CAPÍTULO 21: NO HAY WIFI

ADAM

Me sentía aliviado ahora que el lado curioso de Betty había sido saciado por un tiempo que de seguro sería demasiado corto para mi gusto. Tenía muchas lagunas de información que debía de verificar por lo que era bueno que ella aceptase aquello que pude contarle sin cuestionarse nada más.

Lo que más prisa me corría era ponerla a salvo, pero antes debía de esperar a que Daryl volviese de su reunión con los jefazos. Yo no era muy bueno en eso de hablar de forma correcta y formal, yo era directo como una flecha y eso no es que gustase demasiado a esos idiotas que adoraban que les lamiera las pelotas.

De seguro aprovecharon mi desliz para arrebatarme mi inmortalidad y así castigarme, pero no iban a lograr lo que ellos querían. Pronto tomaría de nuevo mis alas e intentaría por todos los medios ir ascendiendo escalones hasta llegar a lo más alto y entonces les haría tragar lo que me hicieron y, ¿Quién sabía? Quizás podría poner unas cuantas normas.

Miraba a Betty ir tomando su ropa y pertenencias llenando la maleta con pulcritud, pero sobretodo, lentitud. Se notaba por su rostro triste que no deseaba dejar su hogar ni mucho menos a su hermano, pero era algo que esperaba que fuera temporal.

Tampoco quería pasar más tiempo del debido con ella porque la tentación era demasiado grande y en el poco tiempo que estaba siendo su ángel protector, casi caigo de nuevo en las garras de la lujuria. No se me hacía justo que los ángeles nos privasen de algo como el tener algún tipo de relación más íntima pero siempre supe que habíamos sido creados solo para servir independientemente de nuestros deseos e inquietudes. Si eras ángel, no podías dedicarte a otra cosa, a no ser que aceptases la mortalidad. El problema era que, en muchas ocasiones, algunos miembros de mi especie habían pedido tal cosa y, como castigo por sentirse avergonzados, los altos cargos les habían condenado a permanecer en "la morada" sin posibilidad de ver el mundo exterior siendo encerrados para toda la eternidad. Lo peor es que el suicidio era algo que no podía hacerse si eras un ángel, en cierta forma eras como un espíritu, aunque fueras tan tangible como un humano.

No deseaba acabar mis días encerrado sin posibilidad de ver el mundo exterior y saborear de vez en cuando la libertad de poder tomar un helado o una simple cerveza. Allí arriba la comida no era necesaria, de hecho, los ángeles no necesitábamos comer, sino que lo hacíamos cuando estábamos en la tierra por guardar las apariencias o por simple gusto. Era una existencia dura y vacía pero nunca me quejaba de ello, quizás porque nunca tuve a nadie con el que desahogarme y estaba de más hacerlo con cualquiera de mi especie.

Muchos de ellos se enorgullecían de ser ángeles, por ejemplo, el idiota de Daryl inflaba el pecho cada vez que era convocado por los arcángeles buscando su favor. Y lo que era más triste es que solo le querían para usarlo y, aun así, él sonreía orgulloso por ser útil.

-Bueno, la ropa ya está casi, ahora debo de meter mis otras cosas-Dijo Betty tomando el cargador del teléfono y el MP3. Una carcajada salió de mi garganta y le arrebaté ambas cosas.

-Allá donde vamos no hay electricidad, así que más te vale que llenes la maleta de libros y no de cosas que lleven electricidad o tengan que cargarse.

Ella me miró sorprendida y no pude evitar sonreír aún más.

- ¿A dónde vamos, al pleistoceno o qué? ¿Qué clase de sitio no tiene para cargar aparatos electrónicos?

-Tampoco hay internet.

Ahora Betty comenzaba a gritar y, más que nunca, sentía lo que era realmente un ángel. Ciertamente era una grandiosa mierda, el internet era algo tan genial que, a día de hoy, no podría pasar sin él.La miraba mientras recogía todos sus libros hasta dejar varias baldas de las estanterías vacías sin parar de quejarse.

- ¡Maldita sea y conociéndote seguro que es un lugar cutre! ¿Los ángeles como se supone que pagan sus cosas?

- ¿Pagar? ¿Yo? yo nunca pago, nena. Digamos que es un trato justo por salvarle el culo a los humanos.

- ¿Y no vives en un piso o algo? -Me preguntó curiosa.

-Digamos que sí, pero más bien vivo allá donde me dicen que tengo que ir. No tengo un lugar fijo y nunca tengo que pagar por mis cosas. Además, se supone que no necesito comer ni beber, aunque lo hago por gusto.

