Primera parte.

'Te echo de menos'
decirlo hace que te extrañe aun más.
Te echo de menos aunque mire tu foto.
El tiempo es tan cruel, nos odio.
Ahora es muy difícil para nosotros
vernos una vez más.
El invierno ya está aquí
aunque sea Agosto.
Mi corazón se está quedando sin tiempo
solo en el Showpiercer.
Quiero llegar al otro lado del mundo
sujetando tu mano.
Quiero ponerle fin a este invierno.
¿Cuánto más tiempo debemos ver nevar
para que llegue la primavera, amigo?
Al igual que el fino polvo, el fino polvo flotando en el aire.
¿Si yo fuera nieve en el aire
llegaría a ti un poco más rápido?
Los copos de nieve caen
y se desvanecen poco a poco.
Te echo de menos, te echo de menos.
Te echo de menos, te echo de menos.
¿Cuánto más tengo que esperar
y cuántas noches en vela tengo que pasar
para verte, para encontrarte?

Kim Taehyung se encontraba en la parada de la estación de Daegu, con un suéter de lana azul y su gorro de lana con pompones que le regaló Jimin en su cumpleaños.

Aún sentía como sus muñecas estaban sensibles por el roce del metal.

Sentía un vacío en su estómago que si bien podía confundir con hambre, él sabia que era otra cosa.

Caía la nieble frente a él y Taehyung sentía como el tiempo se detenía frente a sus ojos a través de los copos. Podía verlos intactos en las mangas de su suéter.

Estaba esperando con ansía que llegara el tren, por lo que sin importarle la nieve que helaba sus tobillos camino hacia las vías, se arrodilló y puso su mejilla izquierda en la vía.

Frío.

- Tae tae, ¿Qué estás haciendo? -oyó la voz angustiosa de Jin detrás de él.

Podía sentir la vibración de las vías del tren y los golpeteos de su propio corazón.

- Estoy esperando el futuro.



OMELAS.

-Buenas noches, jovenes. Bienvenidos al Hotel Omelas.

- Quiero una habitación para dos, por favor. -exclamó Namjoon, mostrando sus hoyuelos a la recepcionista, que si bien era joven tenía una expresión avejentada pero feliz.

- ¿Para ustedes dos? -preguntó ella, ladeando la cabeza.

De su brazo estaba colgado Jin, quien cargaba con un bolso negro igual de grande que su espalda.

- Se nos averió el auto. -respondió Jin, sonriente, moviendo la pierna como si le picaran.

Jungkook y Taehyung, quienes estaban agachados y ocultos por el mostrador no dejaban de pellizcar sus piernas maliciosamente.

Hoseok, detrás de ellos les pellizcó el trasero a ambos para que parasen.
Yoongi y Jimin estaban detrás de él, agarrados de la mano, ambos poniendo un dedo en sus labios en señal de que cerraran la boca.

- Pueden ir a la tercera habitación, la 311. -dijo ella, pasándole las llaves a Namjoon-. Los llevaré en un momento.

- ¡No, no hace falta! -exclamó rápidamente Jin, negando con las manos, exaltado.

La mujer los miró extrañados, pero justo cuando iban a decir algo el teléfono de la recepción detrás de ella sonó, provocando que todos ahí pegaran un salto del susto.

- Esperen un momento. -pidió ella, dándose la vuelta para contestar.

- Vamos, rápido, rápido. -susurró Namjoon, llevando a Jin fuera mientras los otros chicos le seguían, agachados y silenciosos.

Lo último que escuchó la recepcionista fue la puerta cerrándose, pero no le prestó atención; siguió escuchando al policía en el teléfono.

- Son un grupo de siete chicos, son bastante peligrosos; asaltaron dos tiendas en una semana y éste es el tercer robo que hacen. Andan armados, en una camioneta blanca y muy vieja, si los ve, por favor; no dude en avisarnos.

Park Jimin sintió la brisa del mar en su rostro, desordenando sus cabellos y provocándole que sus ojos se cristalizaran por la sal en el ambiente.

Suspiró pesadamente, mirando el horizonte; así de lejos sentía el pasado, pero a la vez lo sentía tan pesado como los zapatos en sus manos.

Pesados, llenos de odio y rencor, engaños, mentiras, olvidos; en esos zapatos descansaban todas las decisiones que los llevaron donde estaban ahora.

Pero a pesar de todo, de todas formas extrañaba los buenos tiempos, que también estaban en ellos entrelazándose con los malos, igual que los cordones.

Extrañaba como todo en ese entonces se veía de forma inocente, ingenua e inmortal.

Porque todos habían cambiado de alguna forma.

Extrañaba como eran antes, cuando nada malo podía pasarles, porque estaban juntos.

