CAPÍTULO 12: INTENTO DE ASESINATO
BETTY
Tras el incidente de Gabriel, decidí tomarme un buen trago antes de salir a la oficina a trabajar. Aquel encuentro me hacía dejado un tanto perturbada y no podía aparecer en aquel estado porque generaría demasiadas preguntas y no estaba con los ánimos para poder responderlas.
La ginebra de descongestionó la nariz al subírseme la cabeza. El enorme fastidio que sentí cuando estuve a punto de caer en sus brazos me hizo sentirme de nuevo pequeña y frágil, cosa que odiaba profundamente.
No quería depender de nadie porque el destino de ello es simplemente sufrir. No olvidaba lo que él me había hecho, pero, por otra parte, no podía obviar las señales que mi cuerpo me mandaba cuando ambos estábamos en la misma sala.
Él me atraía, me gustaba y eso era un problema, de hecho, era el mayor de mis problemas. Y para agrandar más el problema, era el jefe de mi hermano por lo que se suponía que ahora estaría más cerca de mi entorno. Sabía que él haría cualquier cosa para acercarse a mí de nuevo, aunque tuviera que usar a Colin para ello, pero debía de fortalecer mi espíritu para lograr que la próxima vez pudiera mandarlo a la mierda sin vacilar.
Esta vez iría andando por la calle; estaba demasiado nerviosa para meterme en mi coche o en algún transporte público. Además, el tráfico en Roma es completamente insoportable y las normas de circulación dejan mucho que desear.
Decidí tomar un rumbo diferente al que estaba acostumbrada para evitar aglomeraciones de personas demasiado grandes. Tomé un camino más bien solitario, callejeando por una zona que no conocía bien, pero, gracias a mi GPS del teléfono móvil, no me perdería.
Necesitaba airearme y estar un poco sola antes de entrar a la oficina, por esa razón quería dar un pequeño rodeo. Las calles en esa zona eran solitarias y apenas circulaban coches, quizás porque las calles eran muy estrechas. Respiraba tranquila y agradecía que pudiera pasar esos minutos que tanto necesitaba para olvidar el acontecimiento de esta mañana.
Pero entonces, escuché un motor tras de mí y un coche iba en mi dirección con la clara intención de atropellarme. Pero caí al suelo porque alguien me empujó contra el suelo, cayendo en dirección contraria al coche, salvándome por los pelos. El coche siguió su camino y yo tenía a alguien encima de mí que pesaba como 20 rottweiler juntos. Cuando vi su cabello rubio y su espalda ancha, el cuerpo comenzó a temblarme de la impresión.
Al levantar el rostro, vi que era él, y lo que era más alucinante, es que estaba vestido igual que aquel tipo que me salvó la noche anterior cuando intentó robarme.
ADAM
Estaba patrullando la zona donde vivía Betty sin ser visto por nadie. Me alegraba que la gente por la mañana tuviera tanto sueño que no se dieran cuenta que un tío de casi 2 metros estaba subido a lo alto de un árbol mirando de forma permanente la puerta de un edificio.
De pronto, alguien a quién no esperaba pero que conocía por las órdenes que me llegaron desde arriba, apareció en la puerta con una rosa entre las manos. era el que fue el marido de Betty y, por el aspecto de su lenguaje corporal, no iba viniendo precisamente a por un beso.
Realmente, lo mejor era que terminasen acostándose y perdonarse en ese momento donde las endorfinas están tan elevadas qué harías cualquier cosa para echar un segundo polvo. Ella estaba necesitada y eso lo sabía sin que ella me lo dijera, joder era un ángel, a mí no se me escapaba nada del comportamiento humano.
Yo le ponía, la ponía tan ardiente como un cóctel molotov y me iba a explotar en la cara como no pusiera un límite. El problema es que debía de convertirme en un amigo cercano para intentar que ella se perdonase con Gabriel y así lograr recuperar no solo mis alas sino mi inmortalidad.
Pero me jodía, me jodía profundamente que tuviera que ser con ese gilipollas que tanto daño le había hecho. Y lo que era peor, me jodía tanto si era con él como con cualquiera y eso no me gustaba.
Eso me ponía en una posición vulnerable y fue esa misma posición la que me hizo perder la inmortalidad. Fue la pasión por la carne humana que sucumbí ante una mujer, cosa prohibida en nuestra especie.
Y así, el ángel de la guarda de Betty se tomó vacaciones y yo lo sustituí para enmendar mi error. Él encantado porque tendría tiempo para hacer lo que quisiera, pero yo...yo estaba jodido porque encima esa mujer me atraía demasiado.
Dejé a ese idiota pasar a la casa de ella y, en cierta manera, imploré porque ellos quedasen juntos para terminar de una vez mi trabajo. Cuanto antes me alejase de ella, mejor sería para mí para evitar encariñarme con ella.
Pero tras un estruendo y varios gritos, él salió con el rabo entre las piernas y nunca mejor dicho porque el calentón que llevaba no era precisamente pequeño. No pude evitar reírme hasta casi caerme de la rama donde estaba subido; se lo merecía así que no sentía lástima por él.
Unos minutos más tarde, Betty salió del edificio y yo tuve que sujetarme al tronco para evitar tirarme literalmente encima de ella. No quería hacer un escándalo público y menos en mi situación, pero joder...
Decir que ella era una mujer normal sería ser un mentiroso. La tenía comparada a un unicornio; demasiado hermoso para ser real.
Y ese cabello le daba un aspecto todavía más sensual. No digamos de sus infinitas curvas, donde la carne estaba donde tenía que estar. Ella no estaba delgada, estaba perfecta, era maravillosa y me maldecía por ser el maldito cabrón de no poder disfrutarla.
Al menos tenía los ojos para poder devorarla visualmente.
La seguí para comprobar que ella llegaba bien a su trabajo. Desde la última noche que la salvé de aquel ladrón, temía por su seguridad y no iba a dejarla que saliera sin protección. Lo extraño era que tomó un rumbo diferente al que solía tomar, como si quisiera dar un rodeo aposta. Quizás fue por el tema de su ex marido; su estado anímico me decía que estaba nerviosa aún. Se metió en unos callejones que no me daban buena espina y entonces, vi como un coche empezó a acelerar,
Fue entonces cuando me di cuenta que iba a por ella así que, aunque tendría la mierda hasta el cuello cuando se diera cuenta que yo era el mismo que la salvé la noche anterior, decidí que valía la pena salvarla.
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