Una exclamación ofendida salió de su boca, señalándome con el dedo índice; admitía que estaba muy graciosa así.

- ¿Me estás diciendo que vacías mi nevera, te comes todo mi chocolate y te bebes mis cervezas por simple gusto? ¿De dónde te crees que saco el dinero, de las plantas del jardín?

No podía parar de reír mientras que ella me golpeaba con la almohada de su cama. Yo caí al suelo sin poder hacer otra cosa que retorcerme de la risa mientras que ella me atacaba sin compasión. Pero entonces, le hice una llave tirándola al suelo, quedando encima de mí. Sus palmas se pusieron sobre mi pecho quedando su rostro cerca del mío, sus mejillas eran del mismo color que las cerezas.

Su lado salvaje rivalizada con su lado dulce y no sabía con cual quedarme. Ambos aspectos de ella me provocaban temblores y no precisamente porque sintiese frío. Podría fundir media Alaska con la temperatura que alcanzaba cuando ella estaba cerca, pero tenía que apartarla y más ahora que íbamos a estar ella y yo solos.

-Es hora de que termines de prepararte, pronto Daryl estará aquí y tenemos que irnos antes de que llegue Colin-Le dije mientras la apartaba y me ponía de pie. Ella se quedó unos instantes aturdida mirando al suelo y se levantó con la mayor dignidad posible. En silencio cerró ambas maletas y salió al comedor.

 No me gustaba tener que ser tan frío, pero era mi trabajo y era mi deber desde nacimiento. Fui tras ella dejándole unos minutos de tranquilidad sin mi presencia. Me quedé en el umbral de la puerta y la observaba en silencio. Ella se había abierto una bolsa de patatas y estaba comiendo en el sofá con el rostro pensativo. Era extraño verla tan callada.

Justo cuando iba a acercarme, un destello llamó mi atención y Daryl apareció ante mí. Parecía bastante contento.

-Ya puedes estar largando-Le dije con los brazos cruzados. Mirando el lado bueno me iba a librar de aquel imbécil. Daryl nos echó un vistazo a ambos y por su mirada acusadora supo que algo había sucedido entre ambos por la actitud callada de Betty. Pero di gracias a que no quiso ahondar más en el tema.

-Digamos que he conseguido un pase para vosotros. Yo me quedaré aquí para proteger a Colin y hacer que se crea que Betty se ha marchado un tiempo para cambiar de aires y así evitar que se preocupe. Solo han puesto una condición.

- ¿Qué cosa quieren de mí ahora? -Pregunté molesto, pero Daryl ahora no se mostraba satisfecho sino más bien preocupado.

-Ellos me han dicho que debes de tener éxito por tu bien porque, sino lo haces, te quedarás encerrado en "la morada" por el resto de tu existencia y cuando hablan de éxito no solamente hablan de que ella no muera sino de que tú mantengas tu celibato; ella es alguien demasiado sagrada para nosotros.

- ¿Demasiado sagrada? ¿Pero de qué narices estás hablando?

Daryl me hizo un gesto de silencio mientras miraba de soslayo a Betty. Ella parecía absorta a nuestra conversación mientras ojeaba el teléfono móvil que en breve no le serviría para nada.

Daryl se quitó un colgante de su cuello y me lo dio; era la llave de La morada. En voz baja él me dijo:

-Ya hablaremos, me reuniré pronto contigo y te lo explicaré todo. Solo puedo decirte que no debes de tocarle un pelo a Betty, por tu bien y por el resto de los mortales. No estoy bromeando, así que más te vale que cumplas tu promesa y la mantengas a salvo hasta de ti mismo.

Sostuve su mirada jurando que así lo haría. Era hora de marcharse ahora que tenía la llave y el permiso para hacerlo. Me acerqué a Betty y tomé sus maletas, quitándole el teléfono con suavidad. Ella parecía muy abatida pero no teníamos opción; debíamos de marcharnos.

-Hora de irse, vamos.

Ella asintió débilmente y se puso de pie. Con el colgante en la mano caminé hacia la pared y lo incrusté en ella. Un halo de luz hizo aparecer una puerta de madera que reconocía bien a pesar del tiempo; la cara de asombro de Betty era de libro. Al ver que no se movía, abrí la puerta y la tomé de la mano para guiarla. Eché un último vistazo a Daryl antes de desaparecer, viendo como asentía estoicamente. Volvía de nuevo a mi origen y no podía sentirme más desgraciado.

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