Capítulo Primero

Ya eran las ocho de la noche, cuando entró a su casa. Como siempre lo recibió ese frío ambiente que lo estremecía. La oscuridad, la soledad, el olor a cigarrillos y alcohol. Abrió su refrigerador y estaba vacío. No le importaba. No quería comer. Sólo quería obtener un poco de hielo.

Buscó la botella de whisky que pensó aún tenía, pero no, se la había bebido la noche anterior. Ni siquiera lo recordaba. Buscó entonces, las de vodka.

Se sentó como siempre en el suelo, con la espalda pegada a la pared, mirando la sala vacía y oscura. Todos, padres, hermano y amigos, le habían insistido que vendiera la casa y buscara un departamento. Que los recuerdos que ahí había no le hacían bien. Que ya era hora de empezar de nuevo. Que ya habían pasado seis años...

En realidad, a Seokjin no le importaba. No es que le tuviera apego a la casa. Simplemente no tenía la fuerza ni las ganas para buscar un nuevo lugar. Además, su estadía en este mundo para él era... ¿cómo definirla? ¿efímera? ¿limitada? Suponía que, en algún momento, no despertaría con las altas dosis que cada día tomaba de somníferos y alcohol. Al menos eso esperaba. Pero hasta ahora no sucedía. Sólo una vez lo había intentado de verdad. Fue seis meses después del accidente, cuando el dolor y la pena de haber perdido a Jisoo eran tremendamente insoportables. Tomó un frasco de las pastillas recetadas por el médico e ingirió muchas más de lo aconsejable. Pero su hermano que en ese entonces no lo dejaba ni a sol ni a sombra, llegó a tiempo, derribó la puerta de atrás y lo salvó. Aunque para él había sido todo lo contrario.

Maldito Namjoon entrometido. Él quería morir y no pudo. Luego vinieron sus padres que lo obligaron a internarse en esa horrible clínica para "rehabilitarse". Alcanzó a estar un mes, cuando decidió irse. Él no quería rehabilitarse. Él quería morir. Calmar con la muerte, la soledad, el dolor y la culpa. Sin embargo, no lo volvió a intentar. Tal vez merecía vivir el infierno en la tierra y no una muerte rápida y sin dolor.

Creyó convencer a su familia y amigos, que ya estaba bien. Que ya había superado la muerte de su esposa. Pero todos sabían que no era verdad. Seokjin jamás volvió a sonreír. Era apenas una sombra que caminaba por este mundo. Una sombra del hombre brillante y feliz que todos querían y apreciaban. Se volvió frío, sus ojos se apagaron y se encerró en sí mismo.

Era la última botella de vodka. Miró a su alrededor. Una botella vacía y la segunda a medias. Era realmente increíble que no estuviera inconsciente, con todo el alcohol que había tomado. Pero al parecer el peso de sus pensamientos eran más grande que todo ese vodka en su organismo.

Había sido un largo día laboral. Difícil. Muchas reuniones con clientes. Las odiaba. Si estaba en la soledad de su oficina no tenía que fingir nada. Namjoon y los demás que trabajaban con él, ya sabían cómo era. Pero si había reuniones debía fingir. Fingir sonrisas, reír frente a los chistes aburridos de esos hombres y mujeres, que además siempre lo miraban coquetamente. Por eso odiaba los días así. Por eso había llegado a casa y había abierto la primera botella.

La segunda fue abierta, cuando los recuerdos vinieron a su mente. Cuando Jisoo vivía y tenía días así, Seokjin le contaba de esas reuniones ociosas y reían juntos. Obviamente las mujeres no le coquetean, pues todos sabían que estaba felizmente casado. Su mujer lo reconfortaba y le daba un suave masaje. Alzó la botella una vez más porque en esos recuerdos, Seokjin ya no podía ver el rostro en detalle de Jisoo.

Recordaba sus rasgos generales, pero las particularidades las había olvidado. Después que ella murió, sacó de su casa y de su vida, todo aquello que le recordara a su esposa, incluyendo las fotografías. Sabía que todo eso descansaba en alguna bodega que había arrendado.

La culpa por no recordar a su mujer muerta, lo consumía. Culpa, culpa, maldita palabra que lo perseguía desde aquel horrible día. Cuando ella lo llamó y le dijo que el ferry había tenido un accidente, pero que no se preocupara, porque el rescate ya venía y ella tenía puesto su chaleco salvavidas. Culpa, culpa, culpa. Rompió una de las botellas y acercó el pedazo de vidrio a su brazo.

