CAPÍTULO 1: MI ODIADO DESPERTADOR

BETTY

- ¡Y otra vez ese estúpido despertador que no suena! -Grité por toda la casa mientras me vestía a la velocidad del rayo con el cepillo de dientes en mis manos y mi falda de tubo en la otra.

Como cada mañana, mi faceta madrugadora brillaba por su ausencia al igual que mi vida sentimental. Yo era, por así decirlo, una mujer que necesitaba sus dosis de acción para enfrentar las mañanas de mierda como ésta.

Con un buen desayuno en la cama, un torso desnudo y una sonrisa de esas que te elevan al cielo sin necesidad de ponerte un dedo encima. Y que te dejen bien caliente como un baguel recién hecho antes de entrar a trabajar.

Pero de momento me tenía que conformar con el ardor de mi café mañanero y el sol abrasador del verano que caía sobre Roma. A pesar de mi mala cara, mi profesión me obligaba a ser tan correcta y sonriente que a veces me preguntaba si era realmente una humana o una muñeca que vivía a base de café para mantenerse despierta.

Mi falda de tuvo estaba parcialmente arrugada para mi maldita desgracia, aunque al menos mis medias no presentaban carreras y mi camisa negra estaba bien colocada sobre mis caderas. Mientras que caminaba por la calzada con mi café en la mano (porque no me dio tiempo a desayunar), caminé hasta el trabajo que, gracias al cielo, me pillaba cerca de casa. En cuanto entré, la amabilidad de la secretaria se hizo de notar como cada día:

-Doctora Diamonds; le espera su nuevo paciente, el señor Peterson.

- ¿Peterson?, no tengo ninguna cita con nadie con ese apellido justo hoy.

-Pues lo he comprobado en el ordenador y parece ser que sí.

Comencé a extrañarme que, yo con lo metódica que era, no apuntase que hoy venía un nuevo paciente, pero no podía hacer nada más que ir a mi consulta y ver qué le ocurría a ese tipo.

Pero al abrir la puerta, lejos de encontrar a un viejo deprimido, encontré un adonis salido de un cuento o de uno de los libros eróticos que yo me solía leer antes de dormir para tener "dulces sueños"

Aquel hombre me sonrió y yo junté más mis piernas porque temía abalanzarme sobre él para descubrir lo que escondía, dios...demasiado tiempo sin sexo...


 Caminé hacia mi escritorio con dificultad. Aquel hombre era de los que, con solo su presencia, mojabas automáticamente las bragas sin necesidad de nada más. Eran lo que yo llamaba "mirar, pero no poder tocar" porque, generalmente ese tipo de hombres eran inaccesibles para las mujeres mortales.


Tras sentarme en mi escritorio me aclaré la garganta y adopté un tono profesional. No podía dejarme llevar por un paciente que se presentara ante mí de esa guisa.

¿Qué demonios?, el problema no era la ropa sino la falta de ella...

Resoplé de nuevo y acomodé los documentos que correspondían a un tal Adam Peterson, es decir, el hermoso rubio que tenía delante de mí.

-Bueno, voy a presentarme porque tendremos que vernos asiduamente para continuar su tratamiento. Mi nombre es Betty Diamonds y soy su terapeuta; espero que pueda ayudarte a dejar de sentirte deprimido y así puedas tener una vida más feliz.

-Encantado de conocerla, señorita Diamonds.

¿Oís eso?, es mi corazón explotando tras oír la voz masculina de aquel rubio tan sexy. Madre mía...en la vida me había topado con alguien así y temía que se diera cuenta que lo miraba como un extraterrestre.


Pero él se mostró realmente encantador y sonriente, cosa que agradecí enormemente. Era hora de trabajar y no de babear...

-Bueno señor Peterson, necesito ir preguntándole varias cosas para saber dónde está el problema real. Necesito saber cosas de usted, como por ejemplo su infancia.

-Bueno, en realidad tuve una buena infancia, pero el problema no es ese sino lo mal que me siento por no ascender en mi trabajo.

Si yo fuera su jefa...desde luego nunca estaría en paro.

Me mordí la lengua porque temía que, en una de esas ocasiones, le dijera algo indebido. Tenía la lengua demasiado larga...

Aquel hombre se me quedó mirando con cierto tono divertido, ¿Acaso se me notaban mis pensamientos indecentes en la cara?

Él se acomodó de nuevo en la silla y me dijo con tono amable:

- ¿Sabe? Soy un hombre realmente tímido y me cuesta hablar con la gente, ¿Qué le parece si me habla un poco de usted para irme soltando?

-Ehm bueno, soy su terapeuta y creo que no es correcto ser tan...personal.

¿PERO QUÉ COJONES ESTABA DICIENDO? ¿PODÍA PENSAR EN TIRÁRMELO ENCIMA DEL ESCRITORIO, PERO ÉL NO PODÍA PREGUNTARME ALGO DE MÍ? ¿ACASO HABÍA PERDIDO EL MALDITO JUICIO?

Comencé a sentirme nerviosa porque no quería que se molestara y no aceptara mi ayuda. Sería realmente una lástima si perdiera la oportunidad de conocer a un hombre así.

Aclaré mi garganta y le pregunté con cierta timidez:

-Ehm bueno, ¿Qué quieres saber?

- ¿Estás casada? ¿Tienes hijos?

Comencé a reírme con tanta fuerza que el bolígrafo de mi mesa tembló ligeramente por la potencia de mi voz. Aquel hombre parecía sorprendido por mi reacción como si no entendiera el efecto de la pregunta sobre mí.

- ¿Qué le hace tanta gracia, señorita?

- ¿Yo casada? ¿Con hijos?, habría que verme...-Dije aun con lágrimas en los ojos, pero aquel tipo permanecía impasible sin apartar la vista sobre mí.

-Pues déjeme decirle que sería usted una excelente esposa y madre; realmente encantadora.

Le agradecí aquellas palabras, pero bien sabía que no era cierto. No valía para ninguna de las dos cosas y esa era la razón que las relaciones me duraran menos que un cambio de bragas, pero era lo que había por el momento.

Era el momento de comenzar la terapia y dejar temas personales porque si no me veía siendo más la paciente que la terapeuta.


Y bueno hasta aquí el adelanto del primer capítulo. Espero que os haya gustado y si no tenéis esta historia en la biblioteca, por favor añadidla para que os salgan las notificaciones cuando suba un nuevo capítulo.Aprovecho para decir que el enlace al grupo de wattsapp está disponible en el tablón de anuncios para aquellos que desean agregarse. No importa si no hablas en español, entiendo perfectamente el inglés así que, si es tu caso no te preocupes,¡puedes hablarme y te entenderé!

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