CAPÍTULO 14: COMENZANDO A CONVIVIR EN LA SOMBRA
BETTY
Adam insistió en quedarse a vivir en mi casa a pesar de la cantidad de indirectas que le lancé pero lo más preocupante es que él no era el que se coló en mi casa aquella noche.
Algo me decía que quizás algunos de sus compañeros le estaban siguiendo la pista por el tema de no fiarse de él en cuanto a protegerme y eso no me hacía sentir precisamente a salvo.
Pero , por mucho de que Adam me dio las evidencias de que los ángeles existían extendiendo sus alas frente a mí, todavía rechinaba esa información en mi cabeza; parecía demasiado de ciencia ficción aquella situación.
Mi teléfono vibró indicándome un mensaje de mi hermano Colin; esperaba que no tuviera que quedarse a hacer más horas extras dejándome a solas con aquel imbécil que creía que era atento y amable además de guapo.
Ahora me caía como un rayo.
"Hola Betty, he de decirte que acabo tarde en el trabajo y que el jefe ha decidido hacer una reunión con todos los miembros del open space para presentar a los nuevos, así que no volveré hasta bien tarde así que no me esperes para cenar. Siento tener que quedarme con el capullo de Gabriel, prometo compensártelo".
Colin.
Como no...tener buena suerte era mucho pedir.
Adam ya se había acomodado en mi casa con total naturalidad, encendiendo la televisión, bebiendo cerveza y con los pies en la mesa de café; maldición, era como estar casada con un marido vago y machista.
Con una patada, hice que sus pies cayeran al suelo, diciéndole unas cuantas palabras que no podía contenerlas más dentro de mi boca:
-Verás, no sé quién te crees que eres pero esta es mi casa y mis normas no dicen que se pueda poner los pies encima de mis muebles ni ir medio desnudo por la casa, así que más te vale ponerte algo adecuado para taparte un poco.
Adam llevaba una especie de falda larga de color gris claro con un cinturón a su alrededor. Su torso estaba al descubierto y solo lo cubría el abrigo largo que se quitó en cuanto pisó mi apartamento, por lo que iba medio desnudo y eso no me gustaba. Además, si tenía que fingir que no estaba, no me ayudaba que él tuviera la piel tan descubierta.
Él se levantó del sofá con aspecto demasiado serio, ¿Había herido a su ego tan grande como su mal humor?
-Bueno nena, más te vale conseguirme algo porque yo no voy a mover un músculo de este cómodo sofá. Además, tengo hambre así que deberías pedir pizzas o algo-Me dijo como si esta casa fuera también suya.
Mi boca estaba tan abierta que amenazaba con tragarse a un elefante si pasaba por allí; aquello era increíble, surrealista... ¡Una jodida pesadilla!
-¿Quieres que pida una pizza? ¿De qué clase de cielo sales tu?-Le pregunté señalando sus alas que ahora estaban ocultas y plegadas a su espalda. Adam comenzó a reírse ante mi mirada de completa confusión:
-Nena, nosotros nacemos gracias a las almas de la gente buena que muere, por eso se dice que los ángeles debemos ser buenos y puros pero no vivimos en el cielo; eso es cuento de viejas, cariño.
-Hazme el favor de hablarme con respeto-Le dije señalándole con el dedo, pero él me tomó de la barbilla para mirarle a los ojos. Él era mucho más alto que yo, por lo que casi tenía que ponerme de puntillas para llegar a sus iris claros casi blancos.
-Me pagan por protegerte, así que tengo todo el derecho del mundo para llamarte lo que quiera, cariño. Ahora sé una buena chica y pídeme una pizza con extra de queso y bacon para poder tener una agradable cena.
-Eres un gilipollas-Le grité mientras me marchaba a la cocina. Él comenzó a reírse mientras le daba un sorbo a su cerveza.
-Lo sé cariño, soy un gilipollas pero te parezco el gilipollas más hermoso que has visto.
ADAM
Estaba siendo un borde, un egocéntrico y un imbécil de libro, aún más que de costumbre, pero debía de mantener a Betty alejada de mí porque no podía hacer que se enamorase de mí. Podía ver como sus pupilas se dilataban en mi presencia, como el olor de su excitación llegaba a mis narices y el sudor de su piel cuando la miraba con intensidad.
Yo no le era indiferente y eso debía de cambiarlo comportándome de la peor de las formas pero, sobre todo, debía de intentar convencerla de que se quedase con Gabriel.
Su padre había solicitado nuestro servicio para vigilarla de cerca, eso era cierto, pero me mandaron a mí como castigo para ganarme de nuevo la confianza del resto de los ángeles. En palabras simples, me mandaron a hacer el trabajo sucio y el ángel guardián de Betty se fue de vacaciones.
Como odiaba a ese ser de los bajos fondos del universo, siempre se creía superior al resto porque se ganó el beneplácito de todos los jefazos superiores. Estaba a punto de convertirse en un arcángel por sus buenas acciones; por mi podía irse al infierno.
Y su hermano también, aunque podía ser peligroso ya que Colin, el hermano de Betty, quedaría totalmente desprotegido, pero ambos ángeles gemelos no eran precisamente santo de mi devoción.
Eran un enorme grano en el culo que agradecía no tener que tropezarme. Aunque, por desgracia Matt, el ángel encargado de la protección de Colin, estaría pululando por el exterior de la casa para asegurarse que todo estaba en orden. Al menos, Daryl no estaba por aquí...
Betty se había marchado a su cuarto quizás para probablemente ponerse más cómoda. El rumor del agua me indicaba que se estaba dando una ducha y podía oler el jabón que ella solía usar. A pesar de la distancia, la bruma de su perfume podía sentirse al igual que la humedad del agua caliente, cargando aun más el ambiente volviéndolo más propicio para una noche cargada de juegos perversos.
Echaba de menos la piel humana, el sentir a una mujer vibrar contra mi cuerpo. Aunque yo solamente lo había hecho una vez, no lo olvidaría jamás porque no había placer terrestre que lo igualara. A veces, pensaba en renunciar a mi eternidad y volverme un humano normal y corriente, pero no quería dejar de contar con la protección y los poderes que tenía a mi favor.
Además, estaba solo en el mundo y no merecía la pena morir solo o con el corazón dañado.
Puse la cabeza en la puerta del cuarto del baño, cerré los ojos y aspiré su aroma evocando cómo sería ella. Mi imaginación era lo único que podía darme un poco de consuelo porque mis manos jamás podrían estar sobre ella; eso significaría mi fin.
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