Extrañaba a Yoongi, a ese Yoongi que pensó que nunca podría abandonar.

Pero no se arrepentía.

Amaba todas las versiones de Yoongi.

Incluso la dañada, esa versión que creó él al abandonarle.

Jeon Jungkook cerró su ojo derecho, mirando con el otro el objetivo. Rozo con su dedo el gatillo, inhaló y le disparó al objetivo frente a él, directo en el centro de su cabeza y haciendo que cayera al piso por el impacto.

Por fin había ganado el peluche de oso que quería.

- ¡Oh sí, le di justo en el centro! -celebró, sonriente-. Namjoon hyung, mira, gane un oso para ti.

Namjoon, quien se encontraba viendo la hora en su celular cada cinco segundos, se sobresaltó.

- ¿Qué?

Jungkook se cruzó de brazos, para luego suspirar negando con la cabeza y dejando el rifle en el mostrador. El dueño del juego le pasó su premio; un lindo y tierno oso rosado.

- Para ti. -le dijo Jungkook, moviendo al oso frente a sus narices-. Para que se lo des a Jin hyung.

- Hmm... ¿Y por qué no se lo das tú?, ¿Aun sigues enojado con él?

- Sí, ha pasado tiempo, pero de todas formas quiero golpearlo.

Namjoon suspiró, mirando afligidamente el oso rosado de Jungkook en sus manos.

- Él lo hizo por tu bien, ¿Sabes? Si no, te estarías pudriendo en ese lugar... Al igual que él, Tae y Hoseok, Yoongi y...

- Y tú. -terminó por decir Jungkook, mirando dolido sus pies.

Namjoon asintió, volvió a mirar la hora en su celular.

- ¿Crees que deba ir yendo ahora?

- Sí. -asintió Jungkook-. Falta sólo dos semanas para que los liberen.

Namjoon le sonrió a Jungkook, dándole un abrazo afectuoso; ahora siempre se despedían de esa forma.

- Le diré que es de tu parte. -murmuró en su oído, guardando el oso en su bolsillo.

Jungkook arrugó el entrecejo, haciendo una mueca. Vio como Namjoon se iba para luego darse la vuelta y gritarle por sobre los ruidos de los juegos del parque de atracciones.

- ¡Yoongi está aquí, encuentralo!

Jungkook abrió los ojos, sorprendido y le gritó a Namjoon de la misma forma, agitado.

- ¡¿Qué?!, ¡Jimin también está aquí! -gritó él, angustiado.

Vio como Namjoon abría la boca impactado para luego reírse estruendosamente.

- ¡Suerte con eso, maknae de oro!

Jungkook se palmeó la frente, sin saber qué hacer. Nunca se le había pasado por la cabeza que Yoongi vendría al parque de atracciones, menos en invierno y con nieve.

Tampoco se imaginó que Jimin le enviaría un mensaje diciendo que volvería antes de lo planeado.

Pensó y pensó en formas de qué hacer para que él y Jimin se fueran de ahí sigilosamente, para evitar desgracias y el drama, cuando sintió un toque en su hombro.

- ¿Por qué vez a tu hyung favorito así, Jungkookie?, ¿Dónde están mis galletas de bienvenida?

Y ahí estaba Yoongi, igual que la última vez que le vio detrás de la ventana del reclusorio. Más delgado que nunca, pálido, con ojeras bajo sus ojos.

Jungkook sabía que sólo la nostalgia lo tenía así de acabado; podía ver en sus ojos la tristeza. Como si él hubiera muerto desde ese día en el que Jimin se fue.

- Hyung... -balbuceó apenado-. Te extrañé mucho.

Y Jungkook, sin importarle estar en público y menos que su hyung no fuera de las personas más afectuosas, lo abrazó con fuerza, a punto de llorar.

- ¿Eh? Kookie, ¿Pasa algo? -le oyó decir sorprendido.

- Nada... No pasa nada... -murmuró Jungkook, aun abrazándolo.

Después de unos segundos sintió como los brazos de Yoongi se aferraban a él y oyó como éste sorbía sutilmente su nariz.

- Yo también te extrañé.

- Bien, bien. -dijo Taehyung-. Namjoon hyung se ha ido a esconder la camioneta, ¿Qué haremos ahora?

- ¡Yo traje el pastel! -exclamó Yoongi, entrando a la habitación con un pastel de frutilla en las manos.

- Yo traje confetti, ¡Voy a llenarle los pantalones con confetti! -dijo Hoseok, riendo divertido, abriendo su mochila y sacando varias bolsas.

- ¡Uh, genial, yo quiero una! -exclamó Jungkook, sacando las bolsas.

