CAPÍTULO 23: LA EXTRAÑA DE LA MORADA

Adam en la foto(L)

ADAM

Esperaba pacientemente noticias de Daryl acerca de Betty y de cómo los demonios sabían de su existencia. El temor a que ellos lograsen penetrar la barrera que separaba la tierra de la Morada hacía que no solo ella estuviera en peligro sino todos los ángeles que vivíamos y nacíamos aquí. Aún la frase "ella es demasiado sagrada para nosotros" resonaba en mi cabeza y me hacía pensar que Daryl sabía más de Betty de lo que pretendía hacerme creer. Y luego estaba el padre de ella que supo cómo contactarnos, demostrándome que estaba en contacto con el tema espiritual y que parecía no temerle.

Aquel hombre me hacía sospechar y aunque a simple vista parecía un humano, algo me decía que algo demasiado extraño rondaba por su presencia, casi como un halo misterioso que no lograba identificar. Lo que más me llamó la atención fue que convenció a los jefazos de que protegiésemos a su hija haciendo un cambio de ángeles de la guarda y eso era algo completamente atípico.


Ella y yo caminábamos por las calles aun desiertas por la hora temprana. Decidí que así fuera porque de esa manera pasaríamos desapercibidos mucho más efectivamente. Pero la vestimenta de Betty unido a su cabellera pelirroja, era el perfecto reclamo de la lujuria.

En serio, pelirroja...casi parecía una broma, pensé.

Por no mencionar su cuerpo repleto de curvas y su hermoso rostro angelical. Era una tentación tan grande que ni tapándola con cientos de sábanas podrían ocultar su belleza. Desde luego vivir ambos solos y juntos bajo el mismo techo sería completamente un reto. El problema era que, si seguía teniendo el sentido de la vista, iba a perder.


La voz de ella me hizo gruñir:

- ¿Dónde se supone que viviremos? Aquí hay muchos edificios, pero no parece vivir nadie, ¿Es normal tanto silencio?

-Digamos que es una hora muy temprana aquí. Aunque veas que hay mucha luz en realidad es por la noche. Los horarios son diferentes a la tierra.

Ella abrió la boca completamente sorprendida. Era extraño enseñarle mi mundo, tenerla en un lugar que se suponía que estaría vetado para cualquiera. Era una situación extraña pero mística; casi un sueño.

El ruido de sus zapatos podría alertar a alguien, por lo que opté a hacerla detenerse para tomarla en brazos y así ser más silenciosos. Ella comenzó a revolverse con sus mofletes completamente hinchados a modo de hámster; era realmente encantadora en ese estado refunfuñón.

-Calla pequeña furia, esto lo hago para que tus bonitos zapatos dejen de hacer ruido. Cuando lleguemos a mi casa te prestaré algo de ropa y zapatos para cubrirte un poco.


- ¿Cómo que cubrirme un poco?¡Pero si llevo una camisa y vaqueros!

-Nena, puedo ver el escote que llevas desde aquí, tus caderas y trasero se marcan demasiado dentro de esos vaqueros y bastante tenemos con esa melena rojiza en un mundo blanco y gris; apenas soy capaz de esconderte.

Ella se calló de golpe completamente sorprendida, pero comenzó a reírse a carcajada limpia mientras que caminaba frustrado pensando en cómo lo haría para que media Morada no enloqueciera en su presencia. Eso sería algo casi imposible.

El camino fue más bien silencioso, Betty parecía cansada y no tardó en dormirse para el bien de ambos. Cuanto menos llamásemos la atención, antes llegaríamos a casa.


El jardín parecía mantenerse como costumbre y aunque en la Morada no había tantas especies de flores y plantas, el contraste de color se agradecía bastante y más para alguien acostumbrado a los millones de colores y luces de neón típicas de la ciudad. Aun recordaba lo que me costó al principio adaptarme y el cómo mis papilas gustativas parecieron expandirse cuando probé por primera vez lo que eran las patatas fritas o una hamburguesa doble de ternera con queso. Mientras que estaba en la tierra, no me privaba de nada y eso no lo cambiaba por nada del mundo.

