CAPÍTULO 10: MI TRABAJO


NARRADOR DESCONOCIDO

Sabía cuál era mi objetivo y cuáles serían las consecuencias si no lo llevaba a cabo tal y como mis superiores lo demandaban. Mi vida como la conocía llegaría a término en no demasiado tiempo si no cumplía con el propósito de mi trabajo.

Debía proteger a mi clienta y hacer que ella encontrase el amor; ése era mi trabajo. Aunque parecía simple en realidad no lo era porque ella no era una mujer simple y además había sido dañada por culpa de las consecuencias de las mentiras que muchas parejas tejen intentando que el otro no se entere de forma hipócrita.

Me daba asco el hecho de que mis jefes me ordenaba volverla a juntar con ese cabronazo, pero yo sólo podía aceptar y tragar con aquello que tenía que hacer. Nací para trabajar en donde estaba y no podía cambiar la naturaleza de lo que yo era ni con un deseo a unas velas el día de mi cumpleaños porque, si soy sincero, nunca he tenido cumpleaños porque yo no he nacido, sino que he sido creado.

No sé lo que es un cumpleaños, ni las arrugas de la edad, ni los dolores de espalda porque simplemente no envejezco. Soy una forma de vida que se funde entre el resto de los mortales con el único propósito de proteger a la raza humana para que siga procreando. Y así nacíamos nosotros los ángeles, gracias a los fragmentos de las personas que fallecían.

Esa era otra de las razones por las que protegíamos a los humanos: les debíamos la vida por tanto la protegíamos. Ellos no sabían de nuestra existencia y, si alguna vez la han sabido, es cuando eran unos niños. Sabemos escondernos bien, pero nuestras alas, que se suponen invisibles, no lo son para los ojos inocentes de los niños. Eso siempre nos planteó un problema, pero gracias a la fase de la madurez que todos los humanos experimentan, pronto olvidan que han visto a un verdadero ángel de alas blancas.

Debía protegerla, por eso no dudé en seguirla hasta su casa para verificar que llegaba bien. Pero la noche no pintaba bien para ella y eso me di cuenta cuando un tipo sospechoso se dio cuenta de su presencia. Lo seguí de cerca sin ningún problema y en seguida entendí su juego: acorralarla para tenerla más accesible para robarle el bolso y lo que surgiera. Pero no iba a quedarme de brazos cruzados porque protegerla era mi trabajo. Era la tarjeta a regresar a mi vida eterna y que me dieran de nuevo las alas que perdí.

La pregunta del millón es la razón de por qué las perdí, pues la respuesta es bien sencilla. Es una respuesta de un par de piernas largas y sedosas y unas buenas tetas por decirlo de alguna forma. Me perdí en el embrujo de una mujer y perdí la virginidad con la que nacemos todos lo ángeles. Y yo, estúpido de mí, pensaba que nadie se daría cuenta.

Así me convertí en un hombre mortal, pero, gracias a que en el pasado hice bien mi trabajo, pudieron darme una nueva oportunidad, pero iba a ser la última. Debía conseguir en un plazo máximo de tres meses que mi protegida volviera con su exmarido porque él aún la amaba. No era ético, pero, si ella le perdonaba, conseguiría pronto volver a mi vida inmortal.

Ella quiso acercarse a mí para darme las gracias, pero tuve que irme, se me hacía demasiado difícil poder mirarla.se me hacía demasiado difícil pretender ocultar que ella me atraía y eso me llenaba de un miedo tan absoluto que me impedía dormir por las noches. Quería terminar este asunto cuanto antes para alejarme de ella; solo así podré dejarme de sentirme débil cuando su mirada se posa en la mía.

BETTY

Cuando abrí la puerta, mi hermano estaba con los brazos cruzados con la tele encendida sentado de mala forma en el sofá. El sonido de la puerta al cerrarse le hizo pegar un bote que casi lo proyecta al techo; no pude evitar sonreír un poco ahogando una risa cuando el resto de la cerveza se le cayó por encima.

- ¡Joder Betty! ¿Dónde mierda estabas? -Me preguntó malhumorado tras levantarse con dificultad del sofá. Adoraba que mi hermano querido se preocupase por mí, aunque tuviera unas formas de mierda. Suspiré y me senté en el sofá frotándome las mejillas con mis manos frías. Colin no dejó de mirarme un segundo:

-Si te digo lo que me pasó quizás o no me creerías o te reirías o me llevarías al psiquiatra, aunque conociéndote bien harías las tres cosas.

-Bueno, no puedo negarte algo así, probablemente haga las tres cosas o bien haga una cuarta que no esperas.

Colin me dio una cerveza para que me relajase un poco de mi largo día. Me dio una palmada en la espalda y esperó pacientemente mi respuesta. Quería buscar las palabras adecuadas y no ser tan directa como siempre...

-Han intentado atracarme o violarme o las dos cosas.

Pero, como siempre, decía las cosas con la delicadeza de una manada de elefantes en una tienda de cacerolas. Mi hermano se puso aún más pálido de lo que ya era de nacimiento. Con una mueca de profundo enfado dijo:

-Tenía razón, voy a hacer una cuarta cosa, ¿Dónde está el hijo de puta que te ha levantado el dedo?

-Bueno esa es la otra cosa que quería contarte: un tipo me salvó, era como un maldito súper héroe, tenía muchísima fuerza y espantó al tipo.

Colin me miraba como si yo fuera un extraterrestre y comenzó a reírse hasta caer en la alfombra y rodar por ella. Más que una risa parecía estar teniendo un ataque epiléptico mientras pelaba cebollas; me daban ganas de sacar la zapatilla y darle en esa cabeza de pez que tenía.

Pero no podía enfadarme con él porque era cierto que sonaba muy raro. Cuando por fin pudo hablar, su respuesta me sacó aún más de quicio:

-Hermanita, deja de leer esos libros románticos donde el tío tiene un pito enorme y es capaz de reventar a palos a toda una horda de enemigos. Sé que te encantaría encontrar a un hombre así, pero eso es ficción. Baja a la tierra, enana-Me dijo mientras me despeinaba como cuando era pequeña. No lo soñé, era tan real y tan impresionante que era cierto que parecía una escena típica de acción. Lo más extraño era que me sentía segura en su presencia sin necesidad de verle la cara, como si mis instintos hablaran por mí.

Era irónico, pero quería descubrir si identidad, saber a quién le debía hoy haber vuelto a casa de una pieza. Aunque dudaba que eso ocurriera porque la ciudad era demasiado grande y él no sabría dónde estoy a cada momento.

Decidí marcharme molesta a mi habitación; no estaba de humor cuando llegué a casa por el miedo que había pasado, pero Colin me había herido con su comentario. Lo conocía bien y sabía que a veces no medía bien las cosas o la forma de decirlas, pero no soportaba que él pensara que yo era ese tipo de mujer. No quería a un hombre perfecto si no a uno que le importara de verdad y que yo le bastara, que no necesitara a otra mujer en su vida aparte de mí. No quería a un héroe sino a alguien que me defendiera ante cualquiera y que me valorase por lo que era y no por mis tetas enormes o mis piernas. Colin se equivocaba; no quería a un personaje como el de los libros que yo leía, pero esa era la imagen que daba.

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