Capítulo 4.
Capítulo 4.
Claramente cuando Alaska dijo que el infierno comenzaría, era verdad, Fernanda se encontraba burlándose de ella frente a todos en la mesa, la madre de la pelinegra intentando controlarla.
—Pero, en fin, mientras la sociedad no sepa que ella es una esclava por mi no hay problema. —Dijo la pelinegra y Alaska mantenía la mirada en su plato.
Jos sabia perfectamente lo que causaría al llevarla a ese lugar, pero tampoco es como si le importara al pelinegro lo que sucediera con su esposa.
Cuando la fastidiosa comida termino, Alaska se encontraba en el jardín y a unos metros de ella sus guardias, no es como si pensara escapar, la fortaleza de los Canela era protegida de esquina a esquina por seguridad bien capacitada.
—Es hermoso ¿Verdad? Me costo mucho mantenerlo. —Comento la señora Mariana llegando a su lado.
—Claro, los rosales blancos le dan un toque elegante y perfecto a la casa. —Respondió y la mujer sonrió.
—Alaska ¿Podemos hablar un momento en el despacho? —La chica asintió y siguió a la mujer dentro de la mansión.
Ambas entraron al despacho y Alaska cerra la puerta con seguro detrás de ella, se sentó en un sillón largo y grande; y la señora Mariana a su lado, la mujer la tomo de las manos y la miro con compasión.
—Se que no esperas que hable de esto contigo y realmente no lo pretendía, pero se la realidad de tu matrimonio con mi hijo, pero sigo sin entender por que no te deja libre. —Alaska sonrió tristemente y bajo su mirada apenada.
—No lo sé señora, tengo conocimiento de sus amantes y aunque se lo he preguntado mil veces; jamás me dice la verdad o me responde con ella, mi madre me recuerda mucho a usted y aunque la extrañe se que no podre irme del lado de Jos, si yo regreso a Inglaterra seré capturada de inmediato y regresara aquí a su lado. —Mariana asintió y abrazo a la chica fuertemente.
—Lo siento tanto, en verdad lo lamento, me gustaría ayudarte, pero no puedo, tampoco soy del todo libre y lo sabes. —Alaska asintió y limpio rápidamente sus lágrimas.
Hasta hace un año atrás había descubierto que la señora Mariana y madre de su esposo y hermana de este; también fue secuestrada casi a la misma edad que ella, fue obligada a casarse con el padre de Jos, con el tiempo el cariño y tal vez la compasión de la señora Mariana nació por el hombre a su lado, aunque tenía libertades, no todas eran otorgadas.
Así eran las familias de los altos mandos, una basura. Un asco.
Alguien toco la puerta del despacho y la señora Mariana se levanto para abrir, Alaska limpio su rostro y suspiro, Jos entro al despacho y la miro, inmediatamente se coloco de pie y Jos se acercó a ella.
—Nos vamos, tengo algunas cosas que hacer en la empresa. —Ella asintió y miro a la señora Mariana.
Se despidieron de todos y sin más salieron de la casa de los Canela, subieron al carro y el chofer manejo hasta la casa, Jos se aseguro de que Alaska fuera escoltada y entrara a la casa para después el irse. Cuando Alaska escucho el carro de su esposo alejarse subió a su recamara y con los guardias detrás de ella como siempre.
—Estaré haciendo mis deberes de la escuela. —Informo y sin más cerro la puerta de la habitación.
Lentamente camino al baño y cerró la puerta detrás de ella con seguro, suspiro y se acerco a la taza, detrás de este saco el teléfono y lo encendió rápidamente con los nervios carcomiéndole el cuerpo, miro infinidades de llamadas y mensajes de texto, el número de su hermano; sonrió y marco el número rápidamente.
Tapo su boca cuando escucho la voz de él, quería llorar otra vez, quería abrazarlo, verlo.
—Eres tú. —Susurro él y ella jadeo mientras asentía aun sin que él pudiera verlo.
—Alaska. —Y no lo pudo soportar, sollozo bajito mientras las lágrimas caían cuales manantiales desesperados por encontrar una salida.
