Capítulo 9
El silencio sepulcral del laboratorio, junto al constante y monótono zumbido de las máquinas que rodeaban el lugar se veía interrumpido por el constante silbido y chirrido de Dragoyle, en un intento de entonar una de las canciones que escuchaba y salían en las películas que veía cuando el señor Baker lograba acceder a la parabólica de la superficie.
El fantasma de verde sobrevoló el lugar, continuando con lo suyo; cerraba cada cierto tiempo los ojos, poniéndole sentimiento y subiendo el tono de su canto. El señor Baker tarareó a su costado, moviendo la cabeza y disfrutando del concierto privado que le estaba brindando. Dejó de volar por un momento, claro, sin dejar de cantar, mientras observaba en lo que estaba trabajando su compañero humano.
El cientifico estaba encorvado sobre si mismo, unas gafas de protección cubriendo su vista mientras trabajaba en arreglar lo que el había roto accidentalmente el día pasado; una extraña esfera de color negro con líneas verdes. La verdad, ya había olvidado la principal función de esa cosa.
Se asomó sobre el hombro del hombre, chirriando y llegando a una nota alta, mientras trataba de recordar la letra de la canción.
—Realmente arruinaste esto, Dragoyle —la voz del humano le hizo detener de golpe su canto. Se giró hacia el, frunciendo el ceño y gruñendo, indignado. Pudo escuchar al señor Baker resoplar, tomando el aparato en sus manos y frunciendo el ceño y se subía las gafas de protección. —Lo digo en serio. ¿Que tan brusco jugaste con él para romperlo?
Bufó, apartando la vista y entrecerrando los ojos; los recuerdos de su juego de "lanza y atrapa" que había tenido ayer con esa cosa llegaron a él, junto con el recuerdo de cuando no pudo atraparlo y el aparato se estrelló contra el piso, abriéndose y dejando que varias piezas de su interior se derramaran en el suelo.
Gruñó, dandose la vuelta y silbando, ignorando la pregunta y volviendo a cantar.
Pudo escuchar al señor Baker suspirar exasperadamente detrás suyo. Giró sutilmente la cabeza, observando como el hombre se levantaba con dificultad, colocando la esfera debajo de su brazo y con el otro agarrando su bastón. Dió un chirrido, girando en el aire y mirando al humano irse.
Gruñó, preguntando por su destino.
—Iré a dejar esto en su lugar. Tendré que preguntarle a los niños si me pueden ayudar a conseguir las piezas que necesito —el hombre explicó, alejándose. —¡No rompas nada está vez! ¡Y hablo en serio!
Dió un chirrido y silbó, gruñendo. Lo que en idioma fantasma podía traducirse como un: "¡No prometo nada!"
[ . . . ]
Resopló con molestia, devolviendo la esfera a su lugar; era uno de sus primeros inventos, un aparato que podía formar un campo de energía, útil con ciertos fantasmas. Había perdido la cuenta de las veces en que le había sido útil a los niños.
Y a ellos.
Con ellos, se refería a los dos niños que no podía recordar con exactitud; lo único que el señor Baker podía recordar era que, mucho antes de que el reclutará a ese trío que hacía su trabajo de héroes actualmente, antes habían dos.
Rosa y azul. Era lo único que podía recordar con claridad, porque la forma de aquel par era borrosa para él; podía recordar la voz chillona de la mancha de rosa, que no podía recordar si era chica o chico, y la voz tranquila y profunda de la mancha azul, la cuál también tenía el género en duda.
El señor Baker suspiró, girando sobre sus talones y caminando de regreso al salón principal del laboratorio.
Rosa y azul...
Dos colores que, siempre lograban hacerle sentir bien; no sabía si era por alguna conexión o algo relacionado con aquel par, o solo por qué si.
El rosa siempre le había traído un sentimiento de calma, alegría y un dejó de... Fraternidad, como querer proteger y cuidar cualquier cosa relacionada con aquel color.
Y luego estaba el azul, que siempre le traía un sentimiento de amistad, camaradería y paz.
Rosa y azul.
Podía considerarlos sus colores favoritos, también de conformidad. Esos dos colores estaban presentes en gran parte del laboratorio, incluso mucho antes de que esos dos colores en específico le trajeran tantos sentimientos.
Rosa y azul... Algo en el le decía que esos colores eran más que eso; a veces, cuando su cerebro confundido y nublado parecía tener momentos de claridad. Cómo si esos dos colores hubieran sido significativos en el pasado que había olvidado.
—Rosa y azul... —murmuró, deteniéndose por un momento, entrecerrando los ojos. Continúo con su camino, como queriendo exprimir su cerebro y tener uno de esos momentos dónde los recuerdos lo golpeaban y la neblina mental llegaba.
Rosa y azul.
¿Por qué parecían ser tan importantes para él?
Simplemente... No lograba entenderlo.
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