Loco de atar
Llegué a la consulta del psiquiatra temprano. No quería tener que sentarme en la sala de espera, porque sabía que estaría ordenada, limpia e impecable. Mi fobia habría surgido del interior de mi cuerpo, igual que ocurre siempre que veo algo ordenado, sea lo que sea.
Nada más llegar, me fui corriendo a su despacho. Un lugar muy desordenado, algo curioso tratandose de una persona meticulosa en su día a día, con una rutina programada que abarca hasta el último detalle, y lo ordenada que estaba la sala de espera.
Pero así es Juan.
—Hola, Jonh— murmuró en un susurro casi ininteligible.—Ya hacía tiempo que no te pasabas por mi consulta. Incluso he llegado a pensar que te has curado, pero, a menos que vengas a darme las gracias, creo que no.
—Estas en lo correcto,—dije muy extenuado-mi fobia no ha desaparecido. Todo lo contrario, ha ido en aumento.
—Alto ahí, ¿cómo que ha ido en aumento?
—Pués sí, ha empeorado. Y mucho. Ya sabes que si antes me subía a un coche que estaba ordenado me daban ataques de pánico, pués ahora es peor.
Juan asintió y cerró los ojos, sumido en sus pensamientos. Pasaron algunos minutos, pero él seguia con los ojos cerrados, posiblemente reflexionando que me había ocurrido.
—¿Te has dormido?-Pregunté extrañado.
—¿Eh? Ah, no. Estaba pensando que se podría hacer contigo.
—¿Si? ¿Tienes alguna solución para mi fobia?
—He estado pensando... ¿y si te internaramos en un centro psiquiátrico?
—¿¡Que!?—exclamé alarmado—¡No, no estoy loco!
—Ya sé que no estás loco, pero...
—¡Nada de peros! ¡Y primero que nada, llamémoslo por su nombre! No es un centro psiquiátrico, ¡Es un manicomio!
—Pero Jonh, entiendelo, tu miedo no es racional. No tienes motivos para tenerle fobia al orden, no te ha hecho nada.-dijo suavemente Juan.
—Tú no me entiendes, el orden está por todas partes. ¡Es una maldita plaga!
—En fin... ah, ¿has venido solo por eso o tienes algo más que contarme?
En ese momento me quedé como en estado de "shock." No tenía pensado que me dijera algo así, y me enfadé bastante.
—¡Pero, me cago en todo, Juan! ¡Tú eres el experto! ¡No puedes hacer que un cliente venga a tu puta oficina y después tratarlo como si no le ocurriera nada!
—Tranquilo, Jonh. Ya sabes que no puedo hacer más de lo que hago. Es la vigésima tercera vez que vienes, y no voy a poder ayudarte más que las otras veces. He usado contigo todo lo que sé: terapia cognitiva, hipnotismo, interacción mental... Y nada ha servido.
Era increíble la calma que tenía. No se inmutaba por nada, fuese lo que fuese.
—Pero yo...—intenté replicar.
—No hay nada más que hablar, Jonh. Yo ya te he dicho la última opción. Vas a tener que ir, y lo sabes.
—No quiero ir...—supliqué.
—Sabes que no hay otro remedio. Y si no estas dispuesto a colaborar, habrá que pensar otra forma de llevarte. Ahora, adiós.—dijo Juan.
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