—Hermano, te extraño tanto, dios... no puede ser posible que por fin te pueda escuchar. —Susurro mientras miraba el techado del baño.
—Alaska ¿Dónde estás? He esperado años por esto, necesito encontrarte, nuestros padres no han dejado de buscarte nunca. —Alaska ahogo sus sollozos y sorbio su nariz.
—Fui secuestrada por una banda de criminales. —Alaska agudizo su oído al escuchar la puerta de la recamara abrirse.
—Los Ángeles, búscame, sácame de aquí por favor. —Pidió y colgó rápidamente.
Apago el teléfono y lo escondió, la puerta del baño se abrió cuando ella le bajaba a la taza, se giró asustada y encontró a sus guardias.
—¿Qué creen que hacen? Tienen prohibido entrar aquí si no es por una orden. —Dijo rápidamente y uno de los hombres la tomo del brazo y la saco arrastras del baño.
Intento liberarse, pero fue en vano, abrió los ojos en sorpresa cuando noto a la escolta de Fernanda esperando por ella, ella negó rápidamente e intento correr, pero fue en vano, la sujetaron fuertemente y la sacaron de su casa a la fuerza.
Si hablamos de miedo, definitivamente Fernanda Canela era uno de los miedos más grandes de Alaska, pero si hablamos de terror, desesperación y ansiedad, era y siempre será Jos Canela.
Alaska sabia que aquello no le daba buena señal, nada tratándose de su cuñada era bueno, sintió su sangre congelarse cuando frente a ella se encontraba la vivienda de Fernanda, los hombres la bajaron rápidamente de la camioneta y entre tirones la metieron a la casa.
—Balla, tiempo récord. —Dijo Fernanda cuando Alaska estuvo sentada frente a ella.
Alaska se hizo pequeña en su lugar al ver a Fernanda tan imponente y seria.
—¿Qué quieres? —Pregunto con miedo y su cuñada le sonrió en grande.
—A ti. —Dijo y le mostro sus dientes blancos en una sonrisa que para Alaska era la peor de las pesadillas.
Alaska brinco en su lugar cuando detrás de Fernanda en una puerta de madera tallada perfectamente salía un hombre, uno que conocía perfectamente y si podía ser en posiciones, es la primera persona y a la que más ha odiado en su corta vida.
—No hagas esto Fernanda, por favor. —Pidió al borde de las lagrimas cuando el hombre se acerco a ella y le acaricio la mejilla.
—Mi hermano esta ocupado y yo necesito pagar mi deuda con él, quien mejor que la chica que le llamo la atención hace años y que después de que pague una suma enorme y después de años no ha tenido intimidad, sigues igual de virgen que la primera vez. —Alaska negó repetidas veces y quiso alejarse, pero el hombre la tomo del cuello y lo obligo a verlo.
—Mejor regalo no pudiste darme Fernanda. —Susurro el hombre con una sonrisa de diversión.
Fernanda carcajeo ligeramente mientras se alejaba y sin más salió de aquella sala, Alaska negó entre lagrimas al hombre y como pudo le soltó un golpe en la pierna para poder escapar, pero logrando a medias su objetivo fue tirada al piso por el agarre en su pie del hombre.
Grito cuando el hombre se subió sobre ella y le daba dos cachetadas en su rostro, sintió asco, ganas de vomitar cuando el hombre la toco a la fuerza y la beso.
Sollozo cuando sintió al hombre en su cuello, en esos momentos no importaba él miedo e incluso el odio que le tuviera al pelinegro.
Quería... no, necesitaba que Jos la sacara de ahí.
Por qué Jos Canela podría ser un completo mierda con su esposa, podrá serle infiel y no respetar el matrimonio, amenazarla, etc. Pero jamás le había puesto una mano encima con señales de abusar de ella, mucho menos golpearla o obligarla a hacer algo que no quería en la intimidad.
A pesar de todo ello, ella le agradecía no obligarla, por que podrá odiarlo y temerle, pero Jos la cuidaba, la protegía y en el fondo, él temía perderla.
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