CAPÍTULO 5: MALDITO SEAS, GABRIEL


Sugar en la foto(L)

BETTY

En cuanto Sugar se fue corriendo yo fui tras él y más por lo que había pasado la noche anterior que aún no tenía claro si había sido un sueño o era cierto.

En cuanto llegué me di cuenta las razones por los que Sugar estaba tan curioso; la pantalla de mi teléfono estaba iluminándose indicando que había llegado un mensaje. En cuanto vi de quien provenía, quise tirarlo por la ventana.

Lo abrí desganada y con ganas de vomitar:

Hola mi reina sabes que te adoro y lo que pasó con Jenny fue un error. Sé bien que el divorcio está en marcha y no podemos pararlo pero deseo estar contigo. Dame una nueva oportunidad mi amor y te prometo que seré un buen marido.

Gabriel

-¡Ya claro, lo de buen marido lo olvidaste cuando estabas entre las piernas de la hermana de tu jefe, pedazo de hipócrita!- Le grité al móvil mientras Sugar me miraba con cierta preocupación.

Lo tomé entre mis brazos para que no se preocupara por mí. Hacía varias semanas que me había divorciado de Gabriel tras tres años de relación y, aunque tenía sentimientos por él, poco a poco le iba olvidando. Había sido duro desde entonces y había encontrado consuelo en múltiples brazos sin compromiso porque, precisamente, el compromiso me había llevado hasta ahí.

Desde que puse en marcha el tema del divorcio, Gabriel había dejado de lado su amor por el trabajo para buscar el mío pero ya era tarde. Ahora entendía el porqué se quedaba tan tarde en la oficina con la excusa del trabajo: era su lugar de reunión para acostarse con Jenny.

Y aunque me imploró que sólo fue una vez, quien lo hace una lo hace dos veces así que ya hecho el engaño me daba igual las veces que se la hubiera follado. Y yo de idiota esperándolo en casa con una sonrisa, la cena hecha y un conjunto bonito para que él me viera igual de hermosa que el primer día.

Odiaba a los malditos hombres de negocios y eso era innegable porque cada vez que salía un hombre con traje en la televisión o le tiraba el mando o me daban ganas de vomitar. No me hacía especial gracia que mi hermano fuera a una entrevista de trabajo en una gran empresa pero con lo que él había estudiado era normal que trabajara en una.

Estaba tan nerviosa porque no sabía si le habían contratado o no y el muy idiota no daba señales de vida. Mientras que lo esperaba, decidí limpiar un poco para hacer tiempo.

Noté el frío del colgante en mi cuello y cientos de preguntas volvieron a mi mente, ¿Y si era un regalo de Gabriel?

La rabia se apoderó de mí y entonces lo metí en la caja donde venía para meterlo al fondo del cajón. Estaba harta de esa forma de comprar a las personas por no afrontar las cosas sin materialismos. Estaba encendida de la ira, por lo que me puse la música bien alta para que se me hiciera más amena la limpieza. Sugar parecía no apartarse de mi lado en el proceso mientras que me movía con escoba en mano.

https://youtu.be/6RW1WDHsmx4

-¡Vamos sugar, usa tu cola para limpiar las estanterías y así me echas un cable!

Hizo un leve maullido mientras se enroscaba sobre sí mismo en la mesa de café del salón. Era evidente que no tenía muchas ganas de ayudarme así que proseguí con las tareas mientras Sugar me miraba con cara adorable:

-¡Estás perdonado, pero la próxima me ayudas!

Comencé a reírme cuando metió su cabeza entre sus patas para hacerse el dormido; esa táctica me la conocía bastante bien...

El poder de la música me hacía subirme la autoestima que Gabriel me había robado y, aunque Colin no sabía las razones reales, el dolor de la traición aun me perseguía. Para él, lo dejé porque no le quería pero, en realidad me divorcié de él estando enamorada. A día de hoy lo siento dentro de mí aunque sienta una terrible angustia en el pecho cada vez que pensaba en él y cada vez que me iba a la cama donde ambos dormíamos.

Pero la vida era cruel y debía aceptarlo por mi bien. Debía levantar la cabeza y dejar la negatividad a un lado de una buena vez por todas. Además, Colin me necesitaba para despejarse acerca del tema de Fionna y encontrar un trabajo que le hiciera salir de ese pozo de tristeza donde estaba metido ya varios años.

Mientras limpiaba, el sonido de mi teléfono me hizo casi caerme de la silla, por lo que corrí hasta él con la esperanza de que fuera mi hermano con noticias frescas que nos alegrara el día a ambos. Cuando tomé el teléfono entre las manos, el nombre de él estaba en la pantalla:

-Por favor...que hayan dicho que sí...

Conocía bien el lado oscuro de Colin y su tendencia a encerrarse sobre sí mismo para tragarse su tristeza sin compartirla con nadie y si no lo cogían, él haría que todo está bien pero se aislaría durante semanas en un mutismo del que no saldría con ayuda. Esa cárcel donde él mismo se encerraba era inhóspita y enfriaba el corazón de mi hermano hasta tal punto que parecía no estar vivo. Era una pena verlo así, en ese estado de tristeza tan grande y no poder hacer nada al respecto.

Pero en mis manos había una posibilidad de que hubiera conseguido su ansiado logro. No le di más vueltas a las preocupaciones, así que tomé fuertemente el teléfono y leí el mensaje:

"Lo hemos conseguido, vuelvo más tarde porque salgo a comer con mi jefe. Espérame con una buena cena si no quieres que sea terrible contigo"

Colin

Mientras comenzaba a reírme mis lágrimas cayeron con fuerza sobre la pantalla de mi teléfono. Las retiré con el corazón lleno de felicidad y le contesté:

"Cuidado si no quieres que te reciba a zapatillazos o enseñe a Sugar a arañarte la cara cada vez que vengas a casa"

Betty

"Oh vamos, eso es crueldad, ¿Con lo guapo que soy vas a quitarme oportunidades laborales?"

Colin

"Si tu eres guapo, yo soy una cebra"

Betty

"Pues ahora que lo dices...pinta de eso si que tienes sobre todo cuando te maquillas, ¿Olvidas que somos mellizos idiota? Por desgracia, mi belleza la tengo que compartir contigo"

Colin

"Digamos más bien al revés...haz el favor de no venir tarde a cenar y menos aún borracho"

Betty

"¡A sus órdenes!

Colin

Y Para fastidiar y tener la última palabra, me mandó una foto suya para que admirara su gran belleza. Desde luego, Colin era un idiota, pero adoraba a mi pequeño Rapuncel malhumorado.

Y Para fastidiar y tener la última palabra, me mandó una foto suya para que admirara su gran belleza. Desde luego, Colin era un idiota, pero adoraba a mi pequeño Rapunzel malhumorado.

Al ver que no tenía nada bueno en el frigorífico, decidí salir a hacer la compra aprovechando mi tiempo libre. Iba a prepararle una buena cena de bienvenida porque la ocasión lo merecía y no me merecía seguir llorando por mi suerte.

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