- Eh, chicos, ¿Creen que le guste esto? Es mi regalo para él. -dijo de repente Jin, sacando una corona del bolso donde estaba todo el dinero y las armas.

Jimin se rió, le gustaba ver a su Hyung rojo de la vergüenza.

- Le va a encantar.



- ¡Despierta, basura! -oyó que le gritaban, pateando su pierna fuertemente.

Min Yoongi abrió los ojos, ya despierto y miró al guardia frente a él.

Se había quedado dormido encima de toda la ropa que daba la gente en donación, esa ropa vieja, roída y apolillada que nadie usaba. Pensó que podía pasar desapercibido un rato, mientras fingía ordenarla en paquetes para incinerarlas.

Pero no, ahí estaba ese guardia que lo miraba con asco, sintiéndose superior porque no era él quien estaba encerrado allí.

Yoongi sintió la rabia en su garganta, estaba a punto de explotar; nada importaba ya para él. Se sentía como si estuviera dentro de una lavadora, que no hacia nada más que dar vueltas y vueltas hasta las náuseas. Necesitaba desaparecer, aunque sea unos malditos cinco minutos que durase la golpiza.

- ¿Por qué no vas a olerle el trasero al director y a mí me dejas dormir? -contesto Yoongi, mirándole enfurecido.

El guardia sólo le dedicó una mirada venenosa, para luego pegarle fuertemente en el rostro con su garrote.

Yoongi cayó de lado, con su mejilla sangrando y volvió a confrontar al guardia.

- Mi abuela golpea más fuerte que tú.

Es lo último que recuerda decir, antes de ver el piso de forma borrosa y sentirse perdido; el golpe había hecho que olvidara dónde estaba.

Solo podía ver a un borroso Jimin, o a su ilusión de él, arrodillarse a su lado y sentir como éste le acariciaba su mejilla con su pequeña mano, suave y delicada.
Aun podía recordar, dolorosamente, como era sentirse tocado por Park Jimin.

- ¿Te duele? -oyó su voz a lo lejos, casi como si fuera la brisa del viento.

También recordaba su melodiosa y dulce voz, porque aun escuchaba por las noches su tono de llamada.

Y aun sabiendo que era una ilusión, una cruel broma de su mente, le respondió.

- No... Extrañarte duele más, Park.





- Jk, dame dinero para poner en la lavadora. -solicitó Jin, con la palma abierta, mientras cerraba la tapa de ésta.

- ¿Qué te hace pensar que tengo dinero? Aun soy un bebé, los bebés no tienen dinero.

- ¡No mientas! -exclamó Jin, acercándose a un Jungkook adormilado, sentado junto a Yoongi y Hoseok-. Vi como jugabas en el juego de la garra, ahora dame las monedas.

Jungkook infló las mejillas, refunfuñando y le pasó todas las monedas que tenía en su bolsillo.

- Dame todas.

- Ah, hyung. -se quejó Jungkook, pero al ver la expresión de Jin, éste vio que no bromeaba.

De mala gana le pasó todas las monedas, mostrando sus bolsillos que ni pelusas tenía.

Jin le acarició la cabeza, desordenando su cabello, sonriendo cariñosamente.

- Buen chico, buen chico.

Jin caminó hasta la lavadora y metió las moneda una por una en cada máquina para lavar; con sus ropas terminaban usando cuatro máquinas.

Al otro lado de la habitación vio como Jimin se sentaba encima de las lavadoras, viendo el bonito paisaje en la pared.

Yoongi se paró del asiento; casi se queda dormido pero su cuello dolía demasiado. Vio como Jimin tocaba la pintura de la pared, acariciándola con la yema de los dedos.
Jimin parecía estar dentro de la pintura; era demasiado perfecto para que fuese real.
O tal vez era el sueño que hacia que Yoongi se imaginara cosas, o el hecho de que estaba muy enamorado de él.

No le gustaría que Jimin fuera una pintura, preferiría que fuera un humano como él, para así tocarlo como quisiese. Sentirlo vivo y cerca, muy cerca.

Yoongi caminó hasta él y, sin que éste se diera cuenta, rodeo su cintura con sus brazos y apoyó su mentón en su hombro. Jimin pego un pequeño salto, dándose la vuelta y, al ver que era Yoongi, sonrió feliz y le besó, para volver a ver la pared.

- Me gusta mucho esta pintura...

Yoongi la observó también, aunque más le gustaba observar a Jimin mirando la pintura, pero de todas formas le echó una mirada más profunda.

Tenía unos colores vivos, celeste, café claro, naranjo, verde; árboles, montañas, cielo. Le gustó, pero en su mente recordó otro lugar más.