Y aunque la Morada se consideraba un paraíso, no había nada como la imperfección de la tierra. Esa mezcla de locura, paz a ratos e imprevisibilidad hacía de la tierra un lugar cargado de emociones. La Morada era como un quirófano; estéril y seguro, pero para nada emocionante.

Debía de sentir nostalgia al volver de nuevo a mi lugar de origen, pero lo único que causaba en mí era nostalgia por volver a donde consideraba ahora mi hogar. Yo no estaba hecho para vivir como ángel sino para vivir como humano, pero el problema era que eso era imposible de conseguir.


Llegué a la puerta y puse la mano sobre el pomo de ésta. Aquí no había llaves, sino que se abrían al contacto de la palma del dueño para ser así aún más seguro en caso de algún tipo de revueltas. Betty seguía dormida por lo que opté a llevarla a mi cama para que descansara lo mejor posible; había sido un día lleno de emociones y de seguro echaría de menos a Colin. No sabía cuánto tiempo estaríamos en aquella situación, pero esperaba que fuera lo menos posible, no porque no soportase su presencia sino porque la toleraba de más.

Era casi doloroso verla dormir, ver como su rostro relajado vagaba por el mundo de los sueños. La miraba completamente embelesado haciendo caer mis barreras ahora que ella no estaba mirando. Me estaba permitiendo beber su presencia, sentir su belleza en mis sentidos para nutrirme de ella en silencio. Era mi pequeño consuelo.

Me acerqué a ella lentamente, depositando un pequeño beso en sus labios, cerrando los ojos con dolor. Un pinchazo unido a una descarga me hizo jadear ligeramente.

Tuve que salir corriendo de aquella habitación porque el deseo me estaba devorando vivo. No había pasado ni un solo día bajo ese mismo techo y estuve a punto de tomarla entre mis brazos para no soltarla ni por todos los ofrecimientos del mundo.


Decidí sentarme en el salón con la mirada puesta en las estanterías que aún tenían los libros que dejé cuando fui asignado a Betty. Mi vista iba y venía de los libros a la puerta que daba a mi dormitorio y eso casi me volvió loco.

Esperaba que ella durmiese todo el tiempo posible porque no quería topármela mucho para evitar tentaciones, pero su dulce voz me hizo girar la cabeza:

-Ohm Adam, tengo bastante hambre, ¿Aquí dónde se come?

-No te preocupes, tengo algo aquí en la despensa. Espera aquí sentada.

Pero ella no me obedeció yendo tras de mí. me apetecía tanto abrazarla que tenía que apretar los puños para intentar tranquilizarme. Su mirada clara se posó sobre mí cuando saqué una bandeja de fruta; parecía estar a punto de llorar.

Solté lo que tenía en las manos y ella me dijo con voz temblorosa:

-Tengo miedo Adam...no quiero que a Colin le pase nada.


No podía verla así, tan vulnerable y con el corazón tan roto. Abrí mis brazos y ella se deslizó dentro de ellos agarrando mi cuello con sus manos y poniendo su frente sobre mi pecho. Sus lágrimas resbalaban por mi piel y mis brazos la ceñían con cariño mientras la mecía suavemente.

-Te prometo que no le pasará nada ni a él ni a ti; tienes mi palabra.

Ella se liberó de todo lo que había guardado y yo no pude evitar pensar en la orden de mis superiores cuando me dijeron que ella tenía que estar con el cabrón de su ex marido. Nadie como ella, tan perfecta y especial, debía de estar con un tipo que no la valoraba como merecía.

Si tan solo tuviera una oportunidad de ser ese hombre que pudiera hacerla feliz, sin duda la tomaría como si fuera mi último hálito de vida.

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