Capítulo Sexto
Más de una semana ya había pasado, desde que Seokjin y su crudo invierno se había cruzado con Jungkook y su floreciente primavera. Cada día llevaba al sonriente y conversador muchachito a la Universidad.
También había conocido formalmente a Jimin y Taehyung, dos jóvenes también con personalidades brillantes. Cuando Jungkook le había dicho que eran un trío perfecto, no se había equivocado. Juntos eran divertidos, chispeantes y creativos. Era viernes otra vez, y había tenido que ir por él, ya que Jimin tenía sus clases de danza y no tenía forma de volver a casa, con sus libros y su pierna inmovilizada. Cuando lo encontró tenía una sonrisa en su rostro. Jungkook estaba feliz, pues el proyecto que había presentado junto a sus amigos había sido seleccionado para la Bienal de Arquitectura. Por eso en cuanto Seokjin bajó del automóvil, caminó hacia él y se lanzó a sus brazos.
—¡¡¡Hyuuuuung!!! Me tienes que felicitar. ¡Lo logramos! Fuimos seleccionados—Seokjin entendía perfectamente de que le hablaba, pues cada día Jungkook mencionaba el tema y estaba muy ansioso por los resultados.
—Está bien. Me alegro por ustedes, pero no tienes que invadir mi espacio personal cada vez que estás feliz.
Jungkook recurrió a su cara de cachorro y ojos de bambi, quejándose por la falta de delicadeza de Seokjin.
—¡Basta! Ya conozco esa cara. La usas cada vez que quieres manipularme de alguna forma. No me gustan los abrazos, Kookie.
Sí, desde hacía unos días, había comenzado a llamarlo por el diminutivo que sus amigos usaban. Como siempre, se había cuestionado la decisión, pues a su parecer, eso era crear un vínculo más íntimo con el mocoso y se suponía que lo que él buscaba era lo contrario. Que al término de la semana entrante, ellos se separaran para siempre. Pero era inevitable. Jungkook en muchas formas era...adorable y muy a su pesar se había encariñado con él.
—Si te gustan, Jin-hyung. Es sólo que te encanta hacerte el duro de corazón. Pero yo sé que en el fondo eres una masita de amor...
Seokjin lo miró y se sorprendió de sí mismo, pues estaba acariciando la mejilla del más joven. Su relación con él era completamente diferente a la que alguna vez había tenido. Con su hermano si bien en el pasado eran muy unidos, ninguno era de demostrar afecto con gestos. Y con Sandeul que era su más íntimo amigo, menos. Sólo con Jisoo, había tenido gestos de ese tipo. Se estremeció. Su corazón se había acelerado extrañamente y no sabía si fue por el recuerdo de su esposa o si por acariciar el rostro de Jungkook.
Así, los días pasaron uno tras otro. Hasta que llegó el día en el cual Jungkook al fin dejaría la bota. Naturalmente Seokjin lo llevó a la clínica, donde el médico lo revisó y le dio las indicaciones, para el fisioterapista del equipo de atletismo de la universidad.
Cuando salieron de la clínica, Seokjin iba en silencio y nervioso. Jungkook ya no lo necesitaría para llevarlo a la universidad. Este sería el último viaje juntos. Y a pesar que había supuesto que llegado este punto, sería para él un alivio, era todo lo contrario. Sentía mucha angustia en su corazón. Perder la compañía de Jungkook era...triste. Pero era lo que él deseaba ¿no?
—Hyung...—la dulce voz de Kook lo sacaba de sus pensamientos—no te enojes por favor, pero Jimin y Tae organizaron algo así como una celebración...ya sabes por lo de mi pie. ¿Recuerdas el lugar donde fuimos a comer hamburguesas ¿irías conmigo?
—Claro, te puedo dejar ahí—Seokjin no había entendido lo que Jungkook le había dicho.
—No, Jin-hyung, yo quiero que tú vengas conmigo. Que celebramos, los cuatro...—Jungkook tragó saliva esperando el rechazo de su hyung a esa invitación. Sabía que, si la respuesta era negativa, él no lo iba a presionar. Por eso cuando vio el rostro de Jin iluminarse con una sonrisa, soltó el aire que había estado aguantado.
—¿Quieres que vaya contigo? Me gustaría. Tengo hambre.
Seokjin manejó hasta el pequeño local y ahí estaba la pareja que tanto le llamaba la atención. Ellos no estaban de la mano, ni había ningún gesto que los delatara como pareja, entendible, pues estaban en un lugar público de la muy homofóbica ciudad de Seúl, pero había algo en la forma que se miraban, en la forma como sus cuerpos se expresaban que delataba la intimidad que ambos tenían o al menos eso era lo que él alcanzaba a percibir. Le gustaba eso. Que, sin palabras, ellos se decían todo.
