CAPÍTULO 29: LO QUE CRECE EN NUESTRO INTERIOR


BETTY

No tenía una sola prenda sobre mi cuerpo, todo lo que llevaba encima ahora se encontraba esparcido por el suelo de la habitación. El calor que sentía no era precisamente por el clima sino por lo que Adam provocaba en mí con sus expertas caricias.

Susurros suplicantes salían de mi garganta mientras esa tortura dulce doblegaba mi conciencia. Las manos de Adam ascendían desde mis pies hasta mis muslos sin llegar hasta mi parte más privada, se estaba tomando su tiempo para poner mi cuerpo a punto de caramelo.

-Daría lo que fuera para que te quedases conmigo-Me dijo con cierta pena en su voz. A pesar de la pasión que podía verse al fondo de sus ojos o de los jadeos que concordaban en sintonía con los míos, había tristeza y desesperación. Alargué la mano hacia él para ponerla sobre su pecho. Cerró los ojos con fuerza como si mi contacto quemase y tembló con tal fuerza que sentí miedo retirando de golpe la mano.

Abrió los ojos con una sonrisa un poco forzada, podía notar como intentaba ocultarme lo que pensaba, pero no era de las que se rendía. Cerré las piernas y me senté sobre el colchón para tenerlo frente a mi cara. Lo tomé de las mejillas y le dije:

-Quiero que me digas lo que te ocurre. Quiero saber si esto que siento es solo cosa mía.

Él apartó la vista de mi de repente y, conociéndole como lo hacía, estaba segura que se lo iba a guardar todo dentro. Odiaba esa faceta de él, odiaba que no confiara en mí, aunque él era un ángel y yo una humana así que técnicamente no significaba mucho. Él viviría toda la eternidad y yo moriría dentro de unos años.

Ese pensamiento se me anudó en el estómago. De la nada Adam se me echó encima aprisionándome contra su cuerpo. Su torso desnudo contra el mío me robaba escalofríos tan intensos que sentía pura electricidad erizando cada parcela de mi cuerpo.

-No quiero que vuelvas a pensar algo así de ti, te lo prohíbo.

Su aliento ardiente hacía cerrar mis ojos y sus pulsaciones latían frenéticamente al igual que las mías. Lo necesitaba tanto y me dolía tanto no tenerle.

Pero más dolía saber que nunca podría ser para mí.

No supe que había comenzado a llorar hasta que Adam puso sus dedos sobre los extremos de mis ojos para recoger mis lágrimas con dulzura. Sus labios se posaron sobre los míos con un hambre que rivalizaba con la mía.

No pude evitar tocar su espalda trazando los diseños que ocurrían en mi mente. dibujos, fantasías y esperanzas quedaban sobre su piel, aquella piel tan suave que parecía estar tejida por nubes. Suspiraba sintiendo como el deseo ascendía como la espuma entre las olas. Las manos de él comenzaron a ser más y más atrevidas conforme el beso dejó de ser tan amoroso y se convirtió en un tornado lleno de deseo.

-Siempre seré tuyo, aunque nunca pueda tenerte plenamente-Me susurró mientras me agarraba a su cuerpo con fuerza. Era tan cálido y parecía todo tan real que temía que estuviera dormida y esto fuera un sueño.

Nos pasamos no sé cuánto tiempo rodando por la cama entre caricias y besos. El tiempo había dejado de existir para mí; una vez que me ahogaba en esos ojos azules, el mundo pasaba a ser parte de una ilusión que no me interesaba lo más mínimo.

La noche se hizo de nuevo, lo supe por el color de la luna que había ahora mismo en el cielo. Adam seguía con aquella especie de túnica, aunque sus cinturones ya no estaban sobre aquella falda larga que siempre llevaba. Mi curiosidad me llevó a preguntarle ciertas cosas:

- ¿Por qué llevas esos cinturones?, parecen muy pesados.

Él sonrió mientras que acariciaba mi pelo. Recostada sobre su pecho sentía toda la paz del mundo sobre mí a pesar de que bien sabía que no era así. Tras besar mi frente comenzó a contarme:

-Es como la distinción de quienes somos. Todos los ángeles tenemos unos, aunque son diferentes. Dependiendo el rango que tengas, son de diferente color y diseño. Yo tengo uno más porque cometí el pecado de abandonar mi virginidad, por eso no soy querido aquí.

- ¿Me estás diciendo que llevarlo es como un castigo que permite humillarte? ¿La gente te dice cosas? -Le pregunté horrorizada. Él no me contestó, pero no hizo falta, su silencio era más que suficiente. Al mirar en el suelo aquellos adornos que me parecieron realmente bonitos al principio ahora los miraba con cierto odio. Eso a Adam pareció divertirle.

-Oh vamos nena, estoy acostumbrado. Antes de que pasara digamos que tampoco era muy querido aquí por mi forma de ser "demasiado humana" para los que viven aquí. Detestan las emociones y eso es algo que para mí es algo importante. El caos forma parte de la vida pero esta gente se empeña que todo sea ordenado y perfecto, ¡Hasta el maldito clima parece de mentira al no hacer jamás calor!

Ambos terminamos riéndonos dándonos la razón; todos aquí eran unos capullos estirados que no sabían pasarlo bien. Al menos había flores para romper la blancura del lugar y eso era de agradecer. Adam me explicó que fue una deidad la que decidió que se plantaran para que los ángeles apreciaran lo que consideraba lo más bello de la tierra. Con el tiempo hasta las consumían como si fueran una especie de vegetales.

-Quisiera saber cómo está mi hermano-Susurré mientras escondía la cara en el pecho de Adam.

-Te prometo que todo va bien. Intento tener contacto con el exterior para estar informado y digamos que Daryl me está ayudando mucho a ello. Tu hermano está bien y te prometo que estoy haciendo lo posible para que vuelvas a casa.

Aquella respuesta me dio el alivio que tanto necesitaba. El saber que no había olvidado a alguien tan importante como lo era Colin para mí me hacía sonreír. Adam se separó de mi lado y se sentó sobre el colchón tomando los cinturones que estaban en el suelo. al ponérselos, mi vista se dirigió hacia el bulto que podía verse a través de la seda de aquella falda. Adam me vio, pero su seriedad y su silencio me hizo girar la cabeza. No podía imaginar el dolor que debía de sentir en aquel momento.

- ¿Quieres que te alivie un poco? -Le pregunté sin apenas pensar. Aquella pregunta parecía tan natural que me sorprendió que saliera con tanta facilidad de mi boca. Los ojos de Adam amenazaban con salir de sus cuencas; era bastante cómico verlo así.

Pero se recompuso poniendo de nuevo su coraza fría que tanto me molestaba. No quería que fuera desagradable, aunque comprendía sus razones, pero me hacía daño. En silencio se dirigió a la puerta, pero antes de irse me dijo:

-En veinte minutos estará la cena lista. Si deseas descansar de mientras puedes hacerlo, yo te llamaré.

Y sentí un gran dolor en el corazón cuando se marchó sin mirarme. Fue cuando me di cuenta de mi desnudez y me tapé con gran tristeza para que no tuviera la oportunidad de verme así. Era como cuando Gabriel me bajaba el cielo y al día siguiente parecía no hacerme caso hablando por teléfono a todas horas. De nuevo los complejos llamaron a mi puerta aunque esta vez iba a hacer lo posible por recomponerme y no llorar por ellos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top