CAPÍTULO 24: LA PRIMERA NOCHE Y EL PRIMER AMANECER


BETTY

Era extraño verle tan cordial, tan amable y gentil a pesar de que siempre me trataba como si fuera un grano en su bonito trasero. El Adam que se presentó por primera vez en mi consulta era el Adam que me había consolado tras mostrarle mi gran preocupación. Colin era lo único que tenía en mi familia y no podía contar a nadie más porque no confiaba en nadie más que en él.

Adam se esforzó por hacerme sentir mejor para que no notase las carencias de La Morada en comparación con la Tierra. Sabiendo lo difícil que era, él había conseguido comida para mí y había hecho una ensalada con flores que realmente estaba muy buena. El sabor a cítricos unida a la frescura de las flores me sorprendió muchísimo pudiendo mostrar una sonrisa que hacía mucho que no tenía en mi cara.

La única cama que había era la del dormitorio de Adam y aunque le dije que me dejara el sofá, él se negó en redondo prometiéndome que habilitaría un dormitorio para mí en cuanto pudiera. Esperaba que no tuviera que hacer demasiados cambios en su casa porque eso significaría que pasaría demasiado tiempo en este lugar.

Me fui a la cama en silencio sin despedirme de Adam porque apenas tenía alma en aquel momento. Esperaba que lo comprendiese, aunque viendo el rostro marcado por la preocupación que ví antes de abandonar el comedor, sabía que él lo entendía.

Y aunque debería de estar encantada de que Adam fuera tan encantador como el día que lo conocí, me sacaba de mis casillas. La razón era clara; me hacía volver loca, mi cuerpo se estremecía ante esa vena sensible y caballerosa que mostraba, en resumen: me estaba enamorando de una forma que no creía posible desde la separación de Gabriel.

Pero el dolor de saber que él no renunciaría a ser lo que era por una simple mortal como yo, añadía una espina más en mi corazón dolorido y destruido; era la reina de la mala suerte en el amor, primero engañada y luego por fijarme en alguien que tenía que mantenerse puro.

En esa encrucijada temía quedarme anclada demasiado tiempo porque por un lado me costaba mucho no acercarme a él, pero por otro lado no me parecía justo. No era justo por él ni por mí y lo peor de todo era que él en realidad quería estar conmigo, pero no podía.

El temor que él sentía de ser castigado era algo que tenía que averiguar. Quería saber más de este mundo, saber quién o quienes estaban por encima para así saber a lo que me enfrentaba. No sabía lo duros que podían ser los ángeles cuando sus estrictas normas eran incumplidas, pero lo averiguaría por cuenta propia ya que Adam se negaría a decirme más por mi seguridad. 

En la cama daba varias vueltas envueltas en aquellas sábanas ligeras como una ráfaga de aire de verano. Todo en aquel lugar era suave y blanco, aunque a mi parecer le faltaba un poco más de vida. Todo era muy ordenado y antiséptico, no tenía el caos de la Tierra. Aquí nada parecía escaparse de control y eso era realmente aburrido.

Y por otra parte estaba la no existencia del sol en aquel mundo. Cuando miraba al cielo no veía nada, ni estrellas ni la luna ni siquiera algún astro reconocible. Era como un lienzo de un color azul grisáceo carente de luz pero que aun así la emitía sin saber de dónde procedía dicha fuente lumínica.

Decidí saber pequeñas cosas de aquel mundo preguntándole por la mañana a Adam, si iba a quedarme por un tiempo era algo necesario para mí. Desde las reglas al comportamiento que debía de adoptar en presencia de ellos era crucial para no llamar demasiado la atención, aunque la amenaza de Adam de que no iba a salir de la casa no la creía demasiado porque, si esa era su idea, me volvería loca entre esas paredes.

No tenía idea de cómo se regía el tiempo aquí, ni cuando iba a ser de día, pero mi cansancio hablaba por encima de cualquier horario. Era hora de asentar las emociones y templar los nervios; necesitaba una llamada de urgencia a la calma para comprender mi nueva situación. Además, Colin tenía protección y eso al menos era una garantía en cuanto a su seguridad, solo esperaba que ese demonio con el que me topé no quiera ponerle en peligro o hacerle daño con tal de llegar hasta mí.