—¡Kookie...al fin tienes tu pie de vuelta! —gritó un feliz Tae, para levantarse y saludar a los recién llegados.
Una vez más, comieron hasta hartarse y hablaron de todo un poco. Seokjin se sentía cómodo con ellos hablando de arte, arquitectura y música. Lo que más le gustaba, era que a ellos no les parecía incomodar en absoluto la diferencia de edad. A él tampoco. Sentía que, en otras circunstancias, podría haber sido parte de ese grupo y haberse convertido en un nuevo cuarteto. Luego de despedirse y prometiendo repetir la experiencia, se retiraron.
Se fueron en silencio en el auto. Cuando al fin llegaron al departamento de Jungkook, Seokjin no sabía exactamente que decir. Una vez más fue el menor quien hablo.
—Gracias Jin-hyung por todo. Por haberte hecho cargo de mí y haberme cuidado. No te lo he dicho, pero eres mi serendipia. Y ahora que te descubrí no pienso dejarte...si es lo que estás pensando.
Seokjin no supo que decir. El alivio que su corazón sintió fue tan grande, que se quedó sin palabras. Por primera vez en seis años, no deseaba estar solo, no deseaba dejar ir a Jungkook de su lado.
—Sé que tienes mucho dolor en tu corazón y quien sabe que otros sentimientos te atormentan y también sé que no quieres que escarbe en ellos, pero al menos déjame quedarme a tu lado y hacerte sonreír.
—Sabes que no soy bueno en esto de las relaciones. Jungkook...mi vida es un caos, mi estado de ánimo siempre es de malo a peor...Tú eres demasiado joven, con otros intereses, vas hacia la vida, yo ya vengo de vuelta y debo admitir que derrotado.
—Ya lo sé. He estado a tu lado por dos semanas. Tú no tendrás que hacer nada, lo prometo, sólo deja que me quede. Además, sabes que la edad sólo es una tontería. Sé que aún debo vivir muchas cosas, pero eso no tiene que ver con la amistad que dos personas puedan tener.
—Está bien—le sonrió a Jungkook y éste con su habitual impetuosidad, se acercó y le dio un beso en la mejilla y se bajó antes que Seokjin pudiera reaccionar, no sin antes asomar su cabeza por ventanilla.
—Por favor hyung, no vayas a entrar ahora en pánico gay. Seokjin se largó a reír y echó a andar el auto.
Para Jin algunos días eran menos malos que otros, todo dependía de cómo había dormido la noche anterior. Si lo había o no atacado las pesadillas y los recuerdos.
Aunque su realidad actual, era que sus días habían vuelto a cambiar drásticamente, pues ahora tenía alguien que estaba constantemente sobre él. Antes de Jungkook, Namjoon y los demás siempre se preocupaban de él, pero su respuesta siempre era la misma, "estoy bien" y "métanse en sus asuntos". Sin embargo, otra cosa era con el mocoso. El tono autoritario con que le hablaba, le causaba mucha gracia.
Jungkook no se acercaba a Jin tímidamente, sino de manera intimidante. Era como si los roles se invirtieran y el fuera el menor de la relación. "¿relación?", pensó Seokjin. Bueno eran amigos, de alguna extraña forma. De cierto modo, se daba cuenta que él mismo ponía la barrera de la edad como principal obstáculo para llamar "amistad" a su relación con Jungkook, aun cuando se llevaban bien.
Había pasado un mes y ellos no se habían vuelto a ver. A pesar que Jungkook le había pedido insistentemente reunirse algún fin de semana. Incluso lo había invitado a sus prácticas de atletismo los sábados, pero Seokjin no había aparecido. Sin embargo, el menor no se daba por vencido. Por eso, lo llenaba de mensajes durante el día, acerca de si había almorzado, si se sentía bien o simplemente para compartir algún video gracioso. Siempre le contestaba, pues sabía que Jungkook se sentiría demasiado herido si no lo hacía.
Eso había causado, que su hermano y sus socios, lo vieran sonreír más de una vez, al mirar las notificaciones de su teléfono. Y entonces una gran curiosidad comenzó entre ellos, por conocer al responsable de que Seokjin hubiese vuelto a sonreír.
Así era su día. Trabajando, reuniéndose con clientes y pensando en Jungkook. El problema eran las noches. Era en esos momentos cuando las sombras y la oscuridad lo volvían a atacar. Se sentía perdido en sus recuerdos y en la soledad de su vida. Era en esas horas cuando el fantasma de Jisoo aparecía y clavaba un puñal en su corazón. Ella era tan bonita. Tan llena de vida. Esta noche en particular, recordaba cuando le había pedido matrimonio y cómo ella había saltado a sus brazos, besándolo con pasión. Estaba tan seguro de su decisión, en ese momento, que jamás pensó que esas ilusiones en algún momento ya no estarían. Bebió un trago de vodka. Le quedaba el último cigarrillo y cerró sus ojos. De la felicidad, pasó al recuerdo de las discusiones y enfrentamientos. De cómo se sintió cuando se dio cuenta una mañana, al despertar al lado de su mujer, que ya no la amaba de la misma forma.