Era tan fácil...tan sencillo, pero no podía. Era como si una mano invisible lo detuviera. "Eres un cobarde Seokjin", fue su pensamiento. Se paró del suelo trastabillando y fue a su dormitorio. Ahí estaban las pastillas que había conseguido en el mercado negro y que ni su familia ni amigos, sabían que tenía. Se tomó dos. Y se tiró en la cama. Pronto la inconsciencia llegó.

Ya eran las ocho de la mañana, cuando despertó de la pesadilla, esa recurrente...de Jisoo hundiéndose en un mar profundo y gritando su nombre. ¡Maldita sea! Se había quedado dormido una vez más. Namjoon lo iba a matar. Rápidamente tomó una ducha para sacarse la resaca y se vistió y salió raudo hacia la oficina.

Desde el auto marcó el número de su hermano, pero no le contestó. Imaginó que ya estaba en la reunión y no le contestaría.

Marcó entonces el de su amigo Sandeul, quien contestó de inmediato.

—¡Jin, ¿Dónde estás?! El señor Choi llegó y Namjoon está enfurecido.

—Lo siento, me quedé dormido, pero ya voy en camino, estaré ahí en diez minutos.

Lee Jung-Hwan, era básicamente su mejor amigo. Desde la secundaria. Luego partieron a la misma universidad, a la misma carrera. Siempre le gustó cantar y en la secundaria formó un grupo y tomó el nombre artístico de Sandeul. Fue el primero en saber que Seokjin le había pedido a la bella, pero dominante Kim Jisoo, ser su novia. Fue junto a Namjoon, padrino de su boda y fue el primero a quien Jin llamó para decirle que su esposa había muerto.

Él sabía la razón por la que Seokjin se había quedado dormido. Ya le había suplicado, implorado que se internara para superar sus adicciones, pero su amigo las negaba. A Seokjin no le importaba vivir con eso.

Estaba en un abismo y Sandeul, se recriminaba el no poder sacarlo.

—Entraré ahí y diré que hay un accidente en la autopista y por eso vienes retrasado. Pero Jin...es la última vez...

—Gracias amigo...si...es la última vez.

Seokjin pensaba que debía ser la última vez. Tal vez al llegar una vez más la noche, bebería hasta quemarse el estómago y ya no despertaría. Ya no le causaría problemas a su hermano, a quien adoraba, pero de quien se había alejado irremediablemente. No le causaría problemas a nadie más.

Aceleró. Debía llegar a la maldita reunión.

Cuando al fin llegó a la oficina, no saludó a nadie y fue directo a la sala de reuniones. Se disculpó con el cliente y Namjoon le cedió la palabra.

Media hora después, salían los tres muy sonrientes y despidiéndose con reverencias y apretones de mano.

Porque a pesar de sus adicciones, de su oscuridad personal, seguía siendo un brillante abogado. Un hombre con el don de la palabra, un negociador innato.

Luego del juicio por el accidente del Ferry, Seokjin había alcanzado fama. Actuando como uno de los abogados querellantes contra la compañía Chonghaejin Marine, y el capitán del Sewol, había sido implacable. Incluso más que el propio fiscal. Su juventud y el que su esposa fuera una de las víctimas, lo habían hecho popular. Su dureza y frialdad habían contribuido en gran manera al resultado. Por eso muchos lo buscaban a la hora de tener un juicio difícil. No había logrado la pena de muerte, pero sí suficientes años de cárcel.

Luego de dejar a su cliente, partió a su oficina. Para su suerte a su hermano lo esperaba otro cliente, por lo que no fue tras él. Pero no pudo librarse de Sandeul.

—¿Qué pasó esta vez? —su amigo entraba y cerraba la puerta tras de sí.

—Ya te dije. Me quedé dormido. No sentí la alarma. Eso es todo. ¿Nunca te has dormido acaso?

—Sí un par de veces. Pero lo tuyo es recurrente. ¿Estuviste bebiendo otra vez?

—Tal vez...

Sandeul, suspiró. Ya no sabía qué hacer. Le dolía tanto verlo así. Seokjin estaba delgado, ojeroso y evidentemente no sólo había alcohol en su organismo.