Mis párpados no soportaron más la carga que llevaba mi cuerpo desde hacía varias horas y caí desplomada entre esas suaves sábanas. La frescura del ambiente me ayudaba a relajarme y el tenue aroma de las flores aun flotaba a mi alrededor. En aquel mundo no había frío ni calor, era un estado completamente perfecto además de que no existían los fenómenos meteorológicos. Adam me lo contó en la cena que la primera vez que vió llover fue cuando fue destinado a la Tierra. Desde entonces, le apasiona ver caer el agua del cielo y me confesó que podría estar horas mirando aquel espectáculo. Aquella sorprendente revelación añadía aún más encanto a su personalidad, el ver cómo se contentaba con las cosas más sencillas que las personas no sabían apreciar, me hacía sonreír con una llama cálida en mi corazón. Siempre había buscado a un hombre sencillo que no necesitara de coches caros o buenos restaurantes para ser feliz. Y pensando sin querer en el futuro, me veía a Adam a mi lado en el sofá de nuestra casa con un té caliente, una manta a nuestro alrededor mirando por el cristal de nuestra ventana el agua caer. El ver como todo se inundaba por fresca lluvia, abrir la ventana para oler la tierra mojada y sentir la brisa húmeda en nuestros rostros. Esos placeres sencillos, esa calma, era lo que yo más ansiaba en esta vida y temía no poder conseguirla.

Entre divagaciones comencé a soñar apaciblemente hasta que un leve soplo de aire me revolvió el pelo cubriéndome el rostro. Al abrir los ojos pude ver mi ventana abierta y me di cuenta que el cielo estaba un poco más claro que antes de dormirme. Tomé la decisión de buscar a Adam para así saber si ya era de día o era una simple corazonada. Al salir de mi habitación pensé encontrarlo acostado en el sofá, pero no había nadie allí, ni siquiera la huella de su cuerpo. Sentí un pinchazo de decepción en el pecho, una tristeza extraña pero completamente irracional. Yo no era nadie para él para ir exigiéndole que no se marchase de casa sin decírmelo, era algo absurdo si quiera pensarlo.

Pero en el corazón nadie manda y menos se puede intentar llegar a un acuerdo con él. Simplemente estaba perdida y lo sabía bien.

No lo pensé dos veces y decidí salir de casa. Con la toga que llevaba puesta estaba bien cubierta a excepción de los hombros, pero no se me veía escote por lo que se suponía que estaba bien. Me puse unas sandalias y salí al exterior sin pensarlo dos veces.

Esperaba que Adam no me matase al salir fuera sin su permiso, pero era cierto que era algo completamente irresponsable dejarme aquí sin ninguna explicación o instrucciones para no andar perdida. Ni siquiera me dijo cuanto tardaría.

Comencé a andar por las calzadas de piedra y apenas podía escuchar ruidos o murmullos de gente. Cerré la puerta tras de mí, cerrando los ojos para disfrutar de la brisa de aquel lugar que me ayudaba a despertarme. Seguí caminando prestando atención a los edificios para no perderme y saber volver a casa. Sin pretenderlo, mis pies me estaban llevando a un lugar donde el murmullo era más intenso y entonces me topé con un pequeño mercado. Todos los hombres que habían allí parecían sacados de la fantasía de cualquier escritora erótica. Todos eran guapos, esbeltos y sus ropas no dejaban demasiado a la imaginación, tan solo tapaban un poco la entrepierna mediante una falda larga de seda semitraslúcida de color blanco adornada con un cinturón de piel lleno de abalorios brillantes. Todos ellos tenían el pelo largo, unos recogidos con trenzas y plumas; otros con coletas altas y abalorios llenos de cuentas cubiertas de colores.

Miraba maravillada aquel extraño espectáculo y entonces cuando se dieron cuenta que yo estaba allí, el tiempo pareció detenerse al ser mirada por todos y cada uno de ellos.

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