- Yo conozco un lugar más mágico que el de esta pintura. -confesó y Jimin se dio la vuelta, poniéndose frente a Yoongi y colgando sus pies.

Yoongi seguía abrazándolo, ahora por la cadera, mientras Jimin abría las piernas y con ellas rodeaba la cintura de él.

- ¿Cuál? -preguntó, con los ojos brillosos-. ¡Cuéntame!, ¿Cómo es?

Yoongi sonrió; le gustaba cuando Jimin le hacia muchas preguntas, así que besó su nariz cariñosamente y volvió apoyar el mentón en su hombro.

- Fui una vez, por un paseo escolar cuando tenía quince años...-empezó a contar, susurrando contra la oreja de Jimin-. Lo recuerdo perfectamente, era el lugar más hermoso que había visto. Era mi lugar favorito en el mundo, aunque nunca volví. Era primavera, y habían tantas flores de todo tipo que podías oler una mezcla intensa de aromas; dulces, amargos; suaves y fuertes, y el cielo estaba tan despejado y limpio. Vi dos arcoiris ese día... Pero lo que llamó más mi atención, fue un pequeño árbol de cerezo, justo en medio de todo el prado, tan verde y reluciente... Era el único árbol y me dio tristeza pensar lo solo que se debía sentir, así que até uno de mis zapatos a su rama y me fui. Le prometí que volvería por mi zapato, tal vez... Tal vez aun siga allí.

Jimin miró a Yoongi, quien miraba la pintura de una forma nostálgica.

- Podemos ir allí, quiero conocer al árbol, debe estar grande, ¿No?

Yoongi se rió y abrazó más fuerte a Jimin.

- Debe estar gigante... Pero no, prefiero estar aquí, tal vez después...

Jimin lo miró extrañado, ladeando la cabeza.

- Pero dijiste que era tu lugar favorito en el mundo.

- Era. -exclamó Yoongi, rozando su nariz con la de Jimin-. Ahora tú eres mi lugar favorito en el mundo.





- T-tae... Y-yo l-losie-ento mu-mucho... -lloriqueó Jimin, con el teléfono de la cabina en su oreja.

Estaba a punto de tomar un vuelo a Estados Unidos, sólo así podía reanudar su vida como un Park Jimin sano, empezar de cero y curarse así mismo, sin dañar a nadie más, sin que nadie se dañara por su culpa otra vez.

Escuchó la voz cansada de Taehyung detrás de la línea.

- No es tu culpa, Jiminnie... Eres un idiota igual que Jungkook, ¿A quién se le ocurre confesar su crimen?

- ¡Pero somos un equipo! -gritó Jimin, sin dejar de llorar-. N-no deberías es-estar allí s-solo.

- No estoy solo, Hobi hyung está en la celda de al lado. De todas formas le dije a la policía que era el único culpable y que tú eras sólo un idiota con problemas de alcohol y drogas, lo que es casi cierto. A ti no te van los jales de nariz. -se rió Taehyung.

Jimin se seco las lágrimas, riendo también y respirando profundamente.

- Iré a verte, lo prometo.

- No, no lo hagas. -respondió seriamente-. Si algo bueno hay que sacar de esto, es que tienes la oportunidad de salir adelante de la mejor forma, Jiminnie.

- Pero Tae, yo...

- No vuelvas hasta que estés bien, Jiminnie. -le interrumpió-. Hazlo por todos nosotros. Hazlo por Yoongi hyung.

Cuando oyó el nombre de Yoongi, no pudo evitar llorar otra vez, de una forma totalmente desconsolada.

- No quiero dejarlo, Tae. -exclamó, entre lamentables gimoteos-. Pero... Tengo que hacerlo, dime... Dime que estoy haciendo bien en dejarlo ir.

Oyó a Taehyung suspirar, casi como su estuviera yéndose su alma en su suspiro.

- Yoongi hyung... Él... -empezó a decir, tomando una gran bocanada de aire. Tenía un nudo en la garganta del tamaño de un puño-. Él esperará por ti. Todos esperaremos por ti, eres... Jiminnie, eres la única luz que tenemos, el único que puede sacarnos de este torbellino...

- No quiero dejarlos, Tae... Son mi única familia.

Oyó como Taehyung rompía en llanto detrás de la línea. Jimin quería ir allí, sacarlo de ese lugar como sea y que todo volviera a como era antes.

No podía.

- Te voy a extrañar, Jiminnie.

- Taeh-

Colgó.

Jimin volvió a llorar, cada segundo que pasaba se volvía más insoportable para él.

Sentía que en cada segundo que pasaba su vida se desvanecía como los copos de nieve en el asfalto.

Nunca pensó que extrañar dolería tanto.





























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