CAPÍTULO 22: LLAMANDO LA ATENCIÓN
BETTY
Una vez que cruzamos aquella puerta, un destello cegador semejante al que dice la gente que se ve justo antes de morir, casi hace que se me derritieran las córneas. Adam ni se inmutó, se le notaba que estaba acostumbrado, pero había algo en su mirada que mostraba una clara preocupación que no sabía de dónde venía.
Él era muy reservado y había dejado clara su posición con respecto a ambos; él me deseaba, pero no quería estar conmigo para evitar renunciar a su eternidad o que le dieran un castigo peor.
El camino de luz era largo y el suelo parecía no existir bajo mis pies. Adam seguía en su mundo caminando varios pasos por delante de mí; su actitud me irritaba profundamente.Pero no le iba a dar la satisfacción de ir tras él; tenía ante todo mi dignidad y eso al menos lo quería conservar.
La gran ventaja de alejarme por un tiempo es que probablemente me ayudaría a sanar las heridas que me causó Gabriel. Además, el no tener mi teléfono conmigo, hacía que pudiera disfrutar de mi tiempo sin tener que leer sus mensajes pidiéndome que volvamos de nuevo. Aunque el no tener internet ni acceso a nada eléctrico me preocupaba.
Me iba a tomar aquel viaje como una excusa para desconectar y así poder descansar de verdad. Al menos no iba a ir a trabajar por un tiempo ni tendría que aguantar horarios que me agotaban profundamente, solo esperaba que allá donde fuéramos hubiera gimnasio.
Una leve risa salió de la boca de Adam. Yo carraspeé y le pregunté molesta:
- ¿Y ahora de qué chiste te acordaste?
-He de decirte que allá donde vamos no hay gimnasio así que tendrás que hacer gimnasia por tu propia cuenta.
- ¿Estarás de broma, ¿verdad?
Pero al girarse, sus ojos azules mostraban un semblante serio que me indicaba que no bromeaba. Suspiré con el estómago revuelto, cayendo en la cuenta que apenas había comido en las últimas horas. Adam pareció darse cuenta por culpa de los rugidos de la sabana que salían de dentro de mi cuerpo.
-No te preocupes, conseguiré que te traigan comida, aunque allá donde vamos no es necesaria.
-Una pregunta que me llevo haciendo un buen rato, ¿Dónde narices está la salida? -Pregunté resoplando por el cansancio. Adam sonrió como cuando planeaba decir alguna de sus tonterías habituales.
-No me digas que la princesita quiere que la lleve en brazos...
Me callé de golpe y le hice un corte de mangas acelerando el paso poniéndome a varios pasos delante de él. No quería verle el rostro porque de seguro se lo partiría.
Esa vena agresiva estaba creciendo en mí y si hubiera algo más aparte de aquel tune de luz, seguro que lo hubiera pateado.
Y sin venir a cuento y sin previo aviso, Adam me cargó sobre su hombro. No atendió a las quejas e insultos que comencé a decirle; iba a patear su rostro hasta desgastarme las botas.
- ¡Oh vamos, estoy haciendo un favor a ambos!¡A tu ritmo no íbamos a llegar a la morada ni en un millón de años!
Decidí guardar fuerzas para cuando pusiera los pies en el suelo. no sabía en qué parte del mundo estaba esa tal morada, pero de seguro era un lugar perdido si no había ni siquiera corriente eléctrica.
La luz poco a poco pareció ir desvaneciéndose encontrándome con una puerta exactamente igual a la que cruzamos antes. Adam me puso en el suelo y abrió la puerta.
-Ya hemos llegado,
Nada más abrir, un camino de piedra semejante a las calzadas romanas, se extendía y daba a varios edificios de aspecto un tanto antiguo. Todo era de piedra, desde las columnas que había en la puerta de los edificios hasta los bancos. Parecía que estábamos en unas ruinas romanas; casi me sentía en el pasado.
No había nada que me recordase a la era moderna. Como iluminación había unas torres hechas de piedra en cuyo extremo más alto había una vela. Recordé en ese momento los libros de estudia de mi instituto en el que decían que en la época en la que no había electricidad, había unas personas que se encargaban de encender cada una de las farolas de la calle justo antes del anochecer y que, justo antes del amanecer, las apagaban para evitar incendios.
- ¿Dónde cojones estamos Adam?
-Bienvenida a la morada, el mundo donde todos los ángeles somos creados. Yo nací aquí al igual que Daryl pero al asignar a alguien, los ángeles que viven aquí bajan a la tierra.
Lo miraba con la boca abierta intentando entender lo que él decía. Una pregunta comenzaba a quemar mis labios:
- ¿¡Quieres decir que no estamos en la Tierra!?
Adam volvió a reírse de mí, aquella costumbre me sacaba de mis casillas y no pude reprimir un codazo. Aquella pequeña amenaza no sirvió para que parase con su burla, pero al menos comenzó a explicarme la situación:
-Querida, estamos en otra dimensión completamente diferente a la tierra y al universo que tú conoces. Es otro mundo aparte, uno que solamente conocemos nosotros y que se supone que nadie puede entrar, pero contigo han hecho una excepción para protegerte. He de decirte que no hay mujeres aquí, así que más te vale no salir de mi casa pase lo que pase y que no te asomes por la ventana.
-Espera, espera, ¿Soy la única mujer aquí? ¿Y qué es eso de no poder salir?
- ¿Olvidas que te dije que los ángeles somos seres puros alejados de la lujuria?¡Pues bastante tentación es que haya una mujer en un mundo de hombres que ni siquiera saben el aspecto que tiene una!
Aquello sonaba a problemas serio porque de seguro Adam no podría vigilarme todo el tiempo. Estaba a merced de criaturas mucho más poderosas que yo que podrían irrumpir en cualquier momento y hacerme algo indebido. Pero lo que más me daba curiosidad por saber era la razón por la que mi protección era tan importante. Se suponía que no podían entrar mujeres a la morada y menos si no eran ángeles, ¿Por qué arriesgarse a perder algunos de ellos por tener intenciones sexuales conmigo?, porque de seguro si me viesen alguno de ellos intentaría algo y no por considerarme atractiva o no sino por el hecho de ser una mujer.
De ser aquello que le está prohibido, porque lo prohibido tiene mejor sabor y eso, ángel o no, cualquiera lo sabe.
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