—Sabes que eso no es bueno para ti. ¿Cuándo dejarás de hacerte daño Jin? Ha pasado tanto tiempo. Jisoo no querría que tú...

—¡No la nombres! —bramó inmediatamente—Nada de esto es de tu incumbencia. Soy un adulto y sé lo que hago. Si bebo una o dos copas, es mi problema. No el tuyo. Si viniste a darme el sermón del buen comportamiento, ahórratelo, porque no te lo voy a aguantar.

—Eres mi mejor amigo y te quiero Jin. Pero veo tu autodestrucción. Todos estos años...No puedes seguir así...

—Eres mi amigo, pero, lo repito, no es de tu incumbencia...

—Lo es, si llegas tarde a una reunión importante. Tu forma de vida está afectando a esta oficina—la voz dura de Namjoon, que había entrado a la oficina, lo hizo levantar la vista.

—El cliente se fue feliz. No sé de qué te quejas. Sigo ganando juicios, sigo ganando clientes...sigo haciéndote ganar dinero. No debería quejarte de esa manera Namjoon.

—Ten más respeto. Soy tu hyung. No puedes hablarme así. Y me estoy cansando de tener que cubrirte cada vez que llegas tarde, porque tuviste una noche de mierda.

—Lo siento tanto...hyung...lamento haberme quedado dormido... —dijo en un tono sarcástico—¡¿Por qué no me sacas del bufete entonces?! ¡¿Por qué no simplemente juntas a los socios y me sacas de una jodida vez de aquí?!

Sandeul, comprendía que las cosas estaban tomado un cariz que no debía y los dejó solos.

Namjoon apretó los puños. La impotencia lo golpeaba, porque su hermano había cambiado tanto. A pesar de sus dos años de diferencia, siempre habían sido muy unidos. En la secundaria, tenían un grupo de amigos en común. Incluso cuando Namjoon entró a la universidad, continuaban yendo a fiestas juntos. En una de ellas habían conocido a Hani y Jisoo, quienes se convirtieron en sus esposas. Fueron juntos a la universidad, estudiaron la misma carrera y formaron su bufete. Junto a Sandeul y Jackson Wang.

El día de la tragedia del ferry, estaban en una reunión los cuatro, discutiendo los planes de la oficina, cuando Seokjin recibió la primera llamada de Jisoo, informándole del accidente del Ferry, "El barco chocó contra algo y no se está moviendo. Dicen que la guardia costera acaba de llegar", fueron sus primeras palabras. Y que tenía el chaleco salvavidas.

Rápidamente encendieron la televisión de la sala de reuniones y pudieron ver la tragedia. Seokjin entró en pánico, salió corriendo, necesitaba llegar al lugar.

Lo demás fue historia. Nunca supo si Jisoo volvió a llamar a Seokjin, si tuvieron la oportunidad de despedirse...su hermano se negó a hablar del tema. Jamás recuperaron el cuerpo. Y ese trágico 16 de abril de 2014, Namjoon no sólo perdió a su cuñada, también perdió a su hermano. El invierno llegó para él y nunca más salió. Seokjin se hundió en la negación y luego en un caparazón de frialdad e indolencia. Cerró sus ojos. No quería una nueva discusión con su hermano.

—Seokjin, esta vez fue sólo que llegaste tarde. Pero imagina si es un juicio...nuestros clientes no tienen la culpa de tus problemas y...

—Ya te pedí disculpas Namjoon..., ¿Qué más quieres? ¿Quieres que me vaya? ¿Qué deje todo esto?

—Creo que estás demasiado alterado. ¿Por qué no te tomas el resto del día? Descansa y mañana llegas tranqui...

—¡Realmente me estás sacando de aquí!

—No, Jin, no es eso...pero por dios mírate...estás sin afeitarte...tu cuerpo grita cansancio...deberías...irte...por hoy...

—Maldita seas Namjoon...me iré y no volveré...—y sin decir más, salió dando un portazo.

No era la primera vez. Las discusiones por el comportamiento de Seokjin eran recurrentes. Y Namjoon siempre trataba de controlarse, por temor a lo que su hermano pudiera hacer. Intentó ir tras él, pero Seokjin ya había dejado el piso. Comenzó entonces a marcar su número, y a prepararse para ir tras él si era necesario.

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