Que una parte del amor se había ido y que ya no quería seguir casado con ella. ¿Cómo se lo diría? ¿Cómo se lo diría a sus padres, a su hermano y círculo social, que veían en ellos a la pareja perfecta? Igual que a Namjoon y Hani. Sólo les faltaba un hijo.
Seokjin seguía bebiendo, perdido en los recuerdos, en su cobardía y una vez más en la culpa. De pronto su teléfono sonó, sorprendiéndole. Era Jungkook. Dudó contestar. Pero sabía que el chico no lo dejaría en paz.
—¿Jungkook? —preguntó con voz ronca y enredada por el alcohol—
¿por qué llamas a esta hora?
—¿Hyung, estas bien? Tu voz suena rara. Sólo quería asegurarme, que ya estabas en casa.
—Lo estoy. Ahora puedes dejarme en paz.
—¿Estás bebiendo?, no me mientas. Sé que lo haces, vi las botellas el día que fui a tu casa.
—Voy a cortar. Estás siendo imprudente otra vez.
Jungkook durante todo el mes que había pasado, se había aguantado de no ir a golpear a la puerta de la casa de su hyung. Sabía que debía ir despacio con él y no invadir su pequeño mundo oscuro en el que vivía.
Pero, no pudo dejar de preocuparse al oír la voz ida y vacía de Jin. Y decidió que era hora de actuar. Fue él quien cortó el teléfono y Seokjin sonrió satisfecho. Pensó que probablemente ya no lo molestaría más. Cuan equivocado estaba, porque media hora más tarde y media botella más vacía, su timbre sonó. Dos golpes y una voz llamándolo, lo alertó. Era el mocoso entrometido.
—¡Vete Jungkook! No voy a abrir la puerta.
—Entonces la voy a derribar—gritó el menor desde la calle—abre Jin- hyung o romperé un cristal de tus preciosas ventanas si es preciso.
Seokjin se sorprendió de escuchar al siempre dulce Kookie, tan enojado. Como no quería llamar la atención de sus vecinos, decidió que era mejor dejar que entrara. Como pudo se levantó del piso y tambaleando llegó a la puerta.
—¡Estas borracho! —Jungkook lo empujó apenas entró y con tanta fuerza, que cayó al suelo.
—¡Me tiraste imbécil!, ¿Con qué derecho te presentas en mi casa de esta forma?
—Con el derecho que soy tu amigo y estoy preocupado por ti.
—Estoy vivo, no te preocupes.
—Eres un idiota hyung. ¡Mírate! Siempre alardeas de que eres un hombre maduro de treinta y cinco años y ahora pareces un bebé que no se puede mantener en pie.
—¡Cállate! No necesito de esto. Si viniste a darme un sermón, te puedes ir—Y se empinó un nuevo trago de la botella que tenía en sus manos.
Jungkook moría de rabia. En ese momento cualquier sentimiento de compasión por su hyung desapareció. Sabía que estaba sufriendo y que probablemente todavía amaba mucho a su esposa, pero debía reaccionar. Ella se había ido y él continuaba vivo. Para su suerte, tenía un cuerpo fuerte y musculoso, frente al delgado y débil cuerpo de Seokjin, por lo que fue fácil arrebatarle la botella y tirarlo al sofá.
—Quédate ahí. Voy a preparar café.
—No quiero café y quiero que te vayas. ¡Y Devuélveme mi botella!
—Voy a vaciarla en el lavaplatos. Vas a tomar el maldito café que voy a preparar y no me voy a ir hasta asegurarme que te dejé medianamente sobrio y acostado en la cama. Además, ¡apestas!, tendré que darte un baño. Eres peor que un bebé.
Seokjin no dijo nada. ¿Cómo que lo iba a bañar? ¿Jungkook acaso pretendía desnudarlo y bañarlo? Eso iba a ocurrir sólo el día que el infierno se congelara. Iba a replicarle, pero había desaparecido de la sala y estaba en la cocina. Sentía que la cabeza le daba mil vueltas.
Habitualmente, cuando bebía de esa manera y antes de caer en la inconsciencia, se tomaba un par de pastillas y se tiraba en su cama, pero ahora estaba luchando con Jungkook.
Cuando éste volvió de la cocina con una taza de café, pudo ver que su rostro no tenía ni una chispa de la alegría de siempre.
—Estás...eno...jado—medio le dijo, pues le costaba armara sus palabras.
—Claro que lo estoy. Mírate, bebiendo de esta manera. Y sé que no es la primera vez. No entindo cómo tu hermano no hace algo.
—NADIE ME PUEDE DECIR NADA, SOY UN ADULTO.
Jungkook comenzó a reírse en su cara, porque las palabras le salían enredadas, mientras le sostenía la taza de café para que bebiera.
—Tomate este café y cállate... adulto.
Seokjin por alguna razón no dijo nada. Una vez más Kook estaba siendo autoritario con él y eso le divertía. Comenzó a reírse sin razón y casi bota el café que estaba tomando. El menor no entendía que era lo que le parecía tan gracioso, pero sabía que un borracho podía pasar rápidamente de la euforia a la melancolía total y viceversa. Cuando al fin consiguió que bebiera todo el café, lo empujó a su cuarto.
—No quiero que me veas desnudo.
—Me da igual. Tienes lo mismo que yo. No veré nada nuevo. Ahora, sácate la ropa, mientras preparo el baño. Ya te dije, apestas y no voy a dormir contigo así.
—¡¿Dormir conmigo?¡ ¡De ninguna manera!
—Ya es muy tarde. No voy a conducir hasta mi casa. Y no voy a dormir en el sofá, la sala apesta a alcohol y cigarrillos. Si tienes un cuarto de invitados, me quedaré ahí.
—No quiero dormir contigo.
Jungkook no escuchó esto último y ya estaba en el baño, preparando la tina. Cuando consideró que el agua estaba lista, volvió al dormitorio y se quedó atónito. Sobre la cama, tirado estaba Seokjin completamente desnudo. Era...una visión perfecta. Era delgado, sí, pero tenía músculos donde debía haber y un vientre firme, a pesar que probablemente no se cuidaba mucho. Sus ojos siguieron bajando y no pudo evitar mirar su miembro. Era largo y descansaba sobre un vello castaño desordenado, pero que lo hacía lucir...perfecto. Por un momento olvidó el motivo por el cual se encontraba ahí y tuvo el impulso de poner sus manos sobre ese cuerpo tan varonil y seductor. Pero él tenía una misión y con dos palmadas en el rostro de Jin, lo despertó. Seokjin estaba exhausto, y se negaba a mover ni un sólo musculo, pero Jungkook era más fuerte y tiró de él y casi a la rastra lo llevó y lo metió a la tina. Seokjin medio despertó y miró a Jungkook que volvía a tener el ceño fruncido.
—Estás enojado...
—Toma—le pasó una esponja—no esperes que te limpie yo. Te daré un poco de privacidad.
La verdad era que estaba un poco conmocionado por la imagen de Seokjin desnudo. Sin querer, su cuerpo había reaccionado y ahora tenía una erección. Por eso prefirió darle cierta privacidad, aunque siempre vigilándolo.
Cuando sintió que Seokjin intentaba levantarse, se acercó y lo ayudó, tratando de no moverlo demasiado. Lo envolvió en toallas y lo llevó devuelta a la habitación. Producto del café y el baño, Seokjin estaba más consciente y el efecto del alcohol había pasado un poco.
—¿Kookie?, pensé que era una ilusión el que estuvieras aquí.
—No hyung, soy real. Ahora te pondrás pijama y dormirás.
Seokjin hizo lo que Jungkook le había dicho y un poco confundido todavía, se metió a la cama. Una sensación agradable lo envolvió. Nunca nadie, ni su hermano habían hecho tanto por él.
Jungkook revolvió los cajones de Seokjin y encontró unos short y playera para dormir. Se cambió ropa delante de él, que lo miraba atentamente y luego se acostó a su lado.
—Ahora duerme. No iré a clases mañana y creo que tú no deberías ir a la oficina. Te cuidaré hyung, pero no puedes seguir así.
Estaban frente a frente mirándose y Seokjin sintió como su corazón se aceleraba al tenerlo a su lado. Por primera vez lo miraba detenidamente y se daba cuenta que era un joven muy atractivo. Bonito para ser exacto. Jungkook puso su mano sobre su rostro.
—Duerme hyung, mañana te sentirás mejor.
Antes de cerrar sus ojos, miró firmemente a Jungkook y sintió su corazón una vez más acelerarse y sintió esa calidez, que sentía cada vez que estaba cerca del menor.
—Gracias Jungkook...—fue lo último que dijo, antes de caer rendido, por los vestigios de alcohol y el cansancio emocional.
Jungkook lo miró satisfecho y también cerró sus ojos. Mañana ya pensaría que debería hacer con su hyung.
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