, a varios metros del suelo. Lo tenía sujeto por el cuello, provocando que aquel sujeto emitiera quejidos patéticos y súplicas apenas audibles.

Con una devastadora fuerza, lo mandó bien lejos hasta estamparse contra la pared. Asustado, echó a correr mientras que gritaba como si de una aparición se tratase, ¿Qué demonios estaba pasando?

Bajo la luz de las pocas farolas que estaban encendidas, pude ver la figura de un hombre imponente con una gabardina larga y el torso descubierto. Sus pantalones vaqueros se ceñían fuertemente a sus caderas, decorado con un cinturón y varias cadenas. En sus manos vestía unos mitones típicos de los moteros pero su cara estaba totalmente oculta bajo la capucha y las sombras de la noche que jugaban a su favor.

Quise acercarme para darle las gracias, pero echó a correr antes de si quiera poder decirle algo. Aquella enorme fuerza era tan impresionante que aún tenía el cuerpo frío de aquella actuación tan típica de las películas de acción.

Tomé el bolso del suelo y proseguí con mi camino aun alucinada por lo que había pasado:

-Si le contara esto a Colin me encerraría en un loquero sin pensar-Me dije a mi misma mientras me prometía una buena taza de chocolate caliente como premio. Una noche como esta merecía saltarse la dieta, aunque fuese